***Muy buen Miércoles para todos.
Ayer cuando repudiaba el atentado en Bélgica, destaqué también que la vida tronchada de un solo ser humano en cualquier rincón de éste planeta, merece el repudio y provoca enorme dolor, el crimen es crimen, ayer, hoy y siempre.
Y recordé uno de las tantas páginas de la historia que me tocó leer en mi vida, como para que hoy podamos comprender que la violencia engendra más violencia, que mucha de la violencia que hoy vemos y que es replicada por los medios de comunicación, siempre tendrá un orígen anterior también condenable, pero que a muchos no les escandaliza porque el sistema se ha encargado de que nadie lo recuerde.
Así que me pareció una excelente oportunidad para hacer memoria por todos los arrancados de ésta vida a causa de la inmunda condición homicida del ser humano;
Leopoldo II, cuyo nombre de nacimiento era Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha y Borbón-Orleans fue el segundo rey de los belgas, recordado por ser propietario del Estado Libre del Congo, que fundó y explotó como si de una empresa privada se tratara. Sucedió a su padre, Leopoldo I, en el trono de Bélgica en 1865 y permaneció hasta su muerte. Reinó durante 44 años, con lo que se convirtió en el reinado más largo de cualquier monarca belga hasta el momento.
Leopoldo fue el fundador y único propietario del Estado Libre del Congo, un proyecto privado encabezado por él mismo. Utilizó al explorador Henry Morton Stanley para ayudarle a reclamar el Congo, un área que actualmente ocupa la República Democrática del Congo.
En la Conferencia de Berlín de 1884-1885, las naciones europeas con intereses coloniales =que pactaron el reparto de África= se comprometieron a mejorar la vida de los habitantes nativos del Congo, al tiempo que confirmaron su posesión por parte de Leopoldo II.
Sin embargo, desde un principio el monarca ignoró estas condiciones y amasó una gran fortuna gracias a la explotación de los recursos naturales del Congo =caucho, diamantes y otras piedras preciosas= y la utilización de la población nativa como mano de obra forzada y esclava.
Su régimen africano fue responsable de la muerte de entre 2 y 15 millones de congoleños. Bertrand Russell estimó el número de víctimas en 8 millones de personas, mientras que el censo realizado por Bélgica en 1924 mostró que la población durante el Estado Libre de Leopoldo había descendido en un 50 %.
Ingresó en el ejército belga siendo joven y realizó numerosos viajes por el mundo, lo que marcaría su política expansionista. Contrajo matrimonio con María Enriqueta de Austria en agosto de 1853.
En 1876, Leopoldo convocó y presidió la Conferencia Geográfica de Bruselas que reunía a expertos, exploradores y científicos de seis países europeos.
Pretendía establecer normas comunes filantrópicas para proteger el continente africano y sus habitantes de la explotación comercial indiscriminada, dado que con las últimas exploraciones se acababa de abrir África a la penetración europea. Con este fin la Conferencia decidió crear un organismo permanente, la Asociación Internacional Africana, presidida por el propio Leopoldo, para promocionar la paz, la civilización, la educación y el progreso científico, y erradicar la trata de esclavos que era una práctica común a buena parte del continente.
El mismo año, en el discurso inaugural del comité belga de la AIA, Leopoldo declaraba:
*Los horrores de este estado de cosas, los miles de víctimas masacradas por el comercio de esclavos cada año, el número aún mayor de seres absolutamente inocentes que son brutalmente arrastrados a la cautividad y condenados de por vida a los trabajos forzados, han conmovido profundamente los sentimientos de todos los que, a todos los niveles, han estudiado con atención esta deplorable realidad; y han concebido la idea de asociarse, de cooperar, en una palabra, de fundar una asociación internacional para dar punto final a este tráfico odioso que es una desgracia para la edad en la que vivimos*.
Tres años más tarde, la AIA financió la expedición al río Congo =1879-1884= dirigida por el explorador y aventurero estadounidense Henry Morton Stanley. Stanley fue encargado de conseguir contratos con los jefes indígenas, para que la AIA explotase las regiones descubiertas, convirtiéndolas en *Estados libres*. Paralelamente, Bélgica creó la Asociación Internacional del Congo =AIC=, cuyos fines presuntamente se relacionaban con el mantenimiento de la paz en las regiones africanas de la cuenca del Congo, pero luego con metas claramente comerciales para explotar productos de las regiones colonizadas.
A raíz de estas iniciativas, Leopoldo fue reconocido en la escena internacional como un benefactor filantrópico digno de admiración, como un hombre de negocios preocupado por temas humanitarios y como el promotor de la política colonial de Bélgica, y lo colocaba a la altura de la del Reino Unido, Francia o Alemania. No es por lo tanto de extrañar que la Conferencia de Berlín =1884-1885= reconociera la creación del Estado Libre del Congo como un territorio perteneciente a Leopoldo a título personal =y no como colonia de Bélgica=.
Ningún representante indígena fue invitado.
El Reino de Bélgica abandonó toda responsabilidad sobre el territorio congoleño, como lo confirmará el artículo 62 de la Constitución belga votada en 1885, por lo cual el territorio del Congo quedaba convertido prácticamente en *propiedad privada* de Leopoldo II. La explotación de los recursos de la región fue constituida en monopolio *estatal*, y Leopoldo envió un ejército de 16.000 europeos de distintas nacionalidades, pagados por el propio monarca, para controlar la región y convertirla en un campo de trabajos forzados, mediante la esclavitud y la mutilación.
La práctica genocida de Leopoldo II en el Congo, gracias a la colonización, convirtió a Bélgica en una potencia imperialista y a él mismo en multimillonario. Gracias a los préstamos que le fueron concedidos a Leopoldo por el Estado belga, la AIC creó una red ferroviaria a lo largo del río Congo y de sus afluentes, y abrió carreteras. Después de que John Dunlop inventara los neumáticos de caucho, la demanda mundial del mismo, debido a su uso como materia prima en la industria automovilística y de bicicletas, se había disparado y se inició una carrera comercial internacional para dominar el mercado.
Para adelantarse a la competencia =que explotaba bosques en América Latina y en el sureste asiático=, Leopoldo impuso altas cuotas de producción de caucho en el Congo, y obligó a la población indígena a cumplirlas con métodos coercitivos y la más alta violencia. Para aumentar el ritmo de producción, los agentes del Estado Independiente del Congo cobraban primas en función de las cantidades suplementarias de caucho recolectado, lo que les incitaba a endurecer cada vez más los métodos de presión sobre los trabajadores.
En los territorios que pertenecían a Leopoldo II, el castigo por desobediencia era la amputación violenta de una mano.
Se calcula que durante los años de dominio de Leopoldo sobre el Congo fueron exterminados unos diez millones de nativos, la mayoría de ellos esclavizados, mutilados, asesinados o amenazados con la muerte para que trabajaran en la obtención de caucho.
De 1885 a 1908 la población congoleña quedó reducida a la mitad por culpa de los asesinatos, el hambre, el agotamiento, las enfermedades y el desplome de la natalidad.
En 1895, el misionero Henry Grattan Guinness supo de los abusos sufridos por la población del Estado Libre del Congo e instaló allí una misión. Obtuvo promesas de mejora de Leopoldo, pero nada cambió.
El periodista británico Edmund Dene Morel, ex agente de una compañía de navegación encargada del transporte del caucho hacia Europa, y conocedor de las estructuras comerciales establecidas en Àfrica del oeste, fue también uno de los primeros en avisar a la opinión internacional sobre los crímenes cometidos, y fue el primero en recolectar pruebas testimoniales y documentales.
Sin embargo, hasta 1903, dos años después del fallecimiento de la reina Victoria, prima de Leopoldo, la Cámara de los Comunes no adoptó una resolución crítica sobre la gestión del Congo, y encargó al diplomático Roger Casement, nombrado cónsul británico en el Congo, que investigara los hechos. Su informe, conocido como el Informe Casement, se hizo público al año siguiente y tuvo un impacto considerable en la opinión pública.
El ministro británico de Asuntos Exteriores pidió en sendos discursos que se revisara la concesión privada del Congo al rey de Bélgica para transferirla al parlamento belga.
Esos informes se limitaron al arresto de algunos soldados del Estado Libre acusados del asesinato de centenares de congoleños en 1903.
En diciembre de 1906 el rey Leopoldo, bajo la presión internacional, aceptó transferir el Estado del Congo al parlamento belga, pero las negociaciones duraron hasta el 15 de noviembre de 1908, fecha en la que el Parlamento belga asumió su administración.
En el intervalo el Rey negoció una compensación de 50 millones de francos por sus posesiones en el Congo y se deshizo de todas sus obligaciones en la región, que reinvertió en propiedades en la Riviera francesa.
Esta cesión se incluyó, en 1908, en el acta conocida como *Donación real*, por la que Bélgica *heredaba* el Congo, así como de la gestión de las inmensas propiedades personales del Rey en Bélgica, preservando su disfrute por sus sucesores en el trono y prohibiendo su venta o alteración.
Leopoldo justificó el tratado afirmando que, como sólo tenía hijas, todas casadas con príncipes extranjeros, no quería que su herencia se desmembrara después de su muerte. La Donación Real es desde 1930 un organismo público autónomo del Estado belga, que gestiona el patrimonio heredado de Leopoldo II.
Parte de esos bienes se puso a disposición exclusiva de la Casa real belga, y el Estado asumió su gestión y conservación.
Bélgica continuó explotando las riquezas del *Congo belga*. En los años siguientes a la Donación Real, la administración del Congo siguió en manos de las mismas compañías concesionarias, por lo que el maltrato de la mano de obra congoleña se mantuvo, sin llegar sin embargo a los excesos anteriores.
Después del declive del caucho, tomó especial importancia la explotación minera iniciada por las compañías concesionarias de Leopoldo II.
Leopoldo II utilizó la fortuna amasada con la explotación del Congo para financiar un programa de obras públicas, ejemplos del cual son el Palacio de Justicia de Bruselas, la Avenida de Tervueren, también en Bruselas, y el complejo palaciego de Laeken, actual residencia de la familia real belga.
Para celebrar el 50 aniversario de la independencia de Bélgica, mandó construir el Parque del Cincuentenario, dominado por el Arco del Cincuentenario. Embelleció también la ciudad de Ostende, donde creó el hipódromo y el parque María Enriqueta.
Constituyó un patrimonio personal en las Ardenas, que cuenta con 6700 hectáreas de bosques y fincas agrícolas, un campo de golf y los castillos de Ciergnon, Fenffe, Villers-sur-Lesse y Ferage.
En el aspecto militar, mandó fortificar las ciudades de Amberes, Namur y Lieja, e instituyó el servicio militar obligatorio para un hijo por familia.
Leopoldo II se casó por conveniencia con María Enriqueta de Austria, quien tras proporcionar descendencia a su esposo, fue ignorada y casi repudiada de facto por éste, refugiándose en la ciudad de Spa, de la que ya no saldría jamás.
En torno a 1899, Leopoldo se enamoró de Blanche Delacroix, una joven de 16 años, hija de un funcionario.
La nombró baronesa de Vaughan, y tuvo con ella dos hijos varones, la auténtica paternidad de esos niños nunca fue demostrada.
Un año antes de su muerte, Leopoldo contrajo con Delacroix un matrimonio morganático, y le legó una gran fortuna y propiedades inmobiliarias en Bélgica y en Francia. Al año siguiente, poco después de la muerte del rey, Delacroix se casó con su amante, Antoine Durieux, quien adoptó a los hijos.
Leopoldo II murió en 1909 de una hemorragia cerebral.
Su sobrino Alberto, hijo de su hermano Felipe de Bélgica, le sucedió en el trono como Alberto I.
Apenas unos 126 años atrás pasaban éstas cosas.., no había internet como para que el mundo entero se escandalizara o pusiera un meme solidarizándose con aquellos 10 millones de seres arrancados de la vida por la ambición, la compulsión al robo y el despojo, atrocidades que ya nadie recuerda, ni a sus perpetradores que hoy disfrutan en su descendencia de la prosperidad manchada con hectolitros de sangre inocente.
El silencio y el olvido son los mejores aliados de la injusticia, la misma que nos enciende hoy en pleno siglo 21 y la que nos indica que nadie tiene las manos limpias ni su consciencia para arrojar la primera piedra en un sistema que suele indignarse sólo cuando la tragedia es propia.
Gilgamesh***
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Gilgamesh.
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