***Feliz último día del año 2015 para todos
En el año 1913 un adelantado del pensamiento como tantos otros, escribió *El Hombre mediocre*, hablo del querido José Ingenieros.
Digo adelantado porque Don José definió claramente al tipo de individuo y a la sociedad en la cual se acomodaba y se sigue acomodando.
Ingenieros sin dudas fué uno de esos tipos especiales, y no es casual que junto a otros de semejante talla como Gabriela Mistral, Rubén Darío, , José Martí, Amado Nervo o Leopoldo Lugones fueran pensadores que abrevaron del viejo Conocimiento que posteriormente derivó en la Teosofía, pero que sin ninguna duda se gestó desde la escencia Gnóstica.
José Ingenieros, catalogó al hombre en tres tipos;
el hombre inferior, el hombre mediocre y el hombre superior, similitud con el concepto Gnóstico;
hílico, psíquico y pneumático.
Veamos la descripción breve de Ingenieros para cada tipo de sujeto;
El hombre inferior.
El hombre inferior es un animal bellaco. Su ineptitud para la imitación le impide adaptarse al medio social en que vive; su personalidad no se desarrolla hasta el nivel corriente, viviendo por debajo de la moral o de la cultura dominante, y en muchos casos fuera de la legalidad. Esa insuficiente adaptación determina su incapacidad para pensar como los demás y compartir las rutinas comunes.
Estos, mediante la educación imitativa, copian de las personas que los rodean una personalidad social perfectamente adaptada.
El hombre mediocre
El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. De ahí que se vuelva sumiso a toda rutina, a los prejuicios, a las domesticidades y así se vuelva parte de un rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no cuestiona, sino que sigue ciegamente. El mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego del rebaño social. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico, cobarde.
Los mediocres no son genios, ni héroes ni santos. Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición =idea positivista de la época, el hombre como receptor y continuador de la herencia biológica=, sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su vez, el hombre mediocre entra en una lucha contra el hombre superior por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el hombre superior nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí.
El hombre superior
El superior es un hombre capaz de usar su imaginación para concebir ideales legitimados sólo por la experiencia y se propone seguir quimeras, ideales de perfección muy altos, en los cuales pone su fe, para cambiar el pasado en favor del porvenir; por eso está en continuo proceso de transformación, que se ajusta a las variaciones de la realidad. El superior contribuye con sus ideales a la evolución social, por ser original y único; se perfila como un ser individualista que no se somete a dogmas morales ni sociales; consiguientemente, los mediocres se le oponen.
El superior es soñador, entusiasta, culto, de personalidad diferente, generoso, indisciplinado contra los dogmáticos. Como un ser afín a lo cualitativo, puede distinguir entre lo mejor y lo peor; no entre el más y el menos, como lo haría el mediocre.
A partir de ésta clasificación e identificación, José Ingenieros concluye en su obra pintando una realidad que no podemos soslayar ni dejar pasar por alto cuando existimos...y nos ha tocado nacer en determinado tiempo, en determinada sociedad, en determinado país, cultura, medio.
Yo quiero dejarles en éste final de año 2015, la pintura de José Ingenieros, deseando profundamente que todos ustedes, queridos y apreciados lectores, sitios amigos, colaboradores del afecto, puedan identificar el lugar que estamos ocupando hoy, en éste tiempo. Que podamos todos a partir del Conocimiento hacer ese clic necesario para aplicar algo llamado Gnosis, que fué tergiversada y manipulada, incluso secuestrada para que resulte un fracaso, nosotros hoy en éste tiempo la apliquemos pudiendo mirarla no como una religión sino como lo que en verdad es, un Conocimiento que nos ayude a pasar por ésta vida, Conocimiento generosamente regalado por aquél que viniera hace unos 2000 años.
Que culminen de manera excelente éste año almanaque denominado 2015, y que inicien un 2016 con mucha sabiduría más que nada, porque son tiempos en los cuales el hombre mediocre o psíquico debe ser desterrado para dar paso a un hombre pneumático o superior y así enfrentar éste enorme desafío que implica estar vivos en éste tiempo.
Les deseo lo mejor, que para cada uno de ustedes tendrá distintos significados, deseo que puedan amar y dejarse amar, que la salud les acompañe y aún sin ella, dignamente le pongan el pecho a la adversidad, deseo que la verdadera luz los contenga y que el Padre les devuelva en mayor medida todo lo bueno que sean capaces de hacer por ustedes mismos y por dar a los demás lo mejor de sí mismos, que ya saben...generalmente no se trata de cosas materiales.
Darles las gracias por éstos 5 años en los cuales me han acompañado para no terminar siendo un monologuista y por hacerme partícipe de ustedes mismos, con vuestra presencia, respeto, afecto, discrepancias, unicidad, ideales, en fin...gracias, muchos de ustedes quizás sin saberlo, han pasado a ocupar esos huecos...que suelen dejar personas que aún teniendo la misma sangre...parecen ajenos, y es que no somos hermanos por la sangre, sino por el Espíritu.
Los invito, si es que la Gracia me acompaña, a compartir un años más, el próximo que se avecina, para encontrarnos diariamente en ésta especie de club sin carnet ni cuota, en el cual nos sentimos bien porque compartimos mucho de lo que pensamos y sentimos, de lo que nos gusta saber, reflexionar, buscar.
¡FELIZ 2016! PARA TODOS!!
Gilgamesh***
José Ingenieros-El hombre mediocre.
-*Siempre hay mediocres. Son perennes.
Lo que varía es su prestigio y su influencia. En las épocas de exaltación renovadora muéstranse humildes, son tolerados; nadie los nota, no osan inmiscuirse en nada. Cuando se entibian los ideales y se reemplaza lo cualitativo por lo cuantitativo, se empieza a contar con ellos. Apercíbense entonces de su número, se mancornan en grupos, se arrebañan en partidos. Crece su influencia en la justa medida en que el clima se atempera; el sabio es igualado al analfabeto, el rebelde al lacayo, el poeta al prestamista. La mediocridad se condensa, conviértese en sistema, es incontrastable. Encúmbranse gañanes, pues no florecen genios: las creaciones y las profecías son imposibles si no están en el alma de la época.
La aspiración de lo mejor no es privilegio de todas las generaciones. Tras una que ha realizado un gran esfuerzo, arrastrada o conmovida por un genio, la siguiente descansa y se dedica a vivir de glorias pasadas, conmemorándose sin fe; las facciones dispútanse los manejos administrativos, compitiendo en manosear todos los ensueños. La mengua de éstos se disfraza con exceso de pompa y de palabras; acállase cualquier protesta dando participación en los festines; se proclaman las mejores intenciones y se practican bajezas abominables; se miente el arte; se miente la justicia; se miente el carácter.
Todo se miente con la anuencia de todos; cada hombre pone precio a su complicidad, un precio razonable que oscila entre un empleo y una decoración.
Los gobernantes no crean tal estado de cosas y de espíritus: lo representan. Cuando las naciones dan en bajíos, alguna facción se apodera del engranaje constituido o reformado por hombres geniales. Florecen legisladores, pululan archivistas, cuéntanse los funcionarios por legiones: las leyes se multiplican, sin reforzar por ello su eficacia. Las ciencias conviértense en mecanismos oficiales, en institutos y academias donde jamás brota el genio y al talento mismo se le impide que brille: su presencia humillaría con la fuerza del contraste.
Las artes tórnanse industrias patrocinadas por el Estado, reaccionario en sus gustos y adverso a toda previsión de nuevos ritmos o de nuevas formas; la imaginación de artistas y poetas parece aguzarse en descubrir las grietas del presupuesto y filtrarse por ellas. En tales épocas los astros no surgen. Huelgan: la sociedad no los necesita; bástale su cohorte de funcionarios. El nivel de los gobernantes desciende hasta marcar el cero;
la mediocracia es una confabulación de los ceros contra las unidades.
Cien políticos torpes juntos, no valen un estadista genial. Sumad diez ceros, cien, mil, todos los de las matemáticas y no tendréis cantidad alguna, siquiera negativa. Los políticos sin ideal marcan el cero absoluto en el termómetro de la historia, conservándose limpios de infamia y de virtud, equidistantes de Nerón y de Marco Aurelio. Una apatía conservadora caracteriza a esos períodos; entibiase la ansiedad de las cosas elevadas, prosperando a su contra el afán de los
suntuosos formulismos. Los gobernantes que no piensan parecen prudentes; los que nada hacen titúlanse reposados; los que no roban resultan ejemplares.
El concepto del mérito se torna negativo: las sombras son preferibles a los hombres. Se busca lo originariamente mediocre o lo mediocrizado por la senilidad. En vez de héroes, genios o santos, se reclama discretos administradores. Pero el estadista, el filósofo, el poeta, los que realizan, predican y cantan alguna parte de un ideal están
ausentes. Nada tienen que hacer. La tiranía del clima es absoluta: nivelarse o sucumbir. La regla conoce pocas expresiones en la historia.
Las mediocracias negaron siempre las virtudes, las bellezas, las grandezas, dieron el veneno a Sócrates, el leño a Cristo, el puñal a César, el destierro a Dante, la cárcel a Galileo, el fuego a Bruno; y mientras escarnecían a esos hombres ejemplares, aplastándolos con su saña o armando contra ellos algún brazo enloquecido, ofrecían su servidumbre a gobernantes imbéciles o ponían su hombro para sostener las más torpes tiranías. A un precio: que éstas garantizaran a las clases hartas la tranquilidad necesaria para usufructuar sus privilegios. En esas épocas del lenocinio la autoridad es fácil de ejercitar: las cortes se pueblan de serviles, de retóricos que parlotean pane lucrando, de aspirantes a algún bajalato, de pulchinelas en cuyas conciencias está siempre colgando el albarán ignominioso.
Las mediocracias apuntálanse en los apetitos de los que ansían vivir de ellas y en el miedo de los que temen perder la pitanza. La indignidad civil es ley en esos climas. Todo hombre declina su personalidad al convertirse en funcionario: no lleva visible la cadena al pie, como el esclavo, pero la arrastra ocultamente, amarrada en su intestino. Ciudadanos de una patria son los capaces de vivir por su esfuerzo, sin la cebada oficial. Cuando todo se sacrifica a ésta, sobreponiendo los apetitos a las aspiraciones, el sentido moral se degrada y la decadencia se aproxima. En vano se busca remedios en la glorificación del pasado. De ese atafagamiento los pueblos no despiertan loando lo que fue, sino sembrando el porvenir*.
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Muchas gracias por tu aporte. Aún las diferencias enriquecen las conclusiones.
Gilgamesh.
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