***Lluviosa y hermosa noche para todos, al menos mojada desde aquí.
Sin novedades con el clima espacial.
Seguimos con la atrapante investigación de Manuel Sancho Pomés.
El cuerpo astral coincide, pues, con el cuerpo físico durante las horas de la vigilia, de conciencia plena. Pero durante el sueño el cuerpo astral se separa, en mayor o menor grado, flotando, por lo general encima de aquél, en forma ni consciente ni controlada. En los trances, síncopes, desvanecimientos momentáneos, o bajo el efecto de algún anestésico, el cuerpo astral se separa del físico en forma similar. Estos casos de desprendimiento constituyen ejemplos de proyección involuntaria. En contraposición a éstos, se hallan los casos denominados de proyección consciente o voluntaria, en los cuales el sujeto quiere abandonar el cuerpo físico y efectivamente lo logra.
En estas condiciones el sujeto se hallará completamente alerta y consciente en su cuerpo astral. Podrá contemplar su propio mecanismo físico y viajar a voluntad, observando escenas y visitando lugares que nunca antes había visto. Posteriormente, él mismo podrá verificar la verdad de estas experiencias visitando las escenas o lugares en cuestión. Durante la estada plenamente consciente, el cuerpo astral parece hallarse provisto de extraordinarios poderes supranormales. Puede retornar voluntariamente a su cuerpo físico o bien ser arrastrado de nuevo dentro de éste por causa de algún shock, susto o una emoción.
El cuerpo físico y el astral se hallan invariablemente conectados por medio de una especie de cordón, a lo largo del cual pasan corrientes vitales. En caso de romperse este cordón, la muerte sobreviene instantáneamente. La única diferencia entre la proyección astral y la muerte es que en el primer caso el cordón se halla intacto y trunco en el segundo. Este cordón, llamado *Cordón de Plata* en el Eclesiastés, es elástico y capaz de extenderse casi ilimitadamente. Este cordón constituye el eslabón esencial entre los dos cuerpos.
Retrocediendo hasta los orígenes humanos más primitivos, podemos encontrar historias del más allá llenas de luz, de miedo o de descensos a lugares infernales. Muchas veces se encuentran asociadas con la muerte o con lo que hay después de ella. Dichas historias provienen de todos los puntos del globo terráqueo, como si los humanos se hubiesen puesto de acuerdo en distintas civilizaciones, como las de Grecia, Egipto, Mesopotamia, Asia, África, muchos países de Europa y la América precolombina. Los viajeros que retornan de ese mundo lleno de luz son de muchos tipos.
Hay personajes extraídos de los textos sagrados de todas las culturas y otros que aparecen en los escritos de la literatura universal, tales como Jesucristo, Krishna, Perséfone, Hércules, Eneas, Tammuz o Ishtar. En las conferencias del Dr. Raymond Moody, una de las principales referencias de este escritor e investigador, cuando habla de las experiencias cercanas a la muerte, es el filósofo clásico Platón. En el décimo libro de La república, Platón relata el mito de Er, un soldado griego que supuestamente había fallecido junto a otros compatriotas en una batalla. Al recoger los cadáveres, el cuerpo de este soldado fue colocado sobre una pira funeraria para ser incinerado, y entonces volvió a la vida.
Er describe en detalle su viaje al más allá. Al principio su alma salió del cuerpo y se unió a un grupo de otros espíritus que se iban desplazando a través de túneles y pasadizos. Paulatinamente esos espíritus eran detenidos y juzgados por entidades divinas por aquellos actos que habían hecho en su vida terrenal. Er, sin embargo, no fue juzgado, ya que estos seres le dijeron que debía regresar a la Tierra para informar a los hombres acerca del otro mundo. Súbitamente Er despertó, encontrándose sobre la pira funeraria. Mucho antes de Jesucristo, en el siglo VIII a. C., fue escrito el Bardo Thodol o Libro tibetano de los muertos, que analizaremos posteriormente.
Es una recopilación, desde los tiempos más antiguos, de los rituales tibetanos que hay que ejecutar con los fallecidos o las personas que se encuentran en sus últimos momentos. El propósito de estos ritos es doble. Primero, ayudar a la persona en trance de fallecer para que recuerde los fenómenos que va experimentando. En segundo lugar, se trataba de apoyar a los familiares de los muertos, para que el espíritu del difunto pudiera desprenderse del plano físico, orientando los sentimientos y apoyando las oraciones oportunas. De esta manera el espíritu podía evolucionar y alcanzar el lugar que le correspondía en el más allá, según su propia evolución.
Pero la mayor parte de estas obras antiguas han sido ignoradas desde el comienzo de la Era Industrial, como cosas propias de personas incultas y crédulas. Nuestra sociedad, sumergida en adelantos tecnológicos y científicos, es capaz de reanimar a personas que hasta hace poco habrían fallecido sin remedio, lo que ha proporcionado, en los tiempos modernos, miles de historias y relatos de experiencias cercanas a la muerte. Otro aspecto llamativo es el de los científicos que, acompañados de muy alta tecnología, realizan esfuerzos ingentes para explicar por medios racionales ciertos fenómenos que hasta el día de hoy escapan a una explicación total.
Casi todas las encuestas reflejan que la mayor parte de las personas creen que existe una vida posterior a la presente. En uno de los países con mayor número de estudios estadísticos de todo tipo, Estados Unidos, George Gallup publicó en 1989 una serie de datos relacionados con las tendencias del pueblo estadounidense con respecto a sus creencias religiosas. El pueblo americano es uno de los más creyentes en la vida después de la muerte =55 %=. Dos veces más, por ejemplo, que los holandeses o que los británicos, o cinco veces más que los húngaros.
Esta gran proporción de creyentes en una vida posterior se eleva a un 75 % si se les pregunta de manera directa: *¿Cree usted en la vida después de la muerte?*. Las distintas religiones han provisto estructuras de creencias a numerosas culturas. En casi todas ellas se toma en consideración el hecho de una vida después de la muerte. Llama mucho la atención que, independientemente de la religión que estudiemos, existen innumerables similitudes entre ellas a la hora de abordar la vida extraterrenal, sobre todo en la propia creencia en una vida después de la muerte y la idea de justicia divina, que genera la presencia de dos lugares totalmente opuestos: el cielo, donde van los justos, y el infierno, adonde se dirigen aquellos cuya vida fue moralmente cuestionable.
Cabe señalar que para algunas personas que viven experiencias místicas, el infierno no es como lo imaginamos el resto de los mortales, sino una separación de Dios, lo que algunos denominan *noches oscuras del alma*. También es verdad que las escrituras religiosas no deben tomarse al pie de la letra. Se podría, por ejemplo, criticar el Génesis si lo interpretamos de manera literal, pero no tiene objeto, ya que se encuentra cargado de una simbología que debe ser interpretada en el contexto adecuado. Lo mismo ocurre con las mitologías tibetanas, y ello sin contar las dificultades para comprender sus metáforas por parte de una mentalidad occidental.
Existen conceptos que desbordan la comprensión occidental como, por ejemplo, los distintos tipos de vacío: vacío, muy vacío, gran vacío, todo vacío.
Según una persona que tuvo una experiencia cercana a la muerte =ECM=: *En una ocasión me sedaron, y al despertar tuve una sensación maravillosa de no existencia, de no tener consciencia. Era magnífico. Si la muerte es eso, qué maravilla dejar de existir*. Las experiencias cercanas a la muerte, o ECM, son percepciones del entorno narradas por personas que han estado a punto de morir o que han pasado por una muerte clínica y han sobrevivido.
Hay numerosos testimonios, sobre todo desde el desarrollo de las técnicas de resucitación cardiaca, y según algunas estadísticas, podrían suceder aproximadamente a una de cada cinco personas que superan una muerte clínica. Según uno de los principales investigadores de este fenómeno, el doctor en medicina y filosofía Raymond Moody, los pacientes que han asegurado vivir este tipo de fenómenos coinciden en un patrón general de nueve fases consecutivas, aunque no todos completan este itinerario y muchos solo atraviesan por algunas: El paciente se siente flotar sobre su cuerpo, y ve el dormitorio, el quirófano o el lugar en el que se encontraba =experiencia extracorporal=, e incluso oye la declaración de su propio fallecimiento.
Después, siente que se eleva y que atraviesa un oscuro túnel mediante una escalera o flotando en el vacío, y con una relativa rapidez. Ve aparecer una figura al final del túnel, que suele describirse como hermosa, blanca o transparente; a veces hay paisajes, voces o música. El paciente pasa a ser espectador, no siente dolor ni molestias: sólo percibe una paz interior. Algunas personas, sin embargo, aseguran haber tenido experiencias terroríficas en el más allá.
Familiares o amigos difuntos van a su encuentro. Aparece una presencia o voz que se define en función de las creencias religiosas del paciente =puede tratarse de Jesucristo, de un ángel, etc.=, y se establece un diálogo sin palabras con ese ser que parece conocer todo sobre el moribundo. Se presenta una visión global pero íntegra de lo vivido, como si viese *su película*; el modelo más ajustado para describirlo según los testimonios es como el de una sucesión de filminas de momentos sueltos de la vida, no necesariamente importantes.
El sujeto se ve delante de un obstáculo: una puerta o un muro y toma conciencia de que aún no ha muerto, y aunque sigue sintiendo una paz y tranquilidad indescriptibles y acogedoras, se da cuenta, y también eso le indican sus acompañantes, de que debe volver. Tras este proceso quienes lo han experimentado pierden el miedo a la muerte; no desean morir, pero se toman las cosas con más calma, serenidad y filosofía y, en cierta medida, son mejores personas, se preocupan más de los demás y son más felices.
Gilgamesh***
Continuará...
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