***Buen inicio de semana para todos.
¿Qué hay de nuevo con el Sol?.
Muy poco amigos, la actividad es un tanto engañosa si vemos el listado de eventos de ayer, mas lo que va de hoy. En ambas jornadas tuvimos ésto;
2008; C1.5
2010; C2.9-C1.1-C1.5-C1.5-C1.6-C2.2-C4.1-C3.5-C2.4
2014; C3.1-C5.1-C5-C2.3-C4.5-C4.5-
2015; C3.5
2017; C1.7-C1.4-C2.6-C1.3-C1.3-
De todos éstos eventos ninguno me invita a mostrarlo ya que son francamente intrascendentes. Parecen invisibles o yo he perdido la capacidad de detectarlos.
Hechemos un vistazo al disco solar y sus manchas;
En otros tiempos éstas manchas tal como las vemos hoy, estarían produciendo bengalas de clase M, y porque no alguna X, sin embargo sus composiciones magnéticas no responden...así de simple..2010 posee todo para ser una mancha virulenta y sin embargo..está dormida, 2014-2017 deberían estar produciendo eventos M pero no.
2005 que ya se despide pasó sin pena ni gloria, a pesar de ser mi elegida ésta mancha fué un bello adorno en el Norte solar y nada más. Es notable como el disco se pobló de pequeños puntos que en algunos casos llegaron a ser manchas y en otros nada. La acción invisible pero real de desactivación en la cara solar que enfrenta a la Tierra es un hecho que ha marcado a éste ciclo en sus últimos suspiros encerrando un misterio que los científicos tienen como deuda explicar.
Otra cuestión que me sorprende es que los eventos en las zonas que no enfrentan a la Tierra =farside A y B= las advertimos a través de los coronógrafos, sin embargo cuando hacemos el mejor rastreo posible a través de los EUVIs...no se ven dichos eventos..¿De dónde están saliendo si todos los instrumentos que espían al Sol cubren toda su superficie?, tengo muchas sospechas con respecto a ésto y sin base sólida que me auto-convenza no puedo hacerlas públicas, simplemente seguir investigando hasta poder compartir algo serio con ustedes.
Por ejemplo ésto, si necesitan una oreja que los escuche el Sol siempre les prestará una..;
Enorme estallido del día 23 que no pude ver en ninguna de las imágenes fiables, excepto en los coronógrafos. En ésta imágen sólo vemos la lámpara del estallido pero en toda la secuencia animada nuevamente la esfera que evoluciona nítidamente y que lamentablemente en imágen estática no se aprecia demasiado pero está allí;
Curioso es el comportamiento informativo de la última semana de los sitios oficiales, quienes primero evalúan eventos no geo-efectivos y resulta ser que después sí lo son, y utilizan a Spaceweather como *vocero corrector* de todos sus errores;
Lo cierto es que las partículas van para arriba en los monitores de ACE con protones de baja en trepada con picos incluídos y electrones también hacia arriba, actividad que comienza a calentar el hocico de nuestro escudo;
Electrones...que ayer revisando los mapas TEC vi uno y me quedé pensando si todas las imágenes que debo procesar a diario son sólo imágenes o más que eso, por ejemplo ésta donde una especie de garra, mano pacman o pinza de electrones intenta atrapar justamente la zona donde se busca al avión de Malasia, otro gran misterio que coinicide con éstos días de un Sol muy pero muy extraño;
Por cierto sobre el avión desaparecido, parece que finalmente lo hallaron;
Extrañeza que también percibo y compruebo en la actividad sísmica. Quizás recuerden el post del día 3 de Marzo, cuando =como habitualmente= hago el resúmen de la actividad mensual comparada con la misma pero del año anterior, la cantidad de sismos y la potencia comparada para el mes de Febrero indicaba una merma notable para el presente año. En ese post una serie de preguntas referentes a la sincronicidad de actividad solar-rayos cósmicos-volcanes-sismos y la espectativa sobre el mes de Marzo. Desde el 14 de Marzo con aquél 6.7º en Tarapacá-Chile el hermano y vecino país no ha dejado de temblar. Réplicas y más réplicas por encima de los 5º y la reiteración inclusive de un 6.2º del día 17, 6.2º del día 22 y ayer nuevamente un 6.3º;
Volcanes..y nuevamente el sonajero sureño de América se enciende con el Copahue;
Por posible erupción del volcán Copahue, alertan a equipos de rescate
Fue informado por autoridades chilenas que todos los medios se encuentran preparados para asistir a las personas en ese caso.
Si el Sol no da señales ésta toma de un mes hasta hoy, podría seguir en aumento y eso no es bueno;
Con total franqueza les digo que en la semana anterior en materia solar-espacial ocurrieron muchas cosas misteriosas, es más, hoy siguen sucediendo y me da la sensación de que hemos llegado a un punto de censura de datos muy preocupante. Cuando digo censura no sólo me refiero a cortes, baches, falta de imágenes, etc, sino también a las incoherencias de la información oficial, los dimes y diretes, los aparentes *errores* y un montón de cosas que no me están gustando en absoluto.
¿mala vibra, mala espina?..sí, eso.
Gilgamesh***
Mostrando entradas con la etiqueta MALASIA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MALASIA. Mostrar todas las entradas
lunes, 24 de marzo de 2014
* Mala vibra, Sol-sismos-volcanes, silencio oficial *
Publicado por
Gilgamesh
en
13:12
6
comentarios
Enviar por correo electrónico
Escribe un blog
Compartir en X
Compartir con Facebook
Compartir en Pinterest
Etiquetas:
ACCIDENTE
,
CHILE
,
CME
,
MALASIA
,
MANCHAS SOLARES
,
RAYOS GAMMA
,
SISMO
,
SOL
,
VOLCANES
miércoles, 19 de marzo de 2014
* Boeing 777-200ER-Malaysian Airlines y una zona misteriosa..Nan Matol-parte final *
***Hasta ésta hora, el avión de Malasia Airlines continúa desaparecido.
Las hipótesis son muchas.
Éste es el último comunicado de la aerolínea malaya;
Cuesta creer que con la actual tecnología no se haya podido dar con el paradero de la aero-nave. Dicen que 26 naciones están rastrillando la zona..incluído el FBI. Las horas pasan y eso juega en contra de posibles sobrevivientes. En toda esa vastedad está minado de bases militares, zona que es estratégica en el tablero geo-político mundial además de tener bajo las aguas del océano uno de los más grandes misterios del planeta.
Si me baso en mi percepción, el avión no se encuentra porque debe estar hecho añicos, sobre, o debajo de las aguas. Por más que mis deseos son otros, temo que no hallarán sobrevivientes lamentablemente, espero equivocarme, es más.., ruego equivocarme.
Sólo el tiempo nos dirá si el avión aparece con o sin sus pasajeros, o si todo pasará a ser un gran y nuevo misterio.
Parte final de la primera entrega sobre la investigación de Andreas Faber-Kaiser del misterio de Pohnpei.
Días antes le había preguntado a Masao =uno de los iniciados de la isla= por el significado del nombre *Salapwuk*:
*Allí hay una roca. Cuando la veas, sabrás por qué se llama Salapwuk*, me contestó escuetamente, para advertirme a renglón seguido: *Si logras subir con los contactos adecuados a las montañas, los celadores del lugar te mostrarán algo si creen que eres merecedor de ello; pero jamás te permitirán acceder a las cosas secretas que allí hay*.
Pronto tendría que darle la razón.
Tras el largo ascenso hacia las cabañas de Pernis Washndon =el celador visible de los selváticos montes de Kiti= la primera condición que éste me impuso fue el mutuo silencio sobre lo que allí hablaríamos, compromiso que por supuesto no voy a romper, por lo cual solamente reflejaré aquí parte de aquello que no atañe al mismo. Después de lo cual comprobaría que los distintos vigías de la jungla montañosa estaban informados de nuestra presencia. Entrada ya la noche, acudieron una serie de hombres, con alguno de los cuales nos habíamos cruzado ya en nuestro camino de ascenso. Pero otros acudieron de zonas aún más altas. En un momento nos vimos acosados por primero tres, e inmediatamente dos más, en total cinco de aquellos guardianes de Salapwuk que, machete en mano y a dos palmos de nosotros =que estábamos hombro con hombro intentando captar aquella situación= imponían la prudencia por encima de cualquier otra reacción.
Tuvimos el segundo justo para confirmarnos mutuamente que aquello se salía de lo normal y podía derivar en algo feo si dábamos un paso en falso, cuando comenzaron a someterme alternativamente los cinco a un severo interrogatorio acerca del motivo auténtico de nuestra presencia en Salapwuk.
Sólo al cabo de un buen rato de esfuerzos por no perder parte del terreno tan pacientemente ganado, logré restarle gravedad a la tensión que evidentemente se había creado.
Miquel y yo nos turnamos para dormir aquella noche tan fascinantemente intrigante como incómoda y al día siguiente nos internamos desarmados en las espesuras de la parte superior de Salapwuk, guiados por lugareños armados, circunstancia que nos impidió adoptar una postura de fuerza cuando se repitió un grave episodio de tensión entre ellos y nosotros.
*Un comentario más y os pueden matar aquí mismo*, nos avisó la bonita Carmelida, que nos hacía de intérprete y que la víspera, advertida por Pernis Washndon de que guardara silencio sobre el contenido de nuestra conversación, comentó: *Si estuviera loca, hablaría*.
Los guardianes cumplieron perfectamente su cometido, puesto que regresamos después de un día de caminata a pie descalzo por la jungla, sin haber visto el enclave que yo buscaba.
El lugar en el que, en épocas pasadas, cuando se producía alguna sequía anómala, los chamanes invocaban la llegada de la lluvia, que no tardaba en presentarse, después de haber clavado el sacerdote una vara en una abertura del terreno.
Era exactamente la historia que ocho años antes me había contado el superior del santuario de Aishmuqam, en la antigua ruta de los mercaderes que desde el Afganistán se dirigían a la capital de Cachemira, Srinagar.
Guardaban allí el bastón de Musa =Moisés=, que solamente se usaba en aquel extremo norteño de la India para invocar la llegada de la lluvia, o el fin de una epidemia, siempre con inmediato resultado positivo.
De cuanto se puede explicar, lo más importante que me traje de las espesuras de Salapwuk fue la explicación de su celador visible, Pernis Washndon, de que estos montes y la isla misma no constituían más =como su propio nombre esotérico indica= que un tapón que esconde, al tiempo que señaliza, el emplazamiento del auténtico misterio que se oculta en sus profundidades.
No tardaría en averiguar que este misterio guardaba estrecha relación con las noticias aparecidas a finales de los años 30 en la Prensa alemana.
De regreso del reino de Kiti pude ya, con lo averiguado en Salapwuk, poner todo mi empeño en averiguar el motivo de la existencia en la isla de una ciudad construida sobre islotes artificiales, aprovechando su arrecife coralífero.
Para ello había que remontarse a la aparición en la isla, en épocas remotas, de una pareja de instructores llegados desde el aire, en una nube, con la finalidad de buscar un emplazamiento idóneo para la construcción de una ciudad-santuario.
Hallaron este emplazamiento en un lugar en el que vieron luces bajo el agua, en el mar. Supieron por ellas que era éste el lugar en el que debían construir una ciudad provocativamente distinta, sobre islotes artificiales, para señalizar la singularidad de aquel lugar.
Porque las luces que vieron les indicaban la existencia, allí, de construcciones artificiales muchísimo más antiguas, sumergidas bajo las aguas litorales de Pohnpei. Allí estaba el inicio del ovillo que conducía al secreto que daba nombre y significado a la isla.
Todo un reto para esoteristas, arqueólogos e historiadores.
El Corán, en la Sura 18, habla de Al Raqim, la tabla que contiene las claves de la iniciación en la cueva.
En Pohnpei los Sau Rakim fueron antiguamente los grandes iniciados =ya no queda ninguno hoy en día= que guardaban los secretos y no los compartían con las demás personas. Los mantenían ocultos, ya que de otra forma eran castigados con la muerte.
Cuenta la tradición que conocían todas las antiguas historias de Pohnpei, y que cuando morían comenzaba a llover, a relampaguear y a tronar. Algo similar =se suceden en esta isla las conexiones planetarias= a lo que sucedió con motivo de la crucifixión de Jesús.
Por debajo de los Sau Rakim, que eran los máximos iniciados de la isla, existía una sociedad secreta, la sociedad de los tsamoro.
Los jefes de tribu se constituían automáticamente en miembros de esta sociedad, mientras que a los demás tsamoro se les exigía una demostración de sus aptitudes en el plazo de un tiempo de prueba de varios años de duración.
Esta demostración consistía en el conocimiento de la lengua de la sociedad, que no era la del pueblo. Era por lo tanto un argot, una lengua de los argotiers, por lo tanto de los argo-nautas.
Los tsamoro se reunían una vez al año en un lugar sagrado, rodeado de muros de piedra. El acceso les estaba vedado a los no iniciados, bajo pena de muerte inmediata. Durante sus reuniones secretas, los elegidos bebían sakau y cada uno ofrecía un recipiente de esta bebida sagrada a los seres superiores.
Valga decir antes aún que el jefe de la hermandad secreta de los tsamoro tenía su sede en estos montes de Salapwuk en cuya jungla me hallaba, y en donde cada nueve meses se reunían todos los iniciados para un encuentro de cuatro días de duración.
Averigüé en las oscuras noches de la jungla que existen allí narraciones legendarias que apuntan claramente hacia el recuerdo de una inundación total de la isla, o sea de un diluvio =para ellos obviamente universal=.
Literalmente:
*Las inundaciones arrancaron toda la tierra de la isla*,dicen las tradiciones.
Después de haberse retirado nuevamente las aguas, alguien procedió a reconstruir un túmulo de rocas en Salapwuk, en el reino de Kiti.
Pernis Washndon =el celador de los misterios de estos montes= me dijo en este contexto que Salapwuk no era más que el tapón que tapaba un secreto que se encerraba debajo del lugar que estábamos pisando.
Y considerando que Salapwuk debe su razón de ser a la primera piedra, a la piedra angular, obligado es aportar aquí el dato de que en el texto apócrifo Testamento de Salomón, la piedra angular es aquella que se pone encima de la puerta del templo.
La ceremonia del sakau es celebrada por todos los pohnpeyanos diariamente, al anochecer. Según ellos, es una bebida proporcionada antiguamente por los seres superiores, como vehículo de comunicación con ellos. Tanto es así, que en el escudo o emblema oficial del actual estado de Pohnpei aparecen juntas las ruinas de Nan Matol y un cuenco de coco conteniendo el sakau.
Nosotros tomamos nuestro primer trago en el marco de un festivo agasajo del que nos hizo objeto una familia que ocupaba el pequeño islote de Takaieu, en los arrecifes que rodean a la isla central de Pohnpei.
Lo que ingerimos aquí, en Pohnpei, es una droga adormecedora, la kawaína, cuyos efectos se comienzan a advertir en una insensibilización de los labios y de la punta de la lengua.
Es un principio activo modificador del sistema nervioso, que produce la parálisis de las fibras centrípedas. El abuso de su ingesta puede conducir finalmente a una caquexia mortal.
De todas formas, esto no se da entre los habitantes de Pohnpei, que saben dosificarse perfectamente su ración diaria de sakau.
Precisamente porque no toman el sakau por drogadicción, sino porque constituye para ellos ancestralmente un vehículo de comunicación sagrado. De comunicación con seres superiores.
Comienza la conexión celeste de los antiguos pohnpeyanos con un hombre llamado Kanekin Zapatan, descendido de las alturas, de un lugar desconocido, a Pohnpei, acompañado de un grupo de personas que sabían volar. Kanekin Zapatan se fija en la hija de un jefe nativo. Tenemos así a un hombre descendido del cielo que se casa con una mujer terrestre. Ya conocemos eso de los textos bíblicos.
Urgido para el regreso por sus acompañantes, reclama sus alas y su aditivo capilar =un casco que llevaba= para poder reunirse en las alturas con los suyos.
Le acompaña también su mujer, y literalmente dice la tradición:
*Metió a la mujer en el cabello y alrededor de él ajustó el nudo*.
¿Cabría en aquella remota época mejor concreción para indicar que le puso un casco, imprescindible para levantar el vuelo?
Huye pues con la hija del jefe nativo, que en el trayecto da a luz a un niño distinto, dotado de grandes poderes mágicos. Este niño se llamará Luk, al que dejan en tierra mientras ellos prosiguen su vuelo. Más adelante Luk enciende una hoguera, para ascender en su humo, sobre un tambor, al cielo, imagen ésta que puede equipararse a la del despegue de un cohete portador de una cápsula tripulada.
Al reencontrarse con sus padres les recuerda que *me engendrasteis en la Tierra*.
La narración también afirma de él que *sabía andar sobre el mar*. Se suceden los símiles con pasajes bíblicos.
*En aquella época* =me cuenta Masao al pie del camino que conduce hacia Nan Matol= la raza de los hombres era distinta. Estaban más dotados, ya que eran capaces de transformar la piedra y de efectuar trabajos muy difíciles en la misma, pero esta gente habilidosa ya no existe hoy en Pohnpei. Hoy ya no son como la gente de antes, son distintos, ya que aquéllos poseían poderes mágicos y eran fuertes*.
Un curioso invento lo constituyen los sacos voladores que aparecen en algún que otro relato de los tiempos antiguos de la isla.
Se trataba de vehículos volantes de gran movilidad con capacidad para un solo tripulante. Incluso quedan narraciones que refieren combates entre varios de estos sacos voladores.
En relación con este tema, le pregunté a Masao si antiguamente habían existido en la isla hombres voladores.
*¿Hombres volantes? No. No volaban propiamente, sino que penetraban en grandes pájaros, pronunciaban palabras mágicas, el pájaro se alzaba y volaba con ellos dentro. Construyeron pájaros voladores con árboles*.
Es hora ya de que me refiera al principal enigma que plantea esta isla: la ciudad muerta de Nan Madol.
Para ello hay que remontarse nuevamente a los relatos tradicionales de los nativos. Cuentan éstos que muchísimo tiempo después de la llegada de la primera canoa con las nueve parejas, hacen aparición en la isla dos hermanos: Olosipe y Olosaupa. Con ellos comienza el enigma de la ciudad de Nan Matol.
El único recuerdo ancestral que los nativos conservan sobre la construcción de dicha ciudad, es el que refiere su origen a la actuación, absolutamente mágica, de estos dos personajes.
Nadie sabe de dónde vinieron; llegaron en una nube y descendieron en Sokehs, en el norte de la isla. Eran constructores, ingenieros, arquitectos extraordinariamente inteligentes y dotados de poderosos recursos mágicos. Pero además sacerdotes e instructores, que sacaron a los pohnpeyanos de su ignorancia y de su primitivismo.
Llegaron a Pohnpei para edificar allí un santuario consagrado a un protector de la tierra y del mar: la anguila, desde entonces el animal totémico por excelencia de Pohnpei.
Hay que tener en cuenta que el pohnpeyano no adora a la anguila misma como animal, sino por lo que éste representa: en su cuerpo habita el espíritu, la divinidad. La anguila es así un vehículo de la divinidad. Como lo es la serpiente para los aborígenes australianos y para los pueblos mesoamericanos, entre otros. ¿Y por qué en Pohnpei no aparece la figura de la serpiente, cobrando vigor, en su lugar, la de la anguila? Pues porque es el único animal que el nativo pohnpeyano puede asimilar a la imagen de una serpiente, por la sencilla razón de que en su pequeña isla las serpientes no existen.
Olosipe y Olosaupa: erigirle un santuario a esta anguila sagrada.
Siendo la anguila una serpiente acuática, el santuario debía erigirse en un lugar que fuera a la vez mar y tierra: el arrecife coralífero que rodea a la isla.
Recorrieron, pues, la costa de la isla desde el promontorio de Sokehs, en el Norte, en busca de un lugar idóneo. Lo hallaron en un lugar llamado Sau Nalan, cuyo significado era el Sol. El santuario debía recibir el nombre de Nanisounsap, que significa *lugar del rey del Sol*.
Pensile Lawrence, transmisor ya citado del conocimiento esotérico de Pohnpei, me confesaría:
*Se decidieron por el actual enclave de Nan Matol, puesto que en aquel lugar preciso observaron luces extrañas en el mar*.
De acuerdo también con la versión esotérica, debajo de Nan Madol yace Kanimeiso, la *ciudad de nadie*.
Por ende, cabe comentar aquí que todo el simbolismo de la construcción del santuario apunta hacia el feudo de los reyes del Sol: Nan Tauas, la construcción principal del conjunto, se halla en el vértice oriental =hacia donde sale el Sol= de Nanisounsap =el lugar del rey del Sol=, erigido a su vez en el extremo oriental de Sau Nalan =el Sol=, que a su vez constituye el flanco oriental, o sea de la salida del Sol, de la isla de Pohnpei.
Cuando regresamos de la jungla de Salapwuk, nos instalamos pues en el minúsculo y paradisíaco islote de Joy Island =antiguamente Nahnningi, el *pedazo de tierra pescado del fondo del mar*, o sea un trozo del paraíso, puesto que eso es para los pohnpeyanos el fondo del mar=.
En el islote sólo vivía Nahzy Susumu.
Con él, con nuestra compañera, guía e intérprete Carmelida Gargina, con los grandes cangrejos cocoteros, dos perros y algunos cerdos, con las rayas y con las crías y algún que otro padre de tiburón y con la desdichada morena que pescó Carmelida a golpe limpio de mi machete para cocerla luego aún medio viva en las brasas de nuestra hoguera, compartimos las inolvidables y solitarias noches de este mágico arrecife coralífero del Pacífico.
¿Mágico?: Absolutamente mágico. De día, íbamos a visitar desde allí las cercanas ruinas de Nan Matol: 91 islotes artificiales construidos sobre el arrecife, a base de la superposición =única en el mundo= de enormes columnas de basalto. Analizamos todas las posibilidades que podían ofrecerse de transportar estas columnas desde la cantera que se hallaba al norte de la isla, hasta el enclave en que habían sido apiladas en Nan Matol.
Por tierra, imposible, dado que la espesa jungla que cubría toda la isla, y los intrincados manglares que se extendían a lo largo de la costa, hacían imposible el transporte de estos enormes bloques de piedra.
Cabía la posibilidad de un transporte por mar, a lo largo del arrecife.
Miquel Amat, experto navegante, me comentó sin embargo que la única posibilidad habría sido, en época tan lejana, el sujetar cada columna de piedra debajo de una enorme balsa, para evitar que esta zozobrara y se hundiera. Pero entonces, ¿cómo habrían podido salvar la barrera coralífera con la que habrían topado? El transporte era a todas luces imposible. Excepto para los iniciados, aquellos privilegiados isleños que conocían la historia auténtica de su tierra.
A la luz de la hoguera, en noche de plenilunio, un descendiente de tsamoro me confió que para ellos no es ningún secreto el que Olosipe y Olosaupa, los dos hermanos constructores, estaban dotados de un extraordinario poder mágico:
*Convocaron a todas las piedras para que vinieran por sí solas y formaran las imponentes construcciones. Olosipe y Olosaupa llamaron a las piedras que estaban en Sokehs. Estas oyeron su llamada mágica y acudieron volando junto a los dos hermanos.
Por procedimientos mágicos éstos ordenaron a cada uno de los grandes bloques de piedra que ocupara su sitio correspondiente en las construcciones. Tal es la forma en que se construyó Nan Matol*.
Quien se sonría ante mi ingenuidad, recuerde las palabras del jefe hopi White Bear, cuando explica =sin tener ni la más remota idea de lo que cuentan los transmisores del conocimiento en Pohnpei= que exactamente este corte y trasporte de enormes bloques de piedra es lo que los katchinas =seres que dominaban el secreto del vuelo= enseñaron a los antepasados de los indios hopi, hoy asentados en Arizona, y que por su parte afirman proceder del Pacífico.
Es más: vimos que en la relación solar de todo el simbolismo construccional y de emplazamiento del santuario del rey del Sol =Nanisounsap= el edificio principal, Nan Tauas, ocupaba el vértice más oriental, o sea dirigido al Sol naciente.
Pues bien, Tauas significa en lenguaje hopi exactamente esto mismo: Sol.
Todo esto no son más que los testimonios visibles y averiguables de los enigmas que presenta la isla de Pohnpei. Ocultos quedan sus auténticos misterios. O su auténtico misterio.
Aquél que está implícito en el propio nombre de Pohnpei: *Sobre el secreto*.
Tuve que desandar la selva monte arriba para que en lo alto del reino de Kiti, en Salapwuk, uno de los principales celadores del secreto me dijera que la isla que estábamos pisando no era más que el tapón puesto encima de un gran secreto que se escondía debajo, razón y origen de la sociedad secreta que allí funcionaba.
Tuve que cruzar luego los manglares y navegar hasta Nahnningi, y por ende explorar las ya devastadas ruinas de la ciudad prohibida de Nan Matol, para ir arrancándoles a algunos nativos iniciados la confesión de que Nan Matol no es más que una señal en forma de desafiante ciudad que indica que frente a su muralla externa, allí donde moran los tiburones, se esconde bajo las aguas otra ciudad de construcción muchísimo más antigua.
Sendas expediciones australiana, norteamericana y japonesa confirman que allí, a nueve metros de profundidad, descubrieron los vértices superiores de diez columnas verticales de 20 metros de altura cada una.
Nadie explica lo que ha encontrado agua abajo de estas diez columnas submarinas, de una cultura absolutamente distinta a la de los constructores de Nan Matol: éstos dispusieron la totalidad de los bloques de basalto en forma horizontal, mientras que las mencionadas columnas submarinas se hallan todas en posición vertical.
Pero eso es solamente el principio de lo que allí se esconde. Quedan para el recuerdo más reciente los sarcófagos de platino extraídos de allí entre las dos guerras mundiales por los buzos japoneses. Y para el más remoto, las luces vistas en este punto del mar por los instructores y constructores Olosipe y Olosaupa, que supieron así en dónde debían erigirle un santuario a la anguila sagrada.
El motivo de este artículo ahora, al cabo de siete años de haber visitado la isla, no es otro que el de remozar la memoria y dejar constancia de este misterio para las generaciones futuras, para las que Pohnpei no será más que una diminuta isla en el Pacífico, invadida por el moderno turismo motorizado japonés.
El buen amigo, periodista, viajero, buscador y aventurero catalán Jorge Juan Sánchez García, que visitó Pohnpei en el mes de octubre de 1990, me comunica que desde mi estancia en la isla murió el celador de Salapwuk, Pernis Washndon, y se suicidó el joven y solitario Nahzy Susumu, que registraba el paso de cualquier extranjero a Nan Matol.
La sociedad secreta de los tsamoro no traiciona sus principios.
*Cuando los arqueólogos ven que algo no se ajusta al paradigma aceptado, tienden a eliminarlo. No se enseña, no se discute, y la gente ni siquiera se entera de ello*.
Edwin Velásquez
Gilgamesh***
Las hipótesis son muchas.
Éste es el último comunicado de la aerolínea malaya;
Cuesta creer que con la actual tecnología no se haya podido dar con el paradero de la aero-nave. Dicen que 26 naciones están rastrillando la zona..incluído el FBI. Las horas pasan y eso juega en contra de posibles sobrevivientes. En toda esa vastedad está minado de bases militares, zona que es estratégica en el tablero geo-político mundial además de tener bajo las aguas del océano uno de los más grandes misterios del planeta.
Si me baso en mi percepción, el avión no se encuentra porque debe estar hecho añicos, sobre, o debajo de las aguas. Por más que mis deseos son otros, temo que no hallarán sobrevivientes lamentablemente, espero equivocarme, es más.., ruego equivocarme.
Sólo el tiempo nos dirá si el avión aparece con o sin sus pasajeros, o si todo pasará a ser un gran y nuevo misterio.
Parte final de la primera entrega sobre la investigación de Andreas Faber-Kaiser del misterio de Pohnpei.
Días antes le había preguntado a Masao =uno de los iniciados de la isla= por el significado del nombre *Salapwuk*:
*Allí hay una roca. Cuando la veas, sabrás por qué se llama Salapwuk*, me contestó escuetamente, para advertirme a renglón seguido: *Si logras subir con los contactos adecuados a las montañas, los celadores del lugar te mostrarán algo si creen que eres merecedor de ello; pero jamás te permitirán acceder a las cosas secretas que allí hay*.
Pronto tendría que darle la razón.
Tras el largo ascenso hacia las cabañas de Pernis Washndon =el celador visible de los selváticos montes de Kiti= la primera condición que éste me impuso fue el mutuo silencio sobre lo que allí hablaríamos, compromiso que por supuesto no voy a romper, por lo cual solamente reflejaré aquí parte de aquello que no atañe al mismo. Después de lo cual comprobaría que los distintos vigías de la jungla montañosa estaban informados de nuestra presencia. Entrada ya la noche, acudieron una serie de hombres, con alguno de los cuales nos habíamos cruzado ya en nuestro camino de ascenso. Pero otros acudieron de zonas aún más altas. En un momento nos vimos acosados por primero tres, e inmediatamente dos más, en total cinco de aquellos guardianes de Salapwuk que, machete en mano y a dos palmos de nosotros =que estábamos hombro con hombro intentando captar aquella situación= imponían la prudencia por encima de cualquier otra reacción.
Tuvimos el segundo justo para confirmarnos mutuamente que aquello se salía de lo normal y podía derivar en algo feo si dábamos un paso en falso, cuando comenzaron a someterme alternativamente los cinco a un severo interrogatorio acerca del motivo auténtico de nuestra presencia en Salapwuk.
Sólo al cabo de un buen rato de esfuerzos por no perder parte del terreno tan pacientemente ganado, logré restarle gravedad a la tensión que evidentemente se había creado.
Miquel y yo nos turnamos para dormir aquella noche tan fascinantemente intrigante como incómoda y al día siguiente nos internamos desarmados en las espesuras de la parte superior de Salapwuk, guiados por lugareños armados, circunstancia que nos impidió adoptar una postura de fuerza cuando se repitió un grave episodio de tensión entre ellos y nosotros.
*Un comentario más y os pueden matar aquí mismo*, nos avisó la bonita Carmelida, que nos hacía de intérprete y que la víspera, advertida por Pernis Washndon de que guardara silencio sobre el contenido de nuestra conversación, comentó: *Si estuviera loca, hablaría*.
Los guardianes cumplieron perfectamente su cometido, puesto que regresamos después de un día de caminata a pie descalzo por la jungla, sin haber visto el enclave que yo buscaba.
El lugar en el que, en épocas pasadas, cuando se producía alguna sequía anómala, los chamanes invocaban la llegada de la lluvia, que no tardaba en presentarse, después de haber clavado el sacerdote una vara en una abertura del terreno.
Era exactamente la historia que ocho años antes me había contado el superior del santuario de Aishmuqam, en la antigua ruta de los mercaderes que desde el Afganistán se dirigían a la capital de Cachemira, Srinagar.
Guardaban allí el bastón de Musa =Moisés=, que solamente se usaba en aquel extremo norteño de la India para invocar la llegada de la lluvia, o el fin de una epidemia, siempre con inmediato resultado positivo.
De cuanto se puede explicar, lo más importante que me traje de las espesuras de Salapwuk fue la explicación de su celador visible, Pernis Washndon, de que estos montes y la isla misma no constituían más =como su propio nombre esotérico indica= que un tapón que esconde, al tiempo que señaliza, el emplazamiento del auténtico misterio que se oculta en sus profundidades.
No tardaría en averiguar que este misterio guardaba estrecha relación con las noticias aparecidas a finales de los años 30 en la Prensa alemana.
De regreso del reino de Kiti pude ya, con lo averiguado en Salapwuk, poner todo mi empeño en averiguar el motivo de la existencia en la isla de una ciudad construida sobre islotes artificiales, aprovechando su arrecife coralífero.
Para ello había que remontarse a la aparición en la isla, en épocas remotas, de una pareja de instructores llegados desde el aire, en una nube, con la finalidad de buscar un emplazamiento idóneo para la construcción de una ciudad-santuario.
Hallaron este emplazamiento en un lugar en el que vieron luces bajo el agua, en el mar. Supieron por ellas que era éste el lugar en el que debían construir una ciudad provocativamente distinta, sobre islotes artificiales, para señalizar la singularidad de aquel lugar.
Porque las luces que vieron les indicaban la existencia, allí, de construcciones artificiales muchísimo más antiguas, sumergidas bajo las aguas litorales de Pohnpei. Allí estaba el inicio del ovillo que conducía al secreto que daba nombre y significado a la isla.
Todo un reto para esoteristas, arqueólogos e historiadores.
El Corán, en la Sura 18, habla de Al Raqim, la tabla que contiene las claves de la iniciación en la cueva.
En Pohnpei los Sau Rakim fueron antiguamente los grandes iniciados =ya no queda ninguno hoy en día= que guardaban los secretos y no los compartían con las demás personas. Los mantenían ocultos, ya que de otra forma eran castigados con la muerte.
Cuenta la tradición que conocían todas las antiguas historias de Pohnpei, y que cuando morían comenzaba a llover, a relampaguear y a tronar. Algo similar =se suceden en esta isla las conexiones planetarias= a lo que sucedió con motivo de la crucifixión de Jesús.
Por debajo de los Sau Rakim, que eran los máximos iniciados de la isla, existía una sociedad secreta, la sociedad de los tsamoro.
Los jefes de tribu se constituían automáticamente en miembros de esta sociedad, mientras que a los demás tsamoro se les exigía una demostración de sus aptitudes en el plazo de un tiempo de prueba de varios años de duración.
Esta demostración consistía en el conocimiento de la lengua de la sociedad, que no era la del pueblo. Era por lo tanto un argot, una lengua de los argotiers, por lo tanto de los argo-nautas.
Los tsamoro se reunían una vez al año en un lugar sagrado, rodeado de muros de piedra. El acceso les estaba vedado a los no iniciados, bajo pena de muerte inmediata. Durante sus reuniones secretas, los elegidos bebían sakau y cada uno ofrecía un recipiente de esta bebida sagrada a los seres superiores.
Valga decir antes aún que el jefe de la hermandad secreta de los tsamoro tenía su sede en estos montes de Salapwuk en cuya jungla me hallaba, y en donde cada nueve meses se reunían todos los iniciados para un encuentro de cuatro días de duración.
Averigüé en las oscuras noches de la jungla que existen allí narraciones legendarias que apuntan claramente hacia el recuerdo de una inundación total de la isla, o sea de un diluvio =para ellos obviamente universal=.
Literalmente:
*Las inundaciones arrancaron toda la tierra de la isla*,dicen las tradiciones.
Después de haberse retirado nuevamente las aguas, alguien procedió a reconstruir un túmulo de rocas en Salapwuk, en el reino de Kiti.
Pernis Washndon =el celador de los misterios de estos montes= me dijo en este contexto que Salapwuk no era más que el tapón que tapaba un secreto que se encerraba debajo del lugar que estábamos pisando.
Y considerando que Salapwuk debe su razón de ser a la primera piedra, a la piedra angular, obligado es aportar aquí el dato de que en el texto apócrifo Testamento de Salomón, la piedra angular es aquella que se pone encima de la puerta del templo.
La ceremonia del sakau es celebrada por todos los pohnpeyanos diariamente, al anochecer. Según ellos, es una bebida proporcionada antiguamente por los seres superiores, como vehículo de comunicación con ellos. Tanto es así, que en el escudo o emblema oficial del actual estado de Pohnpei aparecen juntas las ruinas de Nan Matol y un cuenco de coco conteniendo el sakau.
Nosotros tomamos nuestro primer trago en el marco de un festivo agasajo del que nos hizo objeto una familia que ocupaba el pequeño islote de Takaieu, en los arrecifes que rodean a la isla central de Pohnpei.
Lo que ingerimos aquí, en Pohnpei, es una droga adormecedora, la kawaína, cuyos efectos se comienzan a advertir en una insensibilización de los labios y de la punta de la lengua.
Es un principio activo modificador del sistema nervioso, que produce la parálisis de las fibras centrípedas. El abuso de su ingesta puede conducir finalmente a una caquexia mortal.
De todas formas, esto no se da entre los habitantes de Pohnpei, que saben dosificarse perfectamente su ración diaria de sakau.
Precisamente porque no toman el sakau por drogadicción, sino porque constituye para ellos ancestralmente un vehículo de comunicación sagrado. De comunicación con seres superiores.
Comienza la conexión celeste de los antiguos pohnpeyanos con un hombre llamado Kanekin Zapatan, descendido de las alturas, de un lugar desconocido, a Pohnpei, acompañado de un grupo de personas que sabían volar. Kanekin Zapatan se fija en la hija de un jefe nativo. Tenemos así a un hombre descendido del cielo que se casa con una mujer terrestre. Ya conocemos eso de los textos bíblicos.
Urgido para el regreso por sus acompañantes, reclama sus alas y su aditivo capilar =un casco que llevaba= para poder reunirse en las alturas con los suyos.
Le acompaña también su mujer, y literalmente dice la tradición:
*Metió a la mujer en el cabello y alrededor de él ajustó el nudo*.
¿Cabría en aquella remota época mejor concreción para indicar que le puso un casco, imprescindible para levantar el vuelo?
Huye pues con la hija del jefe nativo, que en el trayecto da a luz a un niño distinto, dotado de grandes poderes mágicos. Este niño se llamará Luk, al que dejan en tierra mientras ellos prosiguen su vuelo. Más adelante Luk enciende una hoguera, para ascender en su humo, sobre un tambor, al cielo, imagen ésta que puede equipararse a la del despegue de un cohete portador de una cápsula tripulada.
Al reencontrarse con sus padres les recuerda que *me engendrasteis en la Tierra*.
La narración también afirma de él que *sabía andar sobre el mar*. Se suceden los símiles con pasajes bíblicos.
*En aquella época* =me cuenta Masao al pie del camino que conduce hacia Nan Matol= la raza de los hombres era distinta. Estaban más dotados, ya que eran capaces de transformar la piedra y de efectuar trabajos muy difíciles en la misma, pero esta gente habilidosa ya no existe hoy en Pohnpei. Hoy ya no son como la gente de antes, son distintos, ya que aquéllos poseían poderes mágicos y eran fuertes*.
Un curioso invento lo constituyen los sacos voladores que aparecen en algún que otro relato de los tiempos antiguos de la isla.
Se trataba de vehículos volantes de gran movilidad con capacidad para un solo tripulante. Incluso quedan narraciones que refieren combates entre varios de estos sacos voladores.
En relación con este tema, le pregunté a Masao si antiguamente habían existido en la isla hombres voladores.
*¿Hombres volantes? No. No volaban propiamente, sino que penetraban en grandes pájaros, pronunciaban palabras mágicas, el pájaro se alzaba y volaba con ellos dentro. Construyeron pájaros voladores con árboles*.
Es hora ya de que me refiera al principal enigma que plantea esta isla: la ciudad muerta de Nan Madol.
Para ello hay que remontarse nuevamente a los relatos tradicionales de los nativos. Cuentan éstos que muchísimo tiempo después de la llegada de la primera canoa con las nueve parejas, hacen aparición en la isla dos hermanos: Olosipe y Olosaupa. Con ellos comienza el enigma de la ciudad de Nan Matol.
El único recuerdo ancestral que los nativos conservan sobre la construcción de dicha ciudad, es el que refiere su origen a la actuación, absolutamente mágica, de estos dos personajes.
Nadie sabe de dónde vinieron; llegaron en una nube y descendieron en Sokehs, en el norte de la isla. Eran constructores, ingenieros, arquitectos extraordinariamente inteligentes y dotados de poderosos recursos mágicos. Pero además sacerdotes e instructores, que sacaron a los pohnpeyanos de su ignorancia y de su primitivismo.
Llegaron a Pohnpei para edificar allí un santuario consagrado a un protector de la tierra y del mar: la anguila, desde entonces el animal totémico por excelencia de Pohnpei.
Hay que tener en cuenta que el pohnpeyano no adora a la anguila misma como animal, sino por lo que éste representa: en su cuerpo habita el espíritu, la divinidad. La anguila es así un vehículo de la divinidad. Como lo es la serpiente para los aborígenes australianos y para los pueblos mesoamericanos, entre otros. ¿Y por qué en Pohnpei no aparece la figura de la serpiente, cobrando vigor, en su lugar, la de la anguila? Pues porque es el único animal que el nativo pohnpeyano puede asimilar a la imagen de una serpiente, por la sencilla razón de que en su pequeña isla las serpientes no existen.
Olosipe y Olosaupa: erigirle un santuario a esta anguila sagrada.
Siendo la anguila una serpiente acuática, el santuario debía erigirse en un lugar que fuera a la vez mar y tierra: el arrecife coralífero que rodea a la isla.
Recorrieron, pues, la costa de la isla desde el promontorio de Sokehs, en el Norte, en busca de un lugar idóneo. Lo hallaron en un lugar llamado Sau Nalan, cuyo significado era el Sol. El santuario debía recibir el nombre de Nanisounsap, que significa *lugar del rey del Sol*.
Pensile Lawrence, transmisor ya citado del conocimiento esotérico de Pohnpei, me confesaría:
*Se decidieron por el actual enclave de Nan Matol, puesto que en aquel lugar preciso observaron luces extrañas en el mar*.
De acuerdo también con la versión esotérica, debajo de Nan Madol yace Kanimeiso, la *ciudad de nadie*.
Por ende, cabe comentar aquí que todo el simbolismo de la construcción del santuario apunta hacia el feudo de los reyes del Sol: Nan Tauas, la construcción principal del conjunto, se halla en el vértice oriental =hacia donde sale el Sol= de Nanisounsap =el lugar del rey del Sol=, erigido a su vez en el extremo oriental de Sau Nalan =el Sol=, que a su vez constituye el flanco oriental, o sea de la salida del Sol, de la isla de Pohnpei.
Cuando regresamos de la jungla de Salapwuk, nos instalamos pues en el minúsculo y paradisíaco islote de Joy Island =antiguamente Nahnningi, el *pedazo de tierra pescado del fondo del mar*, o sea un trozo del paraíso, puesto que eso es para los pohnpeyanos el fondo del mar=.
En el islote sólo vivía Nahzy Susumu.
Con él, con nuestra compañera, guía e intérprete Carmelida Gargina, con los grandes cangrejos cocoteros, dos perros y algunos cerdos, con las rayas y con las crías y algún que otro padre de tiburón y con la desdichada morena que pescó Carmelida a golpe limpio de mi machete para cocerla luego aún medio viva en las brasas de nuestra hoguera, compartimos las inolvidables y solitarias noches de este mágico arrecife coralífero del Pacífico.
¿Mágico?: Absolutamente mágico. De día, íbamos a visitar desde allí las cercanas ruinas de Nan Matol: 91 islotes artificiales construidos sobre el arrecife, a base de la superposición =única en el mundo= de enormes columnas de basalto. Analizamos todas las posibilidades que podían ofrecerse de transportar estas columnas desde la cantera que se hallaba al norte de la isla, hasta el enclave en que habían sido apiladas en Nan Matol.
Por tierra, imposible, dado que la espesa jungla que cubría toda la isla, y los intrincados manglares que se extendían a lo largo de la costa, hacían imposible el transporte de estos enormes bloques de piedra.
Cabía la posibilidad de un transporte por mar, a lo largo del arrecife.
Miquel Amat, experto navegante, me comentó sin embargo que la única posibilidad habría sido, en época tan lejana, el sujetar cada columna de piedra debajo de una enorme balsa, para evitar que esta zozobrara y se hundiera. Pero entonces, ¿cómo habrían podido salvar la barrera coralífera con la que habrían topado? El transporte era a todas luces imposible. Excepto para los iniciados, aquellos privilegiados isleños que conocían la historia auténtica de su tierra.
A la luz de la hoguera, en noche de plenilunio, un descendiente de tsamoro me confió que para ellos no es ningún secreto el que Olosipe y Olosaupa, los dos hermanos constructores, estaban dotados de un extraordinario poder mágico:
*Convocaron a todas las piedras para que vinieran por sí solas y formaran las imponentes construcciones. Olosipe y Olosaupa llamaron a las piedras que estaban en Sokehs. Estas oyeron su llamada mágica y acudieron volando junto a los dos hermanos.
Por procedimientos mágicos éstos ordenaron a cada uno de los grandes bloques de piedra que ocupara su sitio correspondiente en las construcciones. Tal es la forma en que se construyó Nan Matol*.
Quien se sonría ante mi ingenuidad, recuerde las palabras del jefe hopi White Bear, cuando explica =sin tener ni la más remota idea de lo que cuentan los transmisores del conocimiento en Pohnpei= que exactamente este corte y trasporte de enormes bloques de piedra es lo que los katchinas =seres que dominaban el secreto del vuelo= enseñaron a los antepasados de los indios hopi, hoy asentados en Arizona, y que por su parte afirman proceder del Pacífico.
Es más: vimos que en la relación solar de todo el simbolismo construccional y de emplazamiento del santuario del rey del Sol =Nanisounsap= el edificio principal, Nan Tauas, ocupaba el vértice más oriental, o sea dirigido al Sol naciente.
Pues bien, Tauas significa en lenguaje hopi exactamente esto mismo: Sol.
Todo esto no son más que los testimonios visibles y averiguables de los enigmas que presenta la isla de Pohnpei. Ocultos quedan sus auténticos misterios. O su auténtico misterio.
Aquél que está implícito en el propio nombre de Pohnpei: *Sobre el secreto*.
Tuve que desandar la selva monte arriba para que en lo alto del reino de Kiti, en Salapwuk, uno de los principales celadores del secreto me dijera que la isla que estábamos pisando no era más que el tapón puesto encima de un gran secreto que se escondía debajo, razón y origen de la sociedad secreta que allí funcionaba.
Tuve que cruzar luego los manglares y navegar hasta Nahnningi, y por ende explorar las ya devastadas ruinas de la ciudad prohibida de Nan Matol, para ir arrancándoles a algunos nativos iniciados la confesión de que Nan Matol no es más que una señal en forma de desafiante ciudad que indica que frente a su muralla externa, allí donde moran los tiburones, se esconde bajo las aguas otra ciudad de construcción muchísimo más antigua.
Sendas expediciones australiana, norteamericana y japonesa confirman que allí, a nueve metros de profundidad, descubrieron los vértices superiores de diez columnas verticales de 20 metros de altura cada una.
Nadie explica lo que ha encontrado agua abajo de estas diez columnas submarinas, de una cultura absolutamente distinta a la de los constructores de Nan Matol: éstos dispusieron la totalidad de los bloques de basalto en forma horizontal, mientras que las mencionadas columnas submarinas se hallan todas en posición vertical.
Pero eso es solamente el principio de lo que allí se esconde. Quedan para el recuerdo más reciente los sarcófagos de platino extraídos de allí entre las dos guerras mundiales por los buzos japoneses. Y para el más remoto, las luces vistas en este punto del mar por los instructores y constructores Olosipe y Olosaupa, que supieron así en dónde debían erigirle un santuario a la anguila sagrada.
El motivo de este artículo ahora, al cabo de siete años de haber visitado la isla, no es otro que el de remozar la memoria y dejar constancia de este misterio para las generaciones futuras, para las que Pohnpei no será más que una diminuta isla en el Pacífico, invadida por el moderno turismo motorizado japonés.
El buen amigo, periodista, viajero, buscador y aventurero catalán Jorge Juan Sánchez García, que visitó Pohnpei en el mes de octubre de 1990, me comunica que desde mi estancia en la isla murió el celador de Salapwuk, Pernis Washndon, y se suicidó el joven y solitario Nahzy Susumu, que registraba el paso de cualquier extranjero a Nan Matol.
La sociedad secreta de los tsamoro no traiciona sus principios.
*Cuando los arqueólogos ven que algo no se ajusta al paradigma aceptado, tienden a eliminarlo. No se enseña, no se discute, y la gente ni siquiera se entera de ello*.
Edwin Velásquez
Gilgamesh***
Publicado por
Gilgamesh
en
17:19
6
comentarios
Enviar por correo electrónico
Escribe un blog
Compartir en X
Compartir con Facebook
Compartir en Pinterest
Etiquetas:
ACCIDENTE
,
ANTIGUAS CIVILIZACIONES
,
ARQUEOLOGÍA
,
INVESTIGACIÓN
,
MALASIA
martes, 18 de marzo de 2014
* Boeing 777-200ER-Malaysian Airlines y una zona misteriosa..Nan Matol-parte 1 *
***Excelente noche de Martes amigos y lectores.
Cuando el avión malayo desapareció misteriosamente y se lo busca denodadamente, de inmediato mi mente regresó a un tema que leí hace muchos años.
Hoy, se habla de las *posibles rutas* que el avión habría cambiado, lo cierto es que en esa vasta zona se esconde otro, de los grandes misterios de nuestra humanidad.
No quiero con éste post decir que el avión aparecerá o desapareció en tal o cual lugar, simplemente me pareció una excelente oportunidad para traerles ésta historia que además, va de la mano con muchas de nuestras investigaciones sobre la religión y las culturas ancestrales.
La zona en cuestión es cuanto menos mágica, misteriosa y atemorizante a la vez.
Hoy la primera entrega y mañana el final
Repasemos primero la historia para saber de qué hablamos;
La historia pre-colonial de Pohnpei se divide en etapas: Mwehin Kawa o Mwehin Aramas =1100 aC=; Mwehin Sau Deleur =1001 aC hasta 1628 aC=
En Pohnpei se encuentran interesantes ruinas de una civilización micronesia, destacando las ruinas de Nan Matol.
Las islas Carolinas, dentro de las cuales actualmente se engloba la isla de Pohnpei, fueron descubiertas el 22 de agosto de 1526 por el explorador español Toribio Alonso de Salazar. El 1 de enero de 1528 el descubridor Alonso de Saavedra tomó posesión en nombre del Rey de España de las islas de Uluti, siendo visitado el archipiélago en 1542, Islas Matelotes, 1543, 1545 y por Legazpi en 1565.
El primer visitante europeo de Pohnpei fue Pedro Fernández de Quirós, comandando el barco español San Geronimo.Avistó la isla el 23 de diciembre de 1595; su descripción de la misma es breve y no llegó a desembarcar en ella. La segunda visita europea conocida no se produjo sino hasta mucho después, por el australiano John Henry Rowe, su barco John Bull llegó a la isla el 10 de septiembre de 1825, siendo atacado por los nativos. Pohnpei, junto con las Islas Senyavin, fue definitivamente incluida en las cartas de navegación europeas tras ser avistada por el navegante ruso Fyodor Litke en 1828, más de dos siglos después que el resto de las Islas Carolinas.
En esta isla se encontró la principal sede de gobierno de las Carolinas. Los españoles denominaron Ponapé a la isla y establecieron en ella la ciudad de Santiago de la Ascensión, que se convirtió en su primera capital. Como era la sede de la colonia española =compuesta por funcionarios, militares, misioneros y trabajadores filipinos= pasó a conocerse sencillamente como Colonia o Kolonia, adyacente a la capital actual, Palikir.
En 1885 a instancias del gobierno de España, se organizó en Filipinas, entonces colonia de España, una nueva expedición para proceder a la definitiva ocupación del archipiélago de Las Carolinas, de soberanía española. Se eligió como sede del Gobierno la isla de Ponapé, en la zona oriental del archipiélago, extendido en 2.000.000 de kilómetros cuadrados oceánicos, mediante el triple apoyo Manila-Guaján-Ponapé, que posibilitaba además un eficaz patrullaje de aquella dilatada amplitud de aguas jurisdiccionales.
Fue nombrado jefe de la expedición el comandante Posadillo, quien arribó a la citada isla a finales de 1885. Instalóse en ella la escasa guarnición y los equipos administrativos. La empresa no era económicamente rentable por *la poca variedad de los productos de exportación, el alejamiento de los mercados, el no poder ocupar más que un reducido número de kilómetros cuadrados y lo costoso de mantener crecido número de destacamentos*; se debía más bien a imperativos de prestigio. Por ello cuando en 1887 se produjo una sublevación de los indígenas, quienes asesinaron a la totalidad de la colonia española, inmediatamente se dispuso la salida de una nueva expedición.
Una carta desde España ordenaba tomar todas sus posesiones de ultramar e islas adyacentes en 1858, en un fragmento mandaba a las tropas que compusieron la siguiente expedición española a cargo del comandante Díaz Varela. Se incorporó a la misma en calidad de gobernador del archipiélago otro jefe de la Armada, don Luis Cadarso y Rey, que moriría once años más tarde en Cavite, abordando el acorazado estadounidense Olímpia, insignia de la flota estadounidense. Se alcanzó Ponapé tras doce días de penosa travesía y se reconstruyó lo que los indígenas habían destruido, encerrándolos en un fortín. Al ver éstos en la isla una importante presencia militar, acataron la autoridad española, aconsejados por un europeo llamado Deoane, que vivía entre ellos, y que tal vez fue el instigador de la anterior rebelión. Mientras duró el dominio español en la isla se sucedieron los períodos pacíficos y las escaramuzas sobre aquel territorio de complicada morfología que dificultaba las operaciones. A las rebeliones con frecuencia se unían indígenas de las islas adyacentes sobre las que no se podía ejercer un control efectivo. A lo largo de esos años las bajas españolas como consecuencia de estos enfrentamientos fueron proporcionalmente numerosas. Fue con frecuencia necesario aplicar la autoridad con absoluta contundencia. De la época colonial se conservan los restos del Fuerte Alfonso XIII, conocidos como *Spanish Wall*.
Pohnpei =hasta 1990 Ponapé, anteriormente Bonabí= es uno de los cuatro estados que constituyen los Estados Federados de Micronesia, que recibe el nombre de su isla principal, una de las Islas Senyavin.
En ella se encuentra la capital federal, Palikir, englobado en el archipiélago de las islas Carolinas.
En español, la denominación es Ponapé; en su lengua ponapeña la denominación oficial es Pohnpei. En inglés, se usan Ponape y Pohnpei.
El territorio del estado de Pohnpei tiene una superficie de 346 km², estando constituido por una isla principal =Pohnpei= y 161 pequeñas islas y atolones. Su altitud máxima =791 m=se encuentra en un picacho remanente de un volcán.
Tras la guerra hispano-estadounidense de 1898, Alemania compró la isla a España; bajo soberanía alemana, la colonia fue nombrada oficialmente Kolonia. Pohnpei fue ocupada por Japón durante la Primera Guerra Mundial, tras la cual la Sociedad de Naciones declaró que las islas Carolinas debían pasar a administración japonesa, como deuda de guerra por la derrota alemana, junto con las islas Marshall y las Islas Marianas =excepto Guam, territorio estadounidense=. La soberanía japonesa dura desde 1914 hasta 1945.
Durante la Segunda Guerra Mundial la isla fue soslayada en las campañas anfibias estadounidenses entre 1943 y 1945.
Las instalaciones militares fueron bombardeadas en varias ocasiones, incluyendo los bombardeos de los barcos de batalla USS Massachusetts =BB-59= y USS Iowa =BB-61=, así como el ataque aéreo de Cowpens =CVL-25=. Al término de la guerra, las Islas Carolinas pasaron a formar parte del Territorio en Fideicomiso de las Islas del Pacífico.
Los Estados Federados de Micronesia obtuvieron la independencia total en 1990. Desde entonces, Pohnpei ha sido un resguardado puerto tropical bajo control indirecto de los Estados Unidos.
La población en 2001 era de 49.300 habitantes.
El atolón de Pingelap, ubicado varios cientos de kilómetros al este de Pohnpei aunque perteneciente al estado de Pohnpei, se destaca por el alto índice de acromatopsia de sus habitantes. Esta ceguera del color es relativamente rara, pero aparece a menudo en comunidades con baja variabilidad genética. Pingelap fue descrita en el libro *The Island of the Colorblind* =la isla de los ciegos del color= por el neurólogo Oliver Sacks.
Las antiguas islas artificiales de Nan Matol se encuentran cercanas a Pohnpei.
El hipotético continente de Lemuria, formulado por científicos en el siglo XIX, fue relacionado posteriormente con Pohnpei. Las leyendas surgidas alrededor de Lemuria llevaron a místicos franceses a relacionar estas leyendas con las inusuales ruinas de Nan Madol, explicando la existencia de estas ruinas como lo que restaba emergido de ese hipotético continente tras un cataclismo. Posteriormente, escritores como Lovecraft y August Derleth aprovecharon tales mitificaciones para situar en Pohnpei la entrada a fantásticas civilizaciones de terribles alienígenas; en los 1960 el ufólogo Erik von Däniken afirmaba que las ruinas de Nan Matol y otras en Ponape se debían a la obra de extraterrestres.
Andreas Faber-Kaiser relató la experiencia de su investigación en el archipiélago en 1991, extracto de su grueso trabajo;
Debajo de la isla de Pohnpei =o Ponape=, en el océano Pacífico, se esconde una página secreta de la historia de la Humanidad. Por esta razón, los iniciados de la hermandad de los *tsamoro* le dan a su isla justamente este nombre: *Sobre el secreto*. Frente a sus costas se asientan las ruinas de la enigmática ciudad acuática de Nan Matol, construida =nadie sabe cuándo ni por quién= con gigantescos bloques de basalto sobre 91 islotes artificiales.
Invadida por la jungla y los manglares, continúa siendo para los nativos una ciudad prohibida, que =de acuerdo con su tradición= acecha con la muerte a quien osa permanecer en ella después de la caída del Sol.
En este enclave de las Carolinas orientales, en la Micronesia, averigüé sobre el terreno cuanto allí se esconde. Acumulando vivencias en la jungla de los montes y en los manglares de las aguas litorales, conviviendo con los transmisores del conocimiento de la isla, he ido recomponiendo el rompecabezas de la desafiante historia de Pohnpei =descubierta por navegantes españoles en el siglo XVI= que mantiene a muerte un solo principio: no revelar jamás todo lo que alberga.
En 1939 había aparecido en la Prensa alemana una curiosa noticia: afirmaba ésta que submarinistas japoneses habían efectuado inmersiones en la isla carolina de Ponape =la antigua Pohnpei= y habían sacado del lecho del mar trozos de platino.
Pero no de alguna formación natural recubierta de coral, sino de un tesoro submarino.
Noticias posteriores afirmaban que en la costa oriental de Pohnpei se hallaban diseminadas en una amplia área misteriosas construcciones cubiertas por la jungla: un sistema de canales, muros ciclópeos, ruinas de fortificaciones, ruinas de palacios...
Ya mucho antes de la primera gran guerra =explicaron los nativos= buscadores de perlas y comerciantes japoneses habían efectuado sondeos clandestinos en el fondo del mar.
Hasta que los submarinistas regresaron con narraciones fabulosas: allí abajo se habían podido pasear por calles en parte bien conservadas, si bien recubiertas por moluscos, colonias de corales y otros habitantes marinos, amén de algún que otro vestigio de ruinas. Desconcertante había sido, según ellos, la visión de numerosas bóvedas de piedra, columnas y monolitos.
Esta misteriosa ciudad submarina albergaba tesoros concretos, debiéndose hallar en el centro de la misma una especie de panteón de los nobles del lugar, cuyas momias yacían allí. Pero aquí viene lo asombroso: cada una de estas momias estaría encerrada en un sarcófago de platino. Estos son los sarcófagos que =ya en época de la dominación japonesa de la isla, o sea entre las dos guerras mundiales= habrían localizado los submarinistas nipones.
De acuerdo con estos testimonios, habrían ido extrayendo platino del fondo marino hasta el momento en que dos submarinistas ya no volvieron a emerger.
Desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo su moderno equipo de inmersión y de trabajo: jamás nadie volvió a verlos.
Pohnpei se presentaba como un reto fascinante. Pero quedaba una sola duda: ¿se trataba de comentarios fantasiosos de gente ávida de sensacionalismo?
Para despejarla, valía la pena estar volando, como lo estábamos haciendo Miquel Amat y yo, en pos del Sol.
*Allí la gente no va*.
Que esto no lo hacía nadie, que la gente se iba, pues... a Hawaii o a las Fidji, pero allí no:
*Allí se comen a la gente*, me decía un oficial de inmigración en el aeropuerto neoyorquino John F. Kennedy.
Mal informado estaba el funcionario yanqui sobre las actuales preferencias culinarias de los pohnpeyanos, pero menos aún sabían en las agencias de viaje de la otra costa americana:
*¿Y eso dónde cae? Es la primera vez que lo oigo*, me confiesa un veterano empleado de la Western Airlines en Los Angeles.
En eso, parecía evidente que el inquisidor de New York había tenido razón: a Pohnpei la gente no iba.
Ya en pleno Pacífico, a mitad de camino entre Los Angeles y Pohnpei, con más de 15.000 km de vuelo a las espaldas desde nuestra partida de Barcelona y con todavía algo más de 4.200 km de sobrevuelo del océano Pacífico por delante, tampoco habían oído hablar nunca de Pohnpei.
Ni siquiera el experimentado taxista hawaiiano que nos llevó del aeropuerto de Honolulu a la playa de Waikiki. Únicamente el gerente del restaurante Tahitian Lanai en Waikiki supo aportar algo concreto; conocía Pohnpei: que si lo nuestro era el masoquismo, que fuéramos allí.
Pero que el Pacífico ofrecía mil rincones para visitar antes que éste.
Al día siguiente nos esperaba por fin nuestro noveno y definitivo aterrizaje desde que partimos de Barcelona. El volante correo del Pacífico nos había llevado de Honolulu al atolón de Johnston, de allí al de Majuro, y de éste a la base de misiles de Kwajalein.
Después de haber estado sobrevolando y aterrizando en atolones que eran superficies desérticas y absolutamente planas que a duras penas rebasaban en algún metro el nivel del mar, el espectáculo que hora y media más tarde se ofreció a nuestros ojos a la izquierda del avión, cuando surgimos por debajo de la capa de nubes, fue realmente impresionante: una lúgubre mole de montañas totalmente cubierta de espesa jungla de un pegajoso color verde oscuro, aparecía envuelta en sus cúspides más elevadas por neblinas y nubarrones blancos, grises, pesados.
Sobrevolamos los arrecifes de coral del extremo norte de la isla, e inmediatamente surgió un poco más a la izquierda el islote sobre el que se extiende el campo de aterrizaje de Pohnpei.
El aterrizaje =huelga decirlo= sin ayudas de tierra: a ojo.
Al segundo día nos instalamos en una cabaña de madera con cubierta de hoja de palma, cuyos lados ofrecían amplias franjas abiertas por las que pasaba el aire pero nunca la lluvia, abundante lluvia en esta isla, que cae intermitentemente durante 300 de los 365 días del año.
A una temperatura media permanente de 27-28°C, este tipo de alojamiento es el único idóneo para el lugar.
Tuvimos que acostumbrarnos a compartir el interior del habitáculo con lagartos, lagartijas, sapos, caracoles gigantes y la visita diaria de una rata. Pero todo esto quedaba compensado por la magnífica vista tropical que desde nuestra cabaña disfrutábamos sobre la Bahía de la Mala Acogida, como la bautizaron cuando la descubrieron en enero de 1828 unos navegantes rusos, a causa del poco hospitalario carácter de sus moradores. En la primera noche de estancia en la isla ya tuvimos una clara muestra de que allí nos preguntarían más de lo que nos dirían. Fuimos a dar una vuelta a pie para la primera toma de contacto con el nuevo entorno. La oscuridad, total. Solamente la tenue luz de alguna vela o quinqué en las cabañas cercanas. Sin previo aviso rompió a llover bastante torrencialmente, a lo cual no tardaríamos a acostumbrarnos.
De la oscuridad surgió una figura igual de oscura que nos invitó por señas a seguirla.
Nos ofreció cobijo en la cercana cabaña de reunión de los hombres del lugar.
Estaba ocupada por unos quince individuos que nos fueron estudiando en silencio, mientras dos de ellos se alternaban en hacernos preguntas concretas sobre nuestra estancia en Pohnpei: qué habíamos venido a hacer aquí, cuándo habíamos llegado, qué lugares pensábamos visitar, y =algo que parecía interesarles especialmente= cuándo volvíamos a abandonar la isla. Intenté ganar tiempo con respuestas evasivas hasta que paró de llover.
Entre aventuras, con tiento y con paciencia, logré conectar con el paso de los días con algunos de los transmisores del conocimiento ancestral de la isla =a la que James Churchward consideraba asentamiento del santuario del supuesto continente hundido de Mu=.
El enigma principal que ofrece son las ruinas de Nan Matol. Con respecto a ellas, la arqueología oficial reconoce abiertamente su desconocimiento absoluto sobre la finalidad de las más impresionantes ruinas del océano Pacífico; es más, de la única ciudad en ruinas que puede visitarse en los 166 millones de km2 de dicho océano.
Pero además de este enigma principal, arqueológico, existe un foco mágico de la isla, oculto en la abrupta espesura de la jungla de Salapwuk, en las alturas montañosas del reino de Kiti, en el suroeste de Pohnpei. Allí y en otros puntos de la isla, la memoria de los pohnpeyanos perpetúa hasta hoy el recuerdo de gigantes, el recuerdo de personas que sabían volar, el recuerdo de una raza que recurría a asombrosos poderes mágicos que permitían el transporte aéreo de grandes bloques de piedra.
Pensile Lawrence, uno de los transmisores vivos de la historia esotérica de Pohnpei, me contó por fin, al cabo de dos interminables semanas de evasivas y de negativas a la ansiada entrevista, esta historia de sus orígenes:
*Nueve parejas =nueve mujeres y nueve hombres= erraban en una canoa por el ancho mar, buscando una tierra nueva en la que establecerse. En esto pensaban cuando se toparon con un pulpo hembra de nombre Letakika. Cuando éste averiguó el motivo de su viaje, les indicó un lugar del océano en el que había una roca que surgía por encima de las olas. Las nueve parejas prosiguieron su camino y hallaron la roca. Sobre ella comenzaron a construir la isla. Luego, dejaron en ella a una pareja, un hombre y una mujer, mientras que el resto volvieron a marchar.
El nombre del hombre que se quedó en la isla no tiene importancia; no tenía nombre. Sí lo tenía el de la mujer: se llamaba Lemuetu. Lemuetu es la primera madre de Pohnpei. Por ello sus habitantes se asientan sobre un matriarcado. En su canoa, las nueve parejas llevaban alimentos para comer y para plantar en la nueva tierra*.
Apuntaré aquí solamente que el 9 es =para las empresas de la especie humana= el símbolo del nacimiento.
Ahora bien, las características de la nave-canoa, con alimentos y plantas para sembrar en el país nuevo, el hallazgo de una roca de tierra firme sobre la cual establecer un nuevo núcleo humano, la indicación de la cercanía de la nueva tierra por parte de un animal =aquí es un pulpo= la equiparan a la nave-arca de Noé que navega igualmente en busca de la nueva tierra.
La lenta ascensión a pie a través de la jungla propicia el que solamente llegue hasta Salapwuk aquél a quien los celadores del santuario se lo permiten. Tanto es así, que Miquel y yo fuimos los primeros extranjeros que han llegado a pisar aquellos parajes vírgenes.
En busca del lago de agua dulce en el que, en las alturas de Kiti, crecía la misma hierba que crece abajo en el mar.
Mañana finalizamos con la última parte.
Quizás los restos aparezcan o no aparezcan nunca, quizás los del avión pero no los de sus viajeros. Si no hay sobrevivientes éste caso yacerá tan indescifrable como lo es Nan Matol.
Sólo acotar que el coronel James Churchward =coronel retirado del Ejército Inglés=, Lemuria-Mu eran de unos 8.000 kms. de largo y 3.000 kilómetros de ancho, un hermoso paraíso tropical como el Jardín del Edén.
Habitaban allí 64 millones de personas que murieron en el hundimiento, que data de más de 50.000 años. Las islas del Pacífico son la montaña restante de las cumbres del continente perdido. Mapas detallados precisos del continente perdido de Mu y la Atlántida se encuentran en la tabletas de piedra tallada, pre-Incaicas de Ica- Perú, según el Dr. Javier Cabrera, grabados en piedra y fotografiados por Robber Charroux.
El Diplomático de las Naciones Unidas Farida Iskobiet, asistente del Presidente de las Naciones Unidas Adam Malik, viajó a Maui en 1972 e investigó las ruinas de Lemuria y su historia, y concluyó en que eran reales.
Una de las principales autoridades de Hawai en la investigación de Lemuria fué el Sargento de Inteligencia del Ejército en Oahu, Williard Wannall, él Informó que existían las ruinas de una ciudad sumergida entre Maui y Oahu. Fué un proyecto de alto secreto Naval de Inteligencia en 1972.
Nos re-encontramos mañana.
Gilgamesh***
Cuando el avión malayo desapareció misteriosamente y se lo busca denodadamente, de inmediato mi mente regresó a un tema que leí hace muchos años.
Hoy, se habla de las *posibles rutas* que el avión habría cambiado, lo cierto es que en esa vasta zona se esconde otro, de los grandes misterios de nuestra humanidad.
No quiero con éste post decir que el avión aparecerá o desapareció en tal o cual lugar, simplemente me pareció una excelente oportunidad para traerles ésta historia que además, va de la mano con muchas de nuestras investigaciones sobre la religión y las culturas ancestrales.
La zona en cuestión es cuanto menos mágica, misteriosa y atemorizante a la vez.
Hoy la primera entrega y mañana el final
Repasemos primero la historia para saber de qué hablamos;
La historia pre-colonial de Pohnpei se divide en etapas: Mwehin Kawa o Mwehin Aramas =1100 aC=; Mwehin Sau Deleur =1001 aC hasta 1628 aC=
En Pohnpei se encuentran interesantes ruinas de una civilización micronesia, destacando las ruinas de Nan Matol.
Las islas Carolinas, dentro de las cuales actualmente se engloba la isla de Pohnpei, fueron descubiertas el 22 de agosto de 1526 por el explorador español Toribio Alonso de Salazar. El 1 de enero de 1528 el descubridor Alonso de Saavedra tomó posesión en nombre del Rey de España de las islas de Uluti, siendo visitado el archipiélago en 1542, Islas Matelotes, 1543, 1545 y por Legazpi en 1565.
El primer visitante europeo de Pohnpei fue Pedro Fernández de Quirós, comandando el barco español San Geronimo.Avistó la isla el 23 de diciembre de 1595; su descripción de la misma es breve y no llegó a desembarcar en ella. La segunda visita europea conocida no se produjo sino hasta mucho después, por el australiano John Henry Rowe, su barco John Bull llegó a la isla el 10 de septiembre de 1825, siendo atacado por los nativos. Pohnpei, junto con las Islas Senyavin, fue definitivamente incluida en las cartas de navegación europeas tras ser avistada por el navegante ruso Fyodor Litke en 1828, más de dos siglos después que el resto de las Islas Carolinas.
En esta isla se encontró la principal sede de gobierno de las Carolinas. Los españoles denominaron Ponapé a la isla y establecieron en ella la ciudad de Santiago de la Ascensión, que se convirtió en su primera capital. Como era la sede de la colonia española =compuesta por funcionarios, militares, misioneros y trabajadores filipinos= pasó a conocerse sencillamente como Colonia o Kolonia, adyacente a la capital actual, Palikir.
En 1885 a instancias del gobierno de España, se organizó en Filipinas, entonces colonia de España, una nueva expedición para proceder a la definitiva ocupación del archipiélago de Las Carolinas, de soberanía española. Se eligió como sede del Gobierno la isla de Ponapé, en la zona oriental del archipiélago, extendido en 2.000.000 de kilómetros cuadrados oceánicos, mediante el triple apoyo Manila-Guaján-Ponapé, que posibilitaba además un eficaz patrullaje de aquella dilatada amplitud de aguas jurisdiccionales.
Fue nombrado jefe de la expedición el comandante Posadillo, quien arribó a la citada isla a finales de 1885. Instalóse en ella la escasa guarnición y los equipos administrativos. La empresa no era económicamente rentable por *la poca variedad de los productos de exportación, el alejamiento de los mercados, el no poder ocupar más que un reducido número de kilómetros cuadrados y lo costoso de mantener crecido número de destacamentos*; se debía más bien a imperativos de prestigio. Por ello cuando en 1887 se produjo una sublevación de los indígenas, quienes asesinaron a la totalidad de la colonia española, inmediatamente se dispuso la salida de una nueva expedición.
Una carta desde España ordenaba tomar todas sus posesiones de ultramar e islas adyacentes en 1858, en un fragmento mandaba a las tropas que compusieron la siguiente expedición española a cargo del comandante Díaz Varela. Se incorporó a la misma en calidad de gobernador del archipiélago otro jefe de la Armada, don Luis Cadarso y Rey, que moriría once años más tarde en Cavite, abordando el acorazado estadounidense Olímpia, insignia de la flota estadounidense. Se alcanzó Ponapé tras doce días de penosa travesía y se reconstruyó lo que los indígenas habían destruido, encerrándolos en un fortín. Al ver éstos en la isla una importante presencia militar, acataron la autoridad española, aconsejados por un europeo llamado Deoane, que vivía entre ellos, y que tal vez fue el instigador de la anterior rebelión. Mientras duró el dominio español en la isla se sucedieron los períodos pacíficos y las escaramuzas sobre aquel territorio de complicada morfología que dificultaba las operaciones. A las rebeliones con frecuencia se unían indígenas de las islas adyacentes sobre las que no se podía ejercer un control efectivo. A lo largo de esos años las bajas españolas como consecuencia de estos enfrentamientos fueron proporcionalmente numerosas. Fue con frecuencia necesario aplicar la autoridad con absoluta contundencia. De la época colonial se conservan los restos del Fuerte Alfonso XIII, conocidos como *Spanish Wall*.
Pohnpei =hasta 1990 Ponapé, anteriormente Bonabí= es uno de los cuatro estados que constituyen los Estados Federados de Micronesia, que recibe el nombre de su isla principal, una de las Islas Senyavin.
En ella se encuentra la capital federal, Palikir, englobado en el archipiélago de las islas Carolinas.
En español, la denominación es Ponapé; en su lengua ponapeña la denominación oficial es Pohnpei. En inglés, se usan Ponape y Pohnpei.
El territorio del estado de Pohnpei tiene una superficie de 346 km², estando constituido por una isla principal =Pohnpei= y 161 pequeñas islas y atolones. Su altitud máxima =791 m=se encuentra en un picacho remanente de un volcán.
Tras la guerra hispano-estadounidense de 1898, Alemania compró la isla a España; bajo soberanía alemana, la colonia fue nombrada oficialmente Kolonia. Pohnpei fue ocupada por Japón durante la Primera Guerra Mundial, tras la cual la Sociedad de Naciones declaró que las islas Carolinas debían pasar a administración japonesa, como deuda de guerra por la derrota alemana, junto con las islas Marshall y las Islas Marianas =excepto Guam, territorio estadounidense=. La soberanía japonesa dura desde 1914 hasta 1945.
Durante la Segunda Guerra Mundial la isla fue soslayada en las campañas anfibias estadounidenses entre 1943 y 1945.
Las instalaciones militares fueron bombardeadas en varias ocasiones, incluyendo los bombardeos de los barcos de batalla USS Massachusetts =BB-59= y USS Iowa =BB-61=, así como el ataque aéreo de Cowpens =CVL-25=. Al término de la guerra, las Islas Carolinas pasaron a formar parte del Territorio en Fideicomiso de las Islas del Pacífico.
Los Estados Federados de Micronesia obtuvieron la independencia total en 1990. Desde entonces, Pohnpei ha sido un resguardado puerto tropical bajo control indirecto de los Estados Unidos.
La población en 2001 era de 49.300 habitantes.
El atolón de Pingelap, ubicado varios cientos de kilómetros al este de Pohnpei aunque perteneciente al estado de Pohnpei, se destaca por el alto índice de acromatopsia de sus habitantes. Esta ceguera del color es relativamente rara, pero aparece a menudo en comunidades con baja variabilidad genética. Pingelap fue descrita en el libro *The Island of the Colorblind* =la isla de los ciegos del color= por el neurólogo Oliver Sacks.
Las antiguas islas artificiales de Nan Matol se encuentran cercanas a Pohnpei.
El hipotético continente de Lemuria, formulado por científicos en el siglo XIX, fue relacionado posteriormente con Pohnpei. Las leyendas surgidas alrededor de Lemuria llevaron a místicos franceses a relacionar estas leyendas con las inusuales ruinas de Nan Madol, explicando la existencia de estas ruinas como lo que restaba emergido de ese hipotético continente tras un cataclismo. Posteriormente, escritores como Lovecraft y August Derleth aprovecharon tales mitificaciones para situar en Pohnpei la entrada a fantásticas civilizaciones de terribles alienígenas; en los 1960 el ufólogo Erik von Däniken afirmaba que las ruinas de Nan Matol y otras en Ponape se debían a la obra de extraterrestres.
Andreas Faber-Kaiser relató la experiencia de su investigación en el archipiélago en 1991, extracto de su grueso trabajo;
Debajo de la isla de Pohnpei =o Ponape=, en el océano Pacífico, se esconde una página secreta de la historia de la Humanidad. Por esta razón, los iniciados de la hermandad de los *tsamoro* le dan a su isla justamente este nombre: *Sobre el secreto*. Frente a sus costas se asientan las ruinas de la enigmática ciudad acuática de Nan Matol, construida =nadie sabe cuándo ni por quién= con gigantescos bloques de basalto sobre 91 islotes artificiales.
Invadida por la jungla y los manglares, continúa siendo para los nativos una ciudad prohibida, que =de acuerdo con su tradición= acecha con la muerte a quien osa permanecer en ella después de la caída del Sol.
En este enclave de las Carolinas orientales, en la Micronesia, averigüé sobre el terreno cuanto allí se esconde. Acumulando vivencias en la jungla de los montes y en los manglares de las aguas litorales, conviviendo con los transmisores del conocimiento de la isla, he ido recomponiendo el rompecabezas de la desafiante historia de Pohnpei =descubierta por navegantes españoles en el siglo XVI= que mantiene a muerte un solo principio: no revelar jamás todo lo que alberga.
En 1939 había aparecido en la Prensa alemana una curiosa noticia: afirmaba ésta que submarinistas japoneses habían efectuado inmersiones en la isla carolina de Ponape =la antigua Pohnpei= y habían sacado del lecho del mar trozos de platino.
Pero no de alguna formación natural recubierta de coral, sino de un tesoro submarino.
Noticias posteriores afirmaban que en la costa oriental de Pohnpei se hallaban diseminadas en una amplia área misteriosas construcciones cubiertas por la jungla: un sistema de canales, muros ciclópeos, ruinas de fortificaciones, ruinas de palacios...
Ya mucho antes de la primera gran guerra =explicaron los nativos= buscadores de perlas y comerciantes japoneses habían efectuado sondeos clandestinos en el fondo del mar.
Hasta que los submarinistas regresaron con narraciones fabulosas: allí abajo se habían podido pasear por calles en parte bien conservadas, si bien recubiertas por moluscos, colonias de corales y otros habitantes marinos, amén de algún que otro vestigio de ruinas. Desconcertante había sido, según ellos, la visión de numerosas bóvedas de piedra, columnas y monolitos.
Esta misteriosa ciudad submarina albergaba tesoros concretos, debiéndose hallar en el centro de la misma una especie de panteón de los nobles del lugar, cuyas momias yacían allí. Pero aquí viene lo asombroso: cada una de estas momias estaría encerrada en un sarcófago de platino. Estos son los sarcófagos que =ya en época de la dominación japonesa de la isla, o sea entre las dos guerras mundiales= habrían localizado los submarinistas nipones.
De acuerdo con estos testimonios, habrían ido extrayendo platino del fondo marino hasta el momento en que dos submarinistas ya no volvieron a emerger.
Desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo su moderno equipo de inmersión y de trabajo: jamás nadie volvió a verlos.
Pohnpei se presentaba como un reto fascinante. Pero quedaba una sola duda: ¿se trataba de comentarios fantasiosos de gente ávida de sensacionalismo?
Para despejarla, valía la pena estar volando, como lo estábamos haciendo Miquel Amat y yo, en pos del Sol.
*Allí la gente no va*.
Que esto no lo hacía nadie, que la gente se iba, pues... a Hawaii o a las Fidji, pero allí no:
*Allí se comen a la gente*, me decía un oficial de inmigración en el aeropuerto neoyorquino John F. Kennedy.
Mal informado estaba el funcionario yanqui sobre las actuales preferencias culinarias de los pohnpeyanos, pero menos aún sabían en las agencias de viaje de la otra costa americana:
*¿Y eso dónde cae? Es la primera vez que lo oigo*, me confiesa un veterano empleado de la Western Airlines en Los Angeles.
En eso, parecía evidente que el inquisidor de New York había tenido razón: a Pohnpei la gente no iba.
Ya en pleno Pacífico, a mitad de camino entre Los Angeles y Pohnpei, con más de 15.000 km de vuelo a las espaldas desde nuestra partida de Barcelona y con todavía algo más de 4.200 km de sobrevuelo del océano Pacífico por delante, tampoco habían oído hablar nunca de Pohnpei.
Ni siquiera el experimentado taxista hawaiiano que nos llevó del aeropuerto de Honolulu a la playa de Waikiki. Únicamente el gerente del restaurante Tahitian Lanai en Waikiki supo aportar algo concreto; conocía Pohnpei: que si lo nuestro era el masoquismo, que fuéramos allí.
Pero que el Pacífico ofrecía mil rincones para visitar antes que éste.
Al día siguiente nos esperaba por fin nuestro noveno y definitivo aterrizaje desde que partimos de Barcelona. El volante correo del Pacífico nos había llevado de Honolulu al atolón de Johnston, de allí al de Majuro, y de éste a la base de misiles de Kwajalein.
Después de haber estado sobrevolando y aterrizando en atolones que eran superficies desérticas y absolutamente planas que a duras penas rebasaban en algún metro el nivel del mar, el espectáculo que hora y media más tarde se ofreció a nuestros ojos a la izquierda del avión, cuando surgimos por debajo de la capa de nubes, fue realmente impresionante: una lúgubre mole de montañas totalmente cubierta de espesa jungla de un pegajoso color verde oscuro, aparecía envuelta en sus cúspides más elevadas por neblinas y nubarrones blancos, grises, pesados.
Sobrevolamos los arrecifes de coral del extremo norte de la isla, e inmediatamente surgió un poco más a la izquierda el islote sobre el que se extiende el campo de aterrizaje de Pohnpei.
El aterrizaje =huelga decirlo= sin ayudas de tierra: a ojo.
Al segundo día nos instalamos en una cabaña de madera con cubierta de hoja de palma, cuyos lados ofrecían amplias franjas abiertas por las que pasaba el aire pero nunca la lluvia, abundante lluvia en esta isla, que cae intermitentemente durante 300 de los 365 días del año.
A una temperatura media permanente de 27-28°C, este tipo de alojamiento es el único idóneo para el lugar.
Tuvimos que acostumbrarnos a compartir el interior del habitáculo con lagartos, lagartijas, sapos, caracoles gigantes y la visita diaria de una rata. Pero todo esto quedaba compensado por la magnífica vista tropical que desde nuestra cabaña disfrutábamos sobre la Bahía de la Mala Acogida, como la bautizaron cuando la descubrieron en enero de 1828 unos navegantes rusos, a causa del poco hospitalario carácter de sus moradores. En la primera noche de estancia en la isla ya tuvimos una clara muestra de que allí nos preguntarían más de lo que nos dirían. Fuimos a dar una vuelta a pie para la primera toma de contacto con el nuevo entorno. La oscuridad, total. Solamente la tenue luz de alguna vela o quinqué en las cabañas cercanas. Sin previo aviso rompió a llover bastante torrencialmente, a lo cual no tardaríamos a acostumbrarnos.
De la oscuridad surgió una figura igual de oscura que nos invitó por señas a seguirla.
Nos ofreció cobijo en la cercana cabaña de reunión de los hombres del lugar.
Estaba ocupada por unos quince individuos que nos fueron estudiando en silencio, mientras dos de ellos se alternaban en hacernos preguntas concretas sobre nuestra estancia en Pohnpei: qué habíamos venido a hacer aquí, cuándo habíamos llegado, qué lugares pensábamos visitar, y =algo que parecía interesarles especialmente= cuándo volvíamos a abandonar la isla. Intenté ganar tiempo con respuestas evasivas hasta que paró de llover.
Entre aventuras, con tiento y con paciencia, logré conectar con el paso de los días con algunos de los transmisores del conocimiento ancestral de la isla =a la que James Churchward consideraba asentamiento del santuario del supuesto continente hundido de Mu=.
El enigma principal que ofrece son las ruinas de Nan Matol. Con respecto a ellas, la arqueología oficial reconoce abiertamente su desconocimiento absoluto sobre la finalidad de las más impresionantes ruinas del océano Pacífico; es más, de la única ciudad en ruinas que puede visitarse en los 166 millones de km2 de dicho océano.
Pero además de este enigma principal, arqueológico, existe un foco mágico de la isla, oculto en la abrupta espesura de la jungla de Salapwuk, en las alturas montañosas del reino de Kiti, en el suroeste de Pohnpei. Allí y en otros puntos de la isla, la memoria de los pohnpeyanos perpetúa hasta hoy el recuerdo de gigantes, el recuerdo de personas que sabían volar, el recuerdo de una raza que recurría a asombrosos poderes mágicos que permitían el transporte aéreo de grandes bloques de piedra.
Pensile Lawrence, uno de los transmisores vivos de la historia esotérica de Pohnpei, me contó por fin, al cabo de dos interminables semanas de evasivas y de negativas a la ansiada entrevista, esta historia de sus orígenes:
*Nueve parejas =nueve mujeres y nueve hombres= erraban en una canoa por el ancho mar, buscando una tierra nueva en la que establecerse. En esto pensaban cuando se toparon con un pulpo hembra de nombre Letakika. Cuando éste averiguó el motivo de su viaje, les indicó un lugar del océano en el que había una roca que surgía por encima de las olas. Las nueve parejas prosiguieron su camino y hallaron la roca. Sobre ella comenzaron a construir la isla. Luego, dejaron en ella a una pareja, un hombre y una mujer, mientras que el resto volvieron a marchar.
El nombre del hombre que se quedó en la isla no tiene importancia; no tenía nombre. Sí lo tenía el de la mujer: se llamaba Lemuetu. Lemuetu es la primera madre de Pohnpei. Por ello sus habitantes se asientan sobre un matriarcado. En su canoa, las nueve parejas llevaban alimentos para comer y para plantar en la nueva tierra*.
Apuntaré aquí solamente que el 9 es =para las empresas de la especie humana= el símbolo del nacimiento.
Ahora bien, las características de la nave-canoa, con alimentos y plantas para sembrar en el país nuevo, el hallazgo de una roca de tierra firme sobre la cual establecer un nuevo núcleo humano, la indicación de la cercanía de la nueva tierra por parte de un animal =aquí es un pulpo= la equiparan a la nave-arca de Noé que navega igualmente en busca de la nueva tierra.
La lenta ascensión a pie a través de la jungla propicia el que solamente llegue hasta Salapwuk aquél a quien los celadores del santuario se lo permiten. Tanto es así, que Miquel y yo fuimos los primeros extranjeros que han llegado a pisar aquellos parajes vírgenes.
En busca del lago de agua dulce en el que, en las alturas de Kiti, crecía la misma hierba que crece abajo en el mar.
Mañana finalizamos con la última parte.
Quizás los restos aparezcan o no aparezcan nunca, quizás los del avión pero no los de sus viajeros. Si no hay sobrevivientes éste caso yacerá tan indescifrable como lo es Nan Matol.
Sólo acotar que el coronel James Churchward =coronel retirado del Ejército Inglés=, Lemuria-Mu eran de unos 8.000 kms. de largo y 3.000 kilómetros de ancho, un hermoso paraíso tropical como el Jardín del Edén.
Habitaban allí 64 millones de personas que murieron en el hundimiento, que data de más de 50.000 años. Las islas del Pacífico son la montaña restante de las cumbres del continente perdido. Mapas detallados precisos del continente perdido de Mu y la Atlántida se encuentran en la tabletas de piedra tallada, pre-Incaicas de Ica- Perú, según el Dr. Javier Cabrera, grabados en piedra y fotografiados por Robber Charroux.
El Diplomático de las Naciones Unidas Farida Iskobiet, asistente del Presidente de las Naciones Unidas Adam Malik, viajó a Maui en 1972 e investigó las ruinas de Lemuria y su historia, y concluyó en que eran reales.
Una de las principales autoridades de Hawai en la investigación de Lemuria fué el Sargento de Inteligencia del Ejército en Oahu, Williard Wannall, él Informó que existían las ruinas de una ciudad sumergida entre Maui y Oahu. Fué un proyecto de alto secreto Naval de Inteligencia en 1972.
Nos re-encontramos mañana.
Gilgamesh***
Publicado por
Gilgamesh
en
21:28
0
comentarios
Enviar por correo electrónico
Escribe un blog
Compartir en X
Compartir con Facebook
Compartir en Pinterest
Etiquetas:
ACCIDENTE
,
ANTIGUAS CIVILIZACIONES
,
ARQUEOLOGÍA
,
INVESTIGACIÓN
,
MALASIA
Suscribirse a:
Entradas
(
Atom
)