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miércoles, 31 de agosto de 2016

* Brasil; ultraje a la Democracia *

***Feliz noche de Miércoles para todos.

Decir *feliz* es un deseo para todos, sin embargo hay muchas personas que hoy se han sentido muy infelices, y yo me cuento entre los que estamos muy apenados cada vez que las aves rapaces de la mala política se salen con la suya.
Toda mi solidaridad con los hermanos brasileños que se han visto *despojados* de su Democracia, porque es un verdadero despojo la estafa que han cometido contra la voluntad popular y las instituciones.



Nuevas formas de dar golpes de estado, golpes blandos, golpes enmascarados con la complicidad como siempre...de los medios masivos de comunicación en connivencia con la llamada *casta judicial*.
Horas nefastas le esperan al querido Brasil, ninguna cosa buena más que el retroceso de los logros obtenidos por las clases más castigadas.
Es la hora más obscura que nuestra Latinoamérica hubiera imaginado, en las garras de ésta nueva camada de buitres el panorama es desalentador.

Pero cuidado con el pueblo..., sabe equivocarse frecuentemente como también rectificarse aunque caiga en el juego histérico de la ingeniería social dopante y destructiva de toda cosa que no se posterne ante el poder perverso, tiempo al tiempo...están cebados en éste continente, pero a pesar de tanta mala noticia que nos atraviesa a todos
yo lo veo como una especie de carnaval, donde quienes sabían disfrazarse hoy están desnudos y a la vista de todos.

Son lecciones de las cuales deberemos aprender, y nos están haciendo un favor, el costo es alto, pérdida de derechos y conquistas, pero d euna buena vez por todas ya sabemos quienes se disfrazaban de una cosa y eran otra.
Tanto en Brasil como en Argentina, y estimo que en otros países hermanos, estarán tomando nota de los camaleones que se han quedado sin mimetización y van a durar muy poco, porque eso es lo que faltaba, que su verdadera falsedad quedara en plena evidencia, para que el pueblo no los olvide.

Creo que ésta ola putrefacta de lo peor de la derecha mundial con nexos locales, está en su último aliento de pseudo-triunfos.
Han llegado rabiosos, con espuma en la boca, exultantes y triunfalistas, y con el mismo fragor van a ser execrados por el pueblo tarde o temprano.

Nota a cargo de ésta valiente bahiana, Cynara Menezes, para cerrar ésta jornada patética para la Democracia;



-Con un discurso coherente y una postura nuevamente orgullosa, serena y digna ante los verdugos, la presidenta Dilma Rousseff asegura un lugar en el panteón de las víctimas de la injusticia histórica. Si este golpe se concreta, y parece que lo hará, Dilma va a estar al lado de João Goulart, Salvador Allende, Juana de Arco, Sacco y Vanzetti y tantos otros grandes hombres y mujeres inmolados por las fuerzas reaccionarias *en nombre del pueblo*. Al igual que ellos, la palabra *honor* se adapta como un guante a la biografía de Dilma. 

En el lado opuesto, en el de los cobardes y traidores, estarán los que la condenaron, y esto incluye a los lamentables medio de comunicación que dominan nuestro país.
*La historia se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa*: la frase de Marx se hace eco en nuestras cabezas como una mala broma. Es imposible no comparar la presencia de Dilma en el plenario del Senado, cercada de las aves de rapiña de traje y corbata, con la famosa foto de la joven Dilma rodeada de los cuervos de verde oliva y los quepes del tribunal militar de la dictadura. Pero, por extraño que parezca, el ejército logró tener un mínimo de vergüenza en la cara y optó por ocultar los rostros del registro de la historia. 
Los golpistas de hoy ni ese pudor tienen y caminan con el rostro descubierto y todavía cazan, como moscas, a los reporteros de la televisión para que los exhiban frente a las cámaras.



La propia Dilma se encargó de recordar la semejanza trágica entre los dos episodios. 
*No cometí ningún delito de responsabilidad. Los cargos contra mí son injustos y poco razonables. 
Cesar definitivamente mi mandato es como someterme a una pena de muerte política. 
Este es el segundo juicio al que estoy sometida en el que la democracia tiene un asiento, conmigo, en el banquillo de los acusados*, expresó.

*La primera vez, fui condenada por un tribunal especial. De aquella época, además de las marcas dolorosas de la tortura, quedó el registro, en una imagen, de mi presencia ante mis verdugos, en un momento en que los miraba de frente, ya que ocultaban sus rostros, por temor a ser reconocidos y juzgados por la historia. Hoy, cuatro décadas después, no hay detención ilegal, no hay tortura, mis jueces llegaron aquí con el mismo voto popular que me llevó a la Presidencia. Tengo para todos el mayor respeto, pero mantengo la cabeza erguida, mirando a los ojos de mis jueces*.

La conciencia de Dilma brillaba en su voz, ahogada a veces, y en su mirada. 
¿Quién allí, entre los que la juzgaban en aquella sala podría decir que también está con la conciencia tranquila? 
¿Quién de los que dieron el veredicto anticipado de *culpable* a la presidenta, podría decir que duerme el sueño de los justos? 
¿Quién entre los participantes de ese escenario tiene de hecho estatura moral para condenarla? 
¿Y quién lejos de la Cámara del Senado, en la tranquilidad de sus hogares, puede afirmar con el corazón abierto que se está derrocando una presidenta honesta por el bien de nuestro país? 

La mentira es incompatible con el amor a la patria, a pesar de las camisetas verde amarillo de la selección con las que estas personas salieron a las calles para pedir la cabeza de una mujer inocente.

Yo y muchos brasileños, votantes o no de Dilma, vamos a seguir defendiendo su mandato hasta el final. No porque encontramos en su gobierno el mejor de los mundos; no porque estemos de acuerdo con todo lo que Dilma hizo en su cargo; sino por una cuestión de principios, porque esto es lo que hay que hacer. Personas verdaderamente honestas tienen principios y nunca renuncian a ellos. 
Sólo los corruptos renuncian a sus principios.

Vuelvo a Dilma: 
*A los casi setenta años de edad, no será ahora, después de ser madre y abuela, que vaya a abdicar de los principios que siempre me han guiado. Ejerciendo la presidencia he honrado el compromiso con mi país, con la democracia, con el estado de derecho. He sido inflexible en la defensa de la honestidad en la gestión de la cosa pública. Por lo tanto, antes de que las acusaciones contra mi sean expuestas en este proceso, no puedo dejar de sentir, en la boca, nuevamente, el sabor áspero y amargo de la injusticia y la arbitrariedad. Y por eso, como en el pasado, resisto. No esperen de mí el obsequioso silencio de los cobardes*.



Es un principio básico de la democracia no condenar a los ciudadanos injustamente. Cuando esta premisa =fundamental en cualquier sociedad considerada *civilizada*= se viola, entramos en la barbarie. 
Cuando esta regla inquebrantable se rompe, todo puede estar permitido: que entren en nuestras casas en medio de la noche, que secuestren a nuestros hijos, padres, hermanos y hermanas, y arresten, torturen y maten a la gente sólo por manifestarse contra el autoritarismo. Esta película ya la vimos antes.

*No tengo ninguna duda de que, esta vez también, todos seremos juzgados por la historia. Dos veces vi de primera mano la cara de la muerte: Cuando fui torturada durante días seguidos, sometida a crueldades que nos hacen dudar de la humanidad y del propio sentido de la vida; y cuando una enfermedad grave y extremadamente dolorosa pudo haber abreviado mi existencia. Hoy en día sólo temo la muerte de la democracia, por la que muchos de nosotros, presentes aquí en esta Cámara, luchamos con el mejor de nuestros esfuerzos*, recordó Dilma.

Nunca olvide, presidenta: la historia está de su lado. No es sobre su cabeza que estará estampada la marca de golpista, de enemiga de la democracia, y mucho menos de corrupta. 
En cuanto a los que ahora la condenan, por desgracia, sabemos que poco les importa el juicio de la historia. 
No les preocupa ni les importa el sucio papel que están desempeñando frente a la nación e incluso frente a sus familias. 
Consumar este golpe les significará a los derrotados en las urnas lo que siempre persiguen: dinero y poder. 
¿Qué representa tener una conciencia tranquila, frente a lo que para ellos es la verdadera razón de existir?



Gilgamesh***

Fuente;
-socialistamorena

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Gilgamesh.

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