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domingo, 19 de enero de 2020

* Crazy *

***Muy buen Domingo para todxs.

Quiero dedicar éste post a alguien que conozco y que vendrá a leer por primera vez, alguien que ahí anda...luchando contra sí mismo.

Cifras globales que alarman cuando hablamos de *enfermedad*, pero quizás la peor enfermedad;
la de *la mente*.
Aumenta la criminalidad, la violencia, la intolerancia, y convivir en sociedad parece ser algo cada vez más difícil.
Los modos de vida actuales, el mundo mismo y el sistema que impera parece ser la causa de que el ser empiece a *descomponerse*.

La descompostura no es de vientre sino de la mente, y allí comienzan a desplegarse una serie de trastornos que tienen abarrotados los consultorios de Psicólogos, Psiquiátras, Terapeutas.

Vamos con algunos datos;



-Entre un 35% y un 50% de los pacientes con trastornos mentales no recibe tratamiento o no es el adecuado.
El 9% de la población tiene algún tipo de problema de salud mental, y el 25% lo tendrá en algún momento a lo largo de su vida.



Hay una gran variedad de trastornos mentales, cada uno de ellos con manifestaciones distintas.
En general, se caracterizan por una combinación de alteraciones del pensamiento, la percepción, las emociones, la conducta y las relaciones con los demás.
Entre ellos se incluyen la depresión, el trastorno afectivo bipolar, la esquizofrenia y otras psicosis, la demencia, las discapacidades intelectuales y los trastornos del desarrollo, como el autismo.

Depresión

La depresión es un trastorno mental frecuente y una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo.
Afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, con mayor prevalencia en las mujeres que en los hombres.
El paciente con depresión presenta tristeza, pérdida de interés y de la capacidad de disfrutar, sentimientos de culpa o baja autoestima, trastornos del sueño o del apetito, cansancio y falta de concentración.

También puede presentar diversos síntomas físicos sin causas orgánicas aparentes.
La depresión puede ser de larga duración o recurrente, y afecta considerablemente a la capacidad de llevar a cabo las actividades laborales y académicas y de afrontar la vida cotidiana.
En su forma más grave, puede conducir al suicidio.

Trastorno afectivo bipolar

Este trastorno afecta a alrededor de 60 millones de personas en todo el mundo.
Se suele caracterizar por la alternancia de episodios maníacos y depresivos separados por periodos de estado de ánimo normal.
Durante los episodios de manía, el paciente presenta un estado de ánimo exaltado o irritable, hiperactividad, verborrea, autoestima elevada y una disminución de la necesidad de dormir.
Las personas que presentan solamente episodios maníacos y no sufren fases depresivas también se clasifican dentro del diagnóstico de trastorno bipolar.

Esquizofrenia y otras psicosis

La esquizofrenia es un trastorno mental grave que afecta a alrededor de 21 millones de personas de todo el mundo.
Las psicosis, entre ellas la esquizofrenia, se caracterizan por anomalías del pensamiento, la percepción, las emociones, el lenguaje, la percepción del yo y la conducta.
Las psicosis suelen ir acompañadas de alucinaciones =oír, ver o percibir algo que no existe= y delirios =ideas persistentes que no se ajustan a la realidad de las que el paciente está firmemente convencido, incluso cuando hay pruebas de lo contrario=.
Estos trastornos pueden dificultar que la persona trabaje o estudie con normalidad.

Demencia

En el mundo hay unos 47,5 millones de personas que padecen demencia.
Este trastorno de naturaleza crónica y progresiva se caracteriza por el deterioro de la función cognitiva =es decir, la capacidad para procesar el pensamiento= más allá de lo que podría considerarse consecuencia del envejecimiento normal.
La demencia afecta a la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio.
El deterioro de la función cognitiva suele ir acompañado, y en ocasiones es precedido, por el deterioro del control emocional, el comportamiento social o la motivación.

Trastornos del desarrollo, incluido el autismo

El concepto de trastorno del desarrollo es un término general que abarca la discapacidad intelectual y los trastornos generalizados del desarrollo, entre ellos el autismo.
Los trastornos del desarrollo suelen debutar en la infancia pero tienden a persistir hasta la edad adulta, causando una disfunción o un retraso en la maduración del sistema nervioso central.
Por lo general, no se caracterizan por periodos de remisión y recidivas como muchos otros trastornos mentales, sino que siguen un patrón constante.

La discapacidad intelectual se manifiesta por la afectación de facultades de diversas áreas del desarrollo, como las habilidades cognitivas y la conducta adaptativa.
El retraso mental afecta a la capacidad de adaptarse a las exigencias cotidianas de la vida.

Bueno.., y si a ésto le sumamos pequeños cortocircuitos que se generan por no poder resolver los múltiples problemas que nos acosan desde todos los ángulos, pareciera que efectivamente, gran parte de la sociedad está enferma.

Como para analizar ésta problemática citaré una gran nota escrita por el Dr.José Valdecasas, Psiquiatra y Licenciado en Filosofía.

El Dr. hace una especie de autocrítica desde adentro de la comunidad médica, puntualmente la Psiquiatría, el abuso de fármacos, la falta de efectores en el ámbito de la salud pública, para finalizar en que mucho de lo que se cataloga como enfermedad psiquiátrica o psicológica no lo es, y en definitiva si llega a serlo es por culpa del sistema sociopolítico, económico y yo me atrevo a incluir *tecnológico*, en el que estamos inmersos;



*Despsiquiatrizar la cultura como necesidad ineludible para un cambio social emancipatorio*

Vamos a llevar a cabo una cierta crítica de la psiquiatría actual, a partir de un intento de análisis de la relación entre nuestra cultura occidental y dicha psiquiatría, como institución y disciplina.

Nuestra poco original tesis es que existe una suerte de retroalimentación entre la psiquiatría actual, como conjunto de teorías y prácticas, y el sistema sociocultural en que vivimos, y que ambos se influyen mutuamente de manera estrecha.

Cuando nos referimos a la *psiquiatría actual*, hablamos del paradigma *biológico* dominante, que se suele centrar en un enfoque exclusivamente neuroquímico en nuestra opinión demasiado simple para la complejidad que posee el cerebro humano:
básicamente, trastornos explicados en base a neurotransmisores cuya cantidad aumenta o disminuye.
Junto a este enfoque *biologicista* perduran aún otros que han sido preponderantes en distintos momentos, como por ejemplo el psicoanálisis en las décadas intermedias del siglo XX.

La psiquiatría ya desde dicho momento se fue estableciendo como un elemento más de la cultura popular.
Como decía en un episodio de la genial *Mad Men* Roger Sterling a Don Draper, ante el hecho de que las mujeres de ambos estuvieran yendo al psicoanalista:

*la psiquiatría es el regalo de estas navidades…*.

Corrían los primeros 60 y ya desde esa época podemos rastrear una cierta característica con la que la psiquiatría llega al espacio sociocultural:
la sospecha, el misterio, la búsqueda de lo oculto a simple vista, lo que se encuentra en las profundidades…

Con un estilo a lo Sherlock Holmes =y similar querencia por las drogas=, el pensamiento psiquiátrico juega a localizar significados ocultos, neurosis clandestinas, enfermedades sin tratar…
Y lo que en esos tiempos ya lejanos del psicoanálisis es más una búsqueda de deseos, perversiones inconfesables o pecados de distinta índole, se va convirtiendo a lo largo de los años 80 y posteriores en una búsqueda esta vez de patologías concretas, en una obsesión enfermiza por analizar cualquier malestar psíquico, emocional o moral en términos de enfermedad, de disfunción somática más o menos teorizada, de tara física a niveles ignotos =pero siempre próximos a ser descubiertos, con una proximidad que varias décadas después no ha llegado a ningún puerto=.



El Sherlock Holmes psiquiátrico, encuentra ahora elemental categorizar la tristeza como depresión, la ansiedad como fobia social, la rareza como autismo, las travesuras como TDAH, la variabilidad emocional como bipolaridad y la condición de ser humano como trastorno de la personalidad, entre otras lindezas…

Esta psiquiatría contribuye a configurar una cultura donde muchos malestares explicables desde el punto de vista social, tales como la precariedad laboral, el paro de larga duración, la falta de vivienda o de los medios mínimos para subsistir con dignidad, la falta de recursos para personas dependientes o la misma soledad, son entendidos y afrontados como problemas individuales subsidiarios de tratamiento farmacológico o psicoterapéutico, sin prestar la debida atención muchas veces a los riesgos en forma de dependencias o efectos secundarios diversos.

Esta problemática es explicada exclusivamente a nivel del individuo:
hipótesis nunca demostradas sobre sus excesos o déficits de neurotransmisores, o su biografía en edades tempranas, o su forma de procesar la información del entorno, o sus conductas o su dinámica familiar…

Pero siempre sin levantar un ápice la mirada y plantearse =o dejar que la persona se plantee= si su situación social no será la principal causa de su malestar y cómo unas pastillas o una terapia para, en última instancia, resignarse a su destino, no harán otra cosa que impedirle intentar cambiar dicha situación social, a ser posible junto a muchas otras personas dañadas por las mismas circunstancias.

Una psiquiatría tal, configura una cultura donde se rehúyen los conceptos de voluntad, responsabilidad o libertad, quedando muchas conductas consideradas problemáticas =adicciones diversas, ludopatía, tal vez incluso el maltrato físico…= como ajenas al control del sujeto, pretendidamente determinadas por sus neurotransmisores, sus conflictos intrapsíquicos o cualquier otro enfoque que deje siempre desatendido el aspecto social y la responsabilidad y el control del sujeto sobre sus propios actos y su propia vida.

Por supuesto, esta psiquiatría no nace hecha ni llega a ser como es y funcionar como funciona sin causa alguna.
Hemos señalado el momento aproximado del inicio de este estado de cosas en los años 80 del siglo pasado, en clara relación temporal con la aparición del DSM-III, manual de la Asociación Americana de Psiquiatría que se convirtió en arma de la entonces incipiente psiquiatría biológica.

También en estos años surgen los primeros psicofármacos de precios elevados que son propulsados a los primeros puestos en ventas y como iconos culturales, con el ejemplo paradigmático del Prozac.
La industria farmacéutica, desde nuestro punto de vista, ha colaborado y sigue haciéndolo de forma clave en provocar y mantener este estado de cosas.



Distintos autores han señalado que este paradigma biológico podría considerarse más apropiadamente como *biocomercial*, dada la extraordinaria influencia que en su instauración y sobre todo mantenimiento tiene la industria farmacéutica, en busca de sus inmensos beneficios y a través de variados mecanismos.
Es clara la influencia de la industria en cuanto a que es quien realiza gran parte de la investigación científica, con los más que conocidos efectos en cuanto a sesgos de publicación, manipulación de datos para favorecer determinadas conclusiones o ghostwritting.

Se aprecia también esta influencia en lo referente al marketing, ya sea directo sobre los médicos prescriptores, con generosos obsequios y patrocinios para actividades solo muy relativamente científicas, o bien sobre asociaciones de enfermos y familiares, que se convierten en voceros de cada supuesta novedad terapéutica.
De todas maneras, para nada es la industria farmacéutica el único villano de esta historia.
Realmente, ni siquiera el principal:
la industria tiene como fin la obtención de beneficios económicos, como no podría ser de otra forma en el sistema económico en que vivimos =y que sufrimos=.

Otra cosa es que, en este afán de lucro, la ética brille por su ausencia.
Pero aún más grave que la falta de ética de la industria farmacéutica es la connivencia de muchos profesionales sanitarios con ella.
Conflictos de intereses cuya revelación nada soluciona =pues no es otra cosa que confesar el pecado sin el menor propósito de enmienda=, de grandes líderes de opinión que salen en revistas científicas o incluso en medios de comunicación de masas anunciando nuevos remedios como si de feriantes se tratara, o incluso tratamientos para condiciones que en absoluto eran enfermedades hasta ese momento, como fue el caso paradigmático de la fobia social.

Conflictos de interés también del profesional de a pie, que a cambio de pequeños obsequios =no obstante, prohibidos por la Ley del Medicamento= en forma de comidas, viajes o libros se deja influir en su prescripción.
Y apuntando hacia más arriba, las administraciones sanitarias públicas encargadas de velar por el adecuado funcionamiento del sistema en cuanto a aprobación de nuevos fármacos, estudio y control de los ya aprobados, etc., realizan una negligente dejación de funciones, permitiendo legislaciones que autorizan un fármaco con estudios insuficientes tanto de eficacia como de seguridad, consintiendo manga ancha a los laboratorios farmacéuticos a los que luego van a trabajar =mediante bien engrasadas puertas giratorias= muchos directivos de las mismas agencias públicas que se supone los controlan.

Todo este entramado, conocido y notorio, para nada fruto de ninguna teoría de la conspiración, ha contribuido y contribuye de forma esencial en el cambio sociocultural que venimos señalando:
una sociedad donde condiciones y situaciones que antes se consideraban variantes de la normalidad, son conceptualizadas ahora como enfermedades necesitadas de tratamiento, usualmente farmacológico.

Ello provoca una desresponsabilización masiva, no solo sobre el control de las emociones consustanciales a los avatares de la vida, sino también sobre conductas voluntarias, como adicciones diversas, que escapan ya al control del sujeto, según dice el mantra psiquiátrico, y son excusadas por principio.
Esta desresponsabilización se convierte en otro factor importante de mantenimiento de esta visión de la psiquiatría en nuestra cultura:



podemos refugiarnos en nuestras depresiones para no actuar ante nuestros problemas;
podemos exculparnos de educar deficientemente a nuestros hijos, porque su hiperactividad y distracción están en su cerebro;
podemos gastarnos el dinero que no tenemos en máquinas tragaperras o casinos, porque sufrimos un déficit del control de los impulsos…

Una psiquiatría así termina por causar un daño terrible:
no solo múltiples efectos secundarios causados por los fármacos psiquiátricos, especialmente si son consumidos por períodos prolongados de tiempo, sino también un cambio más global, en el sentido de ir construyendo una sociedad donde nadie es culpable de lo que hace, donde la responsabilidad se diluye en un magma de neurotransmisores, infancias traumáticas, cogniciones desordenadas y otros conceptos más o menos parecidos…

Una sociedad donde se considera casi imprescindible tener que acudir a un profesional a por una pastilla o una terapia para superar el duelo por la muerte de un ser querido o el abandono por parte de la persona amada…
Foucault estudió la locura y mostró cómo, mediante ese extraño discurso psiquiátrico, se hace posible un cierto tipo de control de los individuos tanto dentro como fuera de los asilos.
El dispositivo psiquiátrico tal y como existe en nuestra sociedad, se ampara en un supuesto saber, una ciencia que no deja de ser un cierto *juego de verdad* mucho más cercano a la subjetividad de las ciencias del espíritu que a la mayor objetividad =tampoco completa= de las ciencias naturales.

La psiquiatría plantea una relación entre psiquiatra y paciente que es básicamente de dos tipos:
el paciente es un *loco* sobre el que se ejerce un dominio que pretende controlar su conducta =con el encierro en el asilo clásico o con el tratamiento tranquilizador dispensado en las consultas modernas=, o bien el paciente es un *cuerdo* preso de ansiedades y depresiones diversas, sobre el que se ejerce un dominio diferente, buscando su consuelo, su anestesia o su resignación.

Desde nuestro punto de vista, la tecnología de poder clásica de *control del loco* que con tan gran acierto describió Foucault se ha visto en las últimas décadas acompañada de la tecnología de poder de *consuelo del triste y el ansioso*, desviando todo un caudal de malestar social a cauces de tranquilización individuales =ya sea con fármacos o psicoterapias=.

Desde este punto de vista, se podría considerar que el saber psiquiátrico =y el poder que conlleva= están al servicio de un sistema político y social injusto, desempeñando una función de control y anestesia del malestar, apaciguando posibles ansias emancipadoras =o revolucionarias= al situar en lo individual, donde se agota en sí mismo, el descontento originado realmente en lo social.



Partiendo de este punto de vista, planteamos la idea de que la psicoterapia sería una cierta tecnología del yo en el sentido de Foucault, por la cual el sujeto lleva a cabo toda una serie de cambios en sus pensamientos, afectos o conductas, bajo la dirección de un terapeuta.
Creemos que existe en nuestra cultura la idea extendidísima y aceptada casi de forma acrítica de que *expresar / confesar / no guardarse los problemas / preocupaciones / traumas… es bueno / necesario / imprescindible… para estar bien / ser feliz / realizarse uno mismo…*.

Tal vez pueda leerse esta idea como un meme porque se transmite de persona a persona, de generación en generación, e impregna nuestras manifestaciones artísticas más diversas, en cine, literatura, televisión, etc.
Si tienes un problema que te preocupa, es imprescindible o, en todo caso, muy útil, que lo hables con un psiquiatra / psicólogo / psiloquesea para desahogarte / elaborarlo / superarlo.

Nuestra hipótesis es que tal meme se origina posiblemente en los inicios del siglo XX y en relación con el extraordinario auge del psicoanálisis.
El caso es que se extiende poco a poco la idea de que hay que hablar de los problemas para solucionarlos o superarlos.
Nos parece que en otras culturas o en épocas previas a la nuestra, dicho meme no existía.
Tal vez en la época de nuestros abuelos y bisabuelos, el meme dominante fuera algo así como *no hables de tus problemas, resígnate a ellos y sigue adelante*.

Y la cuestión es que no nos parece que las personas que vivieron en esas épocas y esas culturas fueran necesariamente más desgraciados / infelices / enfermos que nosotros.
De hecho, la impresión es más bien que cada vez se soporta menos cualquier dolor, frustración o malestar y enseguida necesitamos un experto que nos dé un remedio para aliviarnos, porque no somos capaces =o creemos no serlo= de salir adelante por nuestros propios medios personales y la ayuda de nuestros propios apoyos sociales.

Evidentemente, una vez instaurado el meme de que *hablar es bueno*, la gente inmersa en dicha cultura siente la necesidad de hablar y corre el riesgo de sentirse mal si no habla.
Pero tal vez la eficacia de las psicoterapias tenga más que ver con la profecía autocumplida de esta idea cultural que con una realidad más o menos objetivable.
Una especie de placebo para toda una cultura, por así decirlo.

Esta psiquiatrización y psicologización del malestar vital cobra especial virulencia contra las mujeres:
en nuestra cultura, aún claramente machista a pesar del esfuerzo de muchos por hacer ver que el machismo está superado =lo cual es la mejor manera de asegurarse de que nunca lo llegue a estar=, son las mujeres quienes con más frecuencia son catalogadas de depresivas, neuróticas, trastornos de personalidad, etc.
Y ello ante dificultades vitales muy frecuentemente mayores a las de los varones:
más paro, menores sueldos, mucha más carga como cuidadoras familiares, más acosos, abusos y agresiones de todo tipo, etc…

Estamos configurando un contexto donde cualquier dolor consustancial a la vida =que, a veces, duele mucho= parece requerir un profesional y un remedio, del tipo que sea.
Un contexto socio-cultural marcado, en nuestra opinión, no tanto por una escasa tolerancia a la frustración, como suele decirse desde círculos profesionales ante la demanda imparable de atención psiquiátrica o psicológica, sino más bien por un engaño masivo que lleva a la gente a pensar que su malestar debe ser atendido desde un enfoque médico, con el consiguiente beneficio económico de las empresas farmacéuticas que venden sus productos y de algunos profesionales que ven acrecentado su supuesto prestigio y su importancia social.

Gentes destrozadas por una crisis económica que no han provocado pero que sufren, mientras los individuos que sí la provocaron no la sufren en absoluto, gentes que han perdido o van a perder sus empleos, sus casas, sin dinero suficiente para vivir con dignidad, sin expectativas de mejoría para ellos mismos o sus hijos…
Gentes que son encaminadas a servicios de salud mental, a contar sus penas a profesionales que no pueden hacer otra cosa que intentar adormecer tanto dolor a base de medicamentos o escuchas, un adormecimiento que, aunque alivie momentáneamente, lo que provoca es que no se busque la solución donde se originó el problema:
en un orden social injusto, un desigual reparto de la riqueza, una distribución surrealista de la carga impositiva…

En definitiva, en un sistema montado para que los ricos y poderosos lo sean cada vez más, mientras las clases bajas y los que se esfuerzan en creerse clase media, estemos cada vez más hundidos y más aterrados de perder lo que todavía nos queda…

En este contexto, todo ese dolor e indignación es encaminado hacia enfoques individuales que promueven la anestesia y la resignación, en vez de hacia un enfoque social, en busca de unirse a tantas personas que sufren, que sufrimos, por los mismos males y las mismas injusticias.

La psiquiatría influye en la cultura colaborando a crear un dispositivo de control social y mantenimiento del orden establecido, frente al que solo cabe intentar luchar, asumir la propia responsabilidad y creer en la propia libertad, desarrollando lo que podríamos denominar, por anacrónico que suene, una auténtica conciencia de clase, que nos lleve a darnos cuenta de que no estamos solos en nuestro dolor, que somos muchos, y que tenemos un poder que ni imaginamos si nos unimos.
Aunque para eso haya que salir de las consultas y marchar juntos por las calles…

Esta psiquiatría debe ser superada si queremos sostener un punto de vista emancipatorio para el individuo y para la sociedad en su conjunto:
una reafirmación de la responsabilidad, sin miedo a la noción de culpa, apoyada en una libertad individual que asuma sus elecciones pero que no pierda de vista la condición del ser humano como animal social, y las repercusiones éticas que ello debería conllevar.



No pretender curar lo que no es una enfermedad, sacar del ámbito médico lo que debería dirimirse en el político y no circunscribir a lo individual lo que son problemáticas sociales que solo en la sociedad y de formas colectivas podrán encontrar solución.
O no, pero al menos habrá que intentarlo.

Brillante lo del Doc.

Ésto lo vengo pidiendo a gritos desde hace tiempo cuando les he sugerido que tenemos que *politizarnos* y muchos de ustedes se declaran apolíticos.

Ojo...cuando digo *politizarse* no estoy hablando de ir con la banderita o el cartel detrás del político de turno hablo de *trabajar de ciudadanos*, ¡¡¡juntarse!!! hablar, charlar con el otro, con quien en definitiva somos *socios* en la desgracia de padecer el nivel de injusticia que a casi todos nos tiene arruinados.

Acaso ¿porqué creen que nos han despolitizado? precisamente, tal como lo dice el Doc, para que desviemos nuestra atención del verdadero virus que nos enferma y es *el sistema de gobernanza injusto y depredador*.

A ese sistema le encanta que el espíritu rebelde que deberíamos tener se crea que está enfermo...y tenga que ir al Psicólogo, al Psiquiatra, al Cura, o al chanta del barrio que te va a vender su clorofórmica fórmula para ser feliz invocando a no sé quién, o leyendo sus libritos de autoayuda.

Esos trabajan también para el sistema indirectamente y para su bolsillo directamente, y no te curan, te vuelven más loco y más estúpido.
Y por otro lado ésta tecnología que disponemos, si bien deberíamos usarla precisamente para *encontrarnos y unirnos y hacer fuerza entre todos* para enfrentar al sistema, se ha vuelto mediante el teléfono móvil...una nueva anestesia, divertida pero a la vez *aislante*, *egoísta*, e *individualista*.

Entonces aparece lo que tanto escuchás hoy día y es la *meritocracia*, una ideología que se ha inventado precisamente para hacerte creer que si te va mal...es culpa tuya, no has hecho el mérito suficiente para *estar mejor*, lo cual es una absoluta FALACIA para que mientras vos te esforzás, te matás trabajando, ahorrás hasta límites ridículos, no podés evitar eso de apenas llegar a fin de mes, peor aún quienes pierden el trabajo, la casa, la pareja.
Entonces al *creerte* que no has hecho los méritos suficientes para ser como ese que ves pasar en su BMW con un Rolex en la muñeca, te sentís un inútil, un fracasado, y te enfermás.

Mientras nos inculcan ésta ideología nefasta que va mucho más allá de lo que solemos llamar *neoliberalismo* o *capitalismo* y es muuuuucho más profundo, buscarás hacer el mérito en una sistema económico político y social que ¡¡¡jamás te lo va a permitir!! porque precisamente mientras vos te lo creés.. el sistema todo te lo quita.

¿Saben cuál es el mérito que no quieren que asumamos? el de dejar de mirar para el lado equivocado y apuntar a *ellos* que son la verdadera causa de generar enfermedades reales y otras supuestas, para que en lugar de salir a defender tus derechos como ciudadano, vayas a plantearle o pedirle ayuda al Psicólogo, al Psiquiatra, o esos otros.

La *pastillita de la felicidad* no existe, pero primero hay que entender que la felicidad tal como nos la han hecho concebir, tampoco es tal, entonces cuando te matás corriendo detrás de esa *felicidad* que no existe ella se te aleja más y más.
No hay mucho más que decir, seguirás rasgándote las vestiduras afirmando que ésto no tiene arreglo, que la política no sirve y bla bla bla, y sin darte cuenta ya estás enfermo, porque inyectar mentalmente el pesimismo es una gran forma de paralizarte, de hacerte más egoísta, de auto-anularte el poder que tenés como *ciudadano*, y cuando ya bajaste los brazos, chau..perdiste tus derechos y sos una piltrafa que no vive, perdura.

Y ojo porque de ninguna manera estoy diciendo que politizarse lo arregla todo, porque ustedes saben que yo, Gnósticamente tengo bien en claro lo que es ésta cárcel paradisíaca sin rejas, pero si seguimos despolitizándonos, o sea, no juntarnos para defender nuestros derechos, no les quepa duda que vamos a estar cada vez peor, y estar peor en algo tan breve como es la vida...hace a la diferencia.

Unirse, juntarse, es en cierto modo ser solidarios y astutos porque si nos quieren inconexos..ahí tenemos los resultados, cuando sos solidario te das cuenta que tus problemas son los mismos que padecen los demás, y no...vos sólo, el espíritu se empodera, estalla de optimismo, y lucha..

Y vuelvo a reiterar que no pasa por un partido político, en todo caso hay que saber advertir qué agrupación es la que más se acerca a nuestros intereses, pero fundamentalmente la cosa pasa por unirnos para defender nuestros derechos, a comer, a tener un trabajo, a no ser explotados, a tener salud y educación, un techo digno, derecho al descanso, al esparcimiento, a la seguridad, a la justicia imparcial, a la libertad.

Y la otra parte que realmente depende de vos es lo que siente tu corazón y lo que piensa tu cabeza, porque si vivís amargado y sin espectativas de ninguna clase, estás enfermo.

Seguramente te van a invadir sentimientos autodestructivos, vas envidiar, vas a ambicionar desmedidamente, vas a odiar, vas a discriminar, y todo eso te reseca el corazón y tu mente se queda atrapada en la obscuridad que no te permite comprender que la vida nunca va a ser como vos querés, sino como puedas vivirla y que ésta, es una cíclica ondulación de intercalados períodos buenos y períodos no tan buenos, y que si bien luchás para que siempre sean buenos hay cosas que inevitablemente no se podrán resolver.

Ser *felices* en consecuencia, pasará por disfrutar al máximo de los ciclos buenos, y de los no tan buenos amortiguarlos y dejarlos pasar, porque todo pasa.
Que el pasado no te tenga viviendo en él, y que el futuro no te enloquezca porque no llegó, viví el hoy, y tratá de entender que cuanto más solidario/a sos, más sano vas a estar y no hay terapia ni medicamento capaz de superar eso.

De corazón.



Fuerte abrazo.




Gilgamesh***

Fuentes;
-valenciaplaza
-who
-nogracias

viernes, 17 de enero de 2020

* Manos a la obra... *

***Gran jornada de alfinViernes para todxs.

Hoy, un tema que alguna vez hemos tratado aquí y que vamos a volver a tratar dado que el Viernes es como una licencia para relajarnos después de la semana que tanto, laboral como informativamente, nos agobia con sólo enterarnos de lo que ocurre en el mundo global y en el individual.

Luego de leer los dos artículos que voy a compartir confieso que me reí y mucho, pues claro...uno ya está grande como para tomarse todo ésto con la intriga, los miedos, y la seriedad de aquellos años jóvenes cuando aún teníamos claras muy pocas cosas.
La masturbación.

Ayer como hijos, hoy como padres, ciertamente tema tabú que me recuerda en mi caso, la falta de educación sexual dado el tiempo en el que uno era adolescente, tiempos de padres muy rígidos, tímidos, poco comunicativos, el tema sexual era más frecuente hablarlo con primas y primos o incluso algunas tías y tíos *piolas* que increíblemente eran hermanas y hermanos de nuestros padres.
Pero igualmente =si se conversaba sobre sexo= todo era muy escueto, muy subrepticio, con palabras medidas.
En definitiva uno aprendía de la manera típica, en la calle y con los amigos.

Puede resultar práctico pero hoy lo pienso más a fondo y considero que esa forma de aprender no debería ser la ideal ya que creo, no hay como la madre y el padre quienes garanticen evitar los problemas y riesgos de aprender con extraños que bien sabido es, pueden utilizar al inmaduro jóven para otros fines non sanctos.
Pero lamentablemente aunque los tiempos hayan cambiado, pareciera haber una incapacidad de los padres y madres de ejercer una labor correcta en la enseñanza de la sexualidad a sus hijos.

Creo que eso viene de arrastre y va a cambiar tras varias generaciones que se despeguen del viejo modelo religioso que es precisamente lo que hizo de éstos temas un tabú que en lugar de educar bien, educa mal.
He allí la resistencia hoy de muchos padres y madres a que en los colegios se enseñe educación sexual, siguen atados a sus propios tabúes inculcados por sus padres, y no reflexionan sobre lo que he dicho antes, y es que prefieren que el hijo o hija termine aprendiendo en la calle y con extraños, ya que ellos son incapaces de hablar de éstas cosas con sus hijxs.

Ante éste panorama yo creo que es mil veces preferible que la educación sexual al menos sea dada por gente con capacitación y que además es *controlable* ya que forma parte de un sistema escolar bajo supervisión que se puede monitorear, es decir que hay caras visibles y organizaciones a quienes recurrir.
Ante la incapacidad de unos padres tímidos o ignorantes o temerosos o con conceptos prejuiciosos adquiridos por herencia nunca es preferible como buena opción la calle.
Es como elegir entre ir a un Hospital a que le suturen una herida o a una costurera que bien sabe de hilos y agujas.

Y si los padres consideran que ellos están capacitados para educar sexualmente a sus hijos se descubrirán ignorantes a la hora de saber cuándo hablar, qué decir, qué palabras usar, qué es acorde a la edad del niño, es decir que nunca estarán a la altura de un profesional de la salud que ha estudiado exclusivamente ésta problemática, y entonces los padres se limitarán a *generalidades* o a transmitir sus propios errores y tabúes.
Al final, obligarán a sus hijos a que deban aprender en la calle, en la relación con sus amigas y amigos, y peligrosamente de terceros, desconocidos, y oportunistas, a quienes no tendrán registrados para hacerles un reclamo cuando ya sea tarde.

Por eso considero que aunque a muchos no les agrade, es preferible una educación sexual responsable bajo supervisión y con garantía de reclamo.
Pero bueno... cuando uno que es varón y recuerda sus 12/13/14 años lo único a lo que se limitaban los padres era a aparecer repentinamente en el cuarto como para ver qué estaba haciendo el niño...solo antes de dormir, jeje..., o la madre cuando al otro día lavaba las ropas íntimas buscando algo que le perturbaba, o al padre cuando le notaba ojeras en el rostro al hijo.
Revisando entre sus libros a ver si no hallaba alguna de esas revistas pecaminosas, o golpeando la puerta del baño cuando la ducha del hijo se hacía extrañamente....extensa.

En fin...es grande la dificultad de los padres o la experticia a la hora de sentarse a hablar de éstas cosas con los hijos, y me incluyo cuando me tocó ser padre a mí también.
Si es varón..el padre generalmente será quien se ocupe, si es niña será la madre, y ahí tenemos una disociación que no debería ser tal, pero a la hora de cierta efectividad considero que las madres con las niñas son mucho mejor pedagogas que los padres con los varones, pero aún así la niña y el niño van a cargar con la mirada y la experiencia que ambos padres tengan y que devendrá de la propia experiencia de ellos mismos lo cual no implica que sea la correcta.

Con la masturbación por ejemplo, sabemos que somos en su mayoría una sociedad *creyente* y ser creyentes es estar sujetos a reglamentos religiosos, y sabemos que la concepción del catoliscismo al respecto es cerrada, rigurosa y condenatoria.
Pero antes de caerle en la yugular a la religión hay que analizar porqué lo consideran así.
Si lo analizamos desde la ciencia, ha quedado claro que lo que traemos entre las piernas al nacer es afín a lo que trae el sexo opuesto, en plan gracioso unos traen el tornillo, y otras la tuerca.

La finalidad de éste mecanismo;
procrear y perpetuar la especie.
El problema llega cuando metemos a dios en el medio o lo ponemos arriba de todo, entonces si venimos *armados* así, y no hacemos con el tornillo y la tuerca lo que tienen como función que es enroscarse mutuamente, un uso individual o sin la otra parte vendría a ser un mal uso del tornillo y de la tuerca.
Como la religión nos enseña que es dios el creador de nuestro ser, si él se entera que no usamos el cuerpo como él quiere entonces dios se enoja y nos manda a los infiernos de fuego y azufre.

Obviamente entonces que un hombre que se masturbe estará derrochando el vital elemento que no fué concebido para ser desperdiciado de esa forma sino para engendrar vida con la otra parte receptora.
Ahora bien, entonces si a una niña a los 12 o un varón a los 14 de repente en soledad le invade algo inevitable llamado *excitación* ¿qué debería hacer? ¿salir corriendo a buscar una contraparte para no desperdiciar la función que el dios le puso a cada una/o?
No quieran imaginar...seríamos tres veces los 7 mil millones que ya somos, y además nos andaríamos cruzando como al principio, entre padres e hijas o madres e hijos.
Aberrante...¿no?, pues así fué durante mucho tiempo.

Gnósticamente he allí que el perfecto dios en realidad en algo se equivocó ya que debió ponernos algún mecanismo que nos permitiera inhibir la excitación para no tener que acudir forzosamente a *enroscarnos* con la primera tuerca que tengamos a mano o a la inversa, el primer tornillo.
He allí que después de =vaya uno a saber cuánto tiempo= el dios se dió cuenta que había un error de programación y mandó a sus alcahuetes de turno a emitir leyes que morigeraran semejante falla de fabricación.

Entonces, se prohibió el sexo entre familiares directos porque provocaba *taras* en el producto original.
Pero...¿qué hacemos con la excitación entonces? y bueno...a aguantarse, y de última...para eso están las manitas, y alguien a quien contárselo como el sacerdote que compasiva pero férreamente nos perdonará la solitaria solución mediante unos cuantos rezos y algún que otro ritual de arrepentimiento con la promesa de no volver a hacerlo.

Y algo que siempre será curioso y difícil de explicar por la misma religión, que cómo es posible que los sacerdotes avalen la sexualidad exclusivamente para la reproducción pero ellos...la tengan prohibida...jeje.
O ellos saben que la reproducción es una mera forma de seguir creando seres humanos para la causa de su dios y entonces ellos saben que esa causa no es demasiado buena y por ello se *excluyen* de practicarla, o bien su dios les perdona permitiéndoles de que ellos puedan masturbarse o incluso tener relaciones entre ellos que ya no obedecen a *tornillo -tuerca*, quizás tornillo arandela, o cómo puedan, total..nadie los ve ni se entera.

Sin embargo sobra historia para saber que los sacerdotes, no todos obviamente, no han soportado la excitación que a todos nos alcanza, y han optado prácticas más aberrantes aún que desperdiciar el vital elemento, casos que hoy salen a la luz y todos conocemos.
Entonces ahí tenemos que el dios cuando nos fabricó en algo se equivocó, o bien podríamos pensar que quizás, además de tener tuerca y tornillo para reproducirnos, a éstos mecanismos les estaría permitido usarlos como placer o autosatisfacción.

Revisando la historia, yo no creo que sea así, porque el fin definitivo del dios es que vivamos calientes todo el tiempo para reproducirnos y que no falten títeres en la gran y eterna función que al parecer, él necesita para seguir existiendo.
Así podemos entender porqué esa religión no quiere que nada evite la reproducción, ni anticonceptivos, ni aborto, ni relaciones homosexuales, y hasta una infidelidad o varias pueden perdonar...pero jamás la falta de reproducción, aunque sus *representantes* decidan no reproducirse.

¿No debería ser el celibato entonces ofensivo para ese dios?, pues no hay problema, el evangelismo lo permite así que por ahí...el dios lo equilibra y lo garantiza con el judaísmo, el hinduísmo y el islam que es mucho más permisivo aún.

Pero bueno...tanto habría para seguir reflexionando que...no los quiero aburrir y por fin me despido dejándoles las dos notas prometidas al inicio;



-La Conferencia Episcopal de la Iglesia católica española ha elaborado un *curso* para aquellas parejas que deseen contraer matrimonio a través de la Iglesia.
Tiene nada más y nada menos que dos años de duración.
No obstante, el curso es opcional.
Es decir, aquellos futuros contrayentes que no deseen pasar por ese larguísimo *entrenamiento* doctrinal pueden optar por una suerte de *curso prematrimonial express*, que dura tan sólo 20 horas.
En el contenido de ambos se abordan cuestiones tales como la sexualidad, la fidelidad entre los cónyuges o los mecanismos para la resolución de conflictos.

Según opina la jerarquía eclesiástica española, no obstante, *una preparación matrimonial no se puede resumir en 20 horas*.

*Para ser sacerdote =arguyen= hacen falta siete años de seminario y para ser esposa, esposo, madre y padres ¿20 horas?
Es claramente insuficiente*, precisó Mario Iceta, portavoz del Episcopado en este tema.

O dicho de otra manera, en estos tiempos de descreimiento, la Iglesia española se ha empeñado en que sus feligreses realicen una suerte de máster universitario con una duración de dos años.

Con estos *cursos intensivos*, los obispos españoles parecen estar pretendiendo paliar las causas que provocan el hecho de que en España, a los cinco años de celebrarse una boda, el 40% de los matrimonios se rompe definitivamente.
Pero transcurridos 15, las separaciones se elevan al 60% de los contrayentes.

El ultraconservador Episcopado español parece estar convencido de que intensificando el adoctrinamiento religioso lograrán cortar la hemorragia del astronómico número de separaciones, haciendo así posible el mandato bíblico *de permanecer fieles hasta que la muerte os separe*.
Aunque los jerarcas de la Iglesia han querido otorgarle un *toque de modernidad* a los antiguos y aburridos *cursillos prematrimoniales*, que tenían y tienen carácter obligatorio para las parejas que deseaban casarse por la Iglesia, la *innovación* presentada ahora, no se distingue en mucho del repertorio teológico que ya existía.

Como se muestra en el contenido anunciado, la sexualidad continúa siendo la obsesión tabú, el caballo de batalla para los obispos.
Paradójicamente, para la Iglesia, una institución en la que la práctica sexual de muchos de sus representantes era ejercida a través de la pedofilia, el sexo continúa ubicado en la diana de sus condenas.

En el contenido de los nuevos cursos se exhorta a sus participantes a;

*guardar lo más íntimo de tu cuerpo para donarlo a quien entregarás todo tu ser y con quien compartirás tus ilusiones, sentimientos, deseos, pensamientos y construirás un proyecto de vida en común*.

En los modernos cursos de *preparación matrimonial*, ya no aparecen aquellas ilustrativas *estampitas* tan características en los años 50 y 60 del pasado siglo, en las que se presentaba la *tentación de pecado* con un gráfico en el que aparecía una novia o novio bailando con Lucifer, que con rostro libidinoso pretendía acabar con la*pureza* de los *tentados*.

Ese tipo de truculencia ya ha desaparecido, efectivamente, de la didáctica católica, pero preventivamente en los nuevos cursillos se continúa avisando sobre los peligros que pueden contener los abrazos de ellas a los amigos:

*los abrazos a los amigos deben ser sinceros pero breves, no son tan tiernos como el abrazo de los novios.
Una caricia, retirar el pelo de la cara o cualquier gesto, cuando es entre novios estará cargado de ternura*.

Pero cuando =agregamos nosotros= la carantoña tiene su origen en un amigo… es signo de que el perverso Lucifer continúa acechando y aprovechando nuestras debilidades.


EL PELIGROSÍSIMO ACTO DE MASTURBARSE

Ni que decir tiene, que en los nuevos cursos prematrimoniales persevera la condena tajante y sin paliativos contra la masturbación.
Hace algunas décadas, =no muchas, por cierto= nuestros mentores eclesiasticos nos aterrorizaban con la advertencia de lo que podía acarrearnos la práctica del *pecado de Onan*, en alusión a una figura bíblica que aparece aflojándose la badana.

Darle con frecuencia a la badana nos podía traer consecuencias sin límite.
Entre otros males, podíamos quedarnos ciegos, tontos o que a consecuencia de los eróticos manoseos, nuestros rostros podían aparecer sembrados de granos asquerosamente purulentos.
A millones de adolescentes españoles nos hicieron creer que cada nuevo grano correspondía a una nueva paja ejecutada.

Sin embargo, tales aficiones nos podían acarrear secuelas aún más terribles como, por ejemplo, que nos quedáramos paralíticos, o que nuestro cerebro *se nos llenara de agua*.
Entre esos negros augurios navegaron generaciones enteras de adolescentes españoles, que tuvieron que vivir y sufrir una sexualidad aterrorizada, gracias a las preclaras enseñanzas de la Iglesia Católica, apostólica y romana.

Prudentemente, sin embargo, nunca nuestros ensotanados tutores se atrevieron a advertirnos sobre los traumas psicológicos reales que podian acarrearnos en el futuro las incursiones nocturnas del cura de guardia, que con manos pegajosas y lascivas, se deslizaban a través de las braguetas de sus pupilos.
Afortunadamente hoy la efectividad de las viejas admoniciones antimasturbatorias de los curas, =salvo la carcajada=, ya no tienen, ningún efecto entre los jóvenes.
No obstante, lejos de abandonar la idea de *suciedad* asociada a la masturbación, el Episcopado español continúa persistiendo, erre que erre, en alertarnos de la perversidad que entraña lo que ellos llaman *pecado solitario*;

*La masturbación =nos advierten ahora en este curso-master de la Iglesia= no nos permite descubrir la belleza de compartir la sexualidad con otra persona, o que no sea capaz de acompasarse a la otra persona*.

Curiosísimo giro copernicano este último el de la Iglesia Católica, que después de mantener durante siglos que el placer sexual debía estar excluido incluso en las relaciones sexuales maritales =*el acto sexual entre el esposo y la esposa tiene como única y exclusiva finalidad la procreación y no el placer*= nos hable ahora de las *bellezas de compartir la sexualidad* en la pareja.

Y es que, amigos lectores, sucede lo que sucede:
que aunque a la mona la vistan de seda, mona se queda.



-En la actualidad el onanismo o masturbación sigue siendo visto como un tabú y tachado como actividad vergonzante, pero no siempre fue así.
En la antigüedad era un acto común, personal y privado la mayoría de veces, pero jamás denigrante ni prohibido por ninguna ley.
No está muy claro desde cuando empezó a ser condenada y vista como algo perverso y amoral, pero de lo que si estamos seguros, es que gran parte de la culpa fue de la iglesia.

Los mitos más antiguos de la Mesopotamia y Egipto hablan del dios Apsu, que nació del océano primigenio, creándose a sí mismo mediante masturbación, saliva y lágrimas, y de esa forma dio vida a la Vía Láctea.
Por eso no es nada raro que las reinas egipcias fueran enterradas hace más de cuatro mil años con todos los objetos que necesitarían en el más allá, principalmente ropa, peines y sus dildos =también llamados consoladores=.

Aunque sólo el rígido código de los espartanos condenaba la masturbación, el resto de griegos la consideraba un don de los dioses puesto que el dios Hermes le enseñó a su hijo Pan, más conocido como Fauno, a masturbarse para aguantar el desdeño de la ninfa Echo.
El Fauno aprendió bien la lección, superó su dolor y transmitió la enseñanza a los primeros pastores de la arcadia griega.

La masturbación era común en hombres y mujeres, pero es importante destacar que, por más que haya sido un obsequio de los dioses, era considerada una actividad privada y muy personal, aunque como toda regla tenía su excepción.
Por ejemplo, el filósofo Diógenes se levantaba la toga y se masturbaba frente al público en el ágora. 
Obviamente el pueblo se sorprendía y las chicas =unas más, unas menos= se sonrojaban.

Diógenes trataba de enseñar que todas las actividades humanas merecen ser hechas en público, que ninguna de ellas es tan vergonzosa como para requerir privacidad.
De todas formas, aunque innovadora y audaz en todo sentido su propuesta, sus contemporáneos no estuvieron de acuerdo y no fue secundada.
El famoso médico griego Galeno sostenía que la retención de semen en el organismo era peligrosa y causante de mala salud.
Citaba al mismo Diógenes como ejemplo de una persona culta, que practicaba el sexo y también se masturbaba para evitar los riesgos de la retención.

Los dramaturgos también mencionaban los consoladores en sus comedias, mientras los artesanos los representaban en sus jarras y cuencos.
La ciudad de Mileto para esa fecha, se había hecho famosa en todo el Mediterráneo debido el cuero con el que confeccionaban sus consoladores.
Tanto así, que Lisístrata, la heroína de la obra homónima de Aristófanes, se quejaba tristemente de la escasez de dildos:

*Y ni siquiera de los amantes ha quedado ni una chispa, pues desde que los milesios nos traicionaron, no he visto ni un solo consolador de cuero de ocho dedos de largo que nos sirviera de alivio cueril.
Así que, si yo encontrara la manera, ¿querríais poner fin a la guerra con mi ayuda?*

Para quienes no lo saben, Lisístrata es una comedia que narra la historia de un grupo de mujeres que decidieron suspender las relaciones sexuales con sus maridos, hasta que estos pusieran fin a la interminable guerra entre Atenas y Esparta.
Para cumplir su objetivo, echan de menos los buenos consoladores de Mileto confeccionados con piel de perro, si, de perro.



Hay algo que es importante señalar, y es que la masturbación entre los hombres griegos adultos, también era vista como un signo de pobreza, ya que cuando tenían dinero preferían pagar a una trabajadora sexual.
La masturbación cayó en desgracia en Europa con el inicio del cristianismo, pero lo curioso es que la Biblia no hace mención alguna sobre la masturbación.
A pesar de eso, los primeros padres de la iglesia se oponían a esta práctica del mismo modo que a cualquier tipo de sexo no reproductivo.

Por ejemplo, Augustin de Hipona 350–430 d.C, un obispo influyente de los primeros años de la iglesia cristiana, enseñaba que la masturbación y otras formas de relaciones sin penetración eran pecados peores que la fornicación, la violación, el incesto o el adulterio.

Sostenía que la masturbación y otras actividades sexuales no reproductivas eran pecados *antinaturales* porque eran anticonceptivos.
Como la fornicación, la violación, el incesto y el adulterio podían conducir al embarazo, eran pecados *naturales* y por lo tanto muchos menos graves que los pecados *antinaturales*.
De esta manera y desde esta fecha, la masturbación fue considerada como un pecado más grave que una violación o el incesto.

La condena de Augustín de Hipona a la masturbación como pecado antinatural fue aceptada por toda la iglesia durante la Edad Media y restablecida en el Siglo XIII por Santo Tomás de Aquino en su Summa Theologica.
La historia bíblica de Onan, citada frecuentemente como un texto en contra de la masturbación, en realidad se refiere al pecado que cometió Onan al rehusarse a obedecer el mandamiento de Dios de fecundar a su cuñada viuda.

Onan copuló con ella pero se retiró antes de eyacular y *derramó su simiente* fuera del cuerpo de la mujer, o sea realizó un común y silvestre coitus interruptus.
La Ley de Moisés dictaba que cualquier persona que derramase su semen en tierra infértil lo estaba haciendo en el lugar incorrecto.
En el siglo XVI Martín Lutero confunde aquel interruptus con *palma de la mano*, y con eso contribuye a aumentar el estigma que ya llevaba.

Para el Siglo XV, el teólogo Jean Gerson en su modelo penitencial *De Confessione Mollities*, aleccionaba a los sacerdotes sobre cómo inducir a las mujeres y a los hombres a confesar *ese detestable pecado*.
Gerson sugería guiarlos con una inocente pregunta así:
*Amigo, ¿recuerda haber tenido el pene erecto durante su niñez, alrededor de los 10 o 12 años?*.

Luego, sugería pasar a preguntarle directamente al penitente si se había tocado o eyaculado.

Los manuales de penitencias también especificaban las sanciones correspondientes, que, hay que decirlo, eran relativamente leves en comparación a otras penas. Generalmente fluctuaban en el rango de los treinta días de oraciones especiales y ayuno.
Vamos, una bagatela.

A fines del siglo XVI, el científico Gabriello Fallopio les enseñaba a los varones a tirar de sus penes de forma enérgica y frecuentemente para estirarlo, fortalecerlo y de este modo aumentar su potencia de procreación, pero sus teorías igual fueron repudiadas por la iglesia.
En el siglo XVIII hace su aparición el nefasto médico Samuel August Tissot, con un libro publicado en 1760 que debió haber sido quemado.
De ese panfleto se editaron cientos de ediciones que fueron leídas desde Voltaire y Rousseau hasta los fundadores de los Estados Unidos, en el que se difundían los más horripilantes mitos acerca de la masturbación y del síndrome *post-masturbatorio*.

Europa y Norteamérica se empaparon de las advertencias que hacía Tissot sobre la masturbación y curiosamente fue publicado hasta bien entrado el siglo XX, logrando crear un temor casi universal.
En su tratado Tissot ilustra una anécdota de un hombre, que según el autor, había recibido tratamiento tardío para la terrorífica enfermedad:

*. . . fui a su hogar y lo que encontré era más un cadáver que un ser vivo yaciendo sobre heno, escuálido, pálido, exudando un hedor nauseabundo, casi incapaz de moverse.
De su nariz fluía agua sanguinolenta, babeaba constantemente, sufría ataques de diarrea y defecaba en su lecho sin notarlo, había un flujo constante de semen, sus ojos, saltones, borrosos y sin brillo habían perdido toda capacidad de movimiento, su pulso era extremadamente débil y acelerado, su respiración era dificultosa, estaba totalmente emaciado, salvo en los pies que mostraban signos de edema.

El trastorno mental era igualmente evidente, no tenía ideas ni memoria, era incapaz de conectar dos oraciones, no tenía capacidad de reflexión, sin temor por su destino, falto de todo sentimiento salvo el de dolor que volvía por lo menos cada tres días con cada nuevo ataque.
Esto lo hundía al nivel de una bestia, un espectáculo de horror inimaginable, era difícil de creer que alguna vez había pertenecido a la raza humana.
Murió varias semanas después, en junio de 1757 con todo su cuerpo cubierto de edemas.

Los problemas que experimentan las mujeres son tan explicables como los de los hombres.
Como los humores que pierden son menos preciosos, menos perfectos que el esperma masculino, no se debilitan tan rápidamente;
pero cuando se entregan excesivamente, por ser su sistema nervioso más débil y naturalmente con mayor inclinación a los espasmos, los problemas son más violentos*.

Así se representaba la agonía de un hombre aquejado del mal de la masturbación.

También en la época victoriana se vio a la masturbación casi como la raíz de muchos de los problemas del mundo.
Varios libros de medicina del siglo XIX describen como secuelas directas de la masturbación el aletargamiento, locura pasiva y la inevitable pérdida del cabello.
Imagínense la mala fama que se llevaba un pobre calvo inglés. Algunos textos incluso la consideraban una práctica potencialmente mortal.

*En mi opinión*, escribió el Dr. Reveillè , *ni la peste ni la guerra han tenido efectos tan desastrosos para la humanidad, como el miserable hábito de la masturbación*.
Empezó entonces una lucrativa oleada de tratamientos para esta *enfermedad*, llevando a los curanderos hasta los Estados Unidos.
Se patentaron dispositivos insólitos para evitar las erecciones nocturnas no deseadas.






Igual, en esta misma época se presentó un curioso fenómeno:
los médicos solían combatir la histeria femenina acariciando manualmente el clítoris de las pacientes hasta que pudieran alcanzar el orgasmo, que en esa época era conocido como *paroxismo histérico*, puesto que consideraban que el deseo sexual femenino reprimido era una enfermedad.
Increíblemente esta costumbre dio origen al nacimiento de los vibradores ya que los médicos se cansaban de manipular manualmente *tantos clítoris*.

Ya a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, aparece Sigmund Freud y reconoce que la masturbación podía tener efectos beneficiosos como como aliviar el estrés y evitar las enfermedades de transmisión sexual, sin embargo advertía que la masturbación podía causar trastornos neuróticos, especialmente neurastenia.
El siglo XX fue avanzando y con el los conocimientos médicos fisiológicos y psicológicos.
Los expertos comenzaron a descartar los argumentos de que la masturbación causaba trastornos físicos, no obstante, muchos seguían manteniendo la creencia de que la masturbación era la consecuencia o conducía a trastornos mentales.

En 1930, por ejemplo, el sexólogo Walter Gallichan, advertía que la masturbación en las mujeres era la causante de la apatía y frialdad femenina, que *sus gratificaciones solitarias opacaban su sensibilidad para el coito matrimonial*.
A mediados de siglo el estigma contra la masturbación seguía siendo todavía muy fuerte.
Los estudios demostraban que nueve de cada diez niños a los que se los encontraba masturbándose eran severamente amenazados, castigados y aterrorizados con el argumento de que se volverían locos o ciegos, o que les iban a cortar el pene o a coser la vagina.
Un 82% de los alumnos de primer año de la universidad, todavía creían que la masturbación era peligrosa.

Tuvo que llegar Alfred Kinsey junto a un grupo de colegas y publicar los resultados de más de 15 años de investigaciones sobre la conducta sexual humana.
Una de las contribuciones más importantes de ese trabajo fue precisamente considerar a la masturbación como algo normal y debilitar el estigma que la rodeaba.
Los resultados eran reveladores:
el 97% de los hombres y el 62% de las mujeres se habían masturbado alguna vez en su vida y habían alcanzado el orgasmo.



Es curioso.
Los hombres, la sociedad, podían aceptar el informe de Kinsey sobre las actividades sexuales masculinas, pero no podían aceptar *la dura realidad* de las conductas sexuales de las mujeres norteamericanas.
Fue como un shock, como un balde de agua fría al machismo, el enterarse o que les dijeran en la cara que una mujer podía masturbarse, tener orgasmos, tener sexo antes y fuera del matrimonio o con otras mujeres.

La iglesia levantó su voz de protesta en todo el país.
Sin ni siquiera echar un vistazo o leer el trabajo de Kinsey, el entonces carismático religioso Billy Graham escribió:

*Es imposible estimar el daño que va a causar este libro a la ya deteriorada moral norteamericana*.

El remezón fue tal, que hasta un Senador =como siempre, McCarthy= denunció al trabajo de Kinsey como parte de la *conspiración comunista*.

En todo el país, personas con el apellido Kinsey publicaban avisos en los diarios para aclarar que no estaban relacionadas con el autor.
Finalmente y a causa del furor provocado, la Fundación Rockefeller retiró su apoyo al trabajo de investigación de Kinsey, pero ya era muy tarde, la sociedad =al menos el mundo occidental= se había despojado de los tabúes sexuales.



Los estudios llevados a cabo después de la muerte de Kinsey confirmaron sus conclusiones.
Para la década de los 70, el 84% de estudiantes universitarios ya no creía que la masturbación les causara inestabilidad emocional o mental, el mito había caído.

Aún así, en diciembre de 1994, en una conferencia sobre el SIDA patrocinada por la ONU, la entonces jefa del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, doctora Joycelyn Elders, dijo que tal vez la masturbación deberia ser enseñada en las escuelas, como una parte de los programas educativos escolares sobre sexualidad.
Por estas declaraciones el presidente Bill Clinton le pidio que renunciara al cargo, cosa que no hizo. Finalmente, fue cesada.

A pesar de que la ciencia hace algunas décadas comenzó a tratar a la masturbación como una conducta normal, hasta ahora las más prominentes instituciones religiosas se han negado a reevaluar los principios sexuales que las rigen desde hace más de quince siglos.

Una apostilla final sobre cómo se induce a caer en *lo negativo* tradicionalmente concebido y actualmente sostenido es ir al buscador de San G., por ejemplo, y escribir;

*la masturbación*, para ver que, antes de darle al enter para ver los resultados, el buscador le sugerirá que antes cliquée en ésto que se despliega como opciones;



Todo malo, todo negativo, jeje..sin embargo, si no cliquea sobre esas *sugerencias* y le da al enter, verá que los resultados para nada serán así de negativos.

Si Usted es tan mayor como yo o no tanto, o si sus hijos ya son grandes no hay problema, haga Usted con su cuerpo lo que le dé la gana y ellos la suya, y si es madre o padre de niños tenga en cuenta de no dejarse utilizar por quienes a su vez utilizan a la sexualidad como botín de guerras ideológico políticas.

Trate de ser en lo posible un buen educador/a sexualmente hablando con sus hijos en casa, y en la escuela permita que les eduquen los profesionales, porque peor será que sus hijos se eduquen como por arte de magia...en la calle, con extraños, y sin la garantía de lo que pueda pasar.

Y no se haga tanto problema, tal como lo dijera el querido Alberto;
*ni poco ni demasiado, todo es cuestión de medida*.



Fuerte abrazo.

Gilgamesh***

Fuentes;
-canarias-semanal
-nuevatribuna