lunes, 3 de marzo de 2014

* Ucrania, Venezuela y España en la mirada de Armando Ginés *

***Buena noche para todos.

Sol en labores a mínimo reglamento, a manera de huelga o feriado, de minivacaciones o paro a la japonesa, entonces, la ocasión amerita otros temas.

Ucrania y Venezuela, dos países que los analistas internacionales están siguiendo como piezas de un nuevo juego en el tablero mundial.
Me pareció más que interesante la opinión de un analista español, Armando B. Ginés. La curiosidad me llevó a conocer su sitio y me pareció también muy interesante su último post referente a España, ya que hay tantos amigos lectores que viven en ese querido país. 
 Primero Venezuela y Ucrania, luego España;

Venezuela y Ucrania, muy lejos en el mapa pero a un paso del ogro fascista. En ambos países se dirime una intensa y feroz lucha de clases, atizada por la geoestrategia militar de EE.UU. y la hipocresía civil de la Unión Europea, implicados directamente, pero bajo subterfugios informativos ideológicos, en la desestabilización social de sus estructuras políticas. Y la izquierda mundial, callada, a verlas venir, instalada en la mesura cómplice de observar los acontecimientos como una novela de misterio con final incierto.
Desde Hugo Chávez, la izquierda ha ganado diecisiete rondas en las urnas a la derecha y la oligarquía venezolana e internacional que la financiaba bajo cuerda. No es suficiente para las elites globales vencer voto a voto y en sucesivas ocasiones. Sus intereses y beneficios financieros están en entredicho y Venezuela es un mal ejemplo a escala mundial para las clases trabajadoras. La democracia occidental solo aprueba las elecciones y consultas que otorgan mayorías a los suyos, las derechas y las socialdemocracias de corte colaboracionista.
En el caso de Ucrania, los alborotos han tenido mentores cualificados, la CIA con la connivencia de la OTAN y Bruselas. En las manifestaciones violentas de Kiev estaban en primera fila las esvásticas nazis y los símbolos fascistas, eran la vanguardia guerrera y altisonante de las mistificaciones reivindicativas. Bajo los estandartes fascistas se guarecían Washington y la Unión Europea para intentar detener la influencia de Rusia en la región. La OTAN quiere que el país se convierta en un telón de acero antirruso que sirva de frontera férrea al poder de Moscú.



Kiev y Caracas son laboratorios de los nuevos golpes que se avecinan en el nuboso horizonte del neoliberalismo. En Ucrania, más o menos ya lo han conseguido, aunque queda tela por cortar en términos políticos. Se pretende por parte del imperialismo yanqui y la diplomacia europea encarcelar a Rusia en su espacio propio, estrangulando sus capacidades de expansión económica y comercial a los países colindantes y de cooperación con otros más alejados de su entorno próximo. Crear problemas graves a Moscú es mantenerla con las manos atadas para cercenar su influencia internacional.
Respecto a Venezuela, el miedo que subyace en las elites mundiales es que su estela de contagio contamine a otros países sudamericanos y haga florecer izquierdas más creativas y auténticas que atraigan a las masas trabajadoras, asimismo en territorios muy dispares, en detrimento de las viejas soluciones de izquierda conchabadas con las derechas patriotas y nacionalistas. El ejemplo venezolano hay que segarlo a cualquier precio. De ahí, los intentos actuales de provocar algaradas extremistas para remover los cimientos del socialismo del siglo XXI preconizado por Chávez y Maduro.

La desinformación en Occidente está siendo colosal acerca de los dos países referidos. Todos los medios de comunicación, salvo excepciones puntuales, se emplean a fondo en presentar como caos los hechos que vienen sucediéndose en las calles de Venezuela y Ucrania. Se dice que los manifestantes de Kiev ansían integrarse en Europa, sin analizar los entresijos de la compleja y contradictoria realidad al tiempo que tapan las banderas nazis y fascistas que se enarbolan y ondean al viento todas las jornadas desde su inicio hace ya algunas semanas. Por lo que se refiere a Venezuela, se hace caso omiso de los currículos de los líderes ultraderechistas de clase alta, vendiéndolos mediáticamente como personajes intachables que solo luchan por la libertad de su pueblos. A ello hay que sumar el desabastecimiento criminal urdido por el empresariado venezolano más reaccionario con el propósito de provocar escasez y una alarmante subida de precios en productos básicos de la cesta de la compra. La tendenciosidad y falsedad de las informaciones resultan clamorosas, pero la inmensa mayoría de las gentes occidentales tienen pocos recursos alternativos independientes para contrastar las noticias difundidas. El monopolio ideológico de los mass media impide informarse con mayor objetividad.



Lo que extraña, no obstante, es que la izquierda transformadora europea, también la española, y presuponiendo que esa izquierda exista realmente, no haya procurado ofrecer versiones más ajustadas a los hechos narrados, incluso instando movilizaciones en apoyo y ayuda a los pueblos de Ucrania y Venezuela. La pasividad es elocuente, dando la sensación de que quien calla otorga. ¿Dónde ha quedado el internacionalismo de otras épocas, santo y seña de la izquierda más allá de las distintas sensibilidades que caben en dicha acepción?
Desde la guerra de Irak en 2003, la atonía insolidaria preside la agenda internacional de la izquierda europea. Hasta Palestina y el Sáhara han caído en el olvido. La globalización neoliberal ha dictado el fin de la historia y la izquierda ha hecho suya esta tesis de modo subliminal. Solo es importante lo doméstico, los datos macroeconómicos, volver al Estado del Bienestar y superar como sea la crisis actual. Su visión emancipadora de conjunto ha perdido fuelle o se ha hecho trizas, reduciendo su campo de acción a menesteres exclusivamente locales.

Estrecha visión de la izquierda es aquella que únicamente guía sus actuaciones por lo inmediato, lo que puede tocarse en una mirada próxima. La ausencia de teoría coherente es la causa de esta situación tan endeble y meliflua. La izquierda no sabe salir de la palabra capitalismo, no tiene alternativa ni modelo social que oponer a las castas globalizadas. Entienden la democracia parlamentaria sesgada por la corrupción inherente al sistema como la meta inefable de la política. Han cambiado el dogmatismo de las esencias éticas por la moral numantina de la paz social a cualquier precio.



Todo lo que sucede en el mundo trae consecuencias en las esferas locales. Que Venezuela sea arrastrada a morder la dictadura de los mercados significará una victoria más de la derecha internacional. Sin Caracas, la izquierda será más pobre y las clases trabajadoras volverán a caer en la impotencia política sometidas al yugo de las alternancias seudodemocráticas sugeridas por el FMI, Washington y Bruselas. Que Ucrania se eche en brazos de los designios de EE.UU. y la Unión Europea puede suponer una tensión en aumento sostenido en la frontera con Rusia, una segunda guerra fría de consecuencias futuras impredecibles. La guerra, en sus diferentes actualizaciones heladas o calientes, es una forma de gestionar la realidad para quebrar de cuajo las expectativas de un mundo más solidario y justo. Las conflagraciones bélicas siempre rinden jugosos beneficios a las elites. Después de una buena guerra, una excelente reconstrucción vendrá para que el régimen capitalista regrese por sus fueros a dominar el teatro mundial. Venezuela y Ucrania son piezas de enorme valor estratégico en el porvenir a la vuelta de la esquina que marcarán el rumbo que tomará el mundo desde ahora mismo. Mucho está en el tablero geoestratégico; mucho se juega la izquierda en ello. Si continúa en sus trece de escurrir el bulto y centrarse en batallitas domésticas y dimes y diretes sin fuste ni peso político e ideológico, el panorama internacional podría dar un vuelco radical. Con la izquierda europea de invitada segundona, pero sin voz ni voto reales.

Hacerse puta, nuevo hito de la marca España.

La derecha está crecida. Cuando dice lo que piensa sin tapujos rompe todos los moldes de lo políticamente correcto y del sentido común. Que la derecha tiene una doble moral, entre el cinismo y la hipocresía, es algo esencial en ella, formando parte de su ética constitutiva. Sin embargo, extraña sobremanera que se dejen llevar por la verborrea cruda hasta alcanzar cotas de desvergüenza y maldad difícilmente explicables. Debe ser que el caldo de cultivo social permite estas salidas de tono sin sanción o reprobación alguna. Su seguridad resulta aplastante. Que un concejal del PP le diga a una parada que se meta a puta o dé a su retoño en adopción es más que censurable, simplemente, por encima de las opiniones políticas coyunturales, merecería que la fiscalía tomara cartas en el asunto y que su partido le cesara de inmediato. Ni una ni otra cosa sucederán. Tampoco que los vecinos de la mujer desempleada exijan que el exabrupto del edil ultramontano le cueste el cargo y salga pitando, como mínimo, a Laponia o al desierto del Gobi, en cualquier caso a un lugar remoto donde pudiera reflexionar en soledad sobre su felonía machista y fascista impresentable.

El capitalismo se fundamenta en la explotación de la mano de obra. Y la derecha es la valedora de los empresarios, grandes fortunas y el entramado financiero de las elites. Esto es sabido, pero la ideología de la clase dominante crea una tela de araña sutil para que la confusión no permita conocer la realidad tal cual es. Si a eso añadimos que la mayoría se informa, es un suponer rayano en la temeridad, por los grandes medios de comunicación afines al régimen, la oscuridad, la tergiversación y el olvido suelen caer como una bomba sobre la verdad desnuda y el conflicto social subyacente. Por eso conviven juntas la pobreza extrema y la abundancia insultante, la marginación y la exuberancia, el asalariado y el patrón. Parece un orden natural e inamovible. El corolario último y definitivo es que siempre habrá ricos y pobres. Y que todos los políticos son iguales.



La violencia soterrada en la ideología hegemónica no se ve a vista de pájaro, hay que combatirla hasta en el más mínimo detalle. Tarea ardua y de máxima precisión que no admite descanso ni recesos tácticos. El enemigo capitalista no duerme jamás, constantemente está vomitando datos para mantener el orden establecido en sus cauces de normalidad absoluta. A veces con bellas palabras, otras con cinismo manifiesto o mediante hipocresía mistificadora. Solo cuando la derecha se siente fuerte, habla con sinceridad y alevosía, en la completa impunidad de saber que sus palabras y mensajes no tendrán consecuencias penales ni electorales.
A pesar de los movimientos reivindicativos de la izquierda que se manifiestan a diario en la calle, existe un sustrato tradicional e ideológico, amplio e indefinido, que acompaña silenciosamente a la derecha en sus derivas dialécticas gracias a los miedos inducidos por el sistema a la gran masa social. Miedos muy diversos: al inmigrante, a perder el empleo, a no poder asumir la hipoteca, al futuro de los hijos, a la enfermedad, a que la indigencia muerda la comodidad en entredicho… Estar asustado y vivir en precario son las condiciones indispensables para echarse en brazos de los falsos remedios de las distintas versiones de la derecha. El miedo quiere soluciones instantáneas, llegar al día siguiente, chivos expiatorios a los que dirigir sus furias, discursos encendidos plagados de mitos nacionalistas y emociones pasionales para evadirse del propio miedo escénico.



Que un concejal espete a una mujer que su situación personal tiene alternativas vendiendo a su vástago o haciéndose prostituta es una canallada que agota todos los adjetivos gruesos y negativos para calificar tamaña acción. Sin embargo, la sociedad pasará página en breve. El diabólico consejo quedará en mera anécdota de mal gusto, si bien muchos y muchas al cobijo de su eventual bienestar darán cobertura pasiva mirando hacia otro lado y bajando la cabeza como si aquí no hubiera pasado nada. Las mayorías parlamentarias del PP se basan en estos hechos transformados en banales e intrascendentes que no toman cuerpo ideológico y político en la conciencia colectiva de la clase trabajadora.
Vivimos en un país de imputados desde la monarquía a la localidad más pequeña, pasando por todas las instancias políticas, financieras, empresariales, representativas y administrativas del Estado y el país en su conjunto. Hay más presuntos fuera de la ley en el poder que en los recintos carcelarios. Nos gobiernan la corrupción contumaz y la represión institucionalizada y cultural. Y seguimos otorgando con nuestro voto y beneplácito sumiso mayorías a los que nos sugieren que nos hagamos putas para salir del atolladero individual. Misoginia y fascismo van siempre de la mano.



De putas, al fútbol, tarde de toros y vacaciones de semana santa. La marca España se supera cada día. De putas pero no al aborto. Al fútbol con la educación pública hecha trizas. Tarde de toros y la sanidad privatizada. De nazareno doliente y con un empleo de miseria. El programa de la derecha es claro, rotundo y evidente. Evidente para quien quiera o pueda verlo con ojos críticos y rebeldes. El neoliberalismo está consiguiendo lo que pretendía, vaciar de contenido el Estado social para que todo tenga un precio tasado de antemano. Se argumenta que todo es política, pero se obvia interesadamente que no hay acción política sin ideología que le ofrezca amparo y recorrido social. La ideología es como una metástasis invisible que impide ver lo que hay detrás de las palabras, los mitos y las costumbres. Sin ideología propia, la clase trabajadora es más dúctil y maleable. Nadie se hace ramera por vocación: es el capitalismo y las derechas los que crean las necesidades vitales para obligar a la mujer a meterse a puta. Triste realidad capitalista, tan triste como la de los políticos cínicos e hipócritas convertidos en proxenetas del fascismo cotidiano más zafio y criminal.

Sin palabras que agregar, más que sentir menos soledad gracias a la brillantez de Ginés.

Gilgamesh***

2 comentarios :

diogenicos dijo...

Gracias desde España por descubrirme a este pensador español y gracias por los anteriores post del gnosticismo. Aquí en España ha bajado el paro en 2000 personas y la gente, la masa, aplaudiendo con las orejas.Por desgracia vivimos en un mundo lobotomizado,consumido por su necesidad de consumo.¿Donde están los despiertos? porque yo no los veo por ningún lado.A donde hemos llegado en un país en el que mucha gente luce la bandera tricolor y apoya a los nazis de maidan, el mundo esta patas arriba pero algunos pocos seguiremos aguantando.
PD. Gracias por tu pagina, por darme a conocer el gnosticismo, parte de los misterios del sol, por tus reflexiones y por darme a conocer gente como Gines, Lash, etc...
Te dejo este enlace de la bso de la película Sunshine

http://www.youtube.com/watch?v=TBP853AzraU

Gilgamesh dijo...


diogenicos; muchas gracias por tus conceptos, sos muy amable. Y sí..la lobotomía es real, pero los despiertos son muchos, quizás no alcance para hacer el gran cambio hoy, pero lo será mañana indefectiblemente, por eso no hay que bajar los brazos, siempre una generación dejó cosas a la siguiente aunque nunca viera el fruto de su lucha, se colocaron peldaños y hoy los seguimos colocando para el mañana. Esa es la idea amigo, aguantar firmes y dejar cosas a otros, sin egoísmos y con desprendimiento. Fuerte abrazo.Gracias por el video.