*** Excelente noche para todos.
Ésto de invertir mis ratos libres para hacer uso de internet y no que internet haga uso de mí, me lleva a seguir reafirmando muchas cosas.
Más que encontrar aliados en quienes pueden pensar como yo, los encuentro en quienes no comulgan conmigo.
Vale mucho más =creo= hallar joyas en lo antagónico que en lo compatible ya que sirve para sumar y nunca para restar.
Sorpresa al hallar un sitio de Templarios de España. Más allá de lo que los templarios conciban como religión, o que se los suela emparentar con la masonería u otras sociedades secretas, he hallado un interesante artículo para compartir con ustedes, estimados lectores. Alguien podría pensar que éste artículo que cito hoy es a favor o en contra del judaísmo, sin embargo eso es lo que menos me interesa.
A éstas alturas de nuestras investigaciones esas dualidades nefastas están completamente superadas y rescato de éste artículo la probatoria utilizada para aseverar que Jesús no era Judío, no porque interese que lo sea o no, sino porque en la escencia del artículo encuentro cada vez más firme y coherente la revelación del Nag Hammadi aunque los templarios españoles no tengan nada que ver con la Gnosis.
Espero desmenucen el artículo y lo disfruten.
Fernando Arroyo Durán; Jesús, el Mesías de las naciones
Jesús no era judío
El principal asunto tratado en el primer concilio de la Iglesia primitiva, el Concilio de Jerusalén =h. 50 d.C.=, presidido por San Pedro, fue decidir si los gentiles (no judíos) también eran llamados por Dios para ser miembros de la Iglesia. El llamado *decreto de Jerusalén*, dictado conforme a las tesis de San Pablo, otrora fanático judío perseguidor de cristianos y después llamado *apóstol de los gentiles* tras su milagrosa y fulminante conversión, determinó que para ser cristiano no hacía falta ser circuncidado ni seguir todos los preceptos de la religión mosaica, bastaba con creer en Jesucristo y ser bautizado. Cualquier converso, fuese de la raza que fuese, podía por medio de la fe entrar a formar parte de la Comunidad cristiana.
Más tarde, con la evangelización del Imperio romano, los gentiles llegaron a ser la gran mayoría de los cristianos y muchos comenzaron a poner a un lado la identidad judía de Jesús.
Desde los tiempos de la Reforma protestante, en el siglo XVI, algunos religiosos, pensadores e historiadores se empeñaron en presentar o resaltar la condición judía de Jesús el Galileo. Es evidente que este empeño, desvirtuador de la dimensión real y absoluta de Jesucristo tal cual el cristianismo la entiende, surge por varias razones que abarcan desde la mala fe =que con diferentes sentidos sirve tanto para definir a la fe del descreído como a la del tendencioso= al simple error sin malicia o al desconocimiento.
Si bien el propio Concilio Vaticano II, ya en el siglo XX, renovó la conciencia de los vínculos entre el judaísmo y el catolicismo, no existe ningún dogma definitorio sobre la judaidad de Jesús, como se verá más adelante.
La bastardización que del asunto han propiciado racistas de todo pelaje al hablar de un Jesús ario, cuando pensar en una *pureza de sangre* en la Palestina del siglo I, crisol de razas y culturas, es del todo disparatado, ha motivado que la postura de defender la no judaidad de Jesús sea un tema tabú o cuando menos *políticamente incorrecto*, a pesar de los notables indicios que existen en favor de tal idea. Y es que, un análisis objetivo, sin prejuicios ni ideas preconcebidas de ninguna clase, arroja todo un cúmulo de argumentos históricos y teológicos que evidencian que Jesús de Nazaret no fue cultual ni étnicamente judío.
No deja de resultar significativo que los más interesados en destacar la condición judía de Jesús hayan sido estudiosos aconfesionales, agnósticos o ateos, lo cual por otra parte es lógico, pues al no conocer de la dimensión divina de Jesucristo, se quedan sólo con el hombre y su contingencia.
Algunos incluso niegan la historicidad del Jesús hombre, planteamiento cada vez más insostenible a la luz de las fuentes históricas y tradicionales y de los vestigios arqueológicos que han ido aflorando.
Muchas personas aún piensan que hechos, lugares y personajes bíblicos como la existencia de un Diluvio Universal, el jardín del Edén, el Éxodo, Moisés, la reina de Saba, etc., son meros mitos y fabulaciones legendarias. Sin embargo, investigadores independientes no religiosos son los que han aportado las principales evidencias arqueológicas de que las Sagradas Escrituras judías y cristianas han recogido muchos hechos históricos con una fidelidad insospechada.
Y la Biblia tenía razón
Esta frase lapidaria sirvió de título a un clásico de la arqueología bíblica escrito en 1956 por Werner Keller, en el que se recogían todos los hallazgos arqueológicos de las últimas décadas para avalar la verdad histórica de los hechos relatados en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Fue refutado por algunos investigadores, especialmente judíos, como Finkelstein y Silberman, más por aprovecharse del eco que tuvo la obra de Keller y por tirar por tierra la Revelación neotestamentaria que otra cosa. Pero lo cierto es que los más recientes descubrimientos respaldan las teorías de quienes defienden que la Biblia tenía razón...
Los últimos hallazgos en el campo de la arqueología bíblica, inciden en demostrar la historicidad de Jesús, y cada vez más especialistas, incluidos aconfesionales o de confesiones como la judía, no tienen más remedio que plegarse a las evidencias. Por ejemplo, tal es el caso en España de Antonio Piñeiro, catedrático de Filología griega la Universidad Complutense de Madrid y uno de los mayores especialistas en cristianismo primitivo. El profesor Piñeiro, desde su aconfesionalidad, defiende a ultranza y desde la más sólida argumentación histórica y exegética la historicidad de la figura de Jesús, pero al mismo tiempo incurre en el tópico manido de su judaidad.
Como decíamos, puede resultar lógico =aunque no por ello deja de ser sorprendente=, que desde un análisis aconfesional, historicista y en menor medida teológico =que en suma es lógica del hombre y no de Dios=, se defienda lo que desde un punto de vista más amplio y contemplado en su conjunto =hermenéutico, doctrinal, antropológico, místico...= no se sostiene, pero lo que en modo alguno resulta lógico ni admisible es que tal supuesto, el de la judaidad de Jesús, sea concebido y admitido por los cristianos sin más, y menos aún por los confesionalmente católicos. Pero lo cierto es que el siniestro error lo sostienen muchos, algunos incluso desde instancias de la jerarquía eclesiástica, lo cual no puede obedecer a otra cosa que al confusionismo, la vulgarización y los errores imperantes en esta *nueva era* =fin de ciclo o era de tinieblas en realidad, si nos atenemos a la cosmogonía tradicional=.
De que tales errores doctrinales se generalizarían en el seno y en la propia cúpula de la Iglesia, ya se hizo eco la monja alemana Anna Katharina Emmerick =1774-1824=, cuyas visiones y estigmas se han reconocido como veraces por la Iglesia. Lo que místicamente le fue dado ver a la analfabeta declarada Venerable Beata durante su postrada vida, ha servido de punto de partida para realizar numerosas investigaciones arqueológicas.
La Casa de María en Éfeso, donde la Santísima Virgen vivió con San Juan, fue descubierta gracias a las visiones de la mística de Münster, que hizo una descripción precisa de la morada. Restos de la ciudad caldea de Ur o los pasadizos descubiertos en 1981 bajo el Templo de Jerusalén, también han sido hallados gracias a las descripciones visionarias de la Bienaventurada Anna Katharina, que igualmente contempló el Misterio de la Inmaculada Concepción treinta años antes de ser proclamado dogma por la Iglesia.
Próspero Gueranger, abad de Solesmes =1860=, manifestó sobre las visiones de Anna Katharina Emmerick:
*¿Qué diremos si el ordenador de semejante drama es una sencilla campesina del corazón de Europa, sin ninguna idea de las costumbres de Oriente, las cuales, sin apartarse un ápice, describe y pinta, superando el pincel de un artista y la ciencia de un arqueólogo?*.
Doctrina mística y doctrina dogmática
Pese al error de muchos católicos que creen lo contrario, lo cierto es la Iglesia no sostiene doctrinalmente la judaidad de Jesús. Muchos han esgrimido la catequesis del Papa Juan Pablo II para confirmarse en tal creencia, pero lo que Juan Pablo II escribió fue exactamente lo que se infiere de las Sagradas Escrituras: que *Jesús nace en medio de este pueblo =el judío=, crece en su religión y en su cultura. Es un verdadero israelita, que piensa y se expresa en arameo según las categorías conceptuales y lingüísticas de sus contemporáneos y sigue las costumbres y los usos de su ambiente. Como israelita es heredero fiel de la Antigua Alianza*.
Es importante el matiz de nacer en medio de, pues no es lo mismo que nacer en o formando parte de. De hecho, en el Evangelio de San Juan se dice del Verbo =luz de los hombres= que *resplandece en medio de las tinieblas, y las tinieblas no la han recibido* =Jn 1, 5=. Del mismo modo que no puede entenderse que el Verbo de Dios, la luz de los hombres, forme parte de las tinieblas, aun resplandeciendo en medio de ellas, tampoco puede entenderse que Jesucristo, que es el Verbo, forme parte del pueblo judío, sino que vino y resplandeció en medio de él. Hay por demás aquí una alegoría analógica evidente, pues del mismo modo que las tinieblas no recibieron a la luz de los hombres, que es el Verbo, tampoco el pueblo judío, que pasó a formar parte por su negación y crimen de las tinieblas, recibió a Cristo, que es el Verbo.
Por otra parte, el actual Papa Benedicto XVI, reconocido eminente teólogo y experto en cristología, en su reciente obra =escrita precisamente en su calidad de teólogo Joseph Ratzinger, y no de pontífice=, resalta la dimensión adámica, primordial por tanto, de Jesús. Ya el Papa Juan Pablo II abría su catequesis referida aclarando los diferentes aspectos de las dos genealogías de Jesús que aparecen en el Evangelio, que lejos de ser contradictorias como sostienen los ignaros y detractores de la Revelación cristiana, son perfectamente complementarias en el contexto de la doble naturaleza, pero una y unívoca, de Jesucristo.
Mientras que la genealogía que se expone en el Evangelio de Mateo =1, 1-17= es *descendente*, comenzando por Abraham =que tampoco fue de etnia judía=, la que se encuentra en el Evangelio de Lucas =Lc 3, 23-38=, tiene una estructura *ascendente*; partiendo de Jesús llega hasta Adán. Y es que; *En el principio era ya el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios* =Jn 1, 1=. Así, la genealogía de Lucas indica la conexión de Jesús con toda la humanidad, como preclaramente manifiesta Ratzinger;
*En su genealogía, Lucas =a diferencia de Mateo= retrocede desde Jesús hacia la historia pasada.
No se da un relieve particular a Abraham y David; la genealogía retrocede hasta Adán, incluso hasta la creación, pues después del nombre de Adán Lucas añade; de Dios. De este modo se resalta la misión universal de Jesús; es el hijo de Adán, hijo del hombre. Por su ser hombre, todos le pertenecemos, y Él a nosotros; en Él la humanidad tiene un nuevo inicio y llega también a su cumplimiento*.
Por otra parte, desde los seculares prejuicios antijudíos =que no antisemitas, pues no sólo los judíos son semitas= por los que la Iglesia tridentina consideraba a los judíos deicidas =asesinos de Dios=, se ha ido evolucionando a posturas más razonables y acordes con la realidad; los que se lavaron las manos, torturaron, crucificaron y asesinaron a Cristo fueron los romanos, no los judíos.
Éstos, y no sólo el Sanedrín sino la masa popular en su conjunto, son reos de culpas y delitos no menos infames; la delación, la inducción, la prevaricación, la complicidad, la cooperación necesaria...
En función de la gravedad de los pecados cometidos, los actores recibieron un mayor o menor castigo; el poderoso Imperio romano terminó desmoronándose; el pueblo judío, como en la vieja leyenda del *judío errante*, se condenó hasta el Fin de los Días =Segundo Advenimiento de Cristo=...
Desde la clarividencia que los dones místicos otorgaron a personajes como la ya citada Anna Katharina Emmerick, se puede entender que las acusaciones contra los judíos van más allá de posturas sectarias o judeofóbicas. Al error, la injusticia y el Mal en definitiva, hay que denunciarlo y combatirlo, no justificarlo y ponerle *paños calientes*.
Lina Murr Nehmé, ortodoxa libanesa, historiadora, que ha escrito numerosos libros en el campo de la historia, del arte y la exégesis, y recientemente una nueva versión de La amarga Pasión de Cristo =visiones de Anna Katharina Emmerick recogidas por el escritor y poeta Klemens Brentano=, declaró sobre la mística de Münster en la revista Zenit;
*Su mensaje esencial es ecuménico y quienes la acusan de ser sectaria no la conocen. Para ella, los hombres y las mujeres no son buenos o malos en función de su religión o ideas, sino por motivo de sus actos. Por ejemplo, describe a Pilatos y a los grandes sacerdotes judíos con la misma severidad, pero utiliza un tono muy diferente cuando habla de la mujer de Pilatos, o de los judíos, o de los romanos compadecidos que mostraban gestos de misericordia hacia esta persona que, para ellos, no era ni Dios, ni el Mesías, sino un simple condenado.
Es verdad que en *La Amarga Pasión* escribe acusaciones sobre todo contra los judíos, pero es porque narra una tragedia que tuvo lugar en tierra judía. Cuando narra tragedias que han tenido lugar en tierras paganas, acusa a los paganos. De hecho, es lógico; la muchedumbre, con algunas excepciones, en general es perseguidora, y la escena de la Pasión lo demuestra con fuerza.
Me parece ridículo que se acuse a Anna Katherine de antisemitismo, cuando obliga al lector más hostil, a los judíos, a rehabilitarles en lo que tienen de más sagrado y a amarles*.
Partiendo de la base, por tanto, de que no existe en la Iglesia católica dogma que defienda la condición judía de Jesús, sí que ha habido y sigue habiendo opiniones teológicas e historiográficas, incluso de algunos Papas, aunque no pronunciadas ex cathedra; por tanto, son falibles. Por el contrario, sí que existen dogmas definitorios sobre la real naturaleza de Jesucristo.
Durante el Concilio Ecuménico de Éfeso =431=, en tiempos del pontífice San Celestino I, se debatió por vez primera la representación e importancia de la figura de María. ¿Era la madre de Jesús Theotokos =Madre de Dios= o Christotokos =madre de la naturaleza humana de Jesús=.
El patriarca de Constantinopla, Nestorio de Antioquía, en abierta oposición al patriarca de Alejandría, Cirilo, defendió la segunda propuesta y, además, veía en Jesucristo dos personas distintas; una, el Verbo, que es Hijo de Dios; y otra, Jesús, hijo de María. En Éfeso la doctrina de Cirilo expresada en su segunda carta a Nestorio fue aprobada por los 125 obispos presentes en la primera sesión del concilio y proclamada solemnemente como expresión de la fe de Nicea. Los Anatemi cirilliani, que formaban parte de la tercera carta de Cirilo a Nestorio, hoy son considerados como parte de las actas disciplinares del concilio de Éfeso, subsiguientes al valor teológico-dogmático dado a la segunda carta. Por tanto, el Papa no tardó en declarar heréticas las ideas nestorianas.
Ya en los primeros concilios de Nicea =325= y de Constantinopla =381= se había proclamado la fe en las dos naturalezas de Cristo =divina y humana=, resolviéndose a finales del siglo IV el modo de esta unión por la escuela alejandrina, que defendió una unión intrínseca, real, hipostática y no sólo externa y moral, según los antioqueños; es decir, en el único ser o subsistencia del Verbo. Por ello es legítimo el intercambio de los atributos y, en consecuencia, es legitimado también el título de Theotokos y no sólo de Christotokos dado a María.
La unión en el Verbo según la naturaleza =katá physin= ya no será entendida como *según la subsistencia* =así lo creía aún San Atanasio, el gran defensor de la ortodoxia frente a la herejía arriana=, sino según la esencia o naturaleza. Por este motivo es inconciliable con la unidad de la hipóstasis entendida como persona =próposon, según se dirá luego en el Concilio Ecuménico de Calcedonia de 451=.
Esta misteriosa convergencia de las naturalezas de Cristo en su subsistencia divina del Verbo =hipóstasis= se verificó en el seno de María, que engendró según la carne =o la naturaleza humana= al mismo e idéntico Hijo engendrado desde la eternidad en el seno del Padre.
Por tanto, el dogma ortodoxo de la Iglesia Católica =según el símbolo Niceno-Constantinopolitano= es que en Cristo existen dos naturalezas, la divina y la humana sin separación y sin confusión. Por tanto, el católico que crea y defienda que Jesús es judío, aunque matice que lo es exclusivamente en su condición humana, está indirectamente sosteniendo una postura herética cercana al nestorianismo e incluso al arrianismo.
Por demás, qué mayor prueba de la no judaidad de Jesús que el no reconocimiento de su persona como algo propio por parte de los mismos judíos.
El profesor de Oratoria y literato Isidro-Juan Palacios, especialista en estudios místicos y tradicionales, autor entre otras obras de la recientemente publicada y muy recomendable Eremitas. Las enseñanzas místicas de los padres del desierto =Palmyra, Madrid, 2007=, comentaba en una tertulia televisiva =en la que también participaba el profesor Piñeiro=, que en cierta ocasión una alta autoridad rabínica de Israel le hizo saber la principal razón por la que los judíos no podían aceptar a Jesús; más que Mesías de los judíos, fue Mesías de los paganos.
Efectivamente, tal calificación de la figura de Jesús de Galilea, como Mesías de los paganos =gentiles= o de las naciones y no de los judíos =o al menos no exclusivamente de ellos= resulta incontestable tanto desde una perspectiva hermenéutica como desde el análisis de la Historia =la contingente y la salvífica o sagrada=.
Esto se puede comprender a poco que se analicen las dos vertientes del cristianismo primitivo; la israelita, que se expresaba en arameo =y en menor medida en hebreo=, que incidía en la dimensión del Jesús hombre como descendiente de David y por tanto como el Mesías profetizado y legítimo *rey de los judíos* =título que Jesús jamás asumió porque su Reino no era *de este mundo*, y que irónicamente aparece como su mayor escarnio=; y la helenística, que se expresaba en griego y que resaltaba la dimensión divina y universal del Ungido de Dios =Christos=.
No obstante, también es cierto que muchos judíos están descubriendo que no hay contradicción entre ser judío y ser católico, sino que más bien la fe católica satisface la esperanza judía de encontrar al Mesías. En definitiva, si con la Sangre de Cristo se sella la Nueva Alianza, su Iglesia Universal no es otra cosa que la Nueva Israel, cuyo centro del mundo es Jerusalén, la Ciudad Santa.
A luz del Evangelio
Existe entre muchos cristianos una secular conciencia de culpa por ciertos pecados cometidos contra los judíos en el pasado =persecuciones y expulsiones, que se dieron ya en Occidente desde los primeros regímenes cristianos; Imperio romano constantiniano, Reino hispano-visigodo, etc.=, por no hablar del error de considerar a los judíos como *hermanos mayores en la fe*, esto es en un sentido más allá del puramente histórico. Sin embargo, lo que al pueblo judío ha acontecido, sigue aconteciendo y acontecerá hasta el Fin de los Días no es algo que quepa achacar a otra causa que a su propia caída; tras la crucifixión de Jesucristo, el otrora pueblo elegido se convirtió en pueblo maldito, de ahí que el propio Nazareno los llamase *hijos del diablo*;
*Vosotros =los judíos= sois de acá abajo; Yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo. Yo no soy de este mundo. Yo soy el principio de todas las cosas, el mismo que os estoy hablando. Muchas cosas tengo que decir, y condenar en cuanto a vosotros; como quiera, que el que me ha enviado es veraz; y Yo sólo hablo en el mundo las cosas que oí a Él. Cuando habréis levantado en alto al hijo del hombre, entonces conoceréis quién soy Yo. Si Dios fuera vuestro padre, ciertamente me amaríais a Mí; pues Yo nací de Dios, y he venido de parte de Dios… ¿Por qué, pues, no entendéis mi lenguaje? Es porque no podéis sufrir mi doctrina. Vosotros sois hijos del diablo…* =Jn 8, 23; 25-26; 28; 42-44=.
Bien cierto es que en el mismo capítulo del Evangelio de San Juan, se indica que muchos creyeron en Jesús al decir estas cosas, y que el propio Jesús dijo a los judíos que creían en Él;
*Si perseverareis en mi doctrina, seréis verdaderamente discípulos míos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres* =Jn 8, 31-32=.
Resultan, pues, evidentes varias cosas; por un lado, el carácter ajeno y exógeno que Jesús manifiesta respecto de los judíos =Vosotros sois de este mundo. Yo no soy de este mundo=; por otro lado, su explícita condena a los judíos, a los que incluso llama *hijos del diablo*, en contraposición a su manifiesta condición de Hijo de Dios; finalmente, la posibilidad de liberación de los judíos de la condición de hijos =esclavos= del diablo y su salvación por medio de la fe. Jesús aparece, por tanto, como Salvatoris Mundi, no como *rey de los judíos*, título de escarnio y oprobio con que los romanos le coronaron al crucificarle, y que Jesús en ningún momento asume como propio en todo el Nuevo Testamento, a pesar de ser *La Raíz y el Linaje de David* =Apocalipsis 22, 16=, que no de la raíz y del linaje de David, en alusión a su condición de *principio de todas las cosas* =Jn 8, 25; cf. Jn 1, 1-2=.
En ningún pasaje de la Sagrada Escritura Jesús se manifiesta como judío, antes al contrario, siempre se refiere a ellos en segunda o tercera persona.
Paradójicamente, hasta los pasajes que se han esgrimido por los defensores de la judaidad de Jesús, lo que vienen a demostrar, con su calculada ambigüedad y su reveladora explicitud, es justamente lo contrario;Jesús ni es ni se manifiesta en momento alguno como judío.
El primer argumento que, según algunos, demuestra la condición de judío de Jesús, son estas palabras;
*No penséis que he venido a abolir la Ley ni los Profetas; no he venido a abolirla, sino a darle cumplimiento* =Mt 5, 17=.
Muchos argumentan; si Jesús no vino a abolir la Ley de los judíos ni los Profetas judíos, sino a dar cumplimento, es que es judío. Craso error.
Para empezar, la llamada Ley mosaica =el Decálogo= o Ley de los judíos, ni es de Moisés ni es de los judíos, sino que es la Ley de Dios dada a los judíos de manos de Moisés, para que, como pueblo elegido, la transmitiese al mundo. El error y la soberbia de los judíos es creer que la responsabilidad de ser *pueblo elegido* significa tener el privilegio y prerrogativa de la exclusividad divina, ser el único merecedor de la Revelación y de su condición de custodio. De ahí el desprecio que los judíos, que como los musulmanes conciben la religión desde una mentalidad nacionalista con su propia lengua sagrada, demostraron hacia los *otros* y entre los otros están incluso los samaritanos y los galileos, como Jesús y la mayor parte de sus discípulos, los de la Galil hagoim, esto es *región de los gentiles*, por haber sido Galilea =al igual que la Galacia turca o las europeas Galia, Gales y Galicia= una antigua colonia celta establecida hacia el 1.700 a.C.
La divinidad de la nueva religión surgida de Cristo, que en realidad es mucho más que una religión y desde luego no una mera secta o rama del judaísmo, se aprecia en que, al contrario que las religiones de carácter nacionalista, no tiene lengua sagrada. Porque Dios ha hecho ver, por Cristo, que su lenguaje no es el hebreo, o el árabe, o el latín... La doctrina del Verbo de Dios es verdaderamente universal, de ahí que su enseñanza y asimilación no precise de cauces humanos =ni determinados idiomas ni determinados pueblos=. Su mensaje es tan excelso y sublime que ninguna contingencia humana desvirtúa, pues llega directamente al corazón, la Mónada divina donde el Espíritu germina.
Por eso Jesús dice:
*Yo soy la luz del mundo* =Jn 8, 12=.
La cristiana no es una religión de pretendidas élites intelectuales. El Señor no eligió como Apóstoles de su Evangelio a eruditos ni doctores de la Ley, sino todo lo contrario, a justos y sencillos, en su mayoría sin instrucción, porque la Ciencia del Espíritu no se recibe de la erudición libresca ni del ejercicio de la mente, sino ante todo interrogando con humildad al corazón…;
*Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien* =Lc 10, 21-24=.
La Encarnación del Verbo de Dios, la misión de Jesús de traer el Reino de los Cielos en medio de las tinieblas del Principado del mundo, viene precisamente dada por el incumplimiento de la Ley de Dios por parte de los judíos =de sus escribas y doctores=, de ahí que Jesús se encargue de manifestar que Él =que como Verbo ya había hablado por boca de Profetas= no viene a abolirla, sino, antes al contrario, a darla su cumplimiento ante la incapacidad, el egoísmo, la soberbia y la farisaica hipocresía demostradas por el que fuera pueblo elegido y la elitista, endogámica y cruel religión que había preceptuado. Pueblo que falló a Dios, y de ahí su condenación y la permanente aversión, persecución, señalamiento, odio, amenaza y agresión bajo la que ha de vivir hasta el Final de los Días…
No se trata de ser inmisericorde =que a Dios gracias no lo somos=, ni políticamente correcto =que a Dios gracias tampoco lo somos=; ni debiera tratarse para los judíos de entrar en el vicio autocomplaciente de buscar fuera la culpa cuyo germen está dentro… Se trata, en definitiva, de analizar los hechos y las consecuencias de los actos… Y *si alguien derrama la sangre de una persona, su sangre será derramada* =Gn 9, 6=. De ahí que los artífices del derramamiento de la Sangre redentora =el Imperio romano y el pueblo judío=, se hayan derrumbado y condenado respectivamente, previa purga de sus propias culpas y pecados.
La Ley vino a causa del pecado. Y el pecado es la consecuencia de la decisión del hombre en el marco de las facultades otorgadas por Dios; el libero arbitrio.
Como dice la misma Biblia; *Por la dureza de sus corazones* =Mt 19, 8=, habiendo elegido persistir en el pecado =cf. Isaías 59=. Esta es la razón de la Ley.
En suma; Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que, sin abolir la Ley Él dio a los hombres en mano de los judíos, la diese cumplimiento. Por eso le envío en medio del pueblo judío, pero como un elemento extraño y ajeno al judaísmo, que hasta santificó el día domingo =del lat. dominicus dies, día del Señor; en ing. Sunday, día del Sol= en detrimento del sábado =sabbat, día de Saturno=; lo suficientemente integrado como para no generar el rechazo que generaban los paganos, y lo suficientemente extraordinario como para llamar la atención de las gentes pobres y sencillas, los herederos del Reino del Padre...
Y es que Dios no quiere *pueblos elegidos* en el sentido que lo entendieron los judíos, ni quiere tampoco *religiones nacionales*. Dios es universal. Por eso el judaísmo es una religión nacional, como lo es el islamismo, y por eso ambas sólo podrán salvarse si algún día reconocen a Jesús/Yeshoua/Isa como al verdadero Mesías/Meshiaj/Masih del Final de los Tiempos…
Del mismo modo que Adán es el Hombre Primordial, Jesús, como Nuevo Adán, es el Hijo del Hombre, al mismo tiempo y de modo inseparable que Hijo de Dios.
La idea de la Trinidad divina, expresada ya por Jesucristo en el Evangelio al hablar del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es análoga a la coronación de los panteones indoeuropeos; Esus, Tutatis y Taranis en la religión de los celtas; Odín, Thor y Freia en la de los nórdicos; Brahma, Visnú y Siva de la Trimurti de los indoiranios... Esta idea ternaria la Divinidad, inconcebible y hasta erráticamente considerada politeísta por las religiones de pueblos semíticos como los judíos o los musulmanes, es la prueba del origen solar de la nueva religión del Sol Invictus.
Respecto a dos pasajes neotestamentarios en que a Jesús se le plantea directamente su supuesta condición de judío, éste ofrece unas respuestas elusivas muy reveladoras, de una ambigüedad muy calculada, a fin de que sea comprendida por el que tenga oídos…
Para comprender el alcance de la definición que de Sí mismo da Jesús, hay que remontarse al Antiguo Testamento. En el libro del Éxodo, aparece el Verbo de Dios bajo la forma de una zarza ardiente, y el Verbo se refiere a Sí mismo como *Yo Soy el que Soy* =Ex 3, 14=. Esta fórmula =Ego Sum= para definirse Jesús a Sí mismo aparece en el Evangelio según San Juan hasta siete veces =Jn 6, 3; 8, 12; 10, 9; 10, 11; 11, 25; 14, 6; 15, 5=. Y en el Apocalipsis de San Juan, más veces todavía =Ap 1, 8; 2, 7; 2, 18; 3, 14; 22, 16…=, y en ningún caso para anteponerlo a su supuesta condición de judío o rey de los judíos; antes al contrario, sus definiciones aluden a su naturaleza suprahumana.
En el famoso pasaje en que Jesús intercambia en el pretorio unas palabras con Poncio Pilato, el prefecto de la provincia romana de Judea, éste le pregunta;
*¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó; *¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?*. Pilato le respondió; *¡Qué!, ¿acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?* Jesús le contestó; *Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi Reino no es de aquí*. Pilato le dijo; *Conque ¿tú eres rey?*. Jesús le contestó; *Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz*. =Jn 18, 33-37=.
Jesús distingue claramente a sus seguidores, galileos la mayor parte, de los judíos. Menciona a éstos como algo ajeno a sus seguidores, y por supuesto el propio Jesús no se identifica con los judíos, sino que lo hace Pilato. El reino de David era de este mundo, Jesús dice que el suyo no es de este mundo.
Jesús el Galileo habla y reza el Padrenuestro =el súmmum de la Oración= en arameo, enseña como rabí =Maestro= en hebreo y conversa con Pilato en latín =lo cual sorprende a éste, pues en ese momento es consciente de que está ante alguien sobrenatural capaz de hablar cualquier lengua humana, aunque en teoría no la conozca=.
La mujer de Pilato, Claudia, ve incluso en ése y otros detalles mucho más allá, pues además había oído hablar de Jesús por boca de su criada, una fenicia que creía en el Evangelio del Reino, de ahí que después de la muerte de su marido se convierta al cristianismo y se entregue plenamente a la difusión de la Buena Nueva =es fácil deducir que su corazón ya era cristiano desde antes, pero por fidelidad a su esposo no se bautizó en vida de éste ni manifestó su fe, cuando menos de manera explícita aunque sí subliminalmente=.
Nuevamente hay que remontarse el libro veterotestamentario del Éxodo para ver a Dios anunciado como agua viva en Rafidín, en plena estepa desértica del Sinaí, donde no hay ni una pizca de agua =Ex 17, 3=.
Significativamente, en el pasaje de la samaritana =otro de los esgrimidos por los defensores de la judaidad de Jesús=, el Galileo se anuncia no como judío, sino como agua viva…
El muy simbólico episodio de Jesús y la mujer samaritana =Jn 4, 1-15= es también muy revelador, y no precisamente en el sentido que algunos entienden.
Cuando Jesús acude al pozo de Jacob a descansar, ve llegar a una mujer samaritana para recoger agua. Jesús toma entonces la iniciativa y la dice; *Dame de beber*. Los judíos detestaban a los samaritanos =como a todos los que no fueran judíos, como a los galileos...=. La samaritana se sorprendió; *¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?*. Respuesta de Jesús;
*Si conocieras el don de Dios, Si conocieras quién te pide agua, Tú pedirías de Él Y Él te daría agua viva*.
La clave doctrinal que demuestra la no judaidad de Jesús está, en definitiva, en el hecho de que fuera enviado en medio de los judíos, pero sin ser de ellos...
*Y esta luz resplandece en medio de las tinieblas, y las tinieblas no la han recibido* =Jn 1, 5=.
Si Cristo regresara un día y nos convocara a seguirle como aquella vez, no pediría ninguna afiliación, ritualidad, marca o pertenencia, simplemente nos diría;
*Seguidme quienes sean buenas personas y tengan buena voluntad, necesito amigos valientes capaces de acompañarme a cambiar el mundo *
Gilgamesh***
Excelente Gilgamesh escelente
ResponderEliminarAmmâh Augur
ResponderEliminarAmmáh; muchas gracias ami.