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lunes, 28 de noviembre de 2016

* Ignacio Gómez de Liaño Alamillo; Conocimiento y Sabiduría-6 *

***Hermosa noche de Lunes para todos.

Interesante extracto el de hoy, especialmente para quienes suelen preguntarse qué es el Gnostiscismo, puesto que para ellos es algo nuevo y desconocido, y a veces con mala reputación a causa de lo mismo de siempre...los inescrupulosos que montan un negocio sobre cosas tan nobles como ésto.

En el extracto se demuestra también cuales eran los Conocimientos en el pre-Cristianismo, que posteriormente fueran excluídos o mascarados en lo que todos =o casi todos= hemos abrevado; la Biblia y el Nuevo Testamento.

¿Cómo es posible que un puñado de auto proclamados Sabios, decidieran sustituir semejante y abrumador caudal de Conocimiento, que era el fruto de siglos y hasta milenios..de poder ir desentramando la enorme madeja de nuestra existencia?...cada quien razone porqué..
Importante también el concepto que se tenía de Sofía..que en aquellos tiempos era una figura primordial en el estudio de nuestra existencia, sin embargo ya ven...de Sofía en las misas y demás cultos tradicionales...bien gracias.

Y en el extracto de hoy, cerca del final, hay un dato más que importante...
Como habrán ido viendo quienes siguen éstas entregas, Antes de Cristo ya se hablaba del Logos..del *hijo del Dios ingénito*, claro está que aún Cristo no había aparecido en escena. Los Gnósticos comenzaron a desconfiar del carácter que algunos le daban a Sofía y al Logos pre-cristiano, y llega un clic que les hace comenzar a alcanzar otra comprensión, me refiero a la intervención de los *Samaritanos* tiempo después de la muerte de Filón de Alejandría, también judío.

Aquellos Gnósticos habían llegado a conclusiones que, posteriormente con la aparición de Cristo y el descubrimiento del Nag Hammadi =para nosotros= en el año 1945, tenemos un libro que incluye Gnosis pre-cristiana, y de la otra...la que según el NH es revelada por Cristo a sus seguidores, y que le pone certeza a aquella *otra comprensión* pre-cristiana cuando los Samaritanos =tal como dice Liaño= hacen su aparición en escena antes de Cristo introduciendo *modificaciones* en la religión judía de aquellos tiempos. 

Para quienes quieran ver qué hito marcaron los Samaritanos les recomiendo ver un breve texto en Wikipedia, sección Creencias, como para que comprendan ustedes lo que los Gnósticos estaban advirtiendo...., lo que después formó parte de la extraña invención de algo que todos tenemos quizás en casa...dos libros en uno, La Santa Biblia...y el Nuevo Testamento...

Les dejo con Liaño;





El eclecticismo de Filón de Alejandría

Las nociones que acabamos de exponer fueron adoptadas por diferentes tradiciones culturales. Es el caso del teólogo y exégeta judío Filón de Alejandría =14 a. C.-40-50 d. C.=, el cual se sirve de las doctrinas estoicas, platónicas, aristotélicas y pitagóricas a fin de interpretar las Escrituras. Filón interesa aquí especialmente porque anticipa muchas de las ideas que manejarán los gnósticos y cronológicamente está muy próximo a Metrodoro.
Como punto de partida, Filón afirma la trascendencia de Dios.

*El increado =agenetos= no se parece a ninguna de las cosas creadas, sino que las trasciende tan completamente que incluso la inteligencia más penetrante está muy lejos de aprehenderle y debe confesar su impotencia*. La desproporción entre Dios y las criaturas fundamenta la doctrina de la incomprehensibilidad divina, que desempeñará un importante papel entre los gnósticos y hermetistas, como también en Clemente de Alejandría, Gregorio de Nisa, Juan Crisòstomo y Dionisio Areopagita. La incomprensibilidad de Dios descansa en su absoluta simplicidad: es el aeides, el Sin-forma. 
A partir de ahí, Filón trata de definir a Dios por la vía de las negaciones que abrió Platón en la primera hipótesis del Parménides.

Lo que Dios deja conocer de Sí mismo son sus Potencias. Filón nombra unas veces dos, la Creadora y la Regia; otras, cinco, en cuyo caso agrega la Misericordiosa, la Ordinativa y la Prohibitiva. Este cuadro pentàdico de las Potencias se completa con otras dos nociones: el Logos y Sofía =o Pensamiento divino=. Esta es, para Filón, la *consorte* del Dios Sumo; aquél, el Hijo de entre ambos. Esta estructura de Dios-Sofía-Cinco Potencias-Logos, anuncia algunos importantes rasgos de las composiciones diagramáticas que encontraremos en la doctrina gnostica del Pleroma divino.

Filón vio las Cinco Potencias en términos espaciales, a modo de ciudades, siendo el Logos la metrópoli o Ciudad Celeste de la que dependen, a modo de colonias, las Potencias:
*La más antigua, segura y excelente ciudad, que no es sólo ciudad, sino metrópoli, es el Logos divino en el que conviene refugiarse ante todo. Las otras cinco, como unas colonias, son las Potencias del Logos presididas por la Potencia Creadora, según la cual el Creador ha hecho el mundo mediante su Logos*

Si el Logos es la metrópoli y las Cinco Potencias sus colonias, y si el rasgo más elevado del Logos es su Poder Creador, se ha de suponer que en el centro está la
Urbe del Logos-Creador =que hunde sus raíces en el abismo divino-el Dios Incomprensible=, encontrándose las Colonias-Potencias =Regia, Misericordiosa,
Ordinativa y Prohibitiva= en los vértices del cuadrado cuyo centro es el Logos. Por la secuencia del texto, parece que Filón veía la Metrópoli del Logos-Creador sobre un lugar elevado, a modo de Fuente de la Sabiduría =la fuente del Santuario que aparece en la visión del Templo de Ezequiel ayuda a visualizarla=, de modo que las cuatro colonias subsidiarias ocupan zonas menos elevadas.

Una concepción ideoplástica semejante la encontraremos en los gnósticos valentinianos, que ven el Pleroma en forma de diagrama estructurado aritmológicamente, siendo su periferia equiparada a la Jerusalén Celeste.
En tanto que la doctrina de las Potencias conecta con el conocimiento de Dios por su acción en el mundo, la del Logos se refiere a la estructura de esa acción.
En el Logos se distinguen dos planos ontológicos: como Logos Increado, no tiene existencia distinta de la divina; como Logos Creado Inmanente, obra en las criaturas intelectuales. Filón llama al Logos *Primogénito* =protogonos=, el más antiguo de los ángeles. Arcángel, Principio, Nombre de Dios, Hombre a imagen o esencial. Vidente, Israel.

Según Daniélou, Filón ha recibido esta doctrina de la teología palestinense. Para designar al Verbo, los judeocristianos se sirvieron de las expresiones Onoma y Arkhé =Nombre y Principio=, así como de hemera =día= y topos =lugar=. El evangelista Juan llama Logos a Jesucristo; el autor de la epístola deuteropaulina a los
Colosenses le dice *Imagen del Dios invisible, Primogénito =prototokos= de toda criatura, porque en él fue creado el universo* =Col 1, 15-16=.
El Logos divino está por encima de las Potencias como Frontera entre el Creador y la Creación:

*Al Logos Arcángel y muy antiguo es a quien el Padre ... ha hecho el don insigne de estar situado en la frontera =methorios= para separar a la creación del Creador....No es ingénito =agenetos= como Dios, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre ambos extremos, comunicándose con el uno y con el otro* .

En cuanto Nous o Intelecto de Dios orientado hacia el mundo, el Logos comprende los arquetipos de la realidad. Por ello, *puede ser considerado Lugar =topos= el Logos divino al que Dios ha inundado completamente con las Potencias incorpóreas*.
*El mundo de las ideas no podría tener otro lugar que el Logos divino*
El Logos es sello =sphragis= que imprime en las cosas creadas los modelos que porta en su seno. *Por eso, cada una de las criaturas posee desde el principio su
forma =eidos= perfecta, por cuanto es la impronta e imagen del Logos perfecto*

*El Logos imprime en el alma su impronta =sphragis= dando a entender que Dios ha atribuido una forma al ser informe del universo...y, después de haberlo terminado todo, ha sellado el mundo con su imagen y su idea, su propio Logos*.
El Logos es piloto y cochero del mundo, es decir, su Providencia:
*Lo mismo que el Ingenerado recorre toda la creación, así el Logos del Ingenerado corre en el Logos de la criatura, como si fuera llevado sobre las rápidas nubes; porque el
Logos divino está presente en todo y lo alcanza todo*.

El Logos es instrumento de discernimiento o división =Logos tomeus= *Nuestro Logos divide en partes infinitamente infinitas y no cesa nunca de dividir todas las realidades y los cuerpos que aprehende inteligiblemente*. Pero también une la creación:
*El Logos del Ser, porque es el nudo =desmos= del universo, sostiene también todas sus partes y las estrecha entre sí para impedir que se desmoronen y desarticulen*.
La idea estoica del Logos-Desmos no era nueva en el judaismo.

Ya la conocía el alejandrino que escribió el Libro de la Sabiduría de Salomón, pero la llamaba Sofía, no Logos. Los valentinianos son los gnósticos que dan una visión más grandiosa del Logos como enlace =desmos= a la vez que frontera =methorion= de la creación.
Tanto se destaca el Logos en el pensamiento filoniano que a veces se diría que existen dos dioses:
*El Logos, intérprete de Dios, es el Dios de nosotros los imperfectos; mas el primer Dios es el Dios de los Sabios y de los perfectos*.

No hay, desde luego, diteísmo, pues el Logos no es más que el Pensamiento divino, pero ese desdoblamiento de la naturaleza divina indica una tendencia que se desarrollará en los círculos gnósticos, los cuales, antes de terminar el siglo I, opondrán al Dios-Padre el Demiurgo Yaldabaot, que no es otro que el Yahvé bíblico revisado críticamente. En Justino y Orígenes se advierte también una oposición entre el Padre incomprehensible y el Logos cognoscible, *desviación, bajo la influencia de Filón, de la teología trinitaria* =Daniélou, pág. 192=.

En la doctrina filoniana del Logos se cruzan, pues, varias tradiciones: de una parte bíblicas =el Logos de los LXX, que traduce el hebreo datar= y la triple función creadora, reveladora y judicial que el Logos de Dios tiene en el AT; de otra, varias líneas de la filosofía griega: la platónica, según la cual el Logos es el pensamiento de Dios sobre la creación; la aristotélica, en la cual el Logos es un equivalente del nous divino; la estoica, cuyo Logos penetra y anima el universo. La doctrina del Logos servirá a los teólogos de la escuela de Juan y a los gnósticos para definir la naturaleza divina de Jesucristo.

En el pensamiento filoniano la Sabiduría o Sofía se identifica a veces con el Logos, pero más a menudo es anterior a éste, ya que Filón estima, como los gnósticos, que constituye el pensamiento =ennoia= de Dios. El judío alejandrino imagina esa Ennoia-Sofía como Paraíso, y al Logos como Río fluyente, en tanto que el Universo es comparado a la Ciudad Santa. Sofía había desempeñado un papel cada vez más destacado en el pensamiento judío anterior a Filón, llegando a adquirir un cierto carácter personal como *consorte* de Dios. En los Proverbios aparece como una mujer *en la encrucijada de las sendas, a la vera de las puertas, al borde de la ciudad*, gritando a los hombres que aprendan la prudencia y diciendo de sí misma:

*Yahvé me creó al principio de su proceder, con anterioridad a sus obras, desde siempre. Desde la eternidad fui constituida .... Cuando se aseguraban los cielos allí estaba yo ..., junto a él estaba yo como artífice, y era sus delicias* =Prov 8=.

A su misión cosmogónica alude el comienzo del siguiente parágrafo:
*La Sabiduría edificó su mansión, talló sus siete columnas*, esto es, los siete órdenes planetarios de la Hebdómada.

En la Sabiduría de Jesús ben Sira =siglo II a. C.= se abunda en la preexistencia de Sofía:
*Antes que todo fue creada la Sabiduría, la Inteligencia y la Cordura, desde la eternidad*.

La Sabiduría, que aparece personalizada *en la asamblea del Altísimo*, dice de sí misma:

*Yo salí de la boca del Altísimo y como niebla he cubierto la tierra. Puse mi tienda en las alturas y mi trono sobre columna de nubes. Sola di la vuelta al círculo del cielo y he paseado por la profundidad del abismo. ...Antes del tiempo, desde el principio me creó y no cesaré jamás*.

La insistencia con que el Sirácida conecta la Sabiduría con Israel, ya que identifica la Sabiduría con la Ley mosaica, implica un matiz polémico contra la
Sabiduría griega. Por último, en el Libro de la Sabiduría de Salomón, obra escrita en Alejandría en tiempos del propio Filón, podemos leer:

*La Sabiduría es más móvil que todo movimiento, se difunde y penetra en todas partes por su finura; pues es una exhalación de la fuerza de Dios, y una emanación pura de la gloria del Omnipotente: por eso nada manchado penetra en ella. Es una irradiación de la luz eterna, espejo terso de la energía de Dios, e imagen de su bondad*.
La Sabiduría *proclama su buen nacimiento al convivir con Dios, y ... está iniciada en la ciencia de Dios*.

A imitación del Espíritu y la Pronoia de los estoicos, el autor pone a la Sabiduría en relación con el Logos:

*Dios ... que todo lo hiciste con tu Logos, y con tu Sabiduría formaste al hombre ..., concédeme la Sabiduría que se asienta junto a tu trono*.

En tanto que el Logos y Sofía constituyen una esfera intermedia entre el Dios-Padre increado y la creación propiamente dicha, los ángeles pertenecen al orden creado. Filón los asimila a veces, inspirándose en Platón, a las almas que se introducen en los cuerpos humanos al nacer. La relación especial que tienen con el Logos se refleja en el nombre que a veces les da, logoi, término técnico de los estoicos. En cuanto logoi, los ángeles son instrumentos del Logos en la administración del mundo.
La angelologia de Filón es la réplica de la demonologia platónica que vemos desarrollada en Plutarco.

Entre las variadas funciones que desempeñan, destaca su intervención en la fabricación del cuerpo humano, tema inspirado en el Timeo.
Esta función antropogónica de los ángeles será una de las favoritas de los gnósticos, quienes los rebajan, conforme a la orientación general de su ideario, a un plano psíquico-animal. Como guardianes y compañeros suyos, los ángeles asisten al hombre a lo largo de la vida en su ascensión hacia Dios:

*Quien sigue a Dios tiene necesariamente por compañeros de camino a los logoi, a los que se suele llamar ángeles*.

En un nivel inferior de la Creación está el cosmos. 
Los niveles angélico y cósmico se oponen como, en el platonismo, lo inteligible y lo sensible. El primero es el *kosmos noetos*, el segundo es el *aisthetos o visible*. A éste lo llama Filón *el hijo menor de Dios, por cuanto es sensible; el hijo mayor, el mundo inteligible, es concebido como asentado junto a él*. Mientras que el mundo ideal, sobre el que reina el Logos, es el *primogénito*, el material, imagen del ideal, *es más joven que el primogénito, destinado a encerrar tantos géneros sensibles como inteligibles existen en el mayor*.

Hay, pues, dosfiliedades, la superior inteligible, modelada sobre el Logos, y la inferior cósmica, imaginada sobre el Logos. Si Dios es como un arquitecto que, antes de construir una ciudad, diseña el modelo o arquetipo, el Logos es el Sumo Sacerdote del Cosmos, el cual es visto, a la manera de los henoquianos y qumranitas, ya como Templo ya como la Ciudad Santa.
Al mundo inteligible se opone el sensible:

*El mundo incorpóreo tenía ya sus fronteras constituidas en el Logos divino. El mundo sensible ha sido realizado conforme al modelo de éste*.

El Logos como frontera o límite =methorion,horos= entre el mundo inteligible y el sensible dará pie, al ser asimilado ese horos con la cruz =stauros=, a algunas de las especulaciones más características de los valentinianos. Entre éstos, el papel que Filón y el evangelista Juan asignan al Logos lo desempeña el Autogénito-Cristo, que se encuentra en el mismo plano teogónico del Logos, conjuntamente con su consorte la Sofía inferior.
El doble nivel de kosmos noetos y kosmos aisthetos tiene una traducción exacta en términos antropogónicos:

*Hay una diferencia muy grande entre el hombre modelado ahora y el que fue hecho anteriormente a imagen de Dios. El que ha sido modelado es sensible, poseedor de cualidades, compuesto de cuerpo y alma, hombre o mujer, mortal por naturaleza. Pero el que ha sido hecho a imagen es una idea, un género, un sello, inteligible, incorpóreo, ni hombre ni mujer, de naturaleza incorruptible*.

También habla Filón de *dos especies de hombres: 
el celestial y el terrestre*.
La esencia del hombre no forma parte del cosmos y, al igual que éste, es imagen del Logos.
El hombre creado a imagen es la idea-arquetipo del hombre preexistente en el Logos. Esta dualidad, que procede del relato antropogónico del Timeo, Filón la
descubre en el doble relato de la creación del hombre del Génesis.

Creado a imagen de Dios y hecho para mandar a las sensaciones y pasiones, el Nous humano es incomprensible e incognoscible, al igual que el divino. Así, *la inteligencia que hay en cada uno de nosotros es capaz de conocer a los demás seres, pero es incapaz de conocerse a sí misma*. La relación del Nous con el Cuerpo es la misma que la del Logos con el Cosmos. 
La Sensación o Aisthesis =Eva= formada después del Intelecto o Nous =Adán= es la cooperadora y aliada de éste. La exégesis del relato del Génesis, en que se habla del *hombre hecho a imagen*, lleva también a Filón a igualar eikon =imagen= y nous =intelecto=, lo que implica que la noción de imagen se ve favorecida por la dignidad inherente al intelecto y la idea.

En la síntesis teológica de Filón, la fe judía corona el logos griego. Pero unos años después de su muerte, los samaritanos y los judíos disidentes de la Ley y de
la institución del templo de Jerusalén que fraguaron los primeros sistemas gnósticos invirtieron los términos, conservando, sin embargo, casi todos sus ingredientes.
El Dios judío es entonces rebajado a un rango inferior. Colérico, vengativo y presuntuoso, Yahvé sólo entiende de las realidades animales. Transmutado en Yaldabaot y situado muy por debajo de la pareja Logos y Sofía, desempeña el papel de Demiurgo inferior y viene a ser la síntesis de las Potencias divinas, sobre todo la Creadora y la Regia.

Aunque los gnósticos adoptan la estructura de la Péntada de las Potencias, la desgajan del Yahvé Creador y Rey, y la endosan al Padre incognoscible con una conceptuación diferente de la filoniana.
Casi todos los ingredientes de los sistemas gnósticos que afloran en los últimos años del siglo I se encuentran preformados en Filón y el pensamiento judío más o menos helenizado de la época: el Dios-Padre trascendente e incognoscible; su Sofía-Ennoia; el Nous-Logos primogénito, que resume en su ser locativo las realidades inteligibles =eones pleromáticos=.

En Filón está también la creación y administración del mundo a través del Logos-Sabiduría de Dios.
Pero en el pensamiento del alejandrino faltan ingredientes esenciales. En primer lugar, la peripecia de la Sofía inferior =Prounico o Achamot=, uno de los
eones del mundo inteligible que, extraviado en la materia, da a luz un aborto informe e infame, el Demiurgo Yaldabaot =Yahvé=, que en su arrogante ignorancia
se cree el Dios supremo y único.

En segundo lugar, la complicada trama que adopta el orbe divino, compuesto de eones estructurados según la Tétrada-Péntada, la cual, sin embargo, tiene, como se acaba de decir, un precedente en la péntada de las Potencias.

En tercer lugar, la fundamental idea de la bajada del eón Autogénito o Logos al mundo, pasando por las esferas arcóntico-planetarias, para aposentarse en un cuerpo humano. Falta, por último, el afán por interpretar de forma negativa las Escrituras a fin de demostrar que la religión judía es la plasmación histórica de un falso espíritu, de un *pneuma de imitación* e impostura, mediante el cual Yaldabaot tiraniza a una porción del género humano =los judíos= que, sometida a la animalidad de su despótico Señor, es incapaz de abrirse a una auténtica espiritualidad.

Gilgamesh***

domingo, 27 de noviembre de 2016

* Ignacio Gómez de Liaño Alamillo; Conocimiento y Sabiduría-5 *

***Preciosa última noche de un Sábado de Noviembre 2016.

Antigua Astronomía-Astrología, que intentaba descubrir las respuestas de nuestra existencia precisamente estudiando los cielos y los astros.
Tiempos de grandes Cientistas cuando la Ciencia no era un guetto de conocimiento y lucro como lo es hoy.
A éstos hombres les debemos casi todo diría, de lo que hoy la Ciencia nos muestra pero calla, se calla y no se sincera cuando ellos siguen utilizando éstos viejos Conocimientos para seguir atesorando el saber, vendido en cómodas y costosas cuotas llamadas *carrera universitaria* o compartidas en acotados ámbitos, que luego apenas sueltan en lo que conocemos como *noticias*.

La precisión que tenían éstos maestros de antaño es de tal magnitud que hoy, con la moderna tecnología espacial se comprueba que no estaban equivocados en la aplicación de sus cálculos, tal como leíamos en el capítulo anterior, y uno se pregunta entonces...si sus cálculos de los astros, sus características, de las consetlaciones, de las precesiones y demás cosas hoy confirmadas les dan credibilidad, entonces...¿porqué no a todo lo demás? acaso ¿eran maestros en las ciencias pero burros en la teología?...cuando comienza a destejerse la trama oculta detrás de lo que el cosmos significaba en relación con nosotros los humanos...creo que descubrir ese Conocimiento puso tan inquietos a muchos que...lo degradaron tal como ya sabemos.

Hoy decir por ejemplo que la Luna es un repositorio de almas o un escalón para salir del poder de cada esfera planetaria...no puede más que lograr que lo tilden de loco...que aquellos eran meros mitos...que nada de aquello se puede probar, y que bla bla bla, pues si los cálculos y descubrimientos de aquellos antiguos maestros hoy se pueden probar...seguramente también los otros, los que no convienen.

Cuando nos dimos cuenta desde aquí reflexionando desde hace años que el llamado *día* y la *noche* no son más que artilugios creados exclusivamente para éste planeta, y que la atmósfera es un hermoso truco, y que la magnetósfera y los cinturones de Van Allen no están ahí como adorno, y que la heliósfera es la bolsa que infla el Sol como si fuera la misma bolsa de una parturienta para protejer lo que lleva en el vientre, o que afuera de éste planeta todo es pretendida *obscuridad tenebrosa* en un abismo interminable, y que el Sol no ilumina absolutamente nada si no fuera por las capas de la atmósfera, en fin....que los astros y los planetas y sus revoluciones y sus intrincados movimientos...realmente podrían ser máquinas al servicio de decidir el destino de cada uno de los seres humanos que venimos a nacer y que por algo llevan miles de millones de años así...funcionando.. entenderíamos que aquellos maestros de antaño...sabían...y de todo, no sólo de Astronomía...

Y bueno...creer hoy en alguna de las modernas y miles de teorías traídas de los pelos es algo muy difícil, pero creerle a éstos grandes tipos de la antiguedad...que la tenían bien clara..creo que no cuesta, y los hace insospechables, al menos deshonestos no eran.
Les dejo otro extracto de éste enorme trabajo de Ignacio Gómez de Liaño;



-En la Astronomía de Marco Manilio, poeta-astrónomo de la época de Augusto que se basa en fuentes de tiempos de Metrodoro, se asocia cada signo a la parte del cuerpo humano a la que gobierna. Según esto, en los laci zodiacales albergaremos los epígrafes de una enciclopedia anatómica, que podemos pormenorizar mediante los decanos y los grados, pues Celso =siglo II d. C.= enseña:

*Según los egipcios, el cuerpo humano está repartido entre treinta y seis démones o ciertos dioses etéreos y, dividido en otras tantas parles =y hay aún quienes
admiten más=, cada uno se encarga de su parte correspondiente. Y hasta saben los nombres de los démones en su lengua local, por ejemplo, Cnumén y Cnacumén y Cnat y Sivat, Biú, Erú, Erebiú, Ramanor y Reianoor y cuantos ellos pronuncian en su propia lengua. Y el hecho es que, invocando a estos démones, curan las enfermedades de cada miembro*. Orígenes acepta la doctrina de los démones, con la única condición de que se les presente como ángeles.

A la manera de Manilio, se los imagina como *sátrapas-gobernadores, generales y procuradores de Dios*. En el Zodíaco también podemos colocar a los Doce Patriarcas en cuanto componentes psíquicos de la anatomía humana, pues Prisciliano, cuya doctrina gozó de mucha difusión en la España del siglo IV, estableció un conglomerado de correspondencias
entre signos zodiacales.

Patriarcas y miembros del cuerpo y del alma =per singula animi et corporis membra=, que, además de sus valores mnemotécnicos, ponía ante los ojos una especie de *cuerpo místico* o astral de Israel. Entre sus predecesores gnósticos veremos sistematizaciones semejantes. La asociación de Signos-Patriarcas se inspira en la clásica de Signos-Dioses, ya que en la tradición helenística cada Signo tiene un dios como tutela. Como las divisiones zodiacales sirven también para sistematizar las diversas condiciones y circunstancias que atañen a la vida, Eugenio Garin ha podido hablar del Zodíaco de la Vida:

*Porque cualquiera que sea la clase de los acontecimientos, cualquiera que sea el trabajo, la acción, la obra, o cualquier vicisitud de la vida humana que pueda acontecer, fue dispuesto en tantas divisiones como se pueden ordenar según los Signos* =Manilio III -70-75=.

Manilio describe también una división celeste, la de las Doce Partes, que se basa en los movimientos de la Luna y constituye otro intento de organizar las cosas humanas según doce encabezamientos: la Fortuna, la Milicia, las Ocupaciones civiles, los Juicios y el Foro, el Matrimonio, las Riquezas y Salud, los Peligros y Dificultades.
los Honores, los Hijos, la Conducta en la vida, las Energías vitales y la medicina, y, por último, la Esperanza.
En las escuelas de la época se daba también a los Signos una aplicación geográfica.

Además de la lista geográfico-zodiacal de Manilio, se ha conservado otra análoga de Pablo de Alejandría =378 d. C.=. Lo más curioso es que esas dos listas sirven para explicar una enumeración de pueblos que se lee en los Hechos de los Apóstoles =2, 9-11= y que, a simple vista, se nos podría antojar arbitraria. Después de la llegada del Espíritu Santo en el Pentecostés, el redactor dice que los redimidos *empezaron a hablar en diferentes lenguas*, de modo que los judíos *de todas las naciones* que estaban en Jerusalén *quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma*.

*¿Cómo es que cada uno los oye hablar en su lengua nativa? =se preguntaban=. Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que confina con Cirene, algunos somos forasteros de Roma otros judíos o prosélitos, también hay cretenses y árabes, y cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua* =Hch 2, 7-12=.

Extraña enumeración, sin duda, con la que se quiere decir que la Iglesia, inspirada por el Espíritu, empieza a manifestarse a todo el orbe.

La astrologia enseñaba también a investir a los Signos con el dramatismo que estipula la regla de imágenes del arte de la memoria. El primer rasgo que destaca Manilio es el sexo =seis Signos son masculinos y otros seis femeninos=, a lo que hay que agregar que unos son humanos y otros animales, según sea su figura. En tercer lugar, unos signos son simples y otros dobles, y entre éstos los hay completos e incompletos. Además, tres signos se oponen a los otros nueve, de modo que *parece haber una sedición en el cielo* =Manilio=.

Todavía se les puede diferenciar en virtud de otros criterios: unos son diurnos y otros nocturnos, hay signos creadores =Leo, Aries=, erguidos =Virgo, Géminis=, cansados =Tauro, Libra y Capricornio, encogido por el frío entre los astros= y yacentes =Cáncer, Escorpio, Piscis= *siempre tendidos oblicuamente sobre un costado*. Manilio asevera que *no hay que pasar por alto los menores detalles*, pues todo lo celeste está lleno de razón, si bien, en un alarde de resignación, admite que en los cielos las cosas no son tan perfectas como uno quisiera, pues hay constelaciones defectuosas, como Escorpio, que tiene sus pinzas en el signo de Libra; o Tauro, que se apoya en una pata coja. Pero eso mismo demuestra la humanidad que rebosan los cielos:

*Así el Universo consuela nuestras desgracias con los astros y nos enseña con el ejemplo que deben sufrirse los defectos con paciencia*.
Cómo los hados influyen en los hombres no sólo por los rasgos intrínsecos de los signos, sino también por su mutua relación, Manilio nos los pinta como si fueran doce ministros que tejen complicadas combinaciones políticas, y experimentan atracciones y repulsiones. ¿No hablaba Séneca de una república celeste? Pues bien, los Signos de Manilio parecen formar una corte de tipo helenístico con sus peligrosas conspiraciones, su fastuoso esplendor y su poderosísima influencia en el destino de los pobres mortales, sin que por ello se altere su rigurosa etiqueta, esto es, el maravilloso orden que reina en los cielos. Esa mezcla de dramatismo en las figuras y de orden en las localizaciones es lo más que podría esperar un mnemonista.

Nociones estoicas: Nous, Sofía,
Pronoia, Heimarmene, Prognosis y Logos

A la filosofía estoica se le debe la consagración de tres términos filosóficos que ya Platón y Aristóteles habían destacado: Nous o Intelecto, Sofía o Sabiduría y Logos o Razón. La Sabiduría es para los estoicos una realidad física, eterna y subsistente que está en íntima relación con el Nous o Mente divina, de una parte, y con el Logos o Razón divina, de otra. Aunque a menudo estos tres términos =Nous-Mens, Ennoia-Sofía y Logos-Ratio= se usen indistintamente, los eclécticos del siglo II-I a. C. los suelen presentar como una jerarquía:

Primero están el Nous y Sofía, siendo el uno el principio de inteligibilidad universal y la otra *un semillero infinito de donde proceden los logos particulares de los hombres* =Séneca=; luego viene el Logos-Fuego ordenador del universo y manifestación primera de Nous-Sofía. El Dios Nous y la Diosa Sofía difunden e implantan en el Mundo, a través del Hijo-Logos y sobre el vehículo del Pneuma-Espíritu, las razones seminales o esencias de todas las cosas que el propio Dios-Logos comprende en su ser.
Sofía tiene dos vertientes, una física y otra moral. De una parte, es el modelo ontològico de las realidades; de otra, es, como dice Cicerón, *la guardiana y protectora del hombre entero, una especie de compañera y ayudante de la naturaleza*.

En cuanto que está íntimamente relacionada con el Logos, interviene en la plasmación del Hombre, que, en esencia, es un lagos empsykhon =esto es, razón animificada=, una centella del Logos-Fuego. Los *hombres participan del espíritu divino =dice Séneca=, vienen a ser a manera de centellas que han saltado de los astros a la tierra quedando fijadas en un lugar que no les es propio*. Epicteto pone especial énfasis en la doctrina =común a todos los estoicos= de que el alma humana es una chispa del Fuego-Logos divino y, correlativamente, en la de que el hombre es hijo de Dios.

Esta noción del *hombre-centella divina* tendrá un lugar muy destacado en el gnosticismo, cuyos inicios corresponden a los tiempos de Epicteto.
Como, según Séneca, *la Sabiduría tiene la morada en lo más alto; ella es dueña, no de las manos, sino del alma*, podemos, pues, verla en la cumbre de la octava esfera, presidiendo la marcha del mundo y las homogéneas rotaciones de la inteligencia humana.
Pronoia, o Providencia, es una figura muy próxima a Sofía.

En el Timeo se halla junto al Anima Mundi =Alma del Mundo=. Manifestación cósmica de Sofía, Pronoia *se centra principalmente =dice Cicerón= en tres objetos: asegurar al mundo la estructura más adecuada para la supervivencia; que no carezca absolutamente de nada; y sobre todo que haya en él una belleza y un ornato total*.
A través de los dioses astrales y particularmente de la esfera de las estrellas fijas, gobierna el universo. Ella preside la comunidad de los dioses, que son *seres vivos o animados ... dotados de razón y unidos entre sí en una especie de comunidad social, gobernando un único mundo como si fuera una unión confederada o un estado*.

Esta noción del mundo como gran asamblea, estado o confederación vuelve a aparecer en II 62, y es el precedente del Pleroma de los Eones de los gnósticos. Precisamente, según éstos la asamblea de los Eones es generada por la pareja Nous-Sofía superior y completada por la del Logos-Sofía inferior.
Sin dejar sus funciones cósmicas. Pronoia cuida especialmente del hombre.
Su figura gozaba de una cierta popularidad en tiempos de Cicerón =siglo l a. C.=, pues el portavoz epicúreo de su diálogo sobre la naturaleza de los dioses la llama *esa hechicera adivina de los estoicos* y la considera una ficción comparable a *la deidad artesana y constructora del mundo del Timeo*. A este retrato alude en su réplica el estoico Balbo:

*Tú mismo nos decías ayer que los estoicos presentan una Pronoia o Providencia a manera de una vieja hechicera vaticinadora*.

Este pasaje sugiere que, frente a la Pronoia estoica, las escuelas rivales difundieron otro retrato menos lisonjero de la diosa. El pasaje indica también que se le había dado como pareja al Demiurgo del Timeo. Para el gobierno del cosmos Pronoia cuenta con el Hado, que no es sino *el principio u origen de una serie de cosas, o la razón según la cual es gobernado el mundo*, como dice Cicerón. La creencia en el Hado que regula las vicisitudes intracósmicas llevó a los estoicos a dar por buena la hipótesis de la prognosis. A esta temática dedica Cicerón el libro I del *De divinatione*, basándose sobre todo en Posidonio.

El reconocimiento de la existencia del Hado =subordinado a Pronoia= autoriza la práctica de la prognosis o pronosticación astrológica. El astrologismo no se encuentra sólo en ambientes marginales. El astrónomo más grande de la Antigüedad, Hiparco =190-126 a. C.=, que llegó a la plenitud de su carrera durante la juventud de Metrodoro y Posidonio, fue un astrólogo muy reputado. *Al parecer la fama de que Hiparco gozaba en su tiempo =dice D. R. Dicks= era debida en gran parte a sus trabajos astrológicos, a lo que contribuyó sin duda el haber escrito un comentario acerca del más popular de los poemas didácticos de su tiempo*, es decir, los Phainomena de Arato, y Franz Cumont no vacila en decir:

*Es notable que el gran astrónomo Hiparco fuese también un partidario convencido de una de las principales doctrinas de la religión de las estrellas. A Hiparco
=dice Plinio= nunca se le tributará toda la alabanza que se merece, por cuanto nadie ha establecido mejor que él la interrelación del hombre y las estrellas, o mostrado más claramente que nuestras almas son partículas del fuego celeste*.
La función más específica del Logos =que según el contexto equivale a fuego, mente, razón y ley inmanente, universal y rectora -hegemonikon- del universo= es contener las *semillas* espirituales de todas las cosas. Gracias a esta función de logos spermatikos puede integrar en su ser las ideas de Platón y las formas-entelequias de Aristóteles.

*Dios =Logos= posee en su interior =dice Séneca= esos modelos de todas las cosas y alcanza con su inteligencia el número y la manera de todo lo que debe ser hecho. El está colmado de estas imágenes inmortales, inmutables, inagotables, que Platón llama Ideas* . 
Y agrega, aproximando el Logos al monoteísmo: *¿Preguntamos cuál es esta Causa? Sin duda, la razón creadora, o sea, Dios, pues todas estas causas que habéis mencionado no son causas diferentes y distintas, antes dependen de una sola, de la que crea*.

Los estoicos distinguen un logos endiathetos =razón interior o verbum mentis= y un logos prophorikos =razón prolaticia=. Por el endiathetos la mente humana está en condiciones de elaborar el conocimiento científico, una vez que ha entrado en contacto con el objeto sensible. El verbo prolaticio es la actualización ad extra del logos interno; la palabra en vías de pronunciación. La doctrina del Logos ejercerá una influencia inmensa en la teología judía intertestamentaria =Filón=, en la cristiana a través del evangelio de Juan y, de forma muy particular, en la gnóstica.

Tras el logos endiathetos y el prophorikos los estoicos sitúan la voz o *phone*, esto es, la palabra en su aspecto sonoro, que es producido por una conmoción del aire =peplegmenon aera=.
Desde finales del siglo I, los teólogos cristianos verán encarnada esa Voz en la persona de Juan el Bautista, Precursor del Logos hecho carne =Jesucristo=.
Entre los gnósticos no es menos importante la correlación mítica y soteriológica de Voz y Logos, que inicialmente era un simple paradigma gramatical, primero ontologizado
y luego mitificado.

Gilgamesh***

sábado, 26 de noviembre de 2016

* Ignacio Gómez de Liaño Alamillo; Conocimiento y Sabiduría-4 *

***Hermosa noche de Sábado para todos.

Cuánta historia, cuánto detalle, no formó parte de nuestra llamada *educación*, pues claro...lo poco que nos enseñaban era demasiado aburrido y lejano como para interesarnos por ella.
Tal vez hasta el sistema educativo hecho adrede, propende a que en edades tempranas no nos interese asimilar cosas para que, si algún día ya de grandes las volvemos a ver...hagamos un gesto como diciendo; *¡¡puajjj!!! ésto es muy denso e inútil*.

Será por eso que un día, ya de grandes, cuando una cosa nos fué llevando a otra, y caemos en ésta historia despreciada, en lugar de rechazarla...la aceptamos, nos interesa, porque tiene que ver con mucho de lo que somos como humanidad en todo sentido, en el de las cosas terrenales y en el de las cosas celestiales.
Buen extracto de Don Ignacio para seguir entendiendo cómo se gestó la Ciencia y el Conocimento que han sido borrados de nuestros archivos mentales.




La Serpiente celeste

¿Qué constelación figuraba como mojón inicial del itinerario mnemònico?
¿La Osa Menor, cuya estrella polar señala el polo celeste? No es probable, pues el círculo de la eclíptica es oblicuo al del ecuador celeste, al que atraviesa en dos
puntos que están, respectivamente, en Aries =equinoccio de primavera= y en Libra, o Pinzas del Escorpión =equinoccio de otoño=, y, por tanto, el polo de la eclíptica
no es el mismo que el celeste, aunque está próximo a éste.

El polo de la eclíptica fue objeto de un importante debate a finales del siglo II a. C. =siendo todavía joven Metrodoro= a raíz del descubrimiento que hizo Hiparco
de la precesión de los equinoccios.

Tras observar la aparición de una estrella nova en la constelación del Escorpión en el 134 a. C., Hiparco compiló un catálogo de más de mil estrellas con las coordenadas de cada una de ellas. Al comparar las posiciones con las que habían dado Timócaris y Aristilo ciento cincuenta años antes, advirtió que las distancias de las estrellas a los puntos equinocciales habían cambiado, aumentando de un modo general las longitudes celestes en dirección de occidente a oriente.

Hiparco comprendió que esta alteración no era debida a algún movimiento de las estrellas no observado hasta entonces, sino al cambio de posición de los puntos equinocciales. Como estos puntos están determinados por la intersección del ecuador con la eclíptica, concluyó que uno de esos dos círculos tenía que haber cambiado de posición. Pero como no se observaba ninguna variación en la oblicuidad de la eclíptica ni en las latitudes de las estrellas, Hiparco dedujo que el ecuador celeste se había desplazado lentamente de oriente a occidente, manteniendo constante su inclinación respecto de la eclíptica.

El fenómeno de la precesión de los equinoccios le llevó a establecer dos clases de año, el *año trópico*, intervalo comprendido entre dos pasos sucesivos del Sol
por uno de los puntos equinocciales, y el *año sideral* o intervalo comprendido entre dos conjunciones sucesivas del Sol con la misma estrella.
Además de conmover los fundamentos de la astronomía al revelar el polo absoluto del universo =polo de la eclíptica=, Hiparco echó abundante combustible a las especulaciones sobre las edades del mundo a que eran muy dados los estoicos, los cuales habían intentado calcular la duración de los ciclos de creación y
destrucción del universo.

El Gran Año, eón o edad del universo =período entre dos conflagraciones sucesivas=, estaba determinado por los movimientos de los planetas; *es completado cuando el Sol, la Luna y los cinco planetas, una vez acabadas todas sus trayectorias, vuelven a ocupar las mismas posiciones relativas los unos respecto de los otros. La duración de este período es ardorosamente debatida, pero tiene que ser necesariamente un tiempo fijo y definido* =Cicerón, De nat. dear. II 2 0 , 51-52=.

Con la precesión de los equinoccios, Hiparco descubría un nuevo ciclo temporal, que estaba determinado por una relación cosmológica más fundamental que la planetaria: la traslación de los puntos equinocciales. Este nuevo ciclo lo constituía el desplazamiento de la esfera celeste en torno a un eje, hasta entonces desconocido, que pasaba a ser el eje de rotación del universo.

Hiparco calculó con notable exactitud el tiempo que tarda la esfera en efectuar un giro completo alrededor del eje =con el desplazamiento de los equinoccios por los 12 signos zodiacales=, giro que, como hoy sabemos, se efectúa en unos 25.860 años.
El sensacional descubrimiento significaba que el axis mundi no es estable, sino que se desplaza, con la consecuencia de que con el paso del tiempo el Sol inicia las estaciones en signos diferentes.

El Sol que hoy vemos salir por el este, dentro de doce mil años saldrá por el oeste de ahora. Dos mil años antes del descubrimiento de Hiparco el equinoccio de primavera no estaba en Aries sino en Tauro, y milenios después estará primero en Piscis y después en Acuario. Igualmente, dos mil años antes de Hiparco la estrella que marcaba el polo ártico no era la Polar, sino la legendaria Thuban del Dragón, y dentro de doce mil lo marcará Vega, de Lira, una de las estrellas más brillantes del firmamento.

La precesión de los equinoccios propiciaba una conciencia nueva de la organización del tiempo, que debió de parecer semejante a la que, dos siglos antes, describió Platón en un mito del Político. Es un mito tan extraño que se le podría llamar el mito del mundo al revés. El filósofo imaginó que en la edad actual, la de Zeus, todo marcha al revés de como marchaba en la anterior, la Edad de Oro de Cronos, cuando el Sol y los astros *se ponían en el mismo lugar por donde hoy salen y salían por el lado opuesto*. Platón pensaba que ese cambio fue repentino y que constituyó la mayor de las revoluciones celestes.

En la Edad de Cronos los hombres nacían del seno de la tierra =en la de Zeus es la tierra quien los recibe al morir= y según avanzaban hacia la muerte se iban haciendo cada vez más niños:
*El cabello blanco de los ancianos se ennegrecía; las mejillas sumidas y arrugadas recobraban su tersura y devolvían a cada uno su pasada juventud; los cuerpos
de la gente muy joven, volviéndose más tiernos y pequeños de día y de noche, llegaban a tener la forma de los recién nacidos.

Al terminar este proceso, todo se desvanecía y volvía a la nada. Los cuerpos de los que perecieron violentamente en el cataclismo pasaban por las mismas transformaciones con una rapidez que no permitía distinguir nada y desaparecían completamente en pocos días*.

Tal vez Platón presintió el desplazamiento de los puntos equinocciales gracias a su colaboración con el gran astrónomo Eudoxo.

Como quiera que sea, en el mito del Político debió de verse una anticipación del descubrimiento de Hiparco.
El descubrimiento de Hiparco tenía otra consecuencia interesante: la constelación del Dragón =Draco= obtenía una inesperada preeminencia. Por hallarse en el centro de revolución del polo absoluto de los cielos, pasaba a ser el gozne y quicio del universo. En las cartas astrales confeccionadas a partir de Ptolomeo el Dragón suele figurar en el centro del planisferio, como se ve en los carolingios basados en modelos de la Antigüedad.

También hemos visto esa constelación en el centro de la Tabula Bianchini. Es, pues, seguro que el Dragón celeste se encontraba en el centro del diagrama de Metrodoro y era el jalón inicial del itinerario mnemónico.
Metrodoro conocía, sin duda, los prestigios legendarios de este monstruo. Era el guardián del Jardín de las Hespérides =cuadro alegórico de los cielos, con los astros-frutas resplandeciendo en el cielo-árbol=, y figuraba como atributo del dios de la medicina Asclepios y en el caduceo =imagen del axis mundi= de Mercurio, dios del Logos y de los viajes, particularmente del que hacen las almas al Hades.

Desde tiempos remotos el Dragón era visto como la criatura cósmica por excelencia. Se lo imaginaba abrazando con sus anillos, como si fuera una cadena, la esfera del cielo. En los sellos mesopotámicos el Dragón conecta =el extremo de su cola toca el corpachón de la Osa Mayor= con la serpiente de la constelación Ofiuco =portador de la serpiente=, que marcaba toscamente el ecuador celeste y la intersección de éste con el meridiano equinoccial, y empalma, más abajo, con la también serpentina Hidra, que ciñe longitudinalmente una buena porción del cielo. Estas tres constelaciones =Draco, Ofiuco e Hidra= formaron en otro tiempo una sola serpiente que ponía ante los ojos de los observadores mesopotámicos algunas de las principales divisiones del universo.

El Dragón proporcionaba así el conocimiento del cielo estrellado.
Al ser representado éste como un árbol, cuyos frutos eran las estrellas y cuyo tronco simbolizaba el eje de rotación de los cielos, se vio a la Serpiente celeste enroscándose en el tronco del árbol cósmico. Metrodoro debió de pensar que el guardián que se enrosca en torno a su diagrama de la memoria =y Árbol del Conocimiento= era el Dragón celeste y que su situación en el centro de los loci mnemónicos era muy conveniente.

Siempre insomne, en vela siempre, como los astrónomos, Draco esconde en la raíz de la voz que lo designa la clave de su significación originaria, pues tiene la misma etimología que el verbo derkein, =ver=. Como el Dragón es la criatura que permite ver la estructura del universo, en el diagrama de Metrodoro debía ocupar el punto más elevado de los cielos, el centro, exactamente como en el planisferio de Germánico, que se ha conservado en una copia carolingia de hacia el año 1000 =Cod. Bernensis, 88, fol. llv=.


Al contemplar al Dragón en el curso de sus meditaciones, el ministro del rey del Ponto debió de musitar más de una vez los versos de Arato:
*el Dragón serpentea, gran maravilla, terrible visión, entre las estrellas, como un río que corre raudamente, se arrastra el torvo Dragón torciéndose en lo alto y en lo bajo, y enroscándose en sinuosas curvas su cuerpo de reptil*.
La confirmación de la hipótesis según la cual el Dragón se halla en el centro del cosmograma metrodoriano la encontramos en las escuelas gnósticas más proclives a utilizar diagramas cosmológicos. Algunas de las más antiguas veneraban a la Serpiente, pero no a la rastrera terrestre, sino a la celeste.

Hipólito de Roma =siglo III=, al tratar de los peratas =gnósticos próximos a los ofitas-naasenos=, dice:

*Y si alguien posee ojos bienaventurados, cuando levante la mirada hacia el cielo verá la bella imagen de la Serpiente que está en el gran principio del cielo, convertida en principio de todo movimiento para todos los seres engendrados, y sabrá también que fuera de él =es decir, del Hijo del Hombre-Serpiente celeste= nada subsiste, ni los seres celestiales, ni los terrenos ni los infernales . Sobre él =el Hijo del Hombre= se halla *el gran signo* que se hace visible en el cielo para los que sean capaces de ver. Pues en torno a su cúspide, es decir, a su cabeza se mezclan entre sí poniente y levante*.


El calendario de Metrodoro existió en tiempos de Metrodoro en una región cercana al reino de Mitrídates. Lo utilizó, como ordenación del tiempo revelada por Dios, un grupo que daba gran importancia a la gnosis y la sabiduría. Ese grupo, que se situó al margen de la religión oficial, es el de los esenios de Qumrán. Para ellos el calendario que acabamos de describir era la réplica terrena de los coros angélicos que ofician en el Templo celeste. *El elemento tiempo =dice Geza Vermes sobre los sectarios de Qumrán= era crucial, a juzgar por las numerosas referencias a él, tanto en cuanto a fechas como a horas*.

A diferencia del calendario normal del judaísmo, que se regía básicamente por los movimientos de la Luna y que constaba de 12 meses con 354 días en total =la duración de los meses variaba entre 29 y 30 días=, *la secta de Qumrán rechazó este sistema aparentemente artificial e introdujo en su lugar un cómputo cronológico, probablemente de origen sacerdotal, basado en el Sol*. 
El rasgo característico del calendario qumranita era su absoluta regularidad, pues constaba de 364 días, con lo que era divisible en 52 semanas exactas. Las estaciones duraban 90 días =30 + 30 + 30=, a los que se sumaba un día adicional de *rememoración*, que enlazaba una estación con otra; 3 x 30 + 1 = 91 = 13 x 7 = 91.


El calendario qumranita constaba, pues, de 360 días normales repartidos en 12 meses = 360=, más 4 días estacionales, expresamente llamados de *rememoración*,
entre los meses 3-4, 6-7, 9-10 y 12-1, más otro día, verosímilmente, aunque de él no hay constancia en los rollos llegados a nosotros, para redondear la cifra de 365.
El calendario metrodoriano del curso escolar debía de ser semejante. Nadie se habría sorprendido de una innovación como la suya, pues los intentos de afinar los procedimientos calendarísticos para computar el tiempo son una de las tendencias típicas de los siglos II y I a. C. Es probable que, dado su deseo de fundar un gran imperio griego contra Roma, Mitrídates crease un calendario solar y armonioso mediante el cual homogeneizar la variedad de sus estados.

En las reformas del calendario =por ejemplo, la de Julio César, que está aún en vigor= lo normal fue que se adoptase como base el período de la revolución solar; que se asociara cada arco de 3 signos a cada una de las 4 estaciones del año; cada signo, a cada uno de los meses; cada decano, a cada período de 10 días; y cada grado, a un día =divisible astronómicamente en 60 minutos de 60 segundos, y calendarísticamente en 12 horas=. Aunque se sabía que no hay una perfecta correspondencia entre signo y mes, ni entre día y grado, eso no fue óbice para la equiparación del sistema que dividía el año en 365 días y 1/4 y el que dividía la eclíptica en 360 grados. 
Resulta curioso que los qumranitas denominasen los 4 días suplementarios estacionales con el nombre de *días de rememoración*. No es inverosímil que así los llamasen los escolarizados conforme al diagrama de Metrodoro.

Los Planetas

Como la tendencia a liberar la esfera de las estrellas fijas, donde se halla el Zodíaco, del sistema de los planetas apunta ya en Platón, se refuerza en Aristóteles y culmina en los siglos I a. C. y I-II d. C., se debe suponer que los Planetas no estaban dentro del diagrama mnemònico de Metrodoro, sino fuera y debajo del círculo zodiacal. Su función debió de ser propedéutica, conforme a la doctrina =que ya ha empezado a generalizarse en los tiempos de Metrodoro= según la cual el alma, al liberarse con la muerte de su cuerpo terrenal, emprende un vuelo ascensional por los cielos planetarios en el que ha de ir desprendiéndose de las adherencias *animales* o *psíquicas* que le implantaron los Arcontes de los Planetas cuando, al nacer, descendió a la Tierra.

Se imaginó que los arcontes trataban de obstaculizar el ascenso del alma, y que sólo cuando ésta lograba someterlos estaba en condiciones de *salvarse*, lo que no era otra cosa que reintegrarse en el seno del Padre-Zeus a través de la esfera de las estrellas fijas. 
Si Metrodoro estaba de acuerdo con esta doctrina, que es a grandes rasgos la de su coetáneo Posidonio, entonces los Planetas no pertenecían al diagrama mnemònico propiamente dicho, pero definían su preámbulo.

Mientras que el diagrama zodiacal representa el orden de Sofía-Pronoia y el Logos, los Planetas son sólo los animalescos peldaños de la escala por donde el alma ha de subir a aquel orden supremo. Por consiguiente, si Metrodoro complementó su diagrama con otro de típo planetario, éste debía de ser la expresión gráfica de la agònica ejercitación moral que contra los vicios asociados a los Planetas debía realizar el candidato antes de ingresar en la Ciudad divina cuyas murallas representaba el cerco zodiacal. Una vez cruzado este cerco, el alma podía circular por los palacios del Cielo-Sabiduría y contemplar, en la acrópolis del cielo, la Serpiente-Logos, imagen celeste del Dios Intelecto.

De algunos grupos gnósticos sabemos que utilizaron variantes del Campo para representar nociones de carácter fisiológico y anatómico. En la Apophasis megale,
atribuida a Simón el Mago =siglo I d.C.=, el Paraíso representa el útero; el Edén, la placenta; el río del Paraíso, el cordón umbilical; los cuatro brazos de éste, las *dos arterias conductoras del pneuma y las dos venas conductoras de sangre*. Esas nociones son relacionadas también con el ombligo, el hígado, la vesícula, la espina dorsal, la arteria aorta.

El autor explica luego que los cuatro brazos del río del Paraíso representan *los cuatro sentidos corporales: vista, oído, olfato y gusto*, los cuales, a su vez, simbolizan los cuatro primeros libros del Pentateuco: 
el Génesis es la vista, ya que con ésta se contempla el mundo cuya creación se relata; el Éxodo es el oído, aunque dada la insistencia que el simoniano pone en el Agua Amarga situada tras el paso del Mar Rojo igualmente podría haber sido el gusto; el Levítíco es el olfato, ya que en ese libro se habla mucho de humos sacrificiales; y el cuarto, Números, es el gusto, a causa de que, con un razonamiento traído por los pelos, el órgano del gusto lo es también de la palabra, y el libro es llamado Números *porque da cifras de todo*.

Por último, al Deuteronomio se le asocia con el *tacto del niño ya formado*, ya que el tacto recapitula los otros cuatro sentidos, así como *el quinto libro de la Ley es una recapitulación de lo escrito en los cuatro precedentes*. La asociación de los cinco libros de la Ley mosaica con los cinco sentidos corporales no es inocente, pues de ese modo los simonianos situaban la revelación de Yahvé en un plano meramente psíquico y animal.

Gilgamesh***