CONTENIDO DE TIEMPO FINAL

viernes, 31 de mayo de 2019

* EXpiados *

***Preciosa noche de alfinViernes para todxs.

Espiar...¿quién no lo hizo alguna vez en la vida?
Mala costumbre que viene también con nosotros en ese paquete llamado *persona*.
Algunos por mera curiosidad de ver la vida ajena un ratito, otros ya enfermos quieren ver qué hace el otro todo el tiempo.

Motivos pueden haberlos y muchos, yo recuerdo una vez en el Club Náutico Esportivo Avellaneda, Verano, unos 13 años, vestuario de las chicas, y con un par de amiguitos intentamos espiar por una ventana del sector de duchas, hasta que un moquete en la nuca me dejó temblando como una hoja, y al caer, el Guardia nos sacó a patadas en el opertuso...

Je, pero bueno, ese motivo de espionaje era más bien hormonal, 13 años..se imaginarán, pero después en el resto de mi vida afortunadamente nuca más sentí compulsión por espiar absolutamente nada, no me mueve, no me motiva.

Motivos para espiar se tienen en otros ámbitos, empresas por ejemplo, que necesitan saber los movimientos de sus competidores, gobiernos a otros gobiernos por cuestiones dicen ellos de...*seguridad*, pero hoy el espionaje se ha vuelto una enfermedad por parte de empresas y estados viable gracias a la nueva tecnología de las comunicaciones.

¿El objetivo?
Nosotros.
Ya no sólo quieren nuestros datos para vendernos porquerías, tal como informaba hoy al mediodía, sino también los gobiernos.
Pero..¿para qué?
¿Tan importante les resultan nuestras efímeras y en muchos casos insulsas vidas?

Hace una semana el sitio ruso RT publicó una noticia que, como siempre digo, debe tomarse con pinzas ya que informarse a través de RT es como hacerlo con CNN que está en la vereda de enfrente, de un lado demonizan a USA, del otro a Rusia.
Pero veamos qué decía Russia Today hace unops 7 días;



La Armada de Estados Unidos se ha propuesto crear un archivo global, a gran escala, que almacene unos 350.000 millones de publicaciones hechas en las redes sociales, para propósitos de investigación.

El Departamento de la Marina publicó una convocatoria en la que solicita ofertas de posibles contratistas para un proyecto que recogería los miles de millones de entradas, mensajes y comentarios disponibles públicamente, que serán tomados de los años 2014 al 2016 y desde una única red social, en todos los países e idiomas cubiertos por la plataforma en cuestión =no se especificó cuál=.
Cada registro deberá proporcionar el texto original y completo de la publicación, incluyendo la hora y fecha y el usuario que se asoció a cada entrada.
Además, 20 % de ellos deberán mostrar el lugar, el idioma, los *hashtags*, la ubicación aproximada u otra información geográfica disponible.

Los datos deberán incluir mensajes de al menos 200 millones de usuarios únicos en al menos 100 países, sin que un solo país represente más del 30 % de los usuarios, y abarcar mensajes escritos en al menos 60 idiomas.
De acuerdo a la solicitud, el proyecto de la Armada se usaría en *esfuerzos de investigación en curso* que *tienen como objetivo proporcionar una mejor comprensión de las dinámicas sociales fundamentales, para modelar la evolución de las comunidades lingüísticas y los modos emergentes de expresión colectiva, a lo largo del tiempo y entre países*.

La Marina asegura que los datos recopilados se utilizarán también con fines pedagógicos, brindando a estudiantes *oportunidades para la investigación de tesis* y el desarrollo de habilidades analíticas de *grandes datos*.

Por su parte, el director del periódico La Nación Cubana, Pedro González Munné, opina al respecto que este tipo de bases podria servir para crear un *perfil* de una persona sin su consentimiento, algo que luego podría influir en su vida.

Ciertamente se puede corroborar dicha convocatoria en el link que dejo al pie del post.
A partir de ésto uno se pregunta, si son tan evidentes y hacen una convocatoria pública sin cuidarse de que nos enteremos, ¿no será que lo hacen adrede para meternos miedo?

Digo ésto porque cada vez que salen éste tipo de noticias, estimo que en la enorme cantidad de gente que se entera, muchos se cuidarán bastante en las redes, sea de publicar o de dejar sus rastros.

Creo que si en verdad la idea es espiarnos contundetemente, no van a avisarlo así, púbicamente, lo harán en secreto y punto, si es que ya no lo vienen haciendo desde hace un largo rato.
Pero, a no temer, a ésta altura de la modernidad ya nadie puede escapar a ser espiado, ni siquiera el aborígen que vive en el Amazonas y no conoce un celular, ni el vagabundo que duerme debajo de un puente.

Todos ya estamos *fichados*.
Creo que además de perseguir opositores políticos buscando alguna foja negra para luego extorsionarle y quitarlo del camino, o el delirio paranoico del terrorismo, o alguien que esté en el delito, la idea de éstos muchachos es mucho más profunda, al parecer hay algo en los humanos que amenaza al sistema, algo que intentar inhibir desde siempre con múltiples métodos y que al parecer les quita el sueño.

Estimo que es algún tipo de inevitable evolución del Ser que despertaría o abriría capacidades que...reitero, al sistema le quita el sueño.

Por el momento sólo pensamos en espionaje por el mero gusto de controlarnos para que sigamos en el redil.
Veamos éste otro artículo que nos aporta más datos perfectamente corroborables;



-Hace unos años, después del colapso financiero de 2008, Matt Taibbi, de la revista Rolling Stone, describió a Goldman Sachs, el gran titán del capitalismo financiero, como *un gran calamar vampiro que envuelve el rostro de la humanidad y mete a la fuerza inexorablemente su conducto sanguíneo en cualquier cosa que huela a dinero*.
Según Shoshana Zuboff, autora de Surveillance Capitalism: *The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power* =*Capitalismo de vigilancia: la lucha por un futuro humano en la nueva frontera del poder*=, diez años después, podríamos decir lo mismo, e incluso cosas peores, acerca del capitalismo de vigilancia.

Pero esta vez, es un calamar más grande y mete ese conducto sanguíneo a través de los móviles, las televisiones inteligentes, las tabletas y, dentro de poco, los hogares inteligentes;
llega hasta el último rincón de nuestra privacidad individual y colectiva.
Lo que se suponía que nos iba a liberar y que iba a estar a nuestro servicio, que era lo que esperaba Tim Berners Lee, el creador de internet, ha evolucionado a lo que él mismo definió como *un motor de injusticia y división movido por fuerzas poderosas que lo usan para sus propios planes*.

El registro y mercantilización de nuestros datos, la estructura depredadora de perfiles de usuarios y de vigilancia está en el ADN del capitalismo de vigilancia.
Cambridge Analytica solo es la punta del iceberg.
Zuboff señala en su brillante libro que el capitalismo de vigilancia, dominante, furtivo y omnipresente, ha explotado la experiencia humana para recoger materia prima gratuita y traducirla en datos conductuales.
El excedente conductual =nuestras emociones, miedos, voces y personalidades= alimenta la *inteligencia de las máquinas pensantes* y luego se reconfigura en productos predictivos.

Son productos diseñados especialmente para anticiparse a lo que vas a hacer hoy o la semana que viene a través de la modificación conductual.
Pero el capitalismo de vigilancia no solo predice, sino que también nos anima influyendo en nuestro comportamiento a través de anuncios específicos personalizados e intrusivos.
Como dice la autora de un modo tan memorable, una vez que buscamos en Google, Google =y el resto= nos busca a nosotros.
La lógica despiadada de las exigencias de la rentabilidad de las grandes tecnológicas nos ha desposeído digitalmente.

Mientras que antes era el mundo social y natural el que se veía subordinado a la dinámica del mercado, ahora, según nos dice, ha llegado el momento de sacar rentabilidad de la extracción de nuestra propia experiencia humana.
Nuestros datos, que se han ido recopilando con remordimientos en los últimos años sin nuestro consentimiento real, se han convertido en un arma contra nosotros con eficiencia militar, según declaró Tim Cook, de Apple nada menos, al crear un perfil digital que permite que las empresas nos conozcan mejor que nosotros mismos.


¿REBUSCADO O POCO CONVINCENTE? 
CONSIDERA LO SIGUIENTE

Los rastreadores de emociones portátiles tienen sensores integrados que miden y rastrean las señales biométricas de su portador =la temperatura de la piel, la frecuencia cardíaca y el pulso=.
Estos datos se envían a un aparato vinculado mediante tecnologías inalámbricas, como Bluetooth.
Entonces se compilan enormes conjuntos de datos que, sin duda, se pueden analizar mediante algoritmos con el objetivo de detectar patrones y correlaciones a partir de los que se pueda predecir el comportamiento futuro.
Quizás, cada vez que nos sintamos tristes, nuestros teléfonos nos den un chute de oxitocina o serotonina.


Todo esto se comercializa como bienestar para el consumidor, pero, en realidad, es una agresión a nuestros *yoes* inconscientes que ayuda a los negocios a vender productos oscuros y a aumentar sus ingresos.
Extraen esas microemociones y esas sensaciones más íntimas en tiempo real para obtener beneficios.

¿Te parece extraño?
Vayamos un poco más lejos.
Amazon patentó hace poco un diseño *de ahorro de trabajo* para llevar en la muñeca, que monitoriza las manos de los operarios de almacén y los impulsa con más rapidez a prácticas de trabajo más eficiente mediante vibraciones ultrasónicas.
No hace mucho, este era el tipo de cosas que aparecía en la ciencia ficción distópica;
ahora, una supervisión electrónica a distancia muy restrictiva que haga que los trabajadores no se salgan de los roles asignados se ve como una posibilidad.

Hace veinte o treinta años, la gente se hubiera indignado ante tales propuestas y vulneraciones de la persona.
A finales de los ochenta, los verdes alemanes pelearon con el estado a cuenta de un censo nacional:
el eslogan era *Solo se cuentan las ovejas*.
En 1983, el Tribunal Constitucional alemán sentenció que las preguntas del censo propuesto eran intrusivas e innecesarias y que se podía producir un abuso de la información.
Los tiempos han cambiado.

Hace poco, dos miembros del sacerdocio de la élite digital, Tom Cook y Mark Zuckerberg, exigieron más privacidad y una mayor regulación de internet.
Zuckerberg, además, prometió que Facebook *iba a avanzar gradualmente hacia servicios privados y encriptados que permitieran a los usuarios confiar en que lo que hablan entre ellos permanezca seguro*.

Los dos anuncios son desvergonzados, interesados y cínicos y se ejercen en la dirección equivocada.
Los principios de confianza, privacidad y comportamiento ético nunca han sido una prioridad cuando desarrollaban su hegemonía digital, social y cultural.
Han hecho muy poco por proteger nuestros datos.
En realidad, legalmente hablando, son *sus* datos, y siempre tuvieron la intención de que fuera así.

Las leyes que protegen nuestros datos están siendo, desde hace mucho tiempo, socavadas por un laberinto de contratos online y términos y condiciones que nadie lee y que a los que podríamos llamar eufemísticamente un marco regulatorio laxo.
Como muchas de las sedes europeas de las grandes tecnológicas estadounidenses se encuentran en Irlanda, la comisión de protección de datos irlandesa es, de facto, la normativa europea desde que se materializó el Reglamento General de Protección de Datos-RGPD.
Aun así, el comisionado irlandés dijo el año pasado que no iban a investigar el rastreo secreto por parte de Google de la localización de los usuarios de Android.

Supongo que es mejor no molestar demasiado al imperio con ideas de privacidad y derechos y libertades de los individuos.
Hace unos años, el antiguo taoiseach =primer ministro irlandés= Enda Kenny, dijo que Irlanda era el *mejor país pequeño* del mundo en el que hacer negocios.
Quizá se refería a eso.

Silicon Valley, que siempre ha sido una especie de religión cienciológica digital poblada por gente que utiliza el dialecto propio del Atlántico medio como lengua franca, ha roto a sabiendas el pacto social, y ahora que los han pillado y sus beneficios podrían verse mermados, exige que haya una regulación.
Zuckerberg vino a Dublín hace poco y, en un reportaje del Irish Times, que parece un boletín de prensa de Facebook, dijo de las leyes de privacidad en Europa y el RGPD:

*Creo que es una buena base que codifica muchos de los valores importantes de las personas, para que puedan elegir cómo son tratados sus datos...*.

Facebook ha crecido despiadadamente gracias a una campaña casi religiosa de recogida de datos casi a cualquier precio.
Embriagado por las mediciones del comportamiento y rastreando nuestras interacciones, se ha comportado como ese calamar gigante que chupa la sangre, oliendo el dinero donde sea que se agarre a esa curiosidad y debilidad humana.
Los datos que se usan =y esto significa que son recabados sin piedad, explotados y vendidos al mejor postor= no son más que una desviación de las relaciones públicas, lo que sería irrisorio, si no fuera tan obvio.
Somos nosotros, y nadie más, los que debemos decidir cómo se usan nuestros datos, si es que se van a usar.

Esto no es más que propaganda interesada de Zuckerberg.
Mentiras del departamento de Relaciones Públicas de Silicon Valley para intentar mejorar su *imagen corporativa* empañada.
Después de todo, hasta cuando desactivas el rastreo, Facebook te sigue rastreando.
Asimismo, te persigue por internet a través del código que implanta en tu navegador.
Adiós a la tan aclamada promesa de Zuckerberg de remodelar Facebook y convertirla en una plataforma *centrada en la privacidad*.

Lo que es aún más irrisorio, Facebook paga al Daily Telegraph como parte de su campaña de marketing para que cuente historias positivas sobre la plataforma bajo el título: 
*Ser un humano en la era de la información*.
Como Orwell podría haber dicho sobre esas piezas propagandísticas:
no podríais inventároslo.

Shoshanna Zuboff señala exactamente que los oligarcas digitales son los capitalistas sin escrúpulos del siglo XXI.
Su modelo de negocio está basado en el *adormecimiento psíquico* y en nuestra percepción inconsciente de lo que han estado haciendo.

Que las grandes tecnológicas exijan ahora una normativa es una estrategia de los de relaciones públicas cínica, porque durante años se han opuesto a que existiera una normativa, puesto que dificulta la *innovación*, y la privacidad ya no es, según Zuckerberg, una regla social.
Sin embargo, las tecnologías con las que ganan miles de millones solo han sido posibles gracias a las cuantiosas ayudas estatales y a contratos de investigación públicos. Sin el presupuesto de defensa de los Estados Unidos, o lo que es lo mismo, el dinero de los contribuyentes estadounidenses, varias generaciones de ordenadores no se habrían construido.
Dicho de otro modo, es el capitalismo de Estado reestructurado como emprendimiento de libre mercado.

Lo que escribió Noam Chomsky en 2009 lo explica bien:

*El núcleo de la economía depende en gran medida del sector estatal, y eso está claro.
Por poner como ejemplo el último boom económico, que estuvo basado en la tecnología de la información.
¿De dónde ha venido?
De los ordenadores y de internet.
Los ordenadores e internet estuvieron casi en su totalidad en el sistema estatal durante unos 30 años =investigación, desarrollo, adquisición, otros dispositivos= antes de que, por fin, se cedieran a empresas privadas para que se lucraran con ellos*.

La relación Silicon Valley/Estado está en desarrollo y aún es recíproca.
Eric Schmidt, ex CEO de Google, ahora es el presidente del Consejo de Innovación en Defensa creado por el Pentágono y constituido por expertos procedentes de Silicon Valley, profesores universitarios y la industria de defensa estadounidense para *innovar* =otra vez esa palabra= y analizar el uso de la inteligencia artificial en la guerra, entre otras cosas.
La innovación, en este momento, es en realidad un recurso retórico y un poder otorgado para violar nuestra privacidad y cosas peores.

Es sorprendente que otro miembro de la junta, el profesor de Derecho de Harvard Cass Sunstein, propusiera hace unos años la idea innovadora y propia de Huxley de la *infiltración cognitiva*, idea que supone que *los agentes del Gobierno =y sus aliados= podrían entrar en salas de chat, redes sociales en línea e, incluso, en grupos reunidos en espacios físicos e intentar socavar teorías de la conspiración filtradas planteando dudas sobre sus hipótesis objetivas, su lógica causal o consecuencias por actuaciones políticas*.

El camino al infierno se ha pavimentado con buenas intenciones y efectos inesperados.
Quizás.
O quizás, no.
A lo mejor, su momento, por fin, ha llegado.

Se podría decir que hay privacidad para los ricos y el panóptico de las redes sociales para todos los demás.
No es, ni más ni menos, que la devastación gradual de la libertad humana, como la fábula de la rana en el agua hirviendo, y ha pasado incluso antes de que nos demos cuenta de lo que estaba pasando.

¿Por qué es importante todo esto?
La vigilancia constante crea una cárcel para la mente.
Las innovaciones de vigilancia de las grandes tecnológicas golpean directamente a lo que nos hace humanos:
nuestra privacidad, nuestra voluntad, nuestra autonomía y nuestra necesidad de soledad.

Sin soledad, ¿cómo podemos comprender quiénes y qué somos?
Sin ella, no podemos ser totalmente humanos y, sin duda, nunca podemos ser totalmente libres.
Reagan, Thatcher, Blair y otros nos dijeron que el capitalismo neoliberal iba de la libertad y la liberación del individuo de la economía y de la libertad económica.
Internet nos prometió una emancipación similar y, aun así, hemos acabado en un capitalismo de vigilancia.

El artículo de Richard Barbrook y Andy Cameron titulado *The Californian Ideology now*, publicado hace más de veinte años, parece extraordinariamente profético.
En él, advertían de que *las tecnologías de la libertad se están convirtiendo en las máquinas de dominación*.
Tim Berners Lee estaría de acuerdo.
De una forma estrambótica para todos nosotros, la ideología californiana de individualismo libertario de la disconformidad y el capitalismo de libre mercado han convergido y se han transformado en un capitalismo de vigilancia rapaz.

El utopismo tecnológico es la nueva ortodoxia digital del día y la *innovación* se ha convertido en la representante de la intrusión profunda en nuestra privacidad, e incluso, como nos advierte Ruboff, en la conciencia que tenemos de nosotros mismos.
La doctrina de la inevitabilidad tecnológica de Silicon Vally, añade la autora, *trae consigo un virus convertido en arma del nihilismo moral programado para dirigirse a la capacidad humana de tomar decisiones y borrar del texto de la posibilidad humana, la resistencia y la creatividad*.

Como se ha dicho en otro lugar, el modelo de negocios de las grandes tecnológicas no es compatible con nuestros derechos, valores humanos ni con nuestras democracias. Y lo que es más importante, no es compatible con la propia idea del ser humano.
Zuboff termina este libro providencial con una advertencia que deberíamos tener en cuenta:

*No está bien que nuestros movimientos, emociones, expresiones y deseos sean catalogados, manipulados y, después, utilizados para llevarnos en manada de manera subrepticia a través del tiempo futuro para beneficio de alguien*.

En este momento, hay asimetrías de conocimiento sin precedentes con multimillonarios como Eric Schmidt y Zuckerberg, pues ellos saben muchísimo sobre nosotros, pero nosotros sabemos muy poco de ellos.
Como señala Zuboff:

*Aspiran a que nadie les cuestione su poder para saber, para decidir quién sabe y quién decide*.

Pero ¿y si surge de todo esto un monstruo burocrático, estatal y corporativo?
Este monstruo, como advierte David Samuels, de la revista Wired, tiene capacidad para *rastrear, clasificar, enloquecer, manipular y censurar a los ciudadanos*, algo similar al Estado-Gran Hermano de China.
¿Y si la libertad digital que creíamos tener no es libertad en absoluto, sino un tipo de tiranía disfrazada de libertad?
¿Y si durante nuestra somnolencia digital inducida el calamar monstruoso ya ha llegado?

Keep calm...,ellos también son vigilados..

Fuerte abrazo.

Gilgamesh***

Fuentes;
-rt
-fbo
-elsaltodiario

1 comentario:


Muchas gracias por tu aporte. Aún las diferencias enriquecen las conclusiones.
Gilgamesh.

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