CONTENIDO DE TIEMPO FINAL

lunes, 20 de julio de 2015

* Juntos a la par...Gnosis más actual que nunca..*

***Hermosa noche de Lunes para todos.

Sin novedades con el Sol y el clima espacial.

Buen momento para reflexionar juntos y tratar temas que no suelen estar en la agenda de los medios, que incluso no están en la agenda cotidiana paredes adentro, en el hogar.
La Gnosis va salir por más que se la desconozca y que se la haya intentado tapar a lo largo de la historia.
Basta con recordar a la figura de la mujer en los textos hábilmente llamados *apócrifos*..je...,que el sistema se encargó de borrar de la historia.
Un Cristo que no sólo tenía apóstoles hombres, sino también mujeres, y es más.., quienes se destacaban entre los apóstoles eran las mujeres, tal como hemos mencionado en reiteradas oportunidades.



Los Cátaros y su convivencia, las mujeres eran respetadas en su género, *género*..algo que hoy es noticia en todos lados.
Si habían sacerdotes habían sacerdotisas, si los hombres oficiaban misas y ritos, las mujeres también.
Es decir que una parte escencial del Cristianismo fué perversamente tergiversada y quitada de nuestra historia.
Aquél Cristo Gnóstico del Nag Hammadi podría darnos hoy cátedra...sobre la mujer y lo que hoy es un flagelo como la violencia de género..
¿Había que inventar algo hoy?...ya existía pero fué silenciado.

Vean ustedes si la Gnosis, aquella Gnosis, no era algo que hoy...=sin saberlo muchos=...comienza a aflorar a pesar de los pesares.
Gran artículo que nada tiene de Gnosis desde el punto de vista del autor/a, pero que podemos visualizar claramente como esa Gnosis Crística que prevalece aún ..a pesar de la mentira del sistema.
Apenas un extracto;

Patriarcado y capital, alianza criminal.

Vivimos en un sistema consumista-capitalista que se nutre del patriarcado para mantenerse y reproducirse cotidianamente en sus formas actuales, fomentando sistemáticamente la desigualdad de género y ejerciendo, en consecuencia, una violencia de género que es igualmente sistemática y cotidiana sobre las mujeres. Una violencia que merece ser abordada de forma independiente, pues aunque las mujeres comparten con el hombre su común sumisión al código de sentido hegemónico que es propio de esta sociedad, en el caso de las mujeres adquiere algunas particularidades concretas que hacen que la violencia que el sistema es capaz de ejercer sobre ellas sea doble: como sujetos consumistas y como mujeres.

La opresión sobre la sexualidad femenina, por ejemplo, en comparación con la sexualidad masculina =hablando siempre, claro está, desde el plano de la heterosexualidad=, es una de estas violencias simbólicas que siguen plenamente vigentes que, al mezclarse con otros elementos sociales como es por ejemplo el modelo normativo que se impone como referencia cultural para las relaciones de pareja, acaban teniendo unas consecuencias dramáticas para la mujer.



Aunque es obvio que ha habido cierto avance en este sentido, aquella idea de que la mujer debe tener una vida sexual no promiscua, so pena de ser considerada socialmente como una *puta*, a diferencia del hombre que puede ser todo lo promiscuo que quiera sin necesidad de tener que sufrir ningún tabú social por ello, sigue siendo una idea simbólica y cultural plenamente integrada en nuestra sociedad. Algo que, obviamente tiene consecuencias sociales y muy graves en no pocas ocasiones. 

Si el hombre es percibido culturalmente, de forma general, como un ser superior a la mujer, si cualquier actividad vinculada directamente a la mujer es a su vez percibida como inferior, si además es la mujer la que en ningún caso debe ser promiscua si quieres ser una mujer *digna*, y, además, el amor es asimismo percibido culturalmente, como lo es en nuestra sociedad, como una relación de posesión mutua, algo así como una relación sustentada en la propiedad privada respecto de la sexualidad del otro elemento de la pareja =fidelidad sexual=, finalmente se abre la puerta de par en par para una macabra lógica cultural que puede llevar fácilmente a la conclusión sentida y vivida por el hombre de que la mujer es una posesión suya y solo suya.



Amor como propiedad privada y patriarcado son entonces las dos caras de una misma manera con trágico resultado: la violencia de género en sus versiones más trágicas y horripilantes. Más concretamente, si el hombre se auto-percibe culturalmente como un ser superior a la mujer, y, a la par, entiende también culturalmente la relación amorosa como una relación posesiva, es decir, una relación donde los amantes se poseen mutuamente, finalmente la mujer acabará siendo vista como una posesión del hombre, pues es la propia cultura la que así lo indica: los dos se poseen mutuamente, pero el hombre manda en última instancia. 

La relación deja de ser, pues, una relación de doble sentido posesivo, para convertirse en un objeto cuyo dueño es el hombre. 
Se cosifica psicológicamente el concepto mismo de pareja, e implícitamente se cosifica a la mujer, pasando ambas *cosas* a ser propiedad privada del hombre que así piensa.
Así, a poco que el hombre perciba de alguna manera =real o ficticia= que este nexo posesivo comienza a romperse, o que está puesto en entredicho, recurrirá a la violencia para *re-direccionar* la relación por el *camino correcto*: el de la sumisión respecto del que se siente su amo.



Además porque, al ser la promiscuidad de la mujer un tema de *dignidad*, la fidelidad es para el hombre un tema de *honor* =de ahí que a la mujer se le insulte llamándola *puta* y al hombre llamándole *cabrón*=. 
Los celos, de hecho, suelen ser una de las principales causas de la violencia de género directa, tanto física como psicológica. 

De igual manera, en caso de ruptura de la pareja, o de simple intento de ruptura, cuando lo que antes el hombre veía como una posesión deja de repente de serlo, cuando los derechos de *propiedad* dejan de tener efecto, estas mismas personas suelen no estar lo suficiente capacitadas como para aceptar tal hecho, pues la idea de que la pareja es para uno y sólo para uno *hasta que la muerte los separe* prevalece sobre la razón y la independencia de la otra persona. 

La violencia es aquí un modo de indicar que no es posible que la mujer abandone el seno de la pareja si no es bajo la aceptación voluntaria del hombre, del amo por excelencia en la relación, del verdadero dueño de la propiedad mutua.
La mujer pasa a ser algo así como un bien ganancial de la pareja, cuyo único administrador es el hombre.



Y si a eso le sumamos, como decimos, que la dignidad de la mujer se ha asociado y se asocia generalmente, entre otras cosas pero de manera principal sobre todo en lo referido a los temas de pareja, a su no promiscuidad, y que, por derivación, el hombre ve amenazado e insultado su honor -al ser engañado por una mujer *indigna*, cuando ésta ha cometido una infidelidad o el hombre sospecha que la haya podido cometer o incluso que pudiera querer cometerla en el futuro =aunque sea en la forma de un abandono de la relación para irse con otro hombre en el futuro una vez rota tal relación= *o eres mía o de nadie*, no es de extrañar que sea precisamente el seno del hogar familiar, y en concreto los asuntos relacionados con las *disputas* sentimentales, el principal espacio social donde se producen las peores muestras de violencia directa de género, en muchas ocasiones, como sabemos por desgracia, con resultado de muerte.



Pero todo ello, por supuesto, no es ninguna casualidad: existe toda una mitología en torno al papel que la mujer ha de ocupar socialmente, fuertemente vinculada a cuestiones de sentido, que hacen posible la reproducción y mantenimiento de tales relaciones de poder en el seno de la sociedad y de la propia pareja. Tiene que ver con toda una mitología construida igualmente en torno la idea del amor romántico y el papel que, dentro de ella, se asigna a la mujer. 

Como bien expone la feminista y especialista en estos temas Coral Herrera, la feminidad pasiva ha sido mitificada en los relatos para tranquilizar a los machos y suavizar su ancestral miedo a la potencialidad sexual de las mujeres, por un lado, y para ofrecer modelos de sumisión idealizada a las mujeres, por otro. Las mujeres han sido educadas para asumir en muchos casos el rol de mujer fiel cuya máxima en la vida no es alcanzar la libertad =deseo masculino por excelencia=, sino el amor a través de un hombre =lo que se supone que es normal en las mujeres=.



Dar vuelta las esferas...es hacer lo distinto a como fuimos maleducados.., Gnosis.



Gilgamesh***

Fuentes;
-kaosenlared

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Gilgamesh.

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