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lunes, 17 de agosto de 2015

* ¿Qué hay después de la muerte?-Parte 18 *

***Hermosa noche de Lunes para todos.

Sin novedades con el Sol y el clima espacial, excelente oportunidad para retomar la larga zaga del estimado Manuel Sancho Pomés.
Vida después de la muerte.., túnel de luz, experiencias extra-corpóreas..., mundos holográficos...

-San Pablo, en Corintios, apunta a que Satán puede llegar a disfrazarse como un ángel de luz y, aunque pueda resultar sorprendente, no son pocos los cristianos evangelistas que ven a Raymond Moody, el primer autor que popularizó las ECM, como un verdadero emisario de Satán que confunde a las personas con sus libros. En el caso del islam las cosas no son distintas, ya que el propio Corán describe a Alá como la luz: *Dios es la luz de los cielos y de la tierra*. Dicha luz no es tan solo una sensación lumínica, sino que se acompaña de revelaciones y de la adquisición de conocimientos. Kenneth Ring describe cómo el mundo de luz se encuentra después de pasar el túnel. 

En este punto, afirma el autor, la persona percibe un reino de belleza indescriptible y de esplendor, donde habitualmente se encuentran los espíritus de sus familiares ya fallecidos y amados. Para Ring hemos entrado en un dominio de altas frecuencias, una dimensión creada a partir de la interacción de las estructuras de pensamiento. Estas estructuras se combinarían para formar patrones, una especie de ondas de interferencia similares a una holografía. Y de la misma manera que las imágenes holográficas parecen reales cuando se iluminan con un haz de láser, así las imágenes producidas por la interacción de pensamientos también parecen reales.



En un caso descrito por Henry Abramovitch, en 1988, el de una persona que sufrió un ataque al corazón, el paciente cuenta: *Me sorprendió el brillo de la luz porque no había fuente de la misma. La luz en sí misma estaba compuesta por miríadas de llamaradas y de auras. Pude tocar aura tras aura, llama tras llama, cada una de ellas revolviéndose, creciendo, cada vez más grandes y, finalmente, separándose. Los sonidos no eran menos que la luz. Una infinidad de tonos, mezclándose entre ellos con una inmensa variedad y movimientos independientes, en una corriente poderosa que subía hacia el cielo. Yo era luz. Me encontraba muy bien por estar ahí, entre todos ellos*. 

Cuando alguna persona ha comentado la combinación de luz, revelaciones y visión de entidades sobrenaturales, se percibe cierta similitud con alguna experiencia chamánica tenida durante algún ceremonial religioso en el que se empleaba la ayahuasca como droga, bajo cuyos efectos se pretende alcanzar el contacto con los dioses. Las personas que han sufrido una ECM las califican de iluminación espiritual o fogonazo de sabiduría. Lo cierto es que las cuestiones que se plantean no son solo de índole personal, sino también en relación a cuestiones universales.



Las personas que han logrado llegar a este estadio de la ECM y que luego vuelven a su situación normal de consciencia quizás no logren recordar de manera pormenorizada cada detalle de esos conocimientos adquiridos, pero les quedan como remanente en la memoria las ideas que más les impactaron. Omar Khayyam =1050-1122=, poeta, matemático y astrónomo persa.dice: ***Mandé a mi alma hacia lo invisible. A buscar algo al otro lado de la vida. Después de muchos días mi alma retornó y me dijo: 

*Tranquilo, yo mismo soy cielo e infierno***.Ver pasar toda nuestra vida, llena de detalle, puede parecer algo imposible. Sin embargo, es un fenómeno que ocurre a numerosas personas que han sufrido algún tipo de accidente como, por ejemplo, un ahogamiento, durante cuyo transcurso se percibe la inminencia de la muerte. Suele acompañarse de recuerdos vívidos de experiencias pasadas y, en ocasiones, de una proyección de una línea biográfica visual. Todo ello completado con las impresiones y emociones que ocurrieron en su día. Es importante señalar que la revisión vital puede aparecer sin coexistir con el resto de etapas que se reseñan en las ECM.



Desde el punto de vista de los investigadores en el campo de la neurofisiología relacionado con la memoria, parece poco plausible que una vida completa, repleta de detalles minuciosos, pueda ser recordada en su totalidad o incluso revisada en pocos segundos. Estas revisiones vitales llegan a ser menos creíbles si además incluimos las percepciones de las mismas vivencias a través de las experiencias y sentidos de terceras personas.Las personas que experimentan estas vivencias refieren que ocurren fuera del tiempo y del espacio, lo cual es consistente con los conceptos de comunicación instantánea. 

Por ello algunos autores, como Thomas Beck, han propuesto teorías de tipo cuántico-holográficas para explicar las distintas y peculiares características de estos hechos. Hoy por hoy resulta de muy difícil explicación que estas revisiones vitales muestren tal cantidad de información sensorial, y que esta se presentase de forma prácticamente instantánea.
Aquí creemos procedente hacer mención a los registros akáshicos =de akasha, en sánscrito: cielo, espacio, éter=. Se trataría de una especie de memoria de todo lo que ha acontecido desde el inicio de los tiempos que estaría registrada en el éter.



Allí se almacenaría todo lo que ha acontecido desde el inicio de los tiempos y todos los conocimientos del universo. Actualmente las personas que siguen doctrinas esotéricas creen en la existencia de estos registros. El adjetivo akáshico es un neologismo acuñado por la teósofa británica Annie Bésant =1847-1933=, que proviene de akasa, un término existente en el antiguo idioma sánscrito de la India, que significa *éter*, un fluido intangible, inmaterial y sutil, que los antiguos hinduistas suponían que penetraba todo el universo y sería el peculiar vehículo del sonido y la vida. 

Pero no hay ninguna palabra sánscrita que signifique *registro akáshico*, a pesar de que el sánscrito es un idioma muy exhaustivo en lo que respecta a nombrar fenómenos paranormales o sobrenaturales. Según la británica Besant, aquellos que pueden acceder a estos registros serían personas con dones espirituales, tales como los chamanes u otro tipo de médiums, los cuales se diferenciarían unos de otros en cuanto al modo de ingreso en dichos registros, pudiendo ser por medio del sueño lúcido, la proyección astral u otras formas de *experiencias extracorpórales* =EEC=.



En 1913, el teósofo británico Charles Webster Leadbeater =1854-1934= publicó su libro Man: How, Whence, and Whither?, donde cuenta sus experiencias analizando los registros del éter desde el verano de 1910 en la sede de la Sociedad Teosófica, en Adyar =Tamil Nadú, India=. Allí contó la supuesta Historia de la Atlántida y otras civilizaciones desaparecidas. También afirmó que la sociedad en la Tierra del siglo XXVII estará alimentada por energía atómica. Después del libro de Leadbeater, una gran cantidad de europeos y estadounidenses declararon que también podían acceder a los registros akáshicos, y empezaron a publicar libros acerca de sus hallazgos. 

Este concepto es de uso mayoritario en diferentes doctrinas esotéricas. Sus partidarios creen que estos registros akáshicos han existido desde el principio de la creación del universo, creados por Dios para algún propósito específico, desconocido para el hombre. Deduciéndose de dichas premisas, sus defensores establecerían diferentes tipos de registros akáshicos que contendrían la base de datos de los mundos vegetal, animal, mineral y humano, los fenómenos paranormales, el conocimiento trascendental de las cosas y la vida cotidiana.



Las tradiciones religiosas específicas implicadas =el hinduismo y el cristianismo= no aceptan estos registros akáshicos, ya que no hay ninguna mención de que sus escrituras sagradas estuvieran registradas en el éter. En esos textos ni siquiera se mencionan estos archivos. La comunidad científica tampoco acepta los registros akáshicos, debido a la ausencia de evidencia verificable independiente.
De todos modos, cada vez más autores parecen proclamar que la memoria podría estar almacenada en campos holográficos fuera de los límites físicos del organismo humano. Las memorias, pues, serían accesibles por parte del cerebro conectando con esa especie de campo ambiental. 

Es decir, los datos no estarían almacenados dentro del propio cerebro, tal cual indica la ciencia ortodoxa. Esto tendría cierta lógica y podría explicar cómo es posible que ciertas personas con propiedades de clarividencia accediesen a esa memoria colectiva. Un ejemplo claro de esta propiedad explicaría la naturaleza empática de las revisiones vitales cuando nuestros pensamientos y acciones son revisados desde la perspectiva de terceras personas.



Esta teoría también podría relacionarse con el concepto de Jung referente al inconsciente colectivo. Entonces, ¿para qué sirve el cerebro? Su función sería la de servir de mediador coherente para acoplar numerosos subsistemas. Si hacemos un símil con la informática, el cerebro sería la unidad de proceso central relacionada con un vasto sistema operativo, si bien infinitamente más sofisticada que cualquier ordenador existente. Más aún, la memoria holográfica, aunque almacenada de forma global, podría ser accesible de forma local, de igual manera que un holograma puede ser reproducido en su totalidad con tan solo iluminar una pequeña parte de él con un haz de láser. 

Edgar Mitchell, un autor que ha aplicado las teorías de la física cuántica a la construcción de la consciencia, afirma que *el descubrimiento del holograma cuántico no local … nos provee del primer mecanismo físico cuántico compatible con el mundo tridimensional macroescalar tal cual lo experimentamos en nuestra realidad cotidiana*. En líneas generales, la holografía cuántica podría describir todos los procesos en todas las escalas cosmológicas, desde las partículas subatómicas hasta las interestelares. Es un campo que nos debería hacer reconsiderar nuestras visiones clásicas del tiempo y el espacio.



Continuará...

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