***Preciosa noche de Sábado para todos.
Sin novedades con el Sol y el clima espacial.
Continuamos con la gran zaga de Manuel Sancho Pomés;
Uno de los problemas para abordar el estudio científico de las ECM es el reconocimiento explícito de que su principal característica es la inefabilidad, es decir, que carecen de denotación precisa. De manera que al igual que todo lo sagrado poseen muchas imágenes pero se priva de la parte física, por lo que a la ciencia le resulta difícil, por no decir imposible, abordar su estudio desde todas las facetas. Sobre la cuestión de la vida después de la muerte nuestra actitud debería ser similar a la del filósofo John Hick: *Tener el principio de estar mentalmente abierto a cualquier opción*.
Es interesante hacer notar cómo algunos autores, como P. M. H. Atwater, establecen paralelismos entre las experiencias cercanas a la muerte y el crecimiento de la cultura a través de los siglos. Los avances tecnológicos han hecho posible esquivar a la muerte en miles de casos documentados. El aumento del número de personas que han adquirido una serie de cualidades derivadas de experiencias espirituales tan profundas tendría un beneficio social y cultural que nos derivaría, en conjunto, a toda la sociedad hacia un mundo mejor. Otros, como Andrew Dell’Olio, sugieren que las ECM no confirman la existencia de vida después de la muerte, pero sí algún tipo de perdurabilidad.
Para este mismo autor las ECM no serían otra cosa que un estado de consciencia continuado después de la muerte de nuestro cuerpo. Para los que crean que el cuadro de las ECM se debe a síntomas dependientes de la pura fisiología, como por ejemplo la experiencia extracorpórea por aislamiento sensorial, las cosas no parecen ser tan sencillas, ya que toda experiencia cercana a la muerte sigue una pauta en la que algo, similar al antiguo concepto de alma, parece cobrar vida y escapar del cuerpo.
Es decir, lo que nos estamos jugando al intentar comprender en qué consisten las ECM no es solo si existe vida más allá de la presente, sino también si podemos entender los complejos modelos de consciencia, incluyendo la percepción sensorial o la memoria, ya que estos procesos podrían estar enfrentados a los conocimientos actuales de la neurofisiología.
La muerte es considerada por la mayor parte de las personas como un proceso gradual. La muerte constituye todo un proceso. Habitualmente comienza con un paro cardiaco y pocos minutos después, cuando el cerebro ya no recibe sangre, se producen lesiones letales e irreversibles en este centro del sistema nervioso.
Nuestra consciencia parece seguir funcionando mientras recibimos señales de la vista, el oído y los demás sentidos. Lo que sucede durante ese intervalo parece totalmente crucial, como nos lo demuestran las miles de personas que han sufrido una ECM. Tan solo algunas etapas de las ECM parecen tener correspondencia con eventos físicos. Por ejemplo, la sensación que acompaña al retorno del ser a nuestro cuerpo durante las experiencias extracorpóreas parece coincidir con el éxito de las maniobras de resucitación cardiaca.
Roger Cook apunta acerca de la importancia de la pérdida irreversible de la capacidad de consciencia como efecto inevitable de la muerte cerebral. Sin embargo, este autor hace una clara distinción entre la capacidad de la consciencia, que es una función propia del cerebro, y el contenido de la consciencia, que reside en ambos hemisferios cerebrales, y subraya que la supervivencia de la primera es esencial para la activación de la segunda. Quizás una de las preguntas más relevantes podría ser si durante las ECM estamos realmente muertos. Después de todo, parece ser que algunas muertes son reversibles y que nuevos descubrimientos científicos aportan nuevas respuestas.
De alguna manera podríamos afirmar y subrayar que las ECM son tan solo cercanas y no totales, si por muerte entendemos algo que sea totalmente irreversible, lo que pone en entredicho que la muerte sea un estado del cual ya no se vuelve. Para aclarar este punto sería interesante definir en qué consiste cada uno de los tipos de muerte. En general, cuando hablamos de muerte reversible nos referimos a condiciones extremas de parada cardiorrespiratoria de las que una persona, ya sea de manera espontánea o como resultado del esfuerzo de terceros, resucitará y sobrevivirá.
En el lenguaje profesional médico se las conoce como *maniobras de resucitación*. Por el contrario, podríamos llamar muerte irreversible a aquella condición en la que el proceso de muerte ha avanzado de tal manera que la resucitación ya no puede ocurrir. Sin embargo, una de las preguntas es: ¿están realmente muertas las personas que sufren una ECM? Greyson y Stevenson analizaron a 78 personas que habían sufrido una ECM y observaron que el 41 % creía, subjetivamente claro está, que habían estado muertos, mientras que el 52 % creyó encontrarse tan solo en un proceso de muerte. A este respecto, Ian Stevenson, J. E. Cook y Nicholas T. McClean-Rice fueron testigos de cómo el 82,5 % de las personas que habían sufrido una ECM aseguraban haber estado prácticamente muertas. Sin embargo, al analizar la historia clínica tan solo se pudo comprobar en un 45 % de los casos.
La muerte es una de las grandes preocupaciones para muchísimas personas, hasta el punto de que el miedo a morir es la fuente más potente y básica de ansiedad. Para algunas personas esta preocupación es tan potente que puede llegar a robar literalmente la vida de una persona por la inmensa preocupación de perderla. Se crea una forma de estar muerto en vida, lo que también podría llamarse muerte psicológica. Por el contrario, las personas que han experimentado una ECM sufren una importante reducción de esta ansiedad y miedo. Para ellos ya no existe la muerte. La persona se siente continuamente protegida por este supuesto ser sobrenatural.
En un interesante artículo publicado en 1990 en la prestigiosa revista médica The Lancet, J. E. Owens, E. W. Cook e Ian Stevenson estudiaron a 58 pacientes que habían reportado alguna experiencia cercana a la muerte. Paradójicamente, encontraron que sus funciones cognitivas mejoraban en los instantes previos a sufrir la muerte. Otro científico investigador, Karl Jansen, escéptico en este tipo de cuestiones, replicó a la susodicha publicación: *Hasta que se realicen análisis objetivos de las funciones cognitivas en personas moribundas por parte de aquellos que afirman que dichas funciones han mejorado, los bien establecidos paradigmas de las ciencias físicas se deben mostrar firmes en contra de las interpretaciones trascendentales*.
Resulta de sumo interés la descripción que hace Carl Becker en 1989 describiendo las creencias del budismo tibetano respecto a los últimos momentos de la vida, ocho etapas que conducen a la muerte y van acompañadas de varias experiencias.Evidentemente, esto es una interpretación general, abierta a comentarios diversos. Por supuesto, no incluye a los que mueren de manera fulminante en accidentes. Con todo, resulta muy interesante que ya desde hace siglos muchos humanos hayan acometido la tarea de realizar una cronología del propio proceso de la muerte. Incluso ciertas descripciones podrían ser observadas por parte de terceros.
Una experiencia relatada con mucho detalle por un tal Javier podría resumir lo que probablemente podría suceder en los últimos momentos vitales y en la posterior supervivencia:
*El día 8 de diciembre de 2009, creo que tuve una ECM, y si no fue exactamente eso creo que, en cualquier caso, a mí me ha cambiado. Iba dando una vuelta en moto con dos amigos más, tranquilos y ya de vuelta para casa a tomar un café. En una de las avenidas nos encontramos un coche, el del típico *pastillero*, que comenzó a realizar maniobras temerarias. Finalmente me embistió por detrás y se dio a la fuga.
Yo salí despedido de la moto y mi novia cayó para otro lado. En ese momento, por mi cabeza solo pasaba la idea de orientarme para, en la caída, intentar evitar el guardarraíl y que el coche que me había atropellado no me pasara por encima. Es curioso, pero esto que relato lo viví a cámara lenta. No sé a qué velocidad puede trabajar la mente en estas situaciones. Cuando impacté brutalmente contra el suelo, pensé: *¿Me he librado?*. Pero mi cuerpo no reaccionaba, no lo sentía, no podía moverme y no podía respirar. Notaba que algo dentro de mí se iba, mientras veía pasar mi vida a toda velocidad.
Sin embargo, no sentía dolor ni angustia. Todo lo contrario: sentía paz. Es una sensación muy difícil de explicar. Creo que no vi túneles, pero sí una luz muy intensa, blanca, y sentía alguna presencia familiar, aunque en ningún momento la llegué a ver. Notaba cómo estaba abandonando mi cuerpo y creo que cuando estaba a punto de irme por completo algo me golpeó en el pecho y desapareció aquella luz. Me vi devuelto al cuerpo. En ese mismo instante fue cuando empecé a poder mover las articulaciones, pero no podía incorporarme. Estaba contento por estar aquí pero, a la vez, deseaba irme. Quería volver a sentir esa paz, esa tranquilidad.
Hay muchas cosas que todavía no comprendo y a otras les he encontrado respuestas, pero lo que puedo asegurar es que lo que pasó ese día me ha cambiado. Ahora, lo único que busco en la vida es paz y amar. Me ha cambiado hasta el carácter*.
A pesar de ser la experiencia del túnel una de las más repetidas en los testimonios, no se da en todas las ECM. En ocasiones se trata de un gran punto luminoso que comienza a crecer, pudiendo hacernos creer que se avanza por un lugar oscuro para, finalmente, alcanzar *la salida*, vista como una luminosidad completa que abarca todo nuestro perímetro visual.
Prácticamente en todas las religiones se hace referencia a algún tipo de túnel en procesos relacionados con el momento de la muerte. Por ejemplo, en la religión judía, y particularmente en las enseñanzas del Talmud, se indica que los cuerpos de los judíos que fallecieron durante la diáspora, dispersión de los judíos fuera de Israel desde el siglo VI a. C. hasta la actualidad, pasarán por una especie de cuevas o túneles en su camino hacia Israel, donde ocurrirá la resurrección. Otros testimonios hablan de una luz que inunda el campo visual. Una mujer llamada Marta relata: *Enseguida me vi envuelta en una luz blanca que me guiaba por un túnel...
Continuará...
Gilgamesh***
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