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domingo, 26 de julio de 2015

* ¿Qué hay después de la muerte?-Parte 16 *

***Excelente noche de Domingo para todos.

Sin novedades con el Sol, y con los neutrones en alza, como era de esperar.
Buena oportunidad para continuar con el trabajo investigativo de Manuel Sancho Pomés;

-Otras personas, influidas por tendencias esotéricas, prefieren denominarlo cuerpo astral. Aydée, una colaboradora mexicana de Proyecto Túnel, que sufrió una parada cardiorrespiratoria grave, relata: *Cuando veía a X siempre fue desde fuera de mi cuerpo. Me veía a mí y a ella y solo fue en el cubículo de terapia intensiva, no salí a otros lados. Esos quince días son borrosos, incluso la realidad. Las dos o tres visitas de mi esposo cuando yo aún estaba semiconsciente las recuerdo borrosas. Solo los recuerdos del lugar donde vi a mi mamá y las conversaciones con X es lo más claro que tengo, por eso lo describo como un oasis en el desierto*. 

Casi todas las personas que refieren haber experimentado estas EEC suelen coincidir en su relato con ciertas características: Son capaces de atravesar objetos sólidos: techos, paredes, ventanas =por ejemplo, salir de la habitación y ver lo que sucede en otra dependencia contigua= e incluso atravesar los cuerpos de otras personas presentes en la misma habitación. El cuerpo se encuentra en situación similar a la ingravidez. Durante ese estado se puede ver en derredor sin problemas, incluido lo que sucede a nuestras espaldas.Son capaces de escuchar las conversaciones de terceros, pero la sensación no es de realizarlo con su audición, sino de manera telepática.



Es decir, de mente a mente. Se sabe lo que otros dicen más que oírlo propiamente. El plano de comunicación no es bidireccional. Es decir, las otras personas no llegan a conocer el pensamiento de la persona que experimenta la EEC. El tiempo transcurre de manera distinta al habitual. Al volver al plano del propio cuerpo la sensación suele ser de haber estado mucho tiempo en el otro nivel. Algunas personas hablan de minutos cuando, en realidad, no han transcurrido más que pocos segundos. 

La persona parece desplazarse de forma instantánea a lugares lejanos o, por el contrario, permanece en la misma zona donde está su cuerpo físico, como si de un globo cautivo se tratase. Algunos relatos hablan de cómo fueron capaces de ir hasta su propia casa y observar, por ejemplo, qué hacía su pareja, de modo que en la posterior visita de ella al hospital le relataban aspectos supuestamente desconocidos, para asombro de su cónyuge. Todos los que la experimentan se encuentran en una situación de extrema comodidad. No hace frío, no duele nada, ni tampoco ninguna otra cosa resulta molesta. Los sentidos se encuentran alterados. Se suelen hacer referencias a la visión o a la audición, pero apenas se hace referencia al tacto, al olfato o al gusto.



Las sensaciones emocionales suelen coexistir con las de los sentidos. Es decir, las personas suelen experimentar tranquilidad y serenidad pero, en algunas ocasiones, se puede sentir miedo o terror. Las personas que sufren minusvalías del tipo y grado que sea, desde una simple miopía a una paraplejia, no presentan ninguna de sus taras durante el periodo de EEC. El cuerpo flotante parece haberse desprendido de cualquier minusvalía y, por el contrario, se presenta cercano a la perfección.
Resulta interesante reseñar que las personas invidentes, incluso de nacimiento, dicen ver perfectamente. 

Más aún, algunos autores, como Kenneth Ring y Sharon Cooper, aseguran que los invidentes pueden ver sin la mediación del sistema de visión. Es lo que ellos denominan mindsight, que podríamos traducir como *ver con la mente*. Estas experiencias hacen comprender que el mecanismo de visionar las EEC es común tanto para los videntes como para los ciegos. Es interesante subrayar que algunas personas que involuntariamente abandonan su cuerpo durante una ECM llegan a ver lo que se denomina *doble astral*.



Es decir, no solo pueden llegar a ver su cuerpo abandonado, sino su propia consciencia desde la perspectiva de una tercera persona, que son ellos mismos. Abramovitch, en 1988, recoge el siguiente testimonio: *Sentí una necesidad de volver a mi cuerpo, de pedirle disculpas, de explicarle que ya no teníamos un compromiso, que ya era el momento de separarnos*. Una de las historias que más conmovió al internacionalmente conocido Raymond Moody fue la que vivió la psicóloga Kimberly Clark mientras trabajaba en el Hospital de Harborview =Seattle=. 

Dicha psicóloga se encontraba aconsejando a una paciente, Mary, que había sufrido un ataque al corazón, sobre la manera de volver a integrarse en su vida diaria una vez que se produjese el alta hospitalaria. Sin embargo, la paciente se encontraba más interesada en hacer comprender a la profesional que lo que realmente le había impresionado era su ECM durante dicho ataque cardiaco. Ella había abandonado su cuerpo y deambulado por todo el entorno del hospital mientras los médicos intentaban la reanimación en la misma cama de la habitación donde había sufrido el infarto. La psicóloga Clark se mostraba escéptica ante dicho relato.



A pesar de todo, Mary le dijo: *Escuche, llegué a ver unas zapatillas rojas de tenis en el alféizar de una ventana más allá de mi habitación*. La psicóloga se asomó a la ventana, pero no vio zapatilla alguna. *Más allá*, insistió Mary. La doctora Kimberly, con medio cuerpo asomando por la ventana, tampoco veía nada. *Están justamente a la vuelta de la esquina*. Despreciando el peligro de asomarse en una quinta planta del hospital, la psicóloga se estiró aún más y retorció su cuerpo para aumentar su ángulo de visión y así descubrir, justamente, unas zapatillas de tenis rojas idénticas a las que Mary había descrito. 

A partir de ese acontecimiento la doctora Kimberly Clark comenzó a desarrollar numerosas investigaciones en relación a las ECM.
A principios del siglo XX comenzaron algunos matemáticos avanzados a especular con la existencia de una cuarta dimensión. Estructura que, además, podría explicar la desaparición brusca de objetos desde este mundo. Cada vez es mayor el número de físicos que se inclinan a aceptar la posible existencia de otras dimensiones o hiperespacios análogos al sistema en el que vivimos, aunque sean inaccesibles o invisibles el uno con respecto al otro.



La posible existencia de estas dimensiones invisibles e inaccesibles ha sido objeto de estudio por parte de filósofos y teólogos a la hora de establecer todo tipo de hipótesis, incluida el que dos de estas dimensiones pudieran estar temporalmente comunicadas una con la otra. El problema parece generarse al intentar descubrir si realmente hay diferentes dimensiones inaccesibles entre sí. Una hipótesis podría considerar que se accede a estas dimensiones durante estados mentales alterados, propios de momentos privilegiados. 

Los físicos, hoy en día, han desarrollado teorías acerca de los agujeros negros y la antimateria y de cómo ciertas entidades subatómicas se relacionan con otras dimensiones. El hecho de que pudieran existir otras dimensiones podría dar explicación, entre otras cosas, a la supuesta habilidad para desplazarse fuera del cuerpo y ver cosas que suceden en otras estancias, en ocasiones a kilómetros de donde está ocurriendo la ECM. A este respecto, las recientes teorías de física en relación a las supercuerdas podrían predecir la existencia de otras numerosas dimensiones que comúnmente no podemos percibir. Un ejemplo de las mismas es el de la Teoría M, que se encuentra construida y desarrollada a partir de la teoría de las supercuerdas y que incluye diez dimensiones espaciales, siendo el tiempo la número once.



Realmente, la opinión generalizada de los científicos en los últimos años es que dichas dimensiones verdaderamente existen, pero que no pueden ser percibidas por nosotros. Más recientemente, en el año 2000, Nima Arkani-Hamed, físico teórico canadiense de origen americano, con intereses en la física de alta energía, teoría de cuerdas y cosmología, ha descrito que estas dimensiones podrían ser de mucho mayor volumen de lo que previamente se consideraba. Esta última idea constituye un alivio para muchos científicos, ya que solucionaría muchos problemas de física teórica que aún se encuentran pendientes de resolver. 

La manera más fácil de comprender, desde una perspectiva visual, qué nos podríamos encontrar en cada una de las dimensiones a través de las cuales pudiésemos desplazarnos es comenzar con modelos simples e ir convirtiéndolos, progresivamente, en otros de mayor complejidad. Así, por ejemplo, ¿cómo sería vivir en universo de una sola dimensión? El mundo en el que vivimos parece tener tan solo tres dimensiones. Es decir, solo podemos ver la superficie más cercana de las cosas que nos rodean y no las lejanas ni tampoco el interior. Nos visualizamos moviéndonos hacia arriba, abajo, derecha, izquierda, adelante o atrás. Podemos imaginar un espacio en tan solo tres dimensiones.



Ahora bien, si pudiésemos mover nuestro cuerpo astral, abandonando nuestro cuerpo físico, hacia una cuarta dimensión, en ese mismo instante se obtendría una visión más allá de las paredes y podríamos ver incluso objetos muy lejanos. Más aún, podríamos ver el interior de objetos aparentemente cerrados para los que viven en tres dimensiones, incluso sin movernos en ninguna de las direcciones familiares. De hecho, no ha habido movimiento alguno, sino que se ha añadido una dimensión más al espacio. Desde esta perspectiva y rotando, las escenas tienen un campo de visión de trescientos sesenta grados, particularmente si estas escenas son visualizadas, por ejemplo, desde un techo como el que puede existir en una sala de reanimación de hospital. 

Ring relataba en 1998 un ejemplo de visión esférica durante una ECM: *Me llevaban en una camilla por el hospital. Miré hacia abajo y supe que el cuerpo debajo de las sábanas era el mío y no me importó. La habitación era más interesante que mi propio cuerpo. La perspectiva era fantástica. Podía ver todo… Y me refiero a absolutamente todo. Podía ver la luz en el techo y, al mismo tiempo, la parte de debajo de la camilla. Podía ver los azulejos del techo y también los del suelo.



Continuará...
Gilgamesh***

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Gilgamesh.

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