***Feliz último día de don Julio para todos.
Para entender muchas cosas es bueno el ejercicio de *ponerse en la piel del otro*.
Lo vamos a hacer pero vaya piel en la que nos vamos a meter..., en la de un arconte.
No será para experimentar lo que él experimenta sino para descubrir cómo nos piensa y cómo actúa para aprovechar nuestras debilidades.
Bien sabe el arconte que el objetivo es que no tomemos consciencia de su existencia ni de la clase de manicomio que han creado para nosotros.
Sabe el arconte que algunos seres pueden llegar a obtener cierto grado de consciencia ante lo cual hay que mantenerlos distraídos, y en última instancia hacerles creer que están despiertos mientras siguen bien dormidos.
Ya desde niños nos han inducido a la distracción vía *lo misterioso*, amamos el misterio y nos dejamos adormecer por él, total...nunca lo vamos a desentramar más allá de que además, nunca se puede probar absolutamente nada.
Pero cuidado, nos atormentan, claro que sí, disfrutan, se nutren de nuestros sentimientos especialmente cuando son negativos, violentos, odiosos, también cuando estamos destrozados ante las adversidades, que sería largo enumerar ya que la vida está plagada de ellas, pero...no son tan tontos como para perdernos fácilmente.
Cuando un individuo ya se considera incapaz de sobrellevar el dolor puede decidir quitarse la vida, y si bien esa decisión no soluciona jamás su drama sino que lo empeora para el próximo reciclaje que le asignen, perder un muñeco repentinamente al arconte no le agrada.
Entonces, decía...*ojo* no son tan tontos, y he allí que aparecen todas esas disciplinas =y son muchas=que te hacen creer que podés *vivir mejor*, evadirte del dolor que el arconte transforma en alimento, pero en realidad cambia de alimento, porque en esa aparente solución que encontrás mediante tal o cual disciplina, comenzás a generar otros tipos de manjares, como el individualismo, la anomia, el yoísmo, y esos manjares también son del agrado del arconte.
El arconte te quiere violento pero no contra los verdugos, despierto y hábil pero para generar cosas malas y negativas, nunca altruístas.
Cuando considerás que el problema no es el manicomio sino vos...., chau...
Y es muy hábil el recurso porque como siempre, el artificio está compuesto de una mezcla de verdades con mentiras, lo cual no permite que dilucidemos el trasfondo y creamos que estamos en un nivel superior al resto y por ende nosotros nos salvamos y que el resto se las arregle.
Cuando te creíste que cambiando tu forma de pensar has adquirido el cielo, el mundo sigue siendo como siempre, algo que sigue ahí afuera, desconociendo que aunque te aísles...seguís formando parte de él.
El mundo no va a cambiar por lo que nosotros hagamos, es una verdad, pero el mundo sí que cambia cuando cada uno hace algo, y si de 70000 millones que somos hay millones que hacen algo..aunque no sepan que están trabajando juntos por una buena causa, logran cambiar cosas.
Un claro ejemplo es el más reciente, el de Puerto Rico.
Se pusieron de acuerdo sin ignorarse individualmente, y el producto resultó en la concreción de lo que anhelaban.
Si cada uno de quienes lucharon por esa causa se hubiera dedicado a introyectarse como solución...nada de lo ocurrido habría sucedido.
¿Cambiaron el mundo? pues no, pero vaya si cambiaron algo que es su pequeño mundo donde se identifican como *ciudadanos* o *habitantes* de un país.
Más o menos así es la cosa si lo pensamos desde lo individual, al arconte no le conviene que nos sintamos *unidos* en un ideal, y para desprestigiar el concepto de *ideal*, nos han inculcado el concepto de *utopía*, ante lo cual los utópicos serán cada vez menos, más solitarios, mientras del otro lado quienes sólo piensan en sí mismos creerán salvarse solos mediante éstas nuevas técnicas artificiosas que pretenden ciertamente, que no alcancemos nuestros ideales.
Un individuo =absolutamente todos= vivimos en sociedad, por lo tanto el pretendido aislamiento de *lo social* o *del mundo* es lo que quiere el arconte cuando nos regala éstas nuevas *disciplinas* que tienen una fragancia maravillosa y que solemos comprar tontamente, hasta que en algún momento una vez más, la vida nos pone enfrente otra nueva adversidad.
Creer entonces que porque el mundo no tiene arreglo y es como es yo no voy a hacer absolutamente nada contra un imposible y, entonces me voy a dedicar a *salvarme* yo solo metiendo la cabeza bajo la tierra como el avestruz pensando que así todo es menos doloroso......, estoy entonces cumpliendo con el objetivo del arconte, porque cuantos más individuos se *individualicen* y se *autorestrinjan* de su propia narturaleza que es precisamente *convivir* con otros individuos...la utopía será la burla de quienes han perdido sus ideales.
Quien abandona los ideales...se inventa un mundo cómodo y a su medida, su ideal es su individualismo, y quien es individualista deja de ser un sujeto social útil para la causa de que éste mundo no sea aún peor de lo que ya es.
A eso apunta el arconte, no sólo a destruir nuestra existencia individual sino además a destruir algo llamado *tejido social*, que si se teje...dificulta el banquete del arconte.
Si cada hilo comienza a entrelzarse con el otro y así miles y miles, se forma una red de ideales comunes que es capaz de atrapar a éstas tulpas mentales que subsisten principalmente DESORGANIZÁNDONOS.
Entonces *tomar conciencia* o *despertarse* tiene un componente individual como *gatillo* que tras percutar o percutir debe disparar la reflexión sobre la necesidad de ideales, imposibles de hacer cambiar algo si excluímos a *los otros.
Cuando se convoca a una marcha de protesta, por ejemplo, éstas fracasan cuando cada uno dice *no voy porque no va a ir nadie*.
Ésto vendría a ser igual a decidir no comer, no beber, no respirar si total...voy a morir indefectiblemente.
No hemos venido aquí para evitar morir como meta principal porque ya estamos muertos desde que nacemos, pues entonces si nos han metido en una pesadilla, se la vamos a poner difícil...
Y eso no ocurrirá si seguimos jugando el juego que quiere el arconte;
-Según sus patrocinadores, estamos en medio de una *revolución de la conciencia*.
Jon Kabat-Zinn, recientemente apodado el *padre del mindfulness*, llega a proclamar que estamos al borde de un renacimiento global, y que el mindfulness puede ser realmente la única esperanza que la especie y el planeta tienen para sobrevivir los próximos doscientos años.
¿En serio?
¿Una revolución?
¿Un renacimiento global?
¿Qué es exactamente lo que ha sido volcado o transformado radicalmente para obtener un estatus tan grandioso?
La última vez que vi las noticias, Wall Street y las corporaciones seguían haciendo negocios como de costumbre, los intereses especiales y la corrupción política seguían sin control, y las escuelas públicas seguían sufriendo de falta de fondos y negligencia masiva.
La concentración de la riqueza y la desigualdad se encuentra ahora en niveles sin precedentes.
El encarcelamiento masivo y el hacinamiento en las cárceles se han convertido en una nueva plaga social, mientras que los disparos indiscriminados de la policía contra los afroamericanos y la demonización de los pobres siguen siendo moneda corriente.
El imperialismo militarista de Estados Unidos continúa extendiéndose, y los desastres inminentes del calentamiento global ya se están mostrando de manera más evidente.
En este contexto, la arrogancia y la ingenuidad política de las porristas de la *revolución* consciente es asombrosa.
Parecen tan enamorados de hacer el bien y de salvar al mundo que estos verdaderos creyentes, no importa cuán sinceros sean, sufren de una enorme ceguera.
Parecen no tener en cuenta el hecho de que, con demasiada frecuencia, la atención se ha reducido a una técnica de autoayuda mercantil e instrumental que, sin saberlo, refuerza los imperativos neoliberales.
Para Kabat-Zinn y sus seguidores, los culpables de los problemas de una sociedad disfuncional son los individuos descerebrados y inadaptados, y no los marcos políticos y económicos en los que se ven obligados a actuar.
Al transferir la carga de la responsabilidad de la gestión de su propio bienestar a los individuos, y al privatizar y patologizar el estrés, el orden neoliberal ha sido una bendición para la industria del mindfulness, que ahora se cotiza en 1.100 millones de dólares.
El mindfulness ha surgido como una nueva religión del *yo*, libre de las cargas de la esfera pública.
La revolución que proclama no ocurre en las calles o a través de la lucha colectiva y las protestas políticas o las manifestaciones no violentas, sino en las cabezas de individuos atomizados.
Un mensaje recurrente es que el hecho de que no prestemos atención al momento presente =que nos perdamos en reflexiones mentales y en vagar por la mente= es la causa subyacente de nuestra insatisfacción y angustia.
Kabat-Zinn lleva esto un paso más allá.
Afirma que nuestra sociedad entera está sufriendo de un desorden de atención generalizado.
Aparentemente, el estrés y el sufrimiento social no son el resultado de desigualdades masivas, prácticas empresariales nefastas o corrupción política, sino de una crisis dentro de nuestras cabezas, lo que él llama una *enfermedad del pensamiento*.
En otras palabras, el capitalismo en sí mismo no es intrínsecamente problemático;
más bien, el problema es la incapacidad de los individuos para ser conscientes y resistentes en una economía precaria e incierta.
Y no es de extrañar que los mercaderes atentos tengan justo los bienes que necesitamos para ser capitalistas atentos y contentos.
El mindfulness, la psicología positiva, y la industria de la felicidad comparten un núcleo común en términos de despolitización del estrés.
La ubicuidad de la retórica individualista del estrés =con su mensaje cultural subyacente de que el estrés es un hecho= debería hacernos sospechar.
Como señala Mark Fisher en su libro *Realismo capitalista*, la privatización del estrés ha llevado a una *destrucción casi total del concepto de lo público*.
El estrés, nos dicen los apologistas del mindfulness, es una influencia nociva que destroza nuestras mentes y cuerpos, y depende de nosotros como individuos el *estar atentos* y *ser conscientes*.
Es una proposición seductora que tiene potentes efectos de verdad.
En primer lugar, estamos condicionados a aceptar el hecho de que hay una epidemia de estrés y que es simplemente una fatalidad de la era moderna.
Segundo, como el estrés es supuestamente omnipresente, es nuestra responsabilidad como sujetos estresados manejarlo, controlarlo y adaptarlo consciente y vigilantemente a los esclavos de una economía capitalista.
La atención se centra en esta vulnerabilidad y, al menos en la superficie, aparece como una técnica benigna para el auto-empoderamiento.
Pero en su libro *Una nación bajo estrés: El problema del Estrés como Concepto*, Dana Becker señala que el concepto de estrés oscurece y oculta los problemas sociales al individualizarlos de manera que perjudican más a aquellos que tienen menos que ganar con el status quo.
De hecho, Becker ha acuñado el término estresismo para describir la creencia actual de que las tensiones de la vida contemporánea son principalmente problemas del estilo de vida individual que deben resolverse mediante el control del estrés, en oposición a la creencia de que estas tensiones están vinculadas a las fuerzas sociales y necesitan resolverse principalmente mediante medios sociales y políticos.
Al ingerir de manera acrítica las premisas culturales del estresismo, el movimiento del mindfulness se ha promovido a sí mismo como un remedio científico.
Pero el foco sigue estando puesto en el individuo que espera que sane la llamada *enfermedad del pensamiento* de la civilización moderna.
Se nos dice que, al practicar el mindfulness, podemos cambiar hábilmente nuestro frenético modo de hacer a un modo de ser más armonioso, aprendiendo a soltar y a fluir en situaciones estresantes.
El mindfulness es la nueva inmunización, una vacuna mental que supuestamente puede ayudarnos a prosperar en medio del estrés de la vida moderna.
Depende de nosotros convertirnos en lo que Tim Newton ha llamado *individuos en forma contra el estrés*.
El mindfulness se comercializa a menudo como una forma de mejorar nuestra productividad, una técnica útil para desarrollar la aptitud mental necesaria para que podamos convertirnos en trabajadores más productivos y eficaces.
No es coincidencia que el lema de la aplicación de meditación más exitosa de mindfulness, Headspace, sea una *membresía de gimnasio para la mente*.
La máxima de este movimiento es *vivir el presente*.
Para los devotos conscientes, el cambio social y político depende de la fantasía de convertir a las masas distraídas para que sigan este consejo y vivan conscientes.
El fetiche del presente auspiciado por el mindfulness es una práctica que cultiva la amnesia social, fomentando el olvido colectivo de la memoria histórica y, al mismo tiempo, excluyendo eficazmente la imaginación utópica.
Este momentismo actual aparece, al menos en la superficie, como un solvente terapéutico para todos nuestros problemas, haciendo más soportable nuestra situación actual.
Pero esta capacidad de soportar el status quo equivale a un retiro permanente al refugio psíquico contra bombardeos de ahora, una especie de enterrar la cabeza en la arena, que actúa como un paliativo desinfectado para los sujetos neoliberales que han perdido la esperanza al pensar alternativas al capitalismo.
El movimiento mindfulness opera en resonancia con lo que Eric Cazdynen su libro, *The Already Dead: The New Time of Politics, Culture and Illness*, caracteriza como *la nueva crónica*.
Cazdyn explica que la nueva crónica extiende el presente hacia el futuro, enterrando en el proceso la fuerza de lo terminal, haciendo que parezca que el presente nunca terminará.
Solo tienes que estar en el momento presente y todo estará bien.
Viviendo conscientemente, podemos continuar nuestras vidas aplazando, evadiendo y reprimiendo cualquier crisis en curso.
La falsa revolución de la conciencia proporciona una forma de enfrentar sin cesar los problemas del capitalismo refugiándose en la fragilidad del momento presente;
la nueva crónica nos deja conscientes de mantener el statu quo.
Se trata de un optimismo cruel que anima a conformarse con una pasividad política resignada.
El mindfulness se convierte entonces en una forma de manejar, naturalizar y perdurar los sistemas tóxicos, en lugar de convertir el cambio personal en un cuestionamiento crítico de las condiciones históricas, culturales y políticas que son responsables del sufrimiento social.
Pero nada de esto significa que la conciencia debe ser prohibida, o que cualquiera que la encuentre útil sea engañado.
Hay formas emergentes de conciencia social y cívica que evitan esta trampa.
Estos métodos se están liberando del enfoque biomédico en la patología individual al integrar el activismo por la justicia social con la investigación contemplativa, cultivando el pensamiento crítico en lugar de la separación sin prejuicios.
Los innovadores en este campo están reescribiendo los planes de estudio de mindfulness mediante el empleo de pedagogías críticas y anti opresivas.
Por ejemplo, Beth Berila ha desarrollado métodos de atención plena que ayudan a los practicantes a descubrir cómo han interiorizado la opresión, así como formas de desmantelar y desaprender el privilegio.
Mushim Patricia Ikeda, junto con los maestros del Centro de Meditación de East Bay, ha desarrollado numerosos programas que conectan las preocupaciones por la justicia social con las enseñanzas budistas sobre la interdependencia, a fin de fomentar la solidaridad y el activismo comprometido con la causa.
Y la Red de Mindfulness y Cambio Social del Reino Unido está experimentando con prácticas de mindfulness que abordan cuestiones sociales, políticas y ambientales.
Cuando reconocemos que el descontento, la ansiedad y el estrés no son solo culpa nuestra, sino que están relacionados con causas estructurales, la atención se convierte en combustible para encender la resistencia.
Fuerte abrazo
Gilgamesh***
Fuentes;
-opendemocracy
Plus One.
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