***Hermoso inicio de un nuevo al finViernes para toxs.
Bueno..venimos por éstos días hablando del Sol, de las anomalías magnéticas, de extraños sucesos.
Aprovechando los aportes de la querida lectora Rufina vamos a intensificar la cuestión de nuestro campo magnético.
Rufina había advertido un pico extremo de excitación del campo magnético en la zona de Toledo.
Ella preguntaba si era o no por una típica tormenta geomagnética solar.
Como para hacerlo sencillo y entendible voy a obviar especificaciones complicadas y tratar de ser lo más didáctico posible.
Debo decir que no, y había explicado en el audio de que existe un magnetismo global que es el que generalmente nos brindan las agencias espaciales y que solemos
compartir aquí cada vez que el Sol provoca una tormenta geomagnética, sea por alguna llamarada o bien por acción del viento solar.
La anomalía que advirtió Rufina de acuerdo al monitor de Toledo son típicas de nuestro campo magnético a nivel local, es decir sin que sea el Sol quien las provoca.
Explicaba en el audio que mientras en Toledo se producía esa anomalía, no ocurría lo mismo en el resto de España, es decir que, dejando de lado las tormentas provocadas
por acción solar, el planeta Tierra tiene la capacidad de experimentar numerosísimas anomalías magnéticas de distinta índole y obedecen al ámbito interno, si se quiere, al magnetismo propio que genera la Tierra misma.
Cada pedacito de tierra, cada pueblo, cada ciudad, cada país puede experimentar anomalías de éste tipo sin que tenga nada que ver el Sol, incluso, la cantidad de líneas y
puntos magnéticos que atraviesan la Tierra es tan grande y diversa que mientras en Toledo se experimentó esa anomalía, a 100 kilómetros pues nada.
Ese tipo de alteraciones magnéticas que no son ocasionadas por el Sol, es decir que no son tormentas solares geomagnéticas, son anomalías locales.
Ahora bien, no me pregunten porqué, ya que ni siquiera la Ciencia misma puede aún determinar las razones, no hay un patrón común para cada anomalía local.
Pero hay estudios que pueden determinar en algunos casos porqué en determinado lugar se dan anomalías frecuentes y allí la Ciencia encuentra que la altura por ejemplo tiene que ver, si es zona de montaña o de depresión, si existen ciertos tipos de minerales o rocas susceptibles a interactuar con los campos magnéticos, si se trata de una zona de yacimientos de hidrocarburos, etc.
Ahora bien, les informaba ayer que el viento solar había caído de manera abrupta a niveles muy bajos, y que nuestro campo magnético global estaba lánguido, quieto,
extremadamente pasivo y que eso no era bueno.
Desconozco si ese factor puede incidir en esas anomalías que luego experimenta la Tierra a niveles locales o zonales.
De todos modos, si la anomalía que experimentó Toledo no se debió a una tormenta geomagnética producida por el Sol, eso no quita que dicha anomalía sea capaz de
interactuar con los seres vivos, por eso, el estado físico que experimentó ésta amiga lectora sin dudas puede tener que ver con dicha anomalía local, pero advertir también que cada persona asume éstas anomalías de distinta forma, y ese es un estudio que aún la Ciencia también nos debe.
Cada persona u organismo vivo tiene distintas formas de receptar una anomalía magnética, vaya uno a saber porqué, quizás Rufina lo sintió y otras personas no.
Claro está, descartando que esos síntomas experimentados por ella no obedezcan a otras cuestiones, por ejemplo de su propia índole física, salud, etc.
Pero vaya curiosidad que ahora sí, el Sol ha provocado una tormenta geomagnética, son éstas las que llamo *globales* y no locales, tal el caso de Toledo.
Muchos se preguntarán que si el Sol no puede provocarlas con sus manchas o llamaradas entonces
¿de dónde salió ésta tormenta?, pues si aún se siguen haciendo esa pregunta será porque no me leen asiduamente o bien no prestan demasiada atención.
Digo ésto porque bien sabemos que además de llamaradas, el Sol tiene la capacidad de provocar tormentas geomagnéticas con el viento que emana de sus agujeros coronales. A veces esos vientos quedan atrapados en espirales dentro del espacio que separa a la Tierra del Sol, y en un determinado momento enfilan hacia aquí y golpean duro.
Eso es lo que ha provocado ésta tormenta geomagnética actual, que a nadie debería preocupar ya que es de las miles que venimos viendo hace años, y es más, las hemos tenidos peores, mucho peores, sostenidas y muy duras.
Si miran la imágen que ayer les compartí sobre la abrupta caída del viento solar pues hoy vemos la abrupta trepada;
¿Queda claro?, el viento solar que había caído abruptamente a unos 250 Kms X seg., repentinamente escaló hasta alcanzar una velocidad de unos 550 Kms. X seg.
¿El resultado?, el campo magnético interplanetario acusa el golpe de ese viento, la magnetósfera se conmueve;
Nada de qué sorprenderse.
Lo sorprendente era que nuestro campo magnético estuviera lánguido y pasivo.
En buena hora para nuestro planeta que el Sol aún tenga la capacidad de conmoverla ya que, tal como he explicado, lo grave sería que nuestro escudo protector se atrofie por falta de ejercicio.
El magnetismo terrestre es algo tan pero tan complejo que apenas se pueden alcanzar a comprender unas pocas cosas.
Es algo tan inestable y loco que nadie puede predecir absolutamente nada. Nunca se sabe en qué lugar puede producirse una anomalía, diría que es tan caótica a nivel
zonal o local, que no hay forma alguna de hacer un pronóstico siquiera cercano a lo que éstas fuerzas hacen.
Pero sí, tal como ven, el campo magnético global o planetario es bastante más fácil de predecir porque precisamente al monitorear al Sol podemos advertir si algo viene en camino, sea llamarada o viento solar, y los síntomas también son bastante predecibles, la forma en que actúan los diversos componentes de la magnetósfera antes de acusar un golpe solar, son bien estudiados y conocidos.
Y se mencionó también en la sección comentarios sobre el accidente aéreo que se llevó la vida de esa pobre mujer, y si eso tenía algo que ver con las anomalías
magnéticas.
Pues..tampoco es fácil de determinar, mucho menos por un solo caso, pero...revisando la accidentología aérea de los últimos 30 días, mientras el Sol estaba inactivo por
completo y nuestro campo magnético laxo y pasivo, se han producido no uno, sino...muchos sucesos aéreos extraños y graves.
Tengan en cuenta que ésta recopilación es un ápice...ya que me sería imposible recopilar datos de cada país, apenas he tomado los más fáciles de ubicar.
Coincidencia, no lo sé, pero esa quietud solar y magnética global bien pueden tener que ver también con el ingreso brutal de radiación cósmica, que, como también he explicado, pega y duro cuando el Sol está quieto y nuestro escudo relajado.
Vean;
Bien, tendrán que determinar los peritajes en cada caso a qué se debieron éstos problemas, eso es harina de otro costal.
Para ir cerrando, una intersante nota que también pone relevancia a las anomalías en nuestro campo magnético y más.
Fuerte abrazo;
-Luego de pasar décadas observando el campo magnético de nuestro planeta, el físico chileno Enrique Cordaro descubrió algo impresionante: ciertas anomalías que podrían
predecir, con casi un mes de anticipación, la llegada de un terremoto. Por ahora es solo un indicio, pero en él podría estar la clave para intentar adelantarnos a los rugidos de la tierra.
Nuestro planeta es bombardeado todos los días. Cada segundo de nuestras vidas miles de millones de partículas, que emanan del Sol, intentan atacar la Tierra. Sin embargo, fallan casi todas las veces. Una fuerza invisible, que conocemos como campo magnético, nos protege sin que nosotros siquiera nos demos cuenta. No lo sabemos, pero está allí: una suerte de escudo, generado por el núcleo terrestre, que recorre miles de kilómetros en el espacio impide que los rayos cósmicos quemen nuestra atmósfera y destruyan el planeta como lo conocemos.
Pero hay momentos, en ciertos lugares del mundo, en que esa fuerza invisible se altera violentamente y comienza a disminuir. Cambia sus frecuencias, volviéndose cada vez más débil. Entonces, cuando el escudo que protege la Tierra deja de moverse, lo que se empieza a mover es lo que está bajo él. Como si esa alteración se tratara de una advertencia.
Pero nadie nunca miró en el momento exacto.
Hasta ahora.
Quizás fue la suerte más que la ciencia, o que los números. Cuando el físico chileno Enrique Cordaro era pequeño, no le importaba la ciencia. Ni aprenderla, ni estudiarla. En Punta Arenas, donde vivió su infancia, el cura de la ciudad lo tenía que arrastrar desde su casa para llevarlo a clases. Eran los años cincuenta, su padre era un reconocido dentista del ejército y su madre pertenecía a una rica familia italiana.
Él era un niño curioso, fascinado con la aerodinámica: su mamá piloteaba aviones pequeños y él solía acompañarla.
Lo intrigaba, sobre todo, cómo los cuerpos lograban moverse en el aire, pero esas respuestas llegarían años después.
Los datos eran impresionantes, pero claros: una alteración poderosa en el campo se prolongaba durante casi treinta días, y desaparecía de golpe.
Entonces la tierra comenzaba a rugir.
Antes que la ciencia, en la vida del joven Cordaro llegó la rabia. De su adolescencia recuerda principalmente eso: días inestables, coléricos, que vivía encima de una
motoneta, siempre con su chaqueta de cuero negra y sus botas altas. En ese tiempo ya había tenido problemas en diferentes colegios y estaba lejos de interesarse en la
ciencia. Pero entonces a su padre lo trasladaron a Santiago,y la familia partió con él. Ahí cambió todo: en el Liceo 7 de Ñuñoa conoció a profesores que lo cautivaron, y comenzó a destacar.
Y también a querer enseñar.
Primero estudió unos meses de Odontología y luego se cambió a Pedagogía en Física en la Universidad de Chile. Pero el camino que lo llevaría a realizar uno de los
descubrimientos más sorprendentes de la física que estudia los terremotos comenzó cuando en 1972, luego de hacer clases en liceos e institutos, volvió a la universidad para estudiar la radiación cósmica: la lluvia de partículas subatómicas que cae sobre nosotros cada día a una velocidad cercana a la luz. Esa lluvia, de la que solo nos salva el gran escudo magnético de la Tierra, lo atrapó.
*Ahí cambió todo, empezó otra vida…* dice el físico hoy, a sus 75 años, sentado en una oficina pequeña en el Departamento de Física de Beauchef. En ella hay cientos de libros, una pizarra repleta de cálculos superpuestos y un teléfono que suena a ratos, desde distintas partes del mundo. Pero casi nunca de su país, reclama. Pero de eso hablará después.
Luego de especializarse en radiación cósmica, vino el doctorado en la Universidad de Bolonia, las clases en Beauchef, algunas publicaciones. Las investigaciones del campo magnético en Putre y la Antártica, en donde fue director durante treinta años del Laboratorio Antártico de Radiación Cósmica. Allí pasó veinticinco veranos de su vida, en la remota isla Rey Jorge, observando el gran escudo de la Tierra entre kilómetros de hielo. Primero, cuenta, estudió en detalle el campo magnético sobre el hemisferio sur y los océanos. Lo que quería era entender la relación entre las alteraciones del campo magnético y los fenómenos inusuales que ocurren en el planeta.
En eso estaba cuando hace dos años, manejando los enormes magnetómetros que él mismo construyó en el Continente Blanco, cuando vio un fenómeno extraño: estaba revisando las mayores alteraciones del campo magnético en las últimas décadas, cuando le pareció observar una correlación entre las oscilaciones y terremotos ocurridos poco tiempo después de ellas.
Los datos eran impresionantes, pero claros: una alteración poderosa en el campo se prolongaba durante casi treinta días, y desaparecía de golpe.
Entonces la Tierra comenzaba a rugir.
En Chile puede haber cuatro, siete, hasta diez sismos por día. Pueden ser pequeños, casi imperceptibles, o de una violencia feroz. Otras veces, esos sismos se convierten
en terremotos que hacen crujir el mundo a su paso. El terremoto del 27 de febrero de 2010 dejó 521 muertos y dos millones de damnificados en nuestro país. Un año
después, en Japón, otro terremoto dejó más de quince mil muertos. No hubo entonces, ni hay hoy, forma de predecirlos.
Aunque pocos han estado tan cerca de lograrlo como Enrique Cordaro. Cuando en 2016 descubrió la relación entre ciertas alteraciones del campo magnético de la Tierra y los fenómenos telúricos, decidió comprobarlo con distintos terremotos registrados. Primero lo hizo con el de Chile de 2010, luego con el de Indonesia de 2004 y después con el brutal movimiento de Japón en 2011. Entonces, luego de dos años de análisis de los datos junto a un equipo de ingenieros, llegó al convencimiento de que las frecuencias magnéticas cambiaban con un patrón idéntico, y lo que producía esas alternaciones era el movimiento de las placas tectónicas bajo la tierra. Pero en Chile, dice, con cierto resentimiento, ninguna autoridad lo escuchó.
*Hoy todavía no puedo predecir los terremotos…* dice el físico chileno, sentado en su oficina, pero por primera vez existe una herramienta, una posibilidad. Tenemos un
campo magnético que nos lo está contando.
Unas semanas atrás, Cordaro publicó su hallazgo en la prestigiosa revista científica Annales Geophysicae, y la noticia dio la vuelta al mundo. Entonces lo comenzaron a
llamar de la prensa y él empezó a ir a noticieros a contar lo que vio.
*Hoy todavía no puedo predecir los terremotos, pero por primera vez existe una herramienta, una posibilidad. Hay un campo magnético que nos lo está contando*.
Ahora, cuenta el geofísico, está tratando de leer el fenómeno en dos terremotos más, cruciales para nosotros: el de Iquique en 2014 y el de Illapel en 2015. Pero asegura que hoy no tiene el presupuesto ni un equipo de investigadores suficiente para profundizar su búsqueda. Dice, también, que a pesar de la notoriedad que ha tenido en la prensa, ni el gobierno chileno ni su universidad han dado grandes muestras de interés en su descubrimiento.
Y que para afinarlo necesitaría investigadores que analizaran a diario las alteraciones del campo magnético.
El día en que dice esas cosas, el suelo chileno también tembló. A las siete y media de la mañana, un sismo de 6,2 grados Richter y de casi un minuto de duración, sacudió la tierra.
*Si yo tuviera personal estaríamos midiendo todo el día, incluyendo el temblor de hoy. Los instrumentos pueden medir cada segundo, los 365 días del año.
Pero para poder ver los datos, para poder conversar, tengo que ir a buscar mi auto e irme a Cerrillos, y después preguntarle a David, el ingeniero que está en Arica, si puede subir a mirar a Putre.
Esta información es patrimonio de Chile y se está perdiendo* dice Enrique Cordaro, marcando las últimas palabras.
Sin embargo, él sigue ocupando sus días en anotar cada mínima alteración que ve en el gran escudo que protege al planeta. En ellas, cree, ha estado la historia de todos los terremotos que asolaron la Tierra, y estará la de todos los que vendrán. Sólo se necesitan ojos que sepan leerla.
Bueno...poco que acotar..., como siempre, los eternos olvidados e ignorados son los que demuestran que al gran poder real, poco le conviene que el Conocimiento sea para
todos...
Gilgamesh***
Fuentes;
-eluniversal
-people
-washingtonpost
-wjactv
-radiomitre
-aviacionenargentina
-tn8
-rt
-lanacion
-diariouno
-t13
-rt2
-tn
-pulzo
-eitb
-elpais
-quepasa
+1.
ResponderEliminarWHAT´S UP
ResponderEliminarTwenty-five years and my life is still
Trying to get up that great big hill of hope
for a destination.........
I said hey, what´s going on.....
Justo escuchado esta canción y al ver tu post amigo leo el increíble relato del gran Sr. Enrique Cordaro...... mucha luz para todos ellos, hasta ahora olvidados pero tu gran trabajo hace que no mueran ni se pierdan si no que resurgan en los tiempos que deben como la lava de los volcanes....
Aqui la canción con letra y traducción.
https://www.youtube.com/watch?v=H_7LEiy66r0
Un abrazo a todxs.
ResponderEliminarAlejandro Arrabal Díaz-Vandinha; muchas gracias.
Mario; ¡gracias Marito! buena licencia de las 4 Non Blondes, abrazo.
Gracias Gilga por esta magnifica exposicion!
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ResponderEliminarRufina; ¡¡de nada!! gracias a vos ami.