***Buena noche de Domingo para todos.
Continuamos repasando los hechos históricos que marcaron a Europa, especialmente a Francia durante el período al que la ciencia dió en llamar; Mínimo de Maunder.
Si en Inglaterra aquello fue catastrófico, Francia se llevó la peor parte. París quedó incomunicada y resultó imposible hacerle llegar los suministros necesarios para evitar la hambruna; los parisinos, faltos de madera para sus hogares, acabaron quemando sus pocos muebles, mientras que en las calles se encendían grandes fogatas públicas. En Versailles, tanto el soberano galo como sus cortesanos tuvieron que combatir la helada encendiendo todas las chimeneas y braseros disponibles, y revistiendo pesados abrigos de pieles... La cuñada del Rey, Duquesa de Orléans, escribió a su pariente la Electriz de Hannover; *...estoy sentada frente a un rugiente fuego de chimenea, mis puertas cerradas y cubiertas de tapices, mis ventanas selladas, de forma que pueda sentarme aqui abrigada con pieles de marta, los pies metidos en una piel de oso y, aún así, estoy temblando de frío y sosteniendo con gran dificultad la pluma con la que os escribo. Jamás en mi vida había visto un invierno como éste*.
En sus castillos y palacios, los aristócratas provincianos apenas osaban asomar la nariz fuera de sus camas, aplastados bajo varias capas de mantas y pieles. Ir a misa era un suicidio, a pesar de los braseros encendidos... el aliento se helaba con solo respirar. En los hogares más humildes, la gente se despertaba en sus camas con sus gorros de dormir acartonados y helados. El pan y el vino se congelaban de tal forma que había que cortarlos a hachazos... hasta los licores y aguardientes de mayor graduación se helaban...
El deshielo, brutal, en el mes de mayo, dejó un panorama aún más desolador. Se produjeron grandes inundaciones. Todas las cosechas se habían podrido, los árboles frutales habían sucumbido y la ausencia de trigo trajeron no pocos tumultos populares. Luis XIV tuvo que obligar a los más ricos a abrir comedores de beneficencia para alimentar a la población hambrienta, en un claro intento de frenar la ola de rebelión que empezaba a ganar todo el reino. Por otro lado, el monarca ordenó el reparto gratuito de pan =el llamado Pan del Rey= en toda la capital del Sena... después de 3 meses sin poder suministrar víveres a los parisinos. En provincias, los campesinos pastaban la hierba de los prados al no tener nada que llevarse a la boca.
En España, pesaba también un factor importante como la Guerra de Sucesión. El río más largo y caudaloso del reino, el Ebro, se congeló como el Támesis y el Sena... Igual que en el resto de Europa, la península ibérica se vio afectada por ese invierno de una rigurosidad jamás vista, provocando muchísimas bajas tanto entre el campesinado como entre la soldadesca de ambos bandos. Se malograron las cosechas, y las pocas que se pudieron salvar eran de una pésima calidad e insuficiente para abastecer los mercados. Se pretendió importar grano de otros países, pero la crisis era universal y el comercio marítimo se interrumpió hasta la primavera por estar el mar congelado. La *crisis* se alargaría hasta 1712-1713, empeorada por una mayor presión fiscal, por el conflicto y unas cosechas casi inexistentes, como en Los Monegros, donde transcurrieron ¡ 8 años seguidos sin cosechas !. La situación de Valencia era igual de mala; la gran helada había aniquilado sus campos de cultivo y su territorio se había convertido en un gigantesco campo de batalla...
En el año 1708, el rey Luis XIV ha dejado de ser el prestigioso soberano solar de sus inicios. El hombre computa 70 años, un récord si consideramos que en aquel siglo la esperanza de vida no rebasaba los 40. Mil pequeñas molestias afectan su existencia y le atormentan cotidianamente; migrañas, gota, dolores dentales, varices, inflamaciones gástricas...
En los retratos oficiales, el Rey-Sol sigue siendo imponente. Durante las ceremonias oficiales, su apostura, su carisma intimidan a los embajadores extranjeros. Pero cuando cae el telón sobre el inmenso escenario del poder que representa Versailles, cuando ya no hay nadie para admirar los radiantes destellos de la más poderosa monarquía de Europa, el soberano se convierte para sus criados, que le tratan a diario, en un vejestorio tiranizado por sus males y agotado que intenta sobrellevar su decadencia física con la máxima dignidad, sin permitirse un solo instante de flaqueza.
El reino de Francia se encuentra entonces a imagen y semejanza de su monarca; usado y debilitado. El tiempo de las victorias militares ha pasado. El país se enfrenta a un conflicto que no parece tener visos de acabar bien. La Guerra de Sucesión Española =1701-1714=, iniciada siete años atrás, amenaza con acabar en desastre. La Europa coaligada se encuentra a las puertas de sus fronteras. Esta vez ya no se trata de batirse para satisfacer la sed de conquistas y laureles del soberano; hay que desplegar toda la energía posible para preservar lo esencial; la integridad del territorio.
Las interminables campañas de Luis XIV han costado muy caro a las arcas galas. Las clases populares se arruinan abonando impuestos que no paran de incrementarse. El campesinado se hunde en una atroz miseria pese a las medidas caritativas, que no consiguen aliviar su situación.
Los caprichos del clima se suman a las miserias sufridas; veranos lluviosos o demasiado secos, inviernos rigurosos destruyen las cosechas. La hambruna nunca tarda en aparecer en época de escasez. Los trágicos recuerdos de la gran crísis agrícola de 1661-1662 y de 1692-1693, aún perduran en la memoria popular. Los más ancianos no olvidan la gran mortandad, las epidemias fulminantes, las revueltas alentadas por el desespero y el hambre.
En ese mes de diciembre de 1708, las temperaturas particularmente clementes suavizan brevemente la difícil existencia de los franceses. En París, el termómetro indica 10º c. Para la estación, esta situación no es nada habitual, demasiado extraña... ¿el invierno habría decidido dejar en paz al reino agotado?
La catástrofe que nadie pudo preveer, se produjo durante la noche del 5 al 6 de enero de 1709.
Una terrible ola de frío, desconocida hasta entonces por el hombre moderno, recubre todo el país. En París, en pocas horas, las temperaturas se desmoronan; -30º dentro de las casas. En la ciudad de Montpellier están a -17º, mientras que en Bordeaux marca -20º.
El río Sena se hiela repentinamente; toda la navegación fluvial es interrumpida hasta Rouen. En las localidades costeras, el Atlántico se petrifica hasta mar adentro.
En el campo, el desastre es total. La tierra se hiela hasta un metro de profundidad. Las siembras del otoño se pierden; no habrán cosechas para este año. Los árboles frutales y las viñas se congelan, se pudren casi de inmediato. En los bosques, el frío llega incluso a hacer estallar las cortezas de los robles más robustos en medio de siniestros crujidos.
Testigos visuales dejaron escrito en sus memorias y cartas que los cuervos *se helaban en pleno vuelo* para caer más tiesos que una estatua que los troncos de los árboles se partían en dos como bajo el hacha invisible de un leñador...
Las gentes son sorprendidas en su falta de previsión. Nadie se lo esperaba, y menos en una sola noche. Del más rico al más miserable de los súbditos de Su Cristianísima Majestad, el frío, cual Parca, siega sin contemplaciones como una maldición bíblica.
En Versailles, las chimeneas, mal concebidas en un palacio dedicado al astro solar, no consiguen calentar los aposentos reales. Los *chicos azules*, criados de la Casa Real, dejaron escrito que *el vino y los licores del Rey se congelaba en las botellas de cristal tallado* y que *al exponerlas al calor de las llamas para poder beberlas, estallaban violentamente*. Las cañerías de las fuentes revientan y Luis XIV, que nunca ha dejado de hacer sus largos paseos por los jardines, se ve obligado a encerrarse a cal y canto en sus aposentos. Para el monarca, que adora vivir al aire libre y abrir todas las ventanas, el suplicio es insufrible.
Gilgamesh***
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu aporte. Aún las diferencias enriquecen las conclusiones.
Gilgamesh.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.