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domingo, 12 de enero de 2020

* Vacaciones **móviles** *

***Feliz Domingo para todxs.

A relajarse, es tiempo de vacaciones.

Verano por aquí, hace calor, temporada vacacional, turística, y esas postales que dejan ver qué hace la gente, sus viejos y nuevos hábitos, sus repetitivas y rutinarias formas de concebir qué hacer *con y en* el tiempo libre.
Cuando llega ésta época la ciudad es otra, muchos se han ido a vacacionar, se disfruta más, al menos muchos como yo que podemos andar por sus plazas y calles que están bastante vacías.

Si éstas ciudades son como hormigueros atestadas de hormigas correteando por todas partes, en tiempo vacacional la ciudad como que se queda vacía.
Y no es porque alguien le haya echado gamexane al hormiguero sino porque las hormigas se han ido por voluntad propia, pero por un tiempo, hasta que nuevamente regresen a la gran colonia citadina donde moran.

Estando la ciudad vacía uno puede volver a alzar la vista y valorar esas edificaciones preciosas de antaño que casi nunca miramos porque, de alzar la vista es muy probable que un nervioso al volante te arroje por los aires o que otro peatón te choque al mejor estilo de un Scrum de los Old Blacks.

Pero..., y las hormigas que se han ido de vacaiones...¿qué hacen en los centros vacacionales?;
siguen siendo hormigas.
La diferencia es que en vacaciones los hormigueros se mudan al mar o a la montaña.
Y en lugar de sacarle provecho a la belleza del lugar, más bien siguen haciendo lo que hacían en el hormiguero urbano de cemento.

No alcanzo a entender que para muchos, elegir el mar sea pasarse horas acostado en la arena para tomar Sol, más tarde darse un chapuzón en agua helada, y a la tarde noche regresar al departamento alquilado para enfrentarse una vez más a lo que...en el hormiguero de cemento es el tedio de *convivir* con la familia...jeje.
Si la vida cementicia o de hormigón digamos tradicional lo tiene a él 8 o más horas trabajando fuera de la casa y a ella en casa o también trabajando afuera, los niños en el colegio, es una cosa.

Se ven poco, discuten un rato o se aman un rato, a dormir por la noche y mañana será otro día, pero cuando tienen que juntarse todos en un espacio -tiempo llamado *vacaciones*...jeje...la cosa es muy distinta.
Uno debería concebir ésto como que *lo normal* sería que las vacaciones son un tiempo hermoso para que él, ella y lxs hijxs puedan recuperar esas miles de horas en que no pueden estar juntos por el maldito trabajo y las rutinas en la jungla de cemento pero...jeje...las vacaciones de la vida moderna en lugar de ser una hermosura han mutado en el insoportable tiempo de convivir full time.

Y ojo porque en las vacaciones también se ha colado un nuevo amigo, que no es el perro, sino...el celular...
El siguiente relato reflexivo habla más o menos de todo eso y me ha causado mucha gracia porque relata lo que vemos y lo que no vemos, y que en el fondo pone de manifiesto que el problema siempre está *adentro* de nosotros mismos, nuestras concepciones, nuestras costumbres, nuestros derroteros, nuestras conflictivas formas de convivir y el relato desnuda en definitiva lo que pensamos y sentimos de acuerdo a la edad de cada miembro de esos microhormigueros nómades que se forman en...vacaciones;




-Estar de vacaciones en familia puede ser maravilloso pero muchos no dejan de percibir que también puede ser una experiencia con un tinte monstruoso.

Y quizás las dos cosas al mismo tiempo.

Una familia de vacaciones con chicos en edades que van de los 13 a los 17, una familia tipo como le dicen, personas unidas no por el azar sino por lazos de consanguineidad, cuando se trata de sangre la cosa suele ser potente, por la significancia, por la diversidad de vínculos.

Por un lado tenemos vínculos de matrimonio o concubinato, en este caso casi cumpliendo los veinte años, por otro lado vínculos de filiación, hijos adolescentes en la época donde al adolescente se lo reconoce por estar siempre con el celular en la mano, en el oído, en la cama, en los ojos y padres de esos hijos adolescentes, desesperados por esa insospechable cantidad de tiempo que pasan metidos en sus celulares y de energía ambivalente e intensa que desatan cuando levantan sus miradas de sus acompañantes tecnológicos.

Esta experiencia tipo Gran Hermano es recomendable hacerla de vacaciones, lejos de gente con quienes tratamos todos los días, con todo el tiempo del mundo para intentar no sólo pasarla bien sino no suicidarse o matar al otro en el intento.

Una familia en vacaciones es una experiencia de laboratorio, límite:
permanecer durante más de una semana juntos, un amoroso martirio.
Algunos podrán pensar que no se trata de una monstruosidad, que llegar a compartir unas vacaciones en familia es un verdadero acto de amor.
Las vacaciones tiran abajo rápidamente esa idealización pueril.
El amor no es rosa sino turbio y los deseos ambivalentes dentro de una familia son tan intensos como sin escapatoria.

Se trata de una familia que funciona, funcional.
¿Por qué pensar que una familia funciona y quizás otra familia no?
La psicología ha estudiado el tema de las familias funcionales y las disfuncionales, veremos qué pensamos de cada una de ellas pero una familia funcional es la que logra sortear unas vacaciones preferentemente de menos de diez días porque sería lo máximo soportable para esta experiencia límite.

Una familia que funciona es fácilmente reconocible:
los cuatro tienen hambre al mismo tiempo, los cuatro sienten deseos de ir al baño el mismo día, los cuatro quieren salir rajando al mismo tiempo.
Cada uno con su nivel de insoportabilidad al mango.

El, el padre de familia, pasando los cincuenta, con una enorme exigencia de hacer todo lo que tiene ganas en el único momento que tiene en el año de ser feliz.
Que pase los cincuenta no es un tema menor, quiere probar todo el tiempo que todavía puede, entonces inyecta a los días de vacaciones un nivel de actividad rayano en lo hiperkinético, obliga a la familia a caminar a pleno sol durante 23 kilómetros para llegar al refugio de montaña caminando diez horas seguidas, transpirando, sin agua, en el paisaje natural más bello que la naturaleza ha sido capaz de construir en miles de años.

Ella, llegando a los cincuenta intentando no volverse loca;
se trata de la madre, por un lado con la infatigable tarea de cuidar a sus hijos del padre, tanto como de ellos mismos que no saben buscarse ni un calzoncillo dentro de la valija, y tratando de ponerles protector solar para protegerlos de los tábanos que los persiguen.
Nadie, salvo una mujer llegando a los cincuenta, sabe lo difícil que es este momento biográfico:
la carne se cae pero mucho menos que el deseo de seguir atada a esa tiranía familiar, a esa deflación del deseo que muchas veces se identifica con la depresión y a las ganas de salir corriendo.

Una edad donde los ataques de pánico no son tan usuales como la retracción de encías, las ganas de hacerse un botox en toda la cara, y las ganas de ponerle veneno a la comida del marido.

El hijo adolescente de 17 que no deja un minuto el celular tiene que definir su futuro en este momento, apenas puede hablar y decir algo de lo insoportable de estar viviendo una experiencia tan inaguantable como ir de vacaciones con sus padres a esa edad, en la cual la podría estar pasando tan bien con amigos y amigas.

El otro hijo adolescente de 13 años, una edad ideal para vengarse de todo lo que te hicieron durante la infancia, comenzás a demostrarles a tus padres que te creían un débil mental que serás vos quien les dará la comida en la boca y que serás vos quien conduzca sus sillas de ruedas y quienes los deje sin frenos en alguna bajada de montaña para morir en el paisaje más bonito que ser humano ha mirado en este cruel planeta.
Cualquiera se estaría preguntando la diferencia entre una familia que funciona y otra familia que no.

Y podría llegar a pensar que si ésta es una familia que funciona lo que sería una familia que no funciona.
Una familia disfuncional es todo esto pero sin ese rasgo de amor, de enorme ambivalencia que siente cada uno de sus miembros por los otros.
Un momento lo querés matar y al siguiente lo tocás para sentir que está vivo.
Esa enorme sensación de que si no estuvieran juntos, se podría vivir pero otro mundo sería en el que estarían respirando.

Pocos pueden comprender esto salvo los que están de vacaciones en familia, pero aun para ellos es complicado pues vivimos en una época donde está aconteciendo la disolución de la familia matrimonial, patriarcal, heterosexual y que además, como clase media, deberían agregar los cuestionamientos de que son casi los únicos que pueden irse de vacaciones en esta situación de crisis y que también son los únicos que están conscientes de su propia agonía.
Es una experiencia desgarradora pero muy recomendable para sentir que si pasamos las vacaciones, debemos honrar la vida.

Dicen que un relato se comienza por el principio pero ¿cuál es el principio de una familia?
Cuando él y ella, los padres, se encuentran, podría ser una fácil respuesta pero ambos se eligieron cerca de los treinta años y ya habían tenido sus múltiples fracasos amorosos y quizás fue por ellos que se encuentran.
Entonces tendríamos que hablar de sus fracasos amorosos para empezar el relato o quizás deberíamos contar de dónde vienen y cómo fueron sus familias de origen y sobre todo cómo se llevaban sus padres en el tortuoso camino de la vida matrimonial.

Lo que se puede decir de este matrimonio es que ambos vienen de padres separados, entonces si luego de veinte años todavía están juntos merece un estudio de novela de investigación psicológica, deberíamos resucitar a Dostoiesvsky para que lo escribiera.
No creo que le interese porque en general ha retratado familias uniparentales, donde hay un padre preferentemente ausente o venido a menos y madres ampulosas en su tragicomedia que vuelven la vida de sus hijos un insoportable destino de homicidas, mártires, jugadores, enfermos mentales, ruines.

La familia es siempre la familia del otro, la familia donde hemos nacido y finalmente pocos escapamos al destino de armar nuestra vida para intentar responderle a alguno de nuestros padres, muerto por lo general años antes pero que intentamos obcecadamente que mire desde donde se encuentra que nosotros pudimos hacer algo que él o ella en vida no pudieron.
Esto que sencillamente se llama neurosis es lo que también sencillamente se llama amor.

Quizás ésta sea unade las paradojas más lacerantes del ser humano, el amor más cotidiano está lleno de muertos, desafíos, demostraciones y cuestiones difícilmente comprensibles para alguien que no siente un peso enorme a la altura del corazón y las tripas.
El sentido y el amor están hechos de lo que a su vez nos hizo, y es tan difícil de desmenuzar las junturas que mejor no pensar en ordenar el relato porque nos perdemos y olvidamos a esa familia que ya está de vacaciones atravesando los días de vuelta, que son los más difíciles dentro de lo difícil.

El tiempo frágil de la vuelta a la rutina es el talón de Aquiles, la encrucijada, el despeñadero donde todo puede explotar por los aires.

Es necesario como en cualquier relato avisar que no se va a espoiliar el final de las vacaciones de esta familia, primero que no sería un relato apto para menores de dieciocho años, conviene que sigan viendo algún canal de youtube, tampoco sería apto para usted, quizás aún no ha salido de vacaciones y no tiene sentido que siga leyendo estas líneas, porque saber el final, como en la vida, le saca el gusto a la cosa, saber el final es no dejar lo más lindo de esta experiencia que es su singularidad, cada uno hace lo que puede con la vida familiar.

Más allá de que algunos contarán lo fantástico del viaje, otros se jurarán que ésta será la última vez, todes han atravesado un experiencia que a ninguno ha dejado igual, quizás eso sea simplemente la vida, dejar marcas del lugar donde hemos vivido y de nuestro deseo que intenta siempre reconocernos otra cosa de lo que hemos sido y de dónde hemos estado.

¡¡Jajaja!!! buen abordaje del Psicoanalista y Escritor Martín Smud, y claro..eran otros tiempos pero yo recuerdo particularmente que a las vacaciones cuando era niño las disfrutaba mucho.

Eran vacaciones de la *gran familia*, al tener muchos parientes nos íbamos por ejemplo a la Laguna de Melincué no solo papá, mamá y mis hermanxs, sino que unos 5 matrimonios de tíos y mis primxs.
Esas primas y primos con los que nos veíamos poco durante el año y con los cuales en vacaciones nos disfrutábamos todo.

Los viejos también la pasaban bien, se armaban partidos de fútbol, se hacían sendos asados y las bromas y unos vinos, y a pescar y a hacer caminatas con nosotros juntando ostras de la laguna.
Pero...entre los viejos ya estaba presente también el chisme, la crítica de alguna tía sobre otra tía que nunca ayudaba a lavar los platos, o que otro tío era un fanfarrón, y ahí se veía la hilacha de esa costumbre que tenemos los humanos de sacarle el cuero al otro, jejeje..pero nosotros, los niños aún no estábamos contaminados.

Y la gran cosa era que el celular...no existía.

Por cierto, cuán grave ha de ser ésto del móvil que algunos creen que las vacaciones pueden ser una buena excusa para librarnos de él.
Veamos;



-Todos hemos sentido ese acceso de ansiedad y hasta de cargo de conciencia cuando dejamos el móvil en otra habitación, o cuando nos quedamos dormidos y despertamos para encontrarnos con 10 mensajes de nuestra pareja, 2 llamadas de nuestra madre y 4 correos electrónicos de nuestro jefe.
La *nomofobia* está a la orden del día y es la epidemia del siglo XXI.

Nuestra generación es la más conectada de la historia y, al mismo tiempo, la que se siente más sola.
Las cifras de depresión y otras enfermedades mentales son cada vez más aterradoras, y no faltan los expertos que apuntan al pequeño amigo digital que vive en nuestro bolsillo como el principal culpable.

Desde GQ hemos llegado a la conclusión de que las vacaciones lo curan todo, y también la adicción al móvil .
Y, por si necesitas que te convenzamos de cogerte un fin de semana y liberarte del estrés, estamos dispuestos a ofrecerte las razones por las que salir de tu plan semanal te ayuda a dar los primeros pasos hacia la desconexión digital.

1. Matas la rutina

Son las dos de la tarde, y mi iPhone dice que lo he consultado ya 74 veces.
¿Creéis que un miércoles por la mañana alguien me quiere tanto como para mandarme 74 mensajes?
Claro que no.

La mayoría de las veces que echamos un vistazo a la pantalla del móvil son más por manía y por rutina que por necesidad.
Al romper con los hábitos que tenemos grabados en la cabeza =me levanto, miro WhatsApp., desayuno, miro Facebook, en el metro, miro Instagram, llego al trabajo, miro el correo=, evitamos esas consultas absurdas.

2. Estás distraído

Es bien sabido que lo primero que hay que hacer cuando intentamos dejar un mal hábito es alejarlo de nuestra mente.
Si estás de vacaciones, tendrás =esperamos= la mente más concentrada en mojitos/esquís que en qué vídeo gracioso me habrá llegado por 4 grupos de WhatsApp hoy.

3. La gente no espera que le hagas caso

Nadie se va a enfadar cuando no contestes al teléfono si saben que estás de viaje.
A no ser que tu trabajo consista en ello, pasarte las vacaciones colgado del teléfono es algo bastante penoso, y así es percibido por la población en general y por tus contactos en particular.

4. Puedes desactivar las notificaciones

Todos juntos:
¿qué es lo primero que hay que hacer para desengancharse del móvil ?
Desactivar las notificaciones.
Pero no es tan sencillo, ¿verdad?

Porque no paras de pensar que como tu jefe te llame y tú no te enteres, probablemente la oficina habrá ardido en llamas o tú habrás perdido esa oportunidad de ascenso que llevas esperando tres años.
Pero, si estás de vacaciones, tu jefe =si tiene un corazón humano operativo= entenderá que no mires el correo del trabajo cada cinco minutos.

Es el paso intermedio perfecto para acostumbrar a tu cerebro a esa calma y entender que, si tu jefe te quiere ascender, lo hará en base a tus méritos laborales y no a tu pasmosa velocidad a la hora de coger el teléfono antes de que termine el primer pitido.

Es grave la cosa..., ya de por sí que tengan que salir expertos y no expertos a dar consejos sobre qué hacer con el móvil en ¡¡¡vacaciones!!! me resulta de una gravedad importante.

Parece ser que el neoliberalismo ha acostumbrado al trabajador a que tiene que seguir trabajando horas extras sin goce de sueldo, incluso cuando se está tomando unas merecidas vacaciones, ...una locura...
¿cómo es que hemos llegado a naturalizar ésto?

Grave porque si naturalizamos éstas barbaridades y las aceptamos como algo *normal*...creo que estamos liquidados..

No quienes como yo no usamos celular y gracias a dios no tenemos *jefe*, pero somos una minoría.
Pobres quienes tengan sobre sí la presión patronal de ni siquiera poder disfrutar de sus ratos libres...

¿Terminaremos olvidándonos de nuestros derechos más básicos?..;



-Hace unos días, en una pausa de una reunión de trabajo, una cliente nos comentaba la siguiente situación:

*Me fui de luna de miel por tres semanas.
Todo mi equipo sabía lo especial que era para mí este viaje y lo entusiasmada que yo estaba.
No me contactaron ni una sola vez mientras estuve de viaje.
Es más, el celu lo tuve apagado.

El día de mi regreso, utilicé la mañana para contactarme con mi jefe, ponerme al día, y revisar mi sector.
Todo estaba en orden.
Durante la tarde me llamó un colaborador pidiendo ayuda por un tema relativamente intrascendente:

**necesito una máquina elevadora y no hay**.

Mi primer impulso, fruto de la costumbre, fue el de resolver su problema.
Pero la relajación de las tres semanas afuera me permitió parar y preguntarme:
¿quién le resolvía estas cuestiones mientras yo estuve de viaje?
¿No lo puede resolver solo?
¿Estoy actuando de manera paternalista con mi equipo en lugar de impulsar su autonomía y desarrollo?*.

Muchas veces, lo que hacemos con el teléfono mientras estamos de viaje o en tiempo de ocio, lejos de responder a políticas y procedimientos definidos, expresa qué rol hemos asumido dentro de un equipo.
Este rol puede ser algo que nos arrogamos habitualmente en todo contexto, sea dentro de la familia, en el trabajo, o con los amigos =siempre me cargo todo al hombro= o algo que surge en un determinado grupo =me tomaron de secretaria=.

Otras veces, responde a la adecuación a una cultura organizacional, en la cual el contexto entero se maneja siguiendo esas pautas =acá todos tenemos que estar disponibles 24/7=,

Para el primer caso, cabe reflexionar sobre algunas premisas generales para el tiempo libre, que pueden estar bajo nuestro control:

-No es lo mismo apagar incendios que llevar la planificación de la semana entrante.
-No es lo mismo tener el teléfono prendido las 24hs., que usarlo durante una fracción de la mañana.
-No es lo mismo atender el llamado de mi jefe, que los recurrentes llamados de mis colaboradores.

En relación al tema, un supervisor en una fábrica de 500 personas nos decía:

*Por mi forma de hacer las cosas, mis jefes me tienen conectado las 24hs.
Si no estoy, me llaman, si surge un problema, me ubican.
En cambio la mayoría de mis compañeros pueden ausentarse y nadie les dice nada.
No me pagan más por ser más responsable, y al final, si bien sé que me estiman por mi forma de trabajar, no sé si me juega a favor o en contra*.

La pregunta se vuelve:
*¿Qué rol estoy cumpliendo con mi actitud frente al celular?* y *¿cuánto control tengo sobre este rol?*.

El trabajo de antaño consistía en trabajo manual.
Horas de sudor.
El trabajo siglo XX fue de gestión.
El trabajador del conocimiento y horas de resolución de problemas.

El trabajo del siglo XXI es de relacionamiento.
Horas de formar y cuidar vínculos.

Sería importante que no tuviéramos que necesitar una luna de miel para *parar la pelota* y ser conscientes de nuestros roles en el trabajo.
Busquemos interpretar las señales de nuestro entorno para poder discernir responsablemente sobre nuestra forma de relacionarnos.

Grave..., la nota anterior es de Argentina, pero no vayan a creer que en el resto del mundo es distinto.
Ésta es de España;



-Cuando viajas, uno de tus principales objetivos es relajarte y olvidar tu realidad, al menos por un par de días.
No quieres que nadie te moleste ni interrumpa ese momento que tanto esperaste, pero es comprensible que en el mundo de hoy en día no podamos despegarnos de nuestro móvil ni un segundo, pero al menos intenta usarlo lo menos posible en esos días especiales.

No sólo corres el riesgo de recibir esa estresante llamada del trabajo que no deseas, sino que no te permitirá centrarte verdaderamente en tus vacaciones.
Si aún no estás convencida deberías saber de qué manera tu celular puede arruinar tus vacaciones...

#1 Te olvidas de compartir momentos

Como sucede siempre, si tenemos nuestros celulares constantemente con nosotras, es probable que la atención que pongamos en nuestra compañía sea menor.
Por lo tanto, tu móvil durante el viaje puede interrumpir determinados momentos especiales que estás compartiendo contu pareja o amigos y hacer que sean mucho menos placenteros.

#2 Todo a través de un lente

Es lógico que quieras tener un registro de absolutamente todo lo que haces, ya que eso significa guardar buenos recuerdos.
Sin embargo, cuando tienes tu móvil tiendes a obsesionarte demasiado y quieres fotografiar hasta tu plato de comida.
¿Por qué no pruebas con una cámara digital?
Estas toman excelentes fotografías y no interferirán con tu apreciación del paisaje que tienes enfrente.

#3 Compartes todo pero aprovechas menos

Es normal que durante tu estadía quieras comunicarte con amigas, pero si tienes tu celular contigo las 24 horas del día, ese afán por compartir absolutamente todo con ellos puede incluso hacer que tú lo aproveches menos, ya que estarás pendiente de cómo la está pasando tu amiga en lugar de disfrutar por ti misma.

#4 El estrés del trabajo

Aunque lo creas difícil, siempre existe la posibilidad de recibir esa llamada del trabajo que no necesitas en absoluto.
Por lo tanto, el mejor consejo es que optes por apagar tu celular durante el día, y si quieren contactarte no podrán y así evadirás un momento de estrés.

#5 Llamadas innecesarias

A su vez, también corres el riesgo de recibir ese tipo de llamadas que no deseas, como del chico que no quieres ver más o tu amiga para contarte cómo te fue en aquel examen que tantos nervios te da.
Simplemente no necesitas esa información ahora, y la única manera de evadirla es anulando tu medio de comunicación más inmediato:
tu móvil.

#6 Con tu celular no puedes tener un descanso REAL

Créeme, solo lograrás un verdadero y eficiente descanso separándote tanto física como mentalmente de tu rutina.
Y lo único que te conecta con tu hogar una vez que te encuentras a miles de kilómetros de distancia es tu móvil, así que intenta alejarte de verdad, no porque no te guste tu hogar, sino que para que tus vacaciones cumplan su verdadera función.

Piénsalo así:
si yo me tomo vacaciones, mi móvil también debería hacerlo...
Realmente te sentirás muy agradecida de haber tomado esta decisión una vez que estés de regreso en casa, usando plenamente tu celular de nuevo.

De locos..., tener que explicarle a la gente todo ésto porque no se dan cuenta...ya es por sí muy grave.
¿Estamos perdiendo hasta la capacidad de darnos cuenta?

A veces pienso porqué la demonización de los Gremios Laborales...todo tiende a seguir explotando al empleado y ahora con el móvil...que te defienda magoya..

Si no estamos siendo capaces de darnos cuenta que las vacaciones son precisamente para no laburar...estamos liquidados.

Y esa exigencia que la patronal o el jefe nos ha hecho creer a rajatablas de que hay que estar *disponibles* en horarios extralaborales y peor aún ¡¡¡en vacaciones!!!...lo hemos incorporado también en la pretendida *vida personal*, rompiéndole las pelotas a cualquiera y a cualquier hora para mandar un video gracioso, o preguntar pelotudeces que..en nada enriquecen la comunicación.

O estar en un recital todo el tiempo filmando o sacando fotos...en lugar de disfrutar desde los ojos hacia el objetivo en lugar de verlo...por la pantalla del aparato..

Hay un accidente en la calle y en lugar de ir a socorrer a los heridos, todos sacan el celular para filmar o buscar la foto gloriosa que los hará creer que son famosos por un rato cuando la suben a las redes...

Vamos mal...¿no te parece?...

Antes iban a la playa en vacaciones y se la pasaban culo parriba tomando Sol, creían que estar bronceados..los hacía más cool, hoy siguen tomando Sol pero mirando el celular y al mar no se quieren meter porque tienen que dejar el teléfono...no vaya a ser cosa que se les moje.. y deje de funcionar.

Clavan la sombrilla en la arena, hora de almorzar junto al mar, él, ella y los chicos, buen momento para charlar de todo lo que no se charla en la vida rutinaria diaria de la ciudad, pero cada uno de ellos mientras con una mano come...con la otra teclea el aparato..sin mirarse a los ojos..



Juntos pero separados...me recuerda a una canción;



Fuerte abrazo.

Gilgamesh***

Fuentes;
-pagina12
-revistagq
-extremodiario
-vix

jueves, 9 de enero de 2020

* El día del rayo-2 *

***Muy buen Jueves para todxs.

La introducción al post que publiqué el 3 de enero titulado *El día del rayo*, donde narraba hipotéticos hechos *desde el futuro* =*El día del rayo*, Gilgamesh-10 de Noviembre de 3033= pudo o puede ser interpretado por muchxs como una ficción, una exageración, un delirio.

Saber qué pasará mañana ya es de por sí complicado, mucho más o casi imposible saber que ocurrirá dentro de 1.000 años, sin embargo esa *realidad* tangible que nos rodea *hoy* nos permite entenderla cuando le prestamos verdadera atención, esa que nos da pelos y señales inconfundibles.

Lo que está ocurriendo socialmente con la pandemia tecnológico-comunicativa es una enfermedad tremenda que por el momento, más y más personas e instituciones están advirtiendo y denunciando, excepto quienes la padecen..., por ende...también quienes las provocan.

Además de ser un meganegocio que tiene cautiva a la mayoría de la humanidad mi siquiera el factor económico puede detenerla.
Es más...en poco tiempo quienes no puedan sostener el servicio de su móvil por que no le alcanza el dinero o no puedan comprarse un móvil, lo tendrán igual, los van a regalar si es necesario.

Tampoco imaginen que un día la gobernanza mundial viendo el desastre producido los va a prohibir o pondrá restricciones de uso, no, no lo harán.

Cuanto mucho los laboratorios crearán alguna de sus consabidas *pastillas* que en éste caso, serán pastillas para mitigar la adicción al celular, pero nunca una cura definitiva.

De aquí a el futuro sólo nos faltará ver en unos años, que aquél o aquella que no vaya por la calle con su celular, será calificado de sujeto *sospechoso* por los efectivos de seguridad e incluso por los estamentos del Estado.

*El Rayo* habrá de ser la solución definitiva ajena a nosotros ya que nuestra voluntad no será tal para salir de éste vicio inducido, porque tal como reza la proclama de Alcohólicos Anónimos, *el primer paso es asumir que eres alcohólico*, es un imposible para la pandemia que ha atrapado la capacidad de *razonar* del individuo.

Ya sé...aún siguen pensando que...exagero;



-El acceso casi universal a la tecnología digital, que comienza en edades cada vez más tempranas, está transformando a la sociedad moderna en formas que pueden tener efectos negativos en la salud mental y física, el desarrollo neurológico y las relaciones personales, sin mencionar la seguridad en las carreteras y aceras.

Los hombres, mujeres y niños que se la pasan todos los días pegados a sus celulares y revisando sus cuentas de redes sociales podrían aprender algo de Lin-Manuel Miranda, el creador de *Hamilton*, una innovadora obra que se convirtió en un éxito teatral.

Cuando le preguntaron en una entrevista con la revista Delta Sky cuándo y dónde encuentra tiempo para ser creativo, Miranda, un ávido lector de libros y entusiasta del ocio, respondió:

*Las buenas ideas llegan cuando descansas.
Llegan en el jardín.
Llegan cuando estás haciendo dibujitos en un papel o jugando al trencito con tu hijo.
Hamilton me obligó a poner más atención a la inspiración que conlleva el simple hecho de vivir mi vida*.

La observación de Miranda no augura nada bueno para el futuro, no solo de la creatividad sino también de los cuerpos, las mentes y las relaciones sanas.
Sin duda has visto estas escenas muchas veces:
Parejas jóvenes que salen a cenar y sacan sus teléfonos para revisar mensajes, correos y redes sociales incluso antes de leer el menú, y los ven en repetidas ocasiones durante la cena.

Personas que salen a comprar formados en una fila, gente que cruza calles concurridas, incluso ciclistas y conductores cuyos ojos están puestos en sus teléfonos en vez de sus alrededores.
Niños pequeños en carriolas que juegan con un dispositivo digital que quizá es de sus padres o incluso suyo en vez de observar y aprender del mundo que los rodea.
Gente que camina en la calle mientras ve su móvil, chocando entre sí, tropezándose o golpeándose con obstáculos.

Estas situaciones han provocado que un psicoterapeuta neoyorquino se pregunte, *¿Qué es lo que de verdad importa en la vida?*.
En su nuevo libro *noopener noreferrer*, Nancy Colier señala que *pasamos demasiado tiempo haciendo cosas que en realidad no importan*.

Dentro y fuera de su consultorio, se ha encontrado con muchas personas que se han desconectado de lo que importa en verdad, de lo que nos hace sentir ricos y anclados como seres humanos.
No me malentiendan.
No soy una ludita.

Me encanta la tecnología.
Me encanta la practicidad y la ayuda que brindan las numerosas aplicaciones de mi teléfono, un banco de información del tamaño de mi bolsillo.
Recuerdo mi asombro, cuando era reportera del Times a principios de los ochenta, al utilizar los procesadores de texto y me di cuenta de que podía escribir un artículo mucho más rápido.

Ahora las computadoras me ahorran muchísimo tiempo y esfuerzo, además de evitar un sinfín de vergonzosos errores porque puedo buscar hechos, cifras, ortografía, definiciones y publicaciones académicas sin dejar la comodidad de mi silla ergonómica.
Sin embargo, también me encanta poner mi computadora en modo de hibernación y salir a pasear con mi perro, reunirme y charlar con amigos, conocidos y extraños, algunos de los cuales se han convertido en mis amigos.

Como pasa con muchas otras cosas en la vida, la moderación en nuestro mundo digital debería ser el distintivo de una relación sana con la tecnología.
Muchos se han convertido en esclavos de los dispositivos que deberían liberarlos porque nos dan más tiempo para vivir la vida y la gente que amamos.

En vez de eso, estamos bombardeados constantemente por tonos, timbres y zumbidos que nos alertan sobre mensajes que nos sentimos obligados a ver y responder de inmediato.
*La mayoría de las personas revisan sus celulares 150 veces al día, o cada seis minutos*, escribió Colier.

*Y los jóvenes envían en promedio 110 mensajes de texto al día*. 
Además, agregó que el 46 % de los usuarios de teléfonos inteligentes ahora dicen que *no podrían vivir sin sus dispositivos*.

En The World Unplugged Project, investigadores de la Universidad de Maryland informaron que *una mayoría evidente* de estudiantes en los 10 países estudiados experimentaron angustia cuando intentaron estar sin sus dispositivos durante 24 horas.

Una de cada tres personas admitieron que preferirían renunciar al sexo que a sus móviles.

Me temo que nos estamos convirtiendo en robots digitales.
¿Acaso las próximas generaciones sabrán cómo conversar cara a cara?

¿Se darán cuenta de las aves, los árboles, el amanecer y las personas con las que comparten el planeta?

En vez de visitar galerías de arte, asistir a conciertos o caminar en pintorescos caminos boscosos, una mujer que conozco vino a Woodstock, Nueva York, el verano pasado, y se pasó todo el fin de semana en el iPad comunicándose con sus *amigos* de Facebook.
Solo pude pensar: 

*¡Qué desperdicio!*.

Puede que se pregunten por qué es tan importante limitar nuestras vidas digitales.
*Sin espacios abiertos ni tiempo libre, el sistema nervioso jamás se apaga… está en un estado constante de alerta y respuesta*, dijo Colier en una entrevista.
Todo el tiempo estamos conectados y cansados.
Incluso las computadoras se reinician, pero nosotros no lo estamos haciendo*.
Y continuó:

*Son las conexiones con otros seres humanos =conexiones reales, no digitales= lo que nos nutre y nos hace sentir como si existiéramos.
Nuestra presencia, toda nuestra atención es lo más importante que podemos darnos los unos a los otros.
Las comunicaciones digitales no producen conexiones más profundas en las que nos sentimos amados y apoyados*.

¿Qué tan a menudo tu trabajo real se ve interrumpido por señales de tu teléfono que te parecen imposibles de ignorar?

¿Alguna vez has evitado la intimidad con tu pareja porque estás jugando Scrabble en tu iPhone?

¿Acaso tu hábito de tomar selfies y publicarla en las redes sociales está creando un egoísmo poco saludable?

En cuanto al bienestar físico, es probable que cada hora que pasas en un dispositivo sea una hora sedentaria en el interior de tu casa.

Las pantallas están robándoles a los niños y adolescentes el tiempo en el que deberían estar realizando actividades físicas y deportes, leyendo o creando y participando directamente con otros niños;
todas esas cosas son esenciales para tener un sano desarrollo físico y social.

*Los niños que usan demasiado las redes sociales corren el riesgo de tener un uso problemático del internet, y los usuarios acérrimos de videojuegos en líneapueden sufrir un desorden psicológico y conductual*, dijo la American Academy of Pediatrics en su más reciente declaración normativa sobre el uso de los medios.

Colier, quien es licenciado en trabajo social, dijo:

*La única diferencia entre la adicción digital y otras adicciones es que este es un comportamiento socialmente aceptado*.

Aunque su libro contiene un programa de desintoxicación digital de 30 días, en nuestra entrevista ofreció tres pasos para ayudar a frenar nuestra dependencia digital.

1.-Comienza por reconocer cuánto uso de dispositivos digitales en verdad es necesario, digamos, para trabajar o navegar o hacerles saber a tus familiares que estás bien, y qué es simplemente una costumbre de responder, publicar y distraerte.

2.-Haz pequeños cambios.
Abstente de usar tu dispositivo mientras comes o pasas tiempo con amigos, y agrega una cosa al día que se haga sin el celular.

3.-Hazte muy consciente de lo que es importante para ti, lo que de verdad te nutre, y dedícale más tiempo y atención.

En tres horas estaré disfrutando de un recital al aire libre en un parque, algo que no tiene precio y encima es gratis..

Fuerte abrazo.

Gilgamesh***

Fuente;
-nytimes

viernes, 3 de enero de 2020

* El día del rayo *

***Bendito primer alfinViernes 2020 para todxs.

Eran las 09:09 de la mañana de aquél 9 de Septiembre del año 2034, día que quedó grabado en la memoria global como *el día del rayo*.

Después de 9 meses de un colapso inenarrable la humanidad tomó consciencia de lo que significaba retroceder a la edad media.
Sin tecnología, la humanidad comenzó a descubrir las taras producidas por el abuso, especialmente, de la telefonía móvil que durante décadas había sido capaz de atrofiar todas las capacidades del ser.

Suicidios masivos se sucedieron ante la imposibilidad de contar con el aparato que ya no funcionaba.
Las manos de aquellos humanos habían degenerado en especies de garras entumecidas acostumbradas a asir el artefacto portátil.

Cegueras tempranas afloraron cuando el humano debió volver a *mirar* a su alrededor luego de que sus ojos perdieran la adaptación natural a causa de fijar la vista en las pantallas móviles durante toda su vida.

La dislexia por falta de diálogo parlante era una epidemia.
El ser humano tardó 30 años luego de aquél día, para volver a aprender a escribir con un lápiz sobre una hoja de papel, elementos éstos que ya no existían y que debieron volver a fabricarse.

Los neurólogos no daban abasto, ejércitos de humanos habían perdido la capacidad de memorizar, algunos ni siquiera recordaban cómo se llamaban ni dónde vivían.
Otros muchos habían perdido la capacidad de reproducirse y otros tantos habían sido esterilizados por la irradiación de los aparatos que comenzaban a utilizar desde niños.

El día del rayo fué recordado por muchos como una maldición, y por otros muchos como la bendita y natural forma en que la humandad...volvió a *ser*.

*El día del rayo*
Gilgamesh-10 de Noviembre de 3033.




-La mayoría de la población tiene un móvil de última generación en el bolsillo.
Pero Sergio Legaz es un *rara avis*.

Este librero madrileño, que vive aquí desde hace dos años, se ha desenganchado de los smartphones.
Vio cuán preocupante es la situación y decidió escribir Sal de la Máquina en el cual explica su experiencia y pone de relieve esta problemática

Revista de Ripollet:
¿Cuando ves que los smartphones son un problema y nace la idea del libro?

Sergio Legaz:
Ante todo he de decir que el libro no es ningún alegato en contra de la tecnología ni en contra de los smartphones.
Pero un día que iba en metro caí en la cuenta de que me encontraba en medio de una escena apocalíptica, cuando entras en el vagón y ves a todo el mundo enganchado a la pantalla de su móvil.
Hace pocos años esto no sucedía.

Es una escena que si la ves en crudo resulta impactante, evoca la típica escena de distopía de ciencia ficción:
*todos controlados por pantallas*.
Es algo muy al estilo de George Orwell o de Un mundo feliz de Aldous Huxley.
Fue algo espontáneo, ese día, a diferencia de cualquier otro, no iba mirando mi móvil y al observar a mi alrededor me encontré la escena y me quedé impactado.

Esto me movilizó para empezar a desintoxicarme digitalmente y a encontrar momentos de desconexión.
A partir de aquí comenzó un periodo de reflexión, análisis e indagación que se acabó extendiendo durante tres años para desarrollar los contenidos del libro.

RdR:
Cómo dejas de estar enganchado al móvil?

S.L:
Lo primero que hice fue, simplemente, desactivar las notificaciones de Telegram y Whatsapp.
Yo seguía consultando el móvil para ver las noticias, los mensajes, los correos…
Al desactivar las notificaciones me di cuenta que aparte de las notificaciones sonoras también las hay vibratorias y lumínicas;
cuando recibes un mensaje te aparece un pequeño aviso parpadeante en el borde de la pantalla que inconscientemente te hace mirar y te incita a coger el móvil.
Entonces desactivé los tres tipos de notificaciones, en el libro explico cómo aunque la mayoría de usuarios seguro que sabe hacerlo.

La ventaja de esto es que es uno mismo quien decide cuándo quiere consultar el móvil en lugar de estar continuamente contestando todos los mensajes que nos llegan a cada minuto.
Esta continuidad al final se convierte en invasiva y acabamos respondiendo de forma automática, reaccionamos como un resorte.
Si desactivamos las notificaciones podemos parar esto, tomamos el control y se reduce el tiempo que miramos aquella aplicación.

RdR:
Los smartphones son una adicción?

S.L:
Son mucho más que una adicción.
Ninguna adicción te acapara las 24 horas del día.
Y lo más importante, ninguna adicción es capaz de afectar potencialmente a toda la población de forma completamente transversal.
Por la calle puedes ver desde bebés que ya van con el móvil en su carrito hasta personas jubiladas que han aprendido a utilizarlo, pasando por toda la población restante.

No importa cuál sea tu nivel de ingresos o tu ideología política, siempre estamos utilizando esta tecnología a todas horas.
Esto lo diferencia de cualquier otra adicción, por eso pienso que está en otro nivel.
Decir que es una adicción es un tópico que le resta importancia y hace que no nos preocupe lo suficiente.
Es un fenómeno acaparador que invade nuestra conciencia.

RdR:
En el fondo haces activismo.
¿Se puede revertir la situación actual?

S.L:
Por supuesto, yo me he quitado el smartphone, mucha gente lo ha hecho, y hacemos vida completamente normal =trabajo, familia, relaciones=.
Sigo utilizando móvil, uno de los antiguos, pero a veces utilizo el smartphone de mi pareja y no pasa nada, lo importante es evitar que todo esto nos invada.
Hay muchos pasos intermedios para desconectar:
quizás no utilizar internet o desinstalar algunas aplicaciones.

Cada cual puede escoger hasta qué punto quiere depender del móvil.
Por supuesto que se puede.
Yo vivo más tranquilo, tengo más tiempo, me concentro más, estoy más relajado… me encuentro más yo mismo, centrado en mí y con la mente más clara.

RdR:
¿Tanto nos quita el móvil?

S.L:
El problema principal es que nos roba tiempo, cantidades enormes de tiempo, y lo que nos da a cambio no es algo profundo, no es nada que nos aporte algo relevante a nuestra vida.
Todo son contenidos superficiales, pequeños fragmentos de información.
Es una especie de catálogo infinito que miramos continuamente y en el cual buscamos un contenido detrás de otro sin cesar.

Y esto nos ocupa toda la atención y a la vez nos roba todo el tiempo que podríamos emplear en otras cosas.
Por ejemplo ya nadie se aburre, en cuanto te aburres rápidamente coges el móvil.
Antes la gente se aburría y del aburrimiento salían cosas muy interesantes como el juego, el amor, la ciencia, la poesía, la filosofía… o simplemente compartir tiempo con la familia o amigos.
Poniéndolo todo en una balanza creo que estamos entregando mucho a cambio de insulsos contenidos multimedia.

RdR:
Con todo esto, ¿en qué se basa el libro?

S.L:
Hice un proceso de desconexión que he dejado reflejado en el libro en forma de ocho sugerencias prácticas, para que quien lo desee comience a desconectar.
Además hago una reflexión sobre diferentes aspectos de esta tecnología.
Hablo de cómo nos roba tiempo, conciencia, imaginación, descanso o como afecta nuestras mentes.
También de la mochila social y ecológica que un smarphone lleva a cuestas.
Otro capítulo trata del control que hay sobre los perfiles de la gente, cómo recopilan datos sobre nosotros.

Y así desgrano capítulo a capítulo como nos afecta esta tecnología en distintos aspectos.
Es un trabajo de recopilación de tres años.
La segunda edición es la definitiva porque he terminado de recopilar toda la documentación y he dicho todo lo que creo que había que decir sobre este tema.

Recojo testimonios de personas que han trabajado en Silicon Valley y se arrepienten de aquello que han contribuido a generar, como el creador del botón *me gusta* de Facebook o el desarrollador del mecanismo *pull to refresh* que admiten que todo esto es un monstruo que se les ha escapado de las manos y ellos mismos en sus vidas personales están practicando un proceso de desconexión.



-Miramos el celular unas 150 veces al día y se estima que estamos online entre 5 y 6 horas por día.
Esta conexión non-stop a los dispositivos se convirtió en una preocupación, cada vez mayor, en Silicon Valley.

Allí, en el epicentro de la innovación, hay ingenieros, directivos y expertos en tecnología que quieren mantener a sus hijos completamente apartados de las pantallas.
Tal es el caso de Athena Chavarria, que trabajó como asistente ejecutiva en Facebook y ahora es parte de la Iniciativa Chan Zuckerberg.

*Estoy convencida de que el diablo vive en nuestros teléfonos y está causando estragos en nuestros hijos*, dijo Chavarria en una artículo publicado por el New York Times.

Sus hijos recién pudieron tener celular en el secundario y aún ahora, que son adolescentes, tienen muchas limitaciones para usarlo en el hogar.
Y en el auto directamente tienen prohibido mirar sus móviles.

No sorprende:
abundan los estudios que alertan sobre los efectos nocivos que pueden tener las pantallas en el sueño, el ánimo y al aprendizaje.
Sobre todo cuando se produce una sobre exposición desde edades muy tempranas.

Kristin Stecher, que es ex investigadora de computación y está casada con un ingeniero de Facebook, también quiere mantener alejada a sus hijas de 5 y 3 años de los dispositivos electrónicos.
Sólo les permite exponerse a las pantallas, por tiempo limitado, cuando tienen que hacer un viaje largo en auto o los viernes cuando comparten entre todos una película familiar.

Por su parte, Chris Anderson, ex editor del portal especializado en tecnología Wired, comparó el nivel de adicción que generan las pantallas con el crack;

*Está fuera de nuestro control.
Esto se dirige directamente a los centros de placer del cerebro en desarrollo.
Va más allá de nuestra capacidad de comprensión como padres*.

Anderson, que tiene cinco hijos, les impuso reglas estrictas de conducta:
el primer celular lo tienen recién al entrar al secundario, no pueden tener redes sociales hasta los 13 años y tampoco tienen pantallas en la habitación.

No son los únicos:
Bill Gates le prohibió a sus hijos que usaran celulares hasta la adolescencia.



-¿Qué es lo primero que hacés cuando abrís los ojos a la mañana? 
¿Buscás el celular para ver la temperatura, apagar la alarma o hacer un recorrido por las redes? 
Es muy probable que así arranques tu jornada. 
Al menos eso dicen las estadísticas.

Según una encuesta realizada por Deloitte que abarcó a 53 mil personas en todo el mundo, el 61% de los usuarios mira su móvil dentro de los 5 minutos después de despertarse y el 88% lo hace dentro de la primera media hora; en tanto que el 96% dijo que lo chequea antes de que se cumpla una hora desde que abrieron los ojos.

La exposición a la luz azul del móvil altera el sueño porque le dice al cerebro que es hora de despertarse. 
Hay varios estudios que hablan del impacto negativo que esto puede tener en el descanso. 
Ahora bien, lo primero que uno tendería a pensar es que mirar el display a la mañana no es un problema en este sentido; 
después de todo, le estamos avisando al cerebro que es hora de despertarse =y eso es lo que debe ocurrir=. 
Sin embargo, el punto no pasa por ahí sino por analizar qué hacemos cuando miramos el móvil. 
Ahí es cuando queda claro que este hábito es nocivo por varios motivos.

La sensación de que uno está repleto de pendientes y la ansiedad que eso genera

El smartphone se usa para chequear mails, revisar redes sociales, enviar mensajes o navegar en busca de noticias o información. 
En síntesis: 
es un bombardeo de información en apenas pocos segundos. 
El cerebro comienza a despertarse y ya está expuesto a decenas de datos y notificaciones. 
Se arranca la mañana con una valija de pendientes.

¿Y qué pasa cuando, además, empezás la mañana leyendo una serie de consultas y pedidos laborales por mail o por WhatsApp? 
El estrés y la ansiedad se comienzan a apoderar del cuerpo. 
Invade una sensación arrasadora de que uno tiene mucho por hacer =sin siquiera haber iniciado la jornada=, lo cual resulta extenuante y estresante. 
Tristan Harris, ex diseñador de Google y fundador del Centro para una Tecnología Humana, habló de este tema en varios artículos, como este:

**Cuando nos despertamos a la mañana, miramos el teléfono y vemos una lista de notificaciones, se enmarca la experiencia de *despertar por la mañana* en torno a un menú de ‘todas las cosas que me he perdido desde ayer**.

Harris busca concientizar sobre cómo las aplicaciones y plataformas están desarrolladas con la finalidad de *secuestrar* por completo la atención del usuario. 

En este sentido dice que la compañías tienen que comenzar a cambiar la forma en que desarrollan estos sistemas que resultan tan adictivos para el usuario. También cree que los usuarios tienen que comenzar a estar atentos a estos mecanismos de seducción digitales, para así lograr tener mayor control.

Es que la necesidad de revisar el móvil parece irresistible. Harris compara esa urgencia por mirar el teléfono con la sensación de estar ante una máquina tragamonedas: cuando revisamos notificaciones, vamos deslizando el dedo por la pantalla para revisar los posteos en Instagram o miramos los mails que no paran de llegar: quedamos atrapados en una rueda que no termina.

Se pierde tiempo y la atención queda dividida

Es muy probable que uno comience la jornada pensando: *sólo voy a mirar la temperatura, algún chat de WhatsApp y después voy a continuar con el día*, pero lo cierto es que esos *cinco minutos* que uno cree que va a destinar a mirar el celular se transforman en 15, 20, 30 minutos o más.

El inicio de la jornada se retrasa o, en el peor de los casos, uno termina haciendo todo en piloto automático mientras se mantienen los ojos clavados en el móvil. 

Entonces, cual zombies, desayunamos mientras respondemos mensajes; 
nos cambiamos mientras consumimos información por celular y vamos por la calle sin prestar atención a lo que ocurre alrededor.

La atención dividida en realidad es sinónimo de distracción. 
La mente necesita estar plenamente en un sitio para poder rendir de manera más efectiva y también para evitar esa sensación de agobio que se produce cuando uno está *en mil lugares* pero en realidad no está en ninguno.

*El multitasking es improductivo. 
Cada vez que abrimos más ventanas lo único que hace nuestro cerebro es atorarse. 
Estamos preparados para el unitasking. 
Esto no quiere decir que no tengamos cinco o siete proyectos a la vez, pero el tema es tener el foco. 

Puede ser un foco de 20 minutos o una hora, pero el punto es terminar una actividad, cerrarla y pasar a la otra*, explicó en una entrevista con Infobae Martina Rua, autora, junto con Pablo Fernández, del libro *La fábrica de tiempo*.

Y consultada puntualmente sobre cómo incide mirar el móvil a la mañana dice lo siguiente: 

*Es el momento en que tenemos nuestro pico de alerta y somos más productivos, entonces mirar el celular a la mañana te está quitando la posibilidad de hacer algo más de análisis o que requiera mayor esfuerzo cognitivo, que es otro concepto que analiza Daniel Pink en el libro Cuándo*.

Por qué no es bueno vivir pegado al móvil

Existen miles de motivos para entender que no es bueno estar constantemente pegado al celular. 
Como ya se mencionó, esto genera ansiedad, estrés, cansancio, y todo eso incide directamente en la salud.

Un estudio de la Universidad de Gotemburgo en Suecia evaluó los efectos del uso de smartphones en personas de 20 años en el transcurso de un año. 
El informe mostró que el uso elevado de móviles estaba directamente relacionado con el aumento de depresión tanto en hombres como en mujeres.

Por otra parte, una investigación de la Universidad de Filadelfia que analizó el comportamiento de 400 alumnos de entre 11 y 15 años llegó a la conclusión de que aquellos jóvenes que revisaban constantemente el celular padecían problemas de aprendizaje y vinculares.

Podríamos seguir citando estudios que muestran cómo el uso excesivo del móvil genera daños en la atención y la salud de múltiples formas. 
Pero basta con un poco de autoanálisis para darnos cuenta de que estar atado al móvil y por sobre todas las cosas comenzar y terminar la jornada mirando notificaciones y mails es nocivo.

Cómo desintoxicarse del móvil

En el mundo adulto el celular es, además de muchas cosas más, una herramienta de trabajo. 
Entonces, seguramente pensarás: 
¿cómo dejar de revisar el móvil hasta último momento? ¿Qué pasa si llega una notificación urgente del trabajo? Debería estar disponible para responder a un pedido importante.

Y en algunos casos, aun cuando el empleado no lo quiera, es probable que el empleador espere que esté disponible *siempre*. 
Es que el celular borró los límites entre el trabajo y el ocio. 
Se hace cada vez más difícil sostener esos límites. 
Esta es una problemática global y algunos gobiernos han tomado cartas en el asuntos. 
Es el caso de Francia, que aprobó el derecho a desconectarse hace dos años.

La ley exige que las empresas regulen el uso de los mails de modo tal que los empleados puedan descansar cuando están fuera de su horario laboral. 
Algo que en otros tiempos parecía lógico y evidente y que hoy se ha vuelto más difícil de llevar a cabo porque el móvil nos mantienen siempre conectados.

En el resto de los países donde esto no está regulado, queda a criterio de las empresas y los acuerdos que se logren establecer. 
Pero como no hay una norma es algo discrecional. 
Hay compañías como Thrive Global, fundada por Arianna Huffington, donde se pone especial énfasis en lograr que los empleados tengan un buen balance entre el trabajo y el descanso.

Allí, por ejemplo, para asegurarse de que los empleados estén totalmente desconectados durante sus vacaciones, cuando los empleados están durante ese período de descanso, todos los correos laborales que se reciben se borran automáticamente.

Qué podemos hacer como usuarios

En el último tiempo tanto en Android como en iOS se incorporaron herramientas de bienestar digital que permiten saber cuánto tiempo pasamos mirando la pantalla, así como qué apps usamos y la cantidad de notificaciones que recibimos.

Esto sirve para ser conscientes de la cantidad de tiempo que nos insume esta actividad y así poder establecer límites en el uso del equipo.

Por otra parte, siempre está la posibilidad de desactivar notificaciones, para evitar que la atención quede cooptada por la avalancha de globos, luces o ruidos que llegan al celular a toda hora.

Se puede optar también por configurar el móvil en tonos grises para evitar que los colores de la pantalla nos seduzcan.

Pero lo más importante de todo esto es tomar la decisión de mirar menos el móvil. 

Y a la mañana, puntualmente, tal como recomiendan los especialistas es mejor tomarse un rato para desayunar, ejercitarse o meditar para comenzar la jornada con la atención plena y sin ese cansancio crónico que, si no se frena a tiempo, nos acompañará toda la jornada.

Fuerte abrazo.

Gilgamesh***

Fuentes;
-saldelamaquina
-infobae
-infobae2