***Excelente jornada de Martes para todxs.
No puedo salir de mi asombro ante lo que está ocurriendo en Chile.
Informarme al respecto implica ir a las fuentes, es decir toda la cantidad posible de medios chilenos.
Es un tanto insalubre, desgarrador, diría sinceramente.
He visto escenas realmente...dramáticas, desde trifulcas entre saqueadores y civiles reventándose a fierrazos sin que fuerza alguna se encuentre allí para evitarlo
Hasta un vehículo de los Carabineros a toda velocidad embistiendo y matando a uno de los tantos que se estaban manifestando, impactándolo y haciéndolo volar por los aires como un muñeco.., el vehículo se detiene más adelante pero huye raudamente cuando la multitud indignada sin duda iría a ajusticiarlos.
La muerte se ha apoderando de la sociedad chilena, ese caos que algunos ven como solución les puedo asegurar que no lo es, al día de hoy ya suman 15 los que han perdido la vida sea como sea, y son civiles, no precisamente de las fuerzas de seguridad, que en definitiva saben muy bien a qué se enfrentan cuando deciden ingresar en la milicia.
En el final voy a dejar un audio donde un experto en política internacional de aquí, de Argentina, analiza lo que pasa en Chile y realmente comparto plenamente sus observaciones, coincidiendo puntualmente en que éste desastre es fruto de la supervivencia de una Constitución chilena con el sello de la dictadura de Pinochet.
La ausencia de una verdadera oposición al sistema chileno es una causa relevante, ya que ésta violencia y descontento no encuentra referentes políticos que hagan las veces de válvula de contención, de canalización, y el resultado es lo que estamos viendo.
He allí que las repugnantes estrategias del establishment de quitar del medio a ideologías que se opongan a sus dictados se les vuelve en contra, y la anarquía se los está devorando a todos, a los vigías de la vieja dictadura como a los saltimbanquis que, de oposición...tienen poco y nada.
No digo que no los haya auténticos, pero los han reducido a la mínima expresión cuando miles y miles fueron asesinados por la dictadura, desaparecidos, y luego en pseudodemocracias, denostados por el aparato cultural y mediático.
Éstas son hoy las consecuencias de demonizar al opositor hasta extinguirlo y reinar en alegre soledad, sin freno, sin control, sin cuestionamientos.
Sin representantes políticos opositores tal como siempre han ansiado las ideologías de extrema derecha, no han hecho más que cavarse su propia fosa.
-*Estamos en guerra contra un enemigo poderoso* dijo el domingo por la noche en un punto de prensa el presidente Sebastián Piñera, expresión, evaluación, comentario o exabrupto que puso a toda la población en la más absoluta perplejidad.
De partida, porque no definió con claridad quién es el enemigo.
En segundo lugar, porque a las antiguas generaciones se les apareció el fantasma de Pinochet.
El dictador justificó las tremendas violaciones a los derechos humanos por el enemigo interno.
Piñera y su gobierno, no logra ocultar los deseos de responsabilizar por la crisis social en Chile a su oposición política.
Las declaraciones del presidente son una muestra más de la lejanía que tiene él y su clase para comprender los motivos de la crisis.
Aquella misma noche el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, un influyente liberal, daba su diagnóstico en televisión.
Para Peña el origen de la crisis son los jóvenes, *una rabia acompañada del fulgor juvenil*, porque no son capaces de canalizar de forma correcta sus demandas imposibles y superficiales.
Ante ello, propone arrojarles todo el poder y peso del aparato represivo del Estado.
Si las mentes supuestamente más lúcidas de la élite hacen evaluaciones que acotan la crisis a una rabieta adolescente, los políticos están enceguecidos o se esconden en un cerrado cinismo.
Por interés, sin duda, evitan mencionar que la explosión social deriva de los efectos de un orden económico y político que ha abusado de la población durante generaciones.
Piñera ofreció otra rueda de prensa el lunes por la noche y no dijo nada nuevo.
Ganar tiempo, convocar a reuniones con la oposición, levantar algunas reformas que hagan un poco de ruido, como las que ha propuesto para el sistema de pensiones que, en los hechos, deja todo tal cual es.
Ha dicho que escucha al pueblo, sin embargo la población le pide el desmantelamiento del orden de mercado sobre las vidas precarizadas.
Las organizaciones hablan de estatizar los servicios públicos, de nacionalización de los recurso naturales, de asamblea constituyente, demandas que un neoliberal como Piñera jamás podrá realizar, siquiera imaginar.
Este lunes Santiago y otras ciudades intentaron volver a activarse tras un fin de semana explosivo bajo estado de emergencia y toque de queda nocturno.
Un amanecer con menos gente en las calles, pocos vehículos particulares en circulación, el Metro cerrado y escasa locomoción colectiva.
El gran comercio prácticamente cerrado temeroso de nuevos ataques y saqueos y largas filas de personas para comprar en tiendas y farmacias de barrios.
Durante este lunes millares de personas volvieron a protestar en plazas y a marchar por las principales vías.
Un hecho inédito ha sido el cambio de dirección de las marchas.
Este lunes una larga caravana ha desafiado a la policía pese a los gases lacrimógenos y caminado varios kilómetros hasta Las Condes para detenerse frente a la Escuela Militar.
Algo similar ha realizado otro grupo por la calle Apoquindo y el barrio financiero.
Hasta hoy, las manifestaciones en Chile se habían realizado en el centro de Santiago.
Hoy, no solo allí, sino se extiende hacia donde está el poder económico.
Santiago es una ciudad sitiada.
Por la noche se escucha el vuelo de los helicópteros con sus haces de luz rastreando las calles, detonaciones y sirenas de vehículos de emergencia.
Por las redes sociales circulan imágenes aterradoras.
Decenas de tanquetas, militares que han comenzado a disparar no solo al aire, escenas de golpes a detenidos.
Abusos.
Es una situación que al gobierno se le va con las horas de las manos.
Hasta la madrugada del martes, oficialmente las personas fallecidas, varias de ellas a bala, sumaban catorce.
El golpe al poder económico se sintió por otros lados.
Este lunes la bolsa de Santiago tuvo una caída de más de un cinco por ciento arrastrada por las acciones del retail, que cayeron un promedio de un siete por ciento.
En un día se esfumaron más de siete mil millones de dólares de estos activos en tanto el peso sufría una fuerte devaluación respecto al dólar.
Chile, el otrora modelo neoliberal para la región, estaba expuesto a la mirada oblicua de todos los mercados externos y las críticas al gobierno de Piñera fueron directas.
El Financial Times de Londres criticó el decreto de estado de emergencia y el toque de queda y The Economist hace una dura crítica al gobierno a la vez que constata que los disturbios masivos sin duda que dañan la imagen del país.
Un golpe a la economía, sin duda, que todavía no expresa todos sus efectos.
Si desde hace meses el gobierno de Piñera estaba obsesionado con elevar la tasa de crecimiento del PIB, no mucho más de un 2 % para el año en curso y una cifra similar para el siguiente, la magnitud de las movilizaciones llevarán al país a una situación cercana al colapso.
El lunes por la mañana el presidente del banco central chileno no quiso poner aún más nerviosos a los mercados e inversionistas al declarar que no tomará medidas especiales, pero es evidente que a partir de ahora la economía chilena también ha estallado.
Desde ayer por la noche los sindicatos han comenzado a anunciar que iniciarán jornadas de movilizaciones.
Los llamados lo han hecho desde la Unión Portuaria y el principal sindicato de la minera Escondida, la principal organización de trabajadores de la minería privada.
Su llamado es a paralizar la actividad minera y las exportaciones portuarias.
De concretarse estas acciones en el llamado a paro nacional este miércoles y jueves, el colapso de la economía chilena sería ya un hecho y pondría en una situación extremadamente grave al gobierno.
Las manifestaciones, lejos de amainar, escalan.
Y lo mismo, la represión, que ha sido la única reacción del gobierno.
Prácticamente todas las zonas urbanas del país están en diversos grados de estados de excepción.
Hasta este martes por la madrugada, a los 15 fallecidos en diversas circunstancias, hay decenas de heridos, miles de detenidos.
Pese a ello, a una represión claramente en ascenso y fuera de control, la población no retrocede y miles no acatan el toque de queda.
Con las manos en alto, centenares de jóvenes en todo el país encaran a gritos a los militares.
No hay miedo.
PAUL WALDER
Ésta es la verdadera cara de éstas élites más que nada militares y económicas, las mismas que bajo denominaciones u organizaciones que se auto-erigen como *garantes de la paz y la justicia* se regodean metiéndose en los asuntos de las naciones, cada vez que en alguna de ellas los Pueblos comienzan a despertarse y a elegir gobiernos no dispuestos a acatar las reglas del sistema.
Pero cuando el desastre se da con sus propios títeres, tal el caso de Chile, hacen silencio absoluto.
Nada dice hoy de ésto la misma troup de mastines neoliberales que se han pasado el último año opinando sobre Venezuela por ejemplo, intentando inmiscuirse hasta el punto de pasar por encima del derecho a elegir de los propios venezolanos.
Nada dicen ahora...sobre el desastre en Chile, como nada decían cuando el desastre era en Argentina bajo el neoliberalismo criminal de De la Rúa y compañía, como nada dicen hoy tampoco sobre el latrocinio cometido en los últimos 4 años de un muñeco que el próximo Domingo será azotado en las urnas por el voto mayoritario.
Hipócritas...no hay otra palabra.
Su fórmula de dividir a la sociedad, a la larga se les viene en contra, sus estrategias de ingeniería social y el repugnante blindaje mediático dejan de ser efectivos cuando sus conductas depredadoras son tan insaciables que hacen levantar a los Pueblos oprimidos tal el caso de Chile, con una oposición fantasma, y aquí afortunadamente con una opción opositora que no han podido desintegrar pese a sus denodados esfuerzos.
He allí porqué la siembra del odio de clases, religioso, económico, de diversidades y demás argucias para deshacer a la sana oposición y quedarse con su discurso único, repulsivo, indignante.
Es la solidaridad lo único posible que nos queda en un mundo dominado por las élites, y a todo argumento contrario que suele puluar en todos lados, tenemos que bloquearlo, triturar el mensaje de la división ideológica bien camuflada en pretendidos argumentos de la famosa *grieta* que hay que cerrar..., je..precisamente es la eterna grieta que se nutre de personajes destacados, dirigencia, filósofos, sociólogos, a través de los cuales *te encasillan* haciéndote olvidar que sos una víctima para ponerte el mote de *adversario*.
La gran mayoría estamos en un escalón por debajo del escalón superior, y su gran temor es que un día...nos pongamos de acuerdo y vayamos por el escalón superior donde cómodamente manejan a los de abajo.
Pero en nuestro escalón hay muchas y muchos que han sido hábilmente coptados para ser funcionales a la imposibilidad de ponernos de acuerdo, idiotas útiles mayormente, y en otras ocasiones adoradores del escalón superior que quieren emular y al cual nunca llegarán.
Ese escalón superior no debe ser visto como el *ideal* sino por el contrario, es el modelo que debemos intervenir para darlo vuelta y hacer de éste mundo un mundo posible para todos, que ha sido secuestrado para beneplácito de una cobarde minoría, especialista en mover los hilos del gran teatro.
Solidaridad decía.
Sabrán seguramente de la cantidad de hermanas y hermanos de América Latina que abandonan sus países para venir a estudiar gratuitamente a Argentina, donde además disponen de salud gratuita, algo impensado en cualquier lugar del mundo, medida ésta que es un derecho que va más allá del autóctono y tiene un concepto solidario con el foráneo.
Modelo contra el cual han atentado propios y ajenos, modelo que encoleriza al resto de demás países porque deja al descubierto la ausencia del Estado y expulsa a propios conciudadanos que obligadamente deben migrar ya que sus sistemas nacionales de educación y salud son exclusivamente para quienes tengan el dinero suficiente, y aún así quienes logran reunir dinero para no morirse por falta de atención o estar marginados para formarse y educarse, viven embargados y deben trabajar en condiciones paupérrimas similares a la esclavitud.
Ese sistema argentino solidario que bien podría definir como un *orgullo nacional* yo prefiero definirlo de otra forma ya que hace mucho tiempo he eliminado la palabra orgullo de mi léxico, y la he sustituído por *feliz*, a mí, como a muchos me hace feliz saberme solidario aún con quienes no nacieron aquí ni vivían aquí, y a quienes se intenta demonizar estúpidamente conjuntamente con el sistema, dividiendo a la sociedad local aduciendo que darle educación y salud gratuita al *inmigrante* es ir en contra de los propios autóctonos.
He allí el sentimiento enfermo que ha calado en quienes no son capaces de entender el signifiado de la palabra *solidaridad* más allá de las putas líneas de frontera, en un mundo que necesita derribar cuanto antes esa mentalida xenófoba inducida precisamente por los del escalón de arriba, y que muchos del escalón de abajo han adoptado como discurso dominante que realmente no les pertenece ni deberían apoyar.
Desde niño pude compartir historias con hermanxs de países vecinos a los cuales nunca desprecié por ser de tal o cual país, por el contrario siempre estuvimos cohesionados y sin distinción alguna, éramos y seguimos siendo hermanxs.
Uno de los serios problemas que viene siendo reclamado por la sociedad chilena =al igual que en el resto de países del continente= es precisamente la privación de una educación y una salud que contemple a todos, porque es un derecho y no un privilegio.
Por ahí pasa la cuestión, el sistema no quiere sistemas solidarios como el argentino, porque van en contra de los grandes e insaciables sistemas privados que tranzan con estados cómplices a los cuales el ciudadano les importa muy poco.
Para ese sistema somos solo mercancías o clientes cautivos ante el monopolio de lo privado.
Pero fíjense qué demencial sistema liberal que pone filtros para que el mercantilismo de la educación y la salud no se vean abarrotados, y allí..el filtro es el salario, la remuneración que el individuo *merece* de acuerdo a lo que el liberalismo determina, y he allí porqué también la dislolución del gremialismo, pata fundamental =cuando no ha sido corrompida= para garantizar derechos a los trabajadores.
Ayer precisamente en una de las plazas representativas de mi ciudad frente a la cual se sitúa el Consulado de Chile, un nutrido grupo de estudiantes chilenos que forman parte de una Asociación de Chilenos Residentes en Rosario acompañados por *Rosarinos* llevaron a cabo un acto frente al Consulado de su país, atentos a la situación grave en el país vecino.
Ésto es algo que me hace sentir feliz...en lugar de despotricar xenófobamente, solidaridad que no es de la boca para afuera sino con hechos, porque en cierta forma una parte de los impuestos que el Estado Solidario me cobra para el sostenimiento de salud-educación pública y gratuita, no es solo para mí y mis conciudadanos sino también para generaciones de hermanas y hermanos de países vecinos que en sus propios países han padecido y siguen padeciendo de un sistema como el chileno, entre otros, que excluye, que margina, que expulsa a sus propios hijos.
Como siempre, ésta solidaridad ha sido inoculada para pudrirla através del odio.
Me pregunto si Europa no va por el mismo camino, o hace rato que lo está transitando.
En gran parte de la sociedad argentina ha quedado una herida que se remonta a la Guerra de Malvinas cuando el Estado chileno tristemente apoyó a Inglaterra, razón que ha sido utilizada aquí para destrozar esa necesaria unidad que nuestros pueblos deben tener.
Es cierto, aquello ocurrió pero hay que comprender que las sociedades no siempre se ven representadas por sus gobiernos y que, de la orientación ideológica que tenga un país de acuerdo al gobierno de turno, va a depender del tipo de actitud que asuma la misma sociedad.
En Chile lamentablemente desde el golpe de estado y el fin de la dictadura, todos los gobiernos democráticos han sido perpetuadores de aquella matriz con leves matices entre derechistas y otros menos derechistas, pero todos en definitiva, afines al modelo dictatorial transformados democráticamente en gobiernos neoliberales.
Mas, pese a esa herida, quienes tenemos el alma libre de odios y la capacidad de salir de la trampa, no nos hemos quedado con el colmillo envenenado sino que sabemos ver más allá de lo aparente, y tanto chilenos como otros ciudadanos de cualquier país de América Latina son considerados hermanos, con quienes debemos indefectiblemente unirnos y entender que somos socios de las mismas desgracias, pero también de las mismas esperanzas que harán la diferencia en un continente plagado de injusticias y miserias que no tenemos que seguir aceptando bajo ningún punto de vista.
Cierro entonces con el audio prometido al inicio, donde el Analista Político Marcelo Brignoni nos da su visión sobre lo que ocurre en Chile, cuales son las causas, y traza un opuesto con Argentina, donde la consciencia política y de los movimientos populares pudieron resistir modelos como el chileno y el de otros países de América Latina.
En el final hace una breve referencia a los comicios en Bolivia cuando aún no estaba cerrado el escrutinio definitivo.
Fuerte abrazo.
Gilgamesh***
Fuentes;
-elmostrador
-politika
-podcastgilga
martes, 22 de octubre de 2019
* Chile; socios en la desgracia, pero también en la esperanza *
Publicado por
Gilgamesh
en
15:30
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lunes, 21 de octubre de 2019
* Chile; la podredumbre de la élite *
***Muy buen inicio de semana para todxs.
Habiendo sido ayer el día de la Madre en Argentina y por tal motivo una serie de encuentros familiares que me han tenido abocado a dicha cuestión, no dejé sin embargo de estar bastante al tanto de lo que ocurre en Chile.
Ya se han contabilizado en 11 los fallecidos, curiosamente el Ministerio sólo habla de *fallecidos en incendios*, algo que deja mucho que desear a la hora de especificar como corresponde, caso por caso el motivo real de dichas defunciones.
Mientras escuchaba durante un par de horas al menos los reportes en vivo de lo que ocurría en el hermano país llegué a contabilizar unos 300 saqueos...y unos 70 incendios, barricadas, etc., lo cual daba cabal demostración de la gravedad de la situación.
Cada vez que los periodistas preguntaban a los oyentes si había fuerzas de seguridad en el lugar la respuesta era clara;
*No*.
Con el correr de las horas, ya instalada la madrugada y con toque de queda, las llamadas desde muchos puntos de Chile a la Radio clamaban ayuda, aterrorizados decían que habían saqueos o robos a domicilios particulares.
La postal no es sencilla de visualizar, aquí en Argentina experimenté en carne propia cuando los saqueos a comercios en mi ciudad, también se daban *rumores* de bandas organizadas que *venían* a nuestros domicilios, algo que no ocurrió y que bien pudo formar parte de la psicosis colectiva o bien de intereses...obscuros..buscando un caos de todos contra todos.
El desastre en Chile es fenomenal, de proporciones y nada dice que ésto esté cerrado, hoy mismo a ésta hora se siguen dando marchas de protesta, barricadas, a lo cual se ha sumado una huelga nacional de trabajadores y se comenta sobre un paro de camioneros.
Lo poco que queda operable del metro funcionará únicamente hasta las 22 horas, y luego el toque d equeda que ha llegado para quedarse.
Es más que grave, ésto que hoy sorprende al mundo, a mi entender, bien podría ocurrir en cualquier país, más allá del *supuesto orden* o estabilidad, y no es casual ni es fomentado por alguien en particular, la sociedad está harta, tanto la del primer mundo como la de nuestro mundo, el de los países con menos peso en el tablero mundial.
Lo que ocurre en Chile debería ser un claro ejemplo para la gobernanza mundial del daño que nos ha hecho a todos con su perversión tanto política como económica, éste sistema nefasto que se aplica desde hace mucho tiempo.
Los testimonios que escuchaba desde Chile daban a entender que las fuerzas de seguridad eran insuficientes o bien...después del desprestigio acumulado sobre sus espaldas en su historial de represión y atrocidades, esas fuerzas no quieren más ser apuntadas por el Pueblo.
Tampoco no se descarta que éste estado de anarquía total sea generado por el mismo CEOgob de Chile para que, ante el clamor de la gente para que se detengan los saqueos...se de mano libre al ejército, en una especie de *auto-golpe* que frene los verdaderos y justos reclamos de la exprimida sociedad chilena.
Cuando se suelen dar éste tipo de incidentes a nadie debería sorprender el saqueo y la rapiña en turba, nuestras sociedad poseen un porcentaje de individuos dedicados al delito, pero mucha otra gente que se ha *caído* del sistema, del escalón social, y ha reclamado durante años trabajo, vivienda, ,educación y salud, ha sido ignorado no solo por el Estado sino también pos sus propios conciuadanos en una sociedad inducida a la insolidaridad y al sálvese quien pueda.
Es el resentimiento de mucha gente, que bien puede ir a robar tanto un kilo de carne para comer o un plasma de quichicientas pulgadas, botellas de wisky o un lavarropas, o simplemente reventar la vidriera de un banco.
Soy de quienes creen con total convicción que ésta indecente y ancha brecha entre ricos y pobres es la responsable de generar sociedades enfermas, nacidas y criadas en la escasez y la perturbadora mirada a quienes ostentan obscenamente sus *objetos*, sus *símbolos* de clase.
El desprecio clasista hacia los de más abajo siempre será un caldo de cultivo ideal para que un día el oprobio, el resentimiento y la inequidad, se cobre a su manera lo que nadie parece o quiere ver.
Al parecer desde las *fuerzas*, tal como decía más arriba, no hay acuerdo con la postura del neoliberal presidente;
Se ha caído un *modelo* con el cual mucho politicastro economiscista de nuestro continente se ha llenado la boca para hacerle creer a la gente que ese era el norte, mientras la sociedad chilena ya estaba harta de décadas de neoliberalismo y vahos dictatoriales que hacían de su vida una resignada existencia ajustada a la burbuja engañosa de ésta élite perversa disfrazada de *política*, y que no es más que el secuestro del Estado atendido como una de sus tantas empresas privadas, por sus propios dueños.
Algunas opiniones;
-*Protesto por tanta injusticia, por tanto abuso y porque nuestra voz no es escuchada jamás*, dice una persona anónima, un perfecto y corriente desconocido en la Plaza Ñuñoa de Santiago.
Ya es sábado 19 de octubre y las protestas populares que arrancaron con el alza del pasaje del Metro, se han tornado en expresión de los derechos sociales inexistentes en un país que representa la caricatura del manual del liberalismo ortodoxo más doctrinario.
Las relaciones sociales, vueltas mercancía;
los bienes comunes privatizados;
una oligarquía conservadora culturalmente y rabiosamente liberal en el plano económico.
Un orden sintetizado desde la dictadura militar como Estado policial y antipopular;
fiesta de la concentración capitalista, y dominio de los grandes grupos económicos que brutalmente destruyen competencia, imponen los precios y subordinan a las pymes en la cadena de valorización, de acuerdo a la proyección de su tasa de ganancias.
Chile primario exportador, plataforma financiera de buena parte de Sudamérica, agobiado por el extractivismo y sus consecuencias nefastas sobre las comunidades y la naturaleza.
Chile desigual, que importa no sólo las tecnologías que no producen sus industrias ausentes, sino que hasta los alimentos y los bienes textiles.
Chile dependiente de la economía China, estadounidense, de Europa y al final, del intercambio con los países de la región.
Chile grisáceo, suicida, explotado y expoliado:
viejos que no quieren jubilar porque los espera la miseria, y jóvenes sin porvenir con o sin títulos de educación superior.
*Yo voy a protestar hasta que se arregle la vida*, afirma una joven que golpea una cacerola ante la cara de un militar.
Sí, un militar.
Porque el presidente de ultraderecha Sebastián Piñera, una de las piezas de Washington en el continente, y su equipo de gobierno, con el fin de terminar con las poderosas manifestaciones populares del 17 y sobre todo del 18 de octubre, en la madrugada del 19 decretó el estado de excepción en su forma de estado de emergencia constitucional.
¿Qué significa?
Además de aumentar todavía más la dotación de Fuerzas Especiales de Carabineros, la seguridad nacional queda en manos del general Iturriaga del Campo durante 15 días y tropas militares se toman las calles de la Región Metropolitana.
Se prohíben las protestas, las reuniones públicas y la movilización.
Es un virtual estado de sitio y con posible toque de queda basado en la Doctrina y Ley de Seguridad Nacional Interior del Estado.
O sea, el enemigo político militar del Estado y sus administradores es el propio pueblo chileno.
Aunque el pueblo, en este caso, sólo se manifiesta pacíficamente.
Está desarmado.
Su izquierda política está diezmada.
La institucional y la otra.
Claro que el pueblo tomó la precaución hace mucho tiempo de no tener ninguna confianza con ninguna institución, desde la nomenclatura de la iglesia católica hasta el sistema de partidos políticos tradicionales.
Lo cierto es que la toma de las calles por el ejército, en vez de amedrentar al pueblo de Santiago, ha multiplicado su indignación.
Así, pese a que más de algún militar hace puntería sobre la gente, los manifestantes se les acercan, les sacan fotografías y los emplazan a volver a los cuarteles.
Pero las fuerzas de guerra en vez de marcharse, provocan a la ciudadanía realizando ejercicios bélicos en plena Plaza Italia de la capital chilena.
La consigna inmediata es *Fin al estado de emergencia*.
El miedo ya no derrota la protesta.
Por cadena nacional, Piñera informa que presentará una propuesta para *amortiguar* el alza del pasaje.
Pero además de ofrecer represión, no existen soluciones, mientras el mandatario se encuentra reunido con su equipo.
Hace un par de días nadie habría imaginado que Chile sería protagonista de un levantamiento popular pacífico no sólo contra el mal gobierno, sino que contra la totalidad del régimen profundo chileno y sus relaciones sociales.
Subterráneamente, de manera invisible, el malestar de las mayorías sociales se acumuló durante largos años, expresándose de manera parcial mediante luchas desagregadas.
Tras las protestas no hay partidos políticos ni organizaciones sociales puntuales.
De hecho, la oposición institucional llegó tarde y nadie la ha llamado, más allá de que ha opinado de manera tibia y distante sobre una medida gubernamental extraordinaria, como si viviera en otro mundo.
Los personeros de gobierno hablan de unidad nacional y de mesas de diálogo.
Pero la desigualdad social, la precarización general de la vida y los atropellos acumulados son los condimentos que explicitan la lucha de clases de manera multidimensional, más allá de reivindicaciones estrictamente económicas que motorizan parcialmente el movimiento.
Y no habrá comisiones ni mesas de diálogo que resuelvan contradicciones irreconciliables.
Como naranjos encendidos y luego de décadas, amanece el pueblo chileno.
Y no hay que olvidar jamás que este mismo pueblo hace casi medio siglo eligió con el voto al primer presidente marxista en la historia.
¿No será la consciencia popular de la sociedad mayoritaria chilena un estado de latencia que se despierta como irrumpe un relámpago en mitad de la noche?
-El gobierno de Piñera sigue dando palos de ciego y manotazos de ahogado.
Las respuestas gobernantes a las movilizaciones sociales desatadas en Santiago el viernes pasado, pero propagadas hacia todo el país como reguero de pólvora, han sido una clara evidencia de la arrogancia de los poderosos.
En el mejor de los casos, una clara muestra de que ven el país desde el interior de la burbuja de la soberbia y de la impunidad.
Luego de negarse a aceptar cualquier solución al reclamo de los estudiantes y ciudadanos de Santiago por el alza de los pasajes del Metro, desde La Moneda amenazan con aplicar la ley de seguridad del estado contra los manifestantes y al minuto siguiente el gobernante se va a celebrar el cumpleaños de un nieto.
Cuatro horas después, obligado a abandonar la celebración familiar por el desarrollo de las manifestaciones sociales por todo Santiago, el gobernante decreta la aplicación del Estado de Excepción o de Emergencia para la provincia de Santiago y algunas comunas.
Coartar libertades y derechos y hacer que los milicos hagan valer esas restricciones es un signo de pobreza política y moral enorme.
Amén de dar fe de un espíritu represivo y dictatorial para enfrentar la realidad, los problemas, el desastre que han causado en el país los mismos poderes económicos que representan y defienden los gobernantes, actuales y pasados.
Menos de 24 horas después, el gobierno implanta el toque de queda, y extienden la aplicación del Estado de Excepción a toda la Región Metropolitana y a otras cuatro regiones.
Es decir, los uniformados desplegados por todas partes para contener la furia social que se ha convertido en un desbande de proporciones múltiples.
Utilizar a las fuerzas armadas en estas funciones de orden interno es inaceptable, es impropio de una democracia, es inconcebible en un Estado que aún no se repone de los daños causados por la funesta dictadura militar que asoló el país hace unas décadas.
Sin embargo, los gobernantes recurren al uso de cuerpos militares para tareas represivas con una ligereza propia de las dictaduras y de los ineptos.
Los gobernantes y la clase política en general, tienen que entender que para la población chilena los uniformados no son signo de seguridad, ni garantía de tranquilidad, ni de respeto.
Una sociedad libre no puede aceptar ni resignarse ante la amenaza que representa para la dignidad, para las libertades y para el ejercicio de los derechos de los ciudadanos la presencia de unidades del ejército en las calles tratando de someter a la población.
Menos aún de tropas uniformadas con el historial de sangre con que cargan las fuerzas armadas chilenas, ni menos aún, con tropas cuyos jerarcas han hecho gala de un historial de robos, desfalcos y malversaciones que aún no terminan de aclararse, ni aún terminan de dimensionarse.
En suma, unas fuerzas armadas y policiales desprestigiadas por el lado que se les mire.
La movilización social no es contra el país, no es contra Chile, sino que es contra el abuso sistémico de los poderes económicos dominantes en nuestro país.
La movilización social es producto del hartazgo que ha generado la explotación sin reparos, la segregación sin vergüenza, la desigualdad extrema, que rige y somete los destinos de nuestros habitantes.
El abuso sin límites llevó a que las acciones para conseguir que no aumentaran 30 pesos el valor de un pasaje de Metro, se transformaran en una expresión de rechazo y fastidio con tanto abuso;
la población se hartó, se cabrió y dijo basta.
El sentir popular y social no se resuelve ni se responde con represión.
Menos con militares y uniformados armados para una guerra, algunos de los cuales ya han dado muestras de ligereza de gatillo y de matonaje bélico, incluidos civiles provistos de armamento de guerra que desde edificios del ejército han salido a amenazar y atacar a ciudadanos en un céntrico paseo de Santiago.
Las manifestaciones sociales van a continuar porque ya se colmó la capacidad de aguante, de tolerancia, de sumisión, que los dueños del modelo habían logrado sobre la población chilena.
Los poderosos se cebaron tanto en sus métodos de explotación y abuso que no consideraron nunca esta posibilidad de rebelión social a la que hoy día se enfrentan.
Ni los poderosos de los grupos económicos dominantes, ni los políticos de la podrida clase política, acostumbrados a manipular y negociar todo, previeron ni supusieron esta posibilidad de rebelión social.
Pero el hecho de que no hayan previsto ni anticipado estos hechos no los libera de la responsabilidad social y política en las causas profundas de esta rebelión y, en ningún caso, les da derecho a disponer de la represión policial y uniformada como única forma de respuesta.
Por el contrario, los hechos de los días y horas recientes, demuestran que =felizmente= la población no se ha dejado amedrentar por la presencia de tanto uniformado, ni se ha arredrado por los efectos de una represión policial desatada y descontrolada.
Pero sabemos del riesgo y del peligro que significan uniformados armados en medio de la población civil que no se somete ni los respeta.
El gobierno está obligado a evitar tragedias y masacres, en primerísimo lugar, más que preocuparse de satisfacer las exigencias y demandas de empresarios y políticos inescrupulosos.
Los milicos armados en las calles son un peligro de muerte.
Así como todos los abusos pudieron haberlos frenado a tiempo para evitarse la rebelión de la población, así también los gobernantes debieran frenar sus ímpetus dictatoriales y dedicarse a buscar formas de solución de los problemas del país.
Y eso, ya está dicho, no se logra ni con represión ni con matanzas.
Tuvieron que pasar varios días de movilización y luchas aisladas, pero solo uno de lucha masiva, para que el gobierno se aviniera a aceptar no aplicar el aumento de tarifas del Metro como lo anunció el presidente Piñera la noche del sábado.
¿Podían haberlo hecho antes?
Sí, podían.
Pero la arrogancia, la soberbia y la impunidad del poder les impiden resignarse a buscar una solución razonable.
Solo la fuerza de la movilización social les obligó a avenirse a lo obvio.
¿Pueden detener esta ola de manifestaciones sin recurrir a los milicos?
Igual que la anterior.
Sí, pueden, pero no quieren.
La arrogancia, la soberbia y la impunidad del poder les impiden resignarse a buscar una solución razonable.
Si pueden legislar =o tienen que hacerlo= para resolver el lío legal del aumento del pasaje del Metro, pues del mismo modo, legislen y avénganse a modificar las leyes que han hecho a medida de los poderosos para *legalizar* el abuso;
los mismos políticos que no tuvieron reparo en venderse a los intereses del empresariado, que hagan ahora el favor de corregir sus desvergüenzas o de tener la vergüenza de renunciar a sus mandatos.
En lugar de represión y de militares como amenaza, asuman el compromiso ante la población de modificar las leyes que generan el abuso en la educación, en la salud, en la previsión, en el trabajo, en los cobros de los servicios básicos =agua, luz, gas, teléfono=, del transporte, de la bencina, del uso de las carreteras y vías, de los derechos de agua, de los derechos a un ambiente saludable, de los derechos a conservar el planeta para el futuro, de las demandas y exigencias de una población que ya se hartó.
Terminen con la potestad del abuso, de la explotación, de la depredación, del atropello de las personas, de la destrucción del entorno, del medio ambiente y del planeta.
Para eso, no necesitan los milicos.
El gobierno debe poner fin, ahora ya, a los estados de excepción y mandar a los uniformados de regreso a sus unidades, y buscar soluciones con los actores sociales movilizados.
-Son tiempos convulsos para América Latina.
Apenas nos habíamos recuperado de las protestas masivas por el paquetazo de ajustes de Ecuador, cuando pocos días después el gobierno chileno anunciaba la subida del pasaje del metro.
Este hecho fue leído por amplias capas de la sociedad como el detonante del descontento social acumulado, que se vio intensificado con las políticas económicas del actual gobierno.
Las revueltas estudiantiles de inicios de siglo y la contundencia del movimiento feminista de los últimos tiempos hicieron soñar al pueblo chileno con un sueño antiguo, que se manifestó con intensidad estos días en las calles del país.
El jueves comenzó la tensión en Chile, después de que el gobierno anunciara la subida del billete de metro días antes.
El viernes comenzaron las protestas y las primeras evasiones masivas en el metro de Santiago de Chile.
Ante esto, La Moneda tachó a las primeros impagos en las estaciones de metro como *delincuencia pura y dura*.
Este discurso fue extendiéndose, de la misma manera que lo hacía el cansancio de amplios sectores del país.
La olla empezó a hervir gradualmente, hasta que las protestas, los disturbios y los saqueos se intensificaron en el territorio.
El sábado y el domingo, Chile estalló.
Las revueltas se fueron haciendo más intensas una vez que Piñera cedió el control político a los militares y decretó medidas extraordinarias nunca vistas en democracia:
el Estado de Emergencia y el toque de queda total en algunas provincias.
Estos hechos fueron leídos por la sociedad civil como una suerte de reminiscencia de la dictadura que vivió Chile durante casi veinte años.
Mientras los tanques y los soldados trataban de controlar la ciudad, el desacuerdo crecía exponencialmente por todo Chile, los manifestantes decidieron quedarse en las calles durante estos dos días a pesar del toque de queda, para exigir que los militares se replegaran.
Las protestas comenzaron con la punta del iceberg que supuso la subida del precio del pasaje del metro, una chispita que cayó sobre un bidón de gasolina.
Según el sociólogo Carlos Ruiz, *el país lleva sumido en una fuerte privatización y mercantilización de las condiciones de reproducción de la vida cotidiana desde los años 60 y que continuó intensificándose después de la llegada de la democracia*.
Como explica Carlos y denuncian más de 300 organizaciones sociales en un comunicado emitido el domingo, el aumento del pasaje es el detonante para un país que sufre la precarización generalizada de la vida y las privatizaciones de los suministros básicos como el agua, la energía, la educación y la salud.
A esto se añaden salarios y pensiones muy bajos en amplios sectores de la población.
El modelo chileno, admirado por su solvencia y estabilidad económica, *es hoy el país más desigual y con mayor concentración de riqueza de la OCDE, no sólo de América Latina*, nos cuenta Carlos en una entrevista para El Salto.
*El chileno es un individuo privatizado que no tiene ningún sistema de protección, al revés, hay subsidios estatales para la acumulación privada, para que el individuo pueda acudir a una clínica privada para curarse.
Estos niveles no se dan en ningún lugar de América Latina ni de Europa.
Por eso hay una propensión a la movilización muy alta que tiene que ver con esa privatización excesiva que asfixia la vida.
Esto podría ser una de las fuentes del descontento social que hoy se expresa en las calles*, continúa el sociólogo Carlos Ruiz.
Una de las cosas que más llama la atención en las revueltas de Chile es la ausencia de dirigencia política.
Según las fuentes consultadas y algunos vecinos y ciudadanos de diversa clase, las protestas fueron protagonizadas por amplias capas de población sin necesariamente una tutela partidaria.
Son jóvenes profesionales, estudiantes, mujeres, escolares, trabajadores, gente mayor la que está protestando en las calles del país.
*Yo estuve en el cacerolazo anoche cerca de mi casa y estaba la gente con sus niños en el cochecito, abuelos, gente en sillas de ruedas.
Es el pueblo chileno, es la generalidad de la gente, inclusive hay personas de los sectores altos que nunca antes se habían manifestado y que hoy también han estado en la calle pidiendo sobre todo la retirada de los militares en las calles*, cuenta María Emilia Tijoux que participó en la acción de su barrio durante el toque de queda de la noche del sábado.
*Nosotros teníamos una boda y de camino a la celebración vimos cómo la gente se empezaba agolpar con sus cacerolas, empezaron las hogueras y después las barricadas, una vez que el gobierno declaró el toque de queda también en Valparaíso.
La gente se fue uniendo de manera espontánea, sin ninguna dirigencia, era una suerte de revuelta popular que expresaba el cansancio que se había acumulado durante mucho tiempo* cuenta una de las vecinas de Valparaíso que fue sorprendida por el toque de queda en su ciudad.
Carlos Ruiz sugiere que una de las claves para entender estas revueltas, vendría de la mano de este divorcio entre política y sociedad que se lleva incubando en Chile.
*La política no está recogiendo los procesos sociales, y esto no es sólo un problema del gobierno actual sino también del anterior.
Los últimos dos gobiernos tienen un respaldo de un cuarto del electorado posible.
Este es un país que desde hace mucho tiempo no está con grandes mayorías políticas y tiene las tasas más bajas de participación electoral que hay en América Latina.
Hay una desindentificación con la política muy fuerte y esto no ha sido canalizada por ningún partido hasta el día de hoy, ni siquiera por el Frente Amplio =fuerza de izquierdas alternativa a los partidos mayoritarios=*.
*Ahora bien =continúa Carlos= esto no debiera ser leído por un desinterés en la política de una sociedad anestesiada, sino que desde los 2000 en adelante, las huelgas estudiantiles, las manifestaciones contra el sistema de pensiones y las marchas feministas estarían advirtiendo de un cansancio acumulado que requeriría de algún tipo de respuesta política*.
Estos reclamos sociales y este descontento que llevaban expresándose con mayor contundencia estas dos últimas semanas fueron de alguna manera dejados a un lado por el presidente chileno que leyó las protestas como *una marcha más* y según cuenta Lucía Dammert, experta en seguridad y gobernabilidad, *esta indolencia del ejecutivo pudo provocar la rapidez del estallido*.
Según sugieren las investigadoras Dammert y M. Tijoux las tensiones podrían haberse aliviado si el gobierno hubiera optado por el diálogo político, sin embargo el presidente decidió una respuesta policial y militar sin precedentes desde la venida de la democracia explica la socióloga Lucía Dammert.
¿Y CÓMO CONTINÚA LA HISTORIA?
Las protestas siguen en Chile, las cacerolas no vuelven a sus casas, las ciudades chilenas a pesar del toque de queda siguen bullendo en varios puntos del país.
Los sindicatos están evaluando un paro nacional y huelga para las próximas jornadas.
Ante esta situación, desde las organizaciones sociales han emitido una carta en la que señalan la necesidad de *un nuevo pacto social* que toque los temas que se quedaron enquistados durante la Transición.
Según las analistas consultadas, la sociedad civil está pidiendo resultados en el presente, algún tipo de señal a favor del clamor ciudadano si no será muy difícil que Chile abandone las revueltas.
Después de la virulencia de los disturbios y de las acciones represivas que han dejado muertos, baleados, calcinados, heridos y casi mil detenidos, algunos piden la renuncia del Presidente.
Con este tablero, la gran incógnita será cómo gestionará esta situación Piñera.
Chile en tan solo un mes celebrará dos eventos internacionales de gran seguimiento mediático:
la Cumbre del Clima y la Final de la Copa Libertadores.
*El presidente tiene que encontrar una estrategia si quiere sobrevivir con algo de legitimidad y yo creo que es ineludible hacerse cargo del llamado ciudadano, pero por otro lado no hay que olvidarse que en Chile también existe una derecha económica muy dura que valora el control y el orden, tampoco es tan claro que el presidente vaya a firmar un nuevo contrato social porque puede perder una base importante de su electorado*, afirma Lucía Dammert.
Lo que sí parece que se dibuja es que, como dicen los chilenos, *el país ya no es el mismo*, las protestas tocaron la sociedad chilena en profundidad, atravesaron generaciones y revivieron antiguos terrores.
Las preguntas y los debates son muchos, ¿cómo será canalizada esta revuelta popular por las instituciones? ¿será posible un diálogo entre el gobierno y la sociedad civil movilizada que asiente las bases para un entendimiento?
El Chile del crecimiento y la estabilidad económica parece hacer aguas con virulencia y con una sensación de no retorno en uno de los contextos más complicados de su historia democrática.
Los pueblos se levantan, contra el capitalismo y el empobrecimiento que este provoca para las mayorías, para la clase explotada.
A inicios de octubre, el pueblo ecuatoriano se levantó masivamente en rechazo a las imposiciones del FMI, lo mismo hizo el pueblo haitiano empobrecido por siglos de *deuda* espuria que data de la época colonial, ahora el pueblo de Chile se levanta contra el saqueo capitalista, contra la explotación y la precarización de las condiciones de vida.
Se levanta contra el saqueo que perpetran las multinacionales mineras, energéticas, del agroindustrial,etc., las que devastan ríos, bosques, montañas y glaciares, las que exterminan al pueblo Mapuche, a los demás pueblos nativos y al pequeño campesinado.
Se levanta contra el latrocinio legalizado en el capitalismo.
Se levanta contra las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y demás instituciones imperialistas, contra las deudas innecesarias e infames contraídas por los gobiernos títeres;
deudas y sus intereses usureros que, de seguir imperando el capitalismo, la clase explotadora hará pagar a los pueblos hipotecando la sanidad, la educación, los recursos naturales, etc.
Los *préstamos* que impone el FMI, son deudas totalmente innecesarias =y más para países tan ricos en recursos como Chile o Ecuador=:
el problema es que los recursos son saqueados por el capitalismo transnacional, la riqueza es robada y no revertida para el bienestar de las comunidades, la naturaleza es esquilmada en el altar de la acumulación capitalista de un puñado, la soberanía alimentaria es inexistente cuando la tierra está en manos de la propiedad privada.
El problema es el sistema, y por supuesto no se subsana el empobrecimiento causado por el saqueo capitalista con mayor saqueo.
Los *préstamos* del FMI son un mecanismo depredador:
las sumas se destinarán al pago de las necesidades en infraestructura de las multinacionales extractivas =para incrementar el saqueo que ya perpetran=, al pago de los intereses usureros de deudas precedentes, a los bolsillos de la burguesía; y será el pueblo el que tenga que pagar los préstamos y sus intereses, en esa esclavitud aberrante que muele vidas y ecosistemas.
El alza del precio del transporte ha sido la gota que ha desbordado el vaso, en un país en el que la mitad de la población malvive con un pírrico salario mínimo, del cual tiene que destinar casi un 15% al pago de transportes.
El salario no alcanza para el pago de la canasta alimentaria básica, alquiler, etc.
La educación y la sanidad son privatizadas para beneficio de un puñado de multimillonarios y para exclusión de las mayorías.
Debido a todo lo anterior, el 80% de los mayores de 18 años están endeudados.
Las AFP =Administradoras de Fondos de Pensiones= son otro robo descomunal contra el pueblo chileno:
son cajas privadas impuestas por el Estado Burgués.
Los trabajadores deben destinar el 10 % de sus ingresos a cuentas administradas por empresas privadas.
Los dueños de estas empresas usan ese dinero para sus negocios =minería, industria, telecomunicaciones, capital financiero, etc.=.
El dinero que las AFP recaudan de las cotizaciones es más del doble de lo que pagan en pensiones;
representa el 80% del PIB de Chile:
un festín para los dueños de las AFP, mientras los jubilados chilenos son arrojados a la miseria.
Este mecanismo de robo capitalista fue instaurado en el proceso de privatización impulsado en la dictadura de Pinochet.
En 1981, José Piñera =hermano del actual presidente Piñera=, ministro de Trabajo de la época, fue uno de los artífices de la implementación de un paquete de medidas económicas importadas desde Estados Unidos por los llamados Chicago Boys, adalides del saqueo capitalista.
El pueblo dice BASTA y sale a las calles en todas las ciudades y regiones de Chile.
El Estado burgués envía sus fuerzas represivas:
militares, carabineros, policías desatan una brutal represión.
Los medios de la burguesía tildan a los manifestantes de *vándalos*, de *violentistas*, y a las fuerzas represivas de *desbordadas*:
aplican el mismo guión de mentiras que aplicaron en el Ecuador, y que aplican siempre contra todo pueblo que lucha por la justicia social.
El gobierno declara el Estado de Excepción y saca los tanques a las calles.
Pero la lucha del pueblo, cansado de tanto robo, de tanta injusticia, de la cotidiana explotación capitalista, sigue.
Es la lucha de clases.
La clase explotadora perpetra continuamente una guerra contra la clase explotada:
una guerra de explotación, de saqueo, de exclusión, de hambreamiento, de manipulación, de alienación, de represión =si la clase explotada no dobla el lomo mansamente=.
La clase explotada podrá salir de la guerra continuada con la que la exprime la burguesía, mediante la lucha.
Por todo el planeta los pueblos se alzan contra el capitalismo y su barbarie;
no nos enteramos de la mayoría de estas valientes luchas, porque los medios son propiedad de la clase explotadora, y los destina a mantener a los pueblos enajenados de la realidad, a fomentar desinformación, xenofobia, racismo, machismo, individualismo, a mantener dividida y sumisa a la clase explotada.
Pero la lucha sigue, pese a las arremetidas de las fuerzas represivas y de las fuerzas de alienación masiva;
porque las ansias de Justicia Social y la dignidad de los pueblos son irreductibles, despuntan tenazmente como aquellas flores que rompen el cemento.
-La olla a presión que se había acumulado por las últimas décadas de administración del modelo neoliberal ha reventado de forma imparable.
El alza en el pasaje del transporte público, junto a las declaraciones de distintas figuras pertenecientes al gobierno de Sebastián Piñera, que han insultado la inteligencia de la gente que se rompe el lomo trabajando, como que es *un incentivo a levantarse más temprano*, desataron la furia de un país entumecido de miedo y sumisión, como una pequeña gota de agua que rebalsa un vaso de injusticias soportadas largamente.
El modo de enfrentar la movilización =que en un comienzo no era más que una inocentada de estudiantes secundarios de pasarse los torniquetes sin pagar, con cánticos= ha sido aplicación de violencia desmedida por parte de carabineros.
Cómo esto no ha funcionado y han provocado el apoyo incondicional de la mayoría de la población, que también ha tomado parte y se ha sumado muy activamente, han declarado el estado de emergencia y han sacado a los militares a las calles.
Pero la gente en vez de asustarse y meterse a sus casas se ha indignado y ha participado con más fuerza y convicción.
Ha pasado de todo.
Una gran mayoría manifestándose pacíficamente, mucha gente organizando destrozos focalizados en los enclaves de la privatización, el mercado desregulado y la usura: estaciones de metro, supermercados, farmacias, bancos, edificios estatales, compañías de servicios básicos han sido saqueados y quemados.
Rápidamente se han sumado regiones a lo que era una manifestación de Santiago, luego se ha convocado a paro nacional para el lunes, sumándose sindicatos de distintas áreas productivas.
La noche recién pasada de este sábado 19 de octubre fue intensa y muy preocupante, se declaró toque de queda en varias comunas de la región Metropolitana y de la región de Valparaíso;
en ese contexto hay imágenes de militares disparando como locos en distintas comunas de Santiago, Valparaíso, Iquique, Antofagasta, Concepción, Temuco.
Hay muertos, pero aún no hay cifras oficiales.
Además hay muchos montajes, hay videos que evidencian el modo en que carabineros ha procedido provocando incendios y robando especies.
Algunos tenemos el temor de que se esté agudizando intencionalmente para hacer un autogolpe o al menos para justificar el uso desmedido de la violencia estatal con resultado de muerte.
Además han salido civiles de extrema derecha a volcarse contra los manifestantes, haciendo uso de sus vehículos privados para arrollar a los manifestantes y a dispararles con armas de fuego, con toda impunidad.
La gente está muy cansada del abuso.
La gran mayoría de la población apoya el movimiento y se suma porque no se trata de los treinta pesos de aumento del pasaje, eso no es más que la punta del iceberg, la gota que rebalsó el vaso y todo el mundo lo sabe.
Se trata de que los sueldos han caído, ha aumentado el desempleo y el trabajo precarizado.
El costo de vida ha aumentado de forma sostenida hasta cifras exorbitantes, absurdas para un país con salarios tercermundistas y en base a la corrupción de políticos, colusión de empresarios y la instalación cada vez más descarada de políticas de privatización de todos los servicios y aspectos básicos de la vida, con un encarecimiento progresivo que nos tiene sin poder cubrir:
el agua, la electricidad, el gas, la vivienda, el transporte, la salud o la educación.
El transporte ya va en un 20% del salario mínimo.
Un arriendo de departamento =el más barato= equivale a un salario mínimo.
Fenómenos que se combinan con la aberración que es el sistema de pensiones-AFP donde, más de la mitad de las personas de la tercera edad se jubila con el equivalente a un tercio de un sueldo mínimo.
Hoy en Chile se ve cotidianamente a viejos y viejas que se van a recoger la fruta y verdura que se bota después de las ferias libres, porque con sus pensiones no les alcanza para comer.
Por otra parte, ha sido interesante que a diferencia de otras manifestaciones, en esta oportunidad se han sumado segmentos de la población que antes habrían estado en contra de cualquier movilización, o que se habían mantenido indiferentes.
Hay amplios sectores que se consideran a sí mismos de clase media, porque han podido mejorar su posición social durante la bonanza del periodo de crecimiento económico del retorno a la democracia:
algunos por ser profesionales y principalmente porque han podido comprar casa, automóvil, plasma y tener vacaciones =ese es el modelo del emprendedor o del trabajador que supera la media salarial= pero este proceso también les ha afectado, porque sus padres reciben bajas jubilaciones, sus hijos están en establecimientos escolares privados caros, la bencina y el uso de carreteras exclusivas concesionadas-tags se han extendido y encarecido, un periodo corto de cesantía los lleva rápidamente a perderlo todo y, finalmente, lo que pagan por todo llega a ser ridículamente caro.
Además, se observaron manifestaciones en sectores donde nunca se habría imaginado, como las comunas de La Dehesa, Las Condes, La Reina y Vitacura, que pertenecen al segmento más acomodado de la sociedad chilena.
Los recuentos presentados por los personeros de gobierno no dan cuenta de la cantidad de asesinados durante esta madrugada e intentan el viejo truco de sostener que se trataría de grupos violentistas minoritarios *que se portan mal* y que habría que controlar para reestablecer la normalidad.
Lo que no reconocen, no han sido capaces de diagnosticar y mucho menos asumir, es que se trata de un malestar generalizado, inorgánico, extendido y de alta intensidad que difícilmente podrán parar con la disminución de esos treinta pesos del pasaje o amenazas.
Las cacerolas no han parado por un instante de sonar en todo el país durante dos días completos y no pararán hasta que renuncie Piñera, saquen los militares de las calles y se llame a elecciones democráticas para salvar esta tremenda crisis del modelo implantado en dictadura.
Con el agravante de que, por primera vez, la furia desatada no tiene representantes, no hay con quien entablar una mesa de diálogo, ni sector político que pueda capitalizar adherencia y representatividad.
Esta vez se trata de un diálogo con la gente y en un país tan institucional, burocrático y autoritario como Chile, no hay capacidad política para abordar tal desafío.
Habrá que construirla entre todos o morir en una nueva arremetida dictatorial.
Recuerdo las últimas elecciones en Chile 2017.
Con una población total de 18.191.884 de habitantes, en Chile estaban habilitados para votar 14.347.288
Éste fué el resultado de la elección que puso a gobernar a quien hoy está en cuestionamiento;
Un ajustadísimo triunfo por apenas 636.677 votos privaron a Chile de cambiar.
En definitiva, 3.796.579 de personas decidieron por casi 19 millones.
Esos *ganadores* apenas alcanzan a ser con suerte un 25% del universo de votantes, la cuarta parte, quizás...la única que se beneficia con semejantes estropicios, del resto..casi otro 25 % de despiertos perdidosos, y el 50% restante dividido en pedacitos votando a partidos sin chance alguna, esa astuta forma de dividir con *clones* disfrazados de algo distinto.
Pero lo peor, la mitad restante no fué a votar o votó en blanco.
Gran llamado de atención...una vez más, no hay un país *separado* para quienes no quieren ir a votar, no hay un Chile *versión 2* aislado para 7 millones que creen que no votar está bien.
Sino..pregúntenle en qué Chile están viviendo hoy.., en el mismo que se incendia donde se cobijan 19 millones de hermanxs.
Que la élite se haga del poder con apenas 3.796.579 de votos...es razón suficiente como para darse cuenta lo fácil que sería el ejercicio de meter la papeleta en la urna.
Y ya dejar de dudar...sobre derechas e izquierdas y empezar a cambiar el eje cartesiano que nos habla en *vertical*, los de arriba y los de abajo.
Quizás tu mayor problema, amiga, amigo, es que sigas creyendo que sos de arriba...y estás siempre abajo, seas del país que seas.
No es solo política, es Gnosis.
Fuerte abrazo.
Gilgamesh***
Fuente;
-elmostrador
-elmostrador2
-politika
-resumen
-elsaltodiario
-cecilia-zamudio
-elortiba
Habiendo sido ayer el día de la Madre en Argentina y por tal motivo una serie de encuentros familiares que me han tenido abocado a dicha cuestión, no dejé sin embargo de estar bastante al tanto de lo que ocurre en Chile.
Ya se han contabilizado en 11 los fallecidos, curiosamente el Ministerio sólo habla de *fallecidos en incendios*, algo que deja mucho que desear a la hora de especificar como corresponde, caso por caso el motivo real de dichas defunciones.
Mientras escuchaba durante un par de horas al menos los reportes en vivo de lo que ocurría en el hermano país llegué a contabilizar unos 300 saqueos...y unos 70 incendios, barricadas, etc., lo cual daba cabal demostración de la gravedad de la situación.
Cada vez que los periodistas preguntaban a los oyentes si había fuerzas de seguridad en el lugar la respuesta era clara;
*No*.
Con el correr de las horas, ya instalada la madrugada y con toque de queda, las llamadas desde muchos puntos de Chile a la Radio clamaban ayuda, aterrorizados decían que habían saqueos o robos a domicilios particulares.
La postal no es sencilla de visualizar, aquí en Argentina experimenté en carne propia cuando los saqueos a comercios en mi ciudad, también se daban *rumores* de bandas organizadas que *venían* a nuestros domicilios, algo que no ocurrió y que bien pudo formar parte de la psicosis colectiva o bien de intereses...obscuros..buscando un caos de todos contra todos.
El desastre en Chile es fenomenal, de proporciones y nada dice que ésto esté cerrado, hoy mismo a ésta hora se siguen dando marchas de protesta, barricadas, a lo cual se ha sumado una huelga nacional de trabajadores y se comenta sobre un paro de camioneros.
Lo poco que queda operable del metro funcionará únicamente hasta las 22 horas, y luego el toque d equeda que ha llegado para quedarse.
Es más que grave, ésto que hoy sorprende al mundo, a mi entender, bien podría ocurrir en cualquier país, más allá del *supuesto orden* o estabilidad, y no es casual ni es fomentado por alguien en particular, la sociedad está harta, tanto la del primer mundo como la de nuestro mundo, el de los países con menos peso en el tablero mundial.
Lo que ocurre en Chile debería ser un claro ejemplo para la gobernanza mundial del daño que nos ha hecho a todos con su perversión tanto política como económica, éste sistema nefasto que se aplica desde hace mucho tiempo.
Los testimonios que escuchaba desde Chile daban a entender que las fuerzas de seguridad eran insuficientes o bien...después del desprestigio acumulado sobre sus espaldas en su historial de represión y atrocidades, esas fuerzas no quieren más ser apuntadas por el Pueblo.
Tampoco no se descarta que éste estado de anarquía total sea generado por el mismo CEOgob de Chile para que, ante el clamor de la gente para que se detengan los saqueos...se de mano libre al ejército, en una especie de *auto-golpe* que frene los verdaderos y justos reclamos de la exprimida sociedad chilena.
Cuando se suelen dar éste tipo de incidentes a nadie debería sorprender el saqueo y la rapiña en turba, nuestras sociedad poseen un porcentaje de individuos dedicados al delito, pero mucha otra gente que se ha *caído* del sistema, del escalón social, y ha reclamado durante años trabajo, vivienda, ,educación y salud, ha sido ignorado no solo por el Estado sino también pos sus propios conciuadanos en una sociedad inducida a la insolidaridad y al sálvese quien pueda.
Es el resentimiento de mucha gente, que bien puede ir a robar tanto un kilo de carne para comer o un plasma de quichicientas pulgadas, botellas de wisky o un lavarropas, o simplemente reventar la vidriera de un banco.
Soy de quienes creen con total convicción que ésta indecente y ancha brecha entre ricos y pobres es la responsable de generar sociedades enfermas, nacidas y criadas en la escasez y la perturbadora mirada a quienes ostentan obscenamente sus *objetos*, sus *símbolos* de clase.
El desprecio clasista hacia los de más abajo siempre será un caldo de cultivo ideal para que un día el oprobio, el resentimiento y la inequidad, se cobre a su manera lo que nadie parece o quiere ver.
Al parecer desde las *fuerzas*, tal como decía más arriba, no hay acuerdo con la postura del neoliberal presidente;
Se ha caído un *modelo* con el cual mucho politicastro economiscista de nuestro continente se ha llenado la boca para hacerle creer a la gente que ese era el norte, mientras la sociedad chilena ya estaba harta de décadas de neoliberalismo y vahos dictatoriales que hacían de su vida una resignada existencia ajustada a la burbuja engañosa de ésta élite perversa disfrazada de *política*, y que no es más que el secuestro del Estado atendido como una de sus tantas empresas privadas, por sus propios dueños.
Algunas opiniones;
-*Protesto por tanta injusticia, por tanto abuso y porque nuestra voz no es escuchada jamás*, dice una persona anónima, un perfecto y corriente desconocido en la Plaza Ñuñoa de Santiago.
Ya es sábado 19 de octubre y las protestas populares que arrancaron con el alza del pasaje del Metro, se han tornado en expresión de los derechos sociales inexistentes en un país que representa la caricatura del manual del liberalismo ortodoxo más doctrinario.
Las relaciones sociales, vueltas mercancía;
los bienes comunes privatizados;
una oligarquía conservadora culturalmente y rabiosamente liberal en el plano económico.
Un orden sintetizado desde la dictadura militar como Estado policial y antipopular;
fiesta de la concentración capitalista, y dominio de los grandes grupos económicos que brutalmente destruyen competencia, imponen los precios y subordinan a las pymes en la cadena de valorización, de acuerdo a la proyección de su tasa de ganancias.
Chile primario exportador, plataforma financiera de buena parte de Sudamérica, agobiado por el extractivismo y sus consecuencias nefastas sobre las comunidades y la naturaleza.
Chile desigual, que importa no sólo las tecnologías que no producen sus industrias ausentes, sino que hasta los alimentos y los bienes textiles.
Chile dependiente de la economía China, estadounidense, de Europa y al final, del intercambio con los países de la región.
Chile grisáceo, suicida, explotado y expoliado:
viejos que no quieren jubilar porque los espera la miseria, y jóvenes sin porvenir con o sin títulos de educación superior.
*Yo voy a protestar hasta que se arregle la vida*, afirma una joven que golpea una cacerola ante la cara de un militar.
Sí, un militar.
Porque el presidente de ultraderecha Sebastián Piñera, una de las piezas de Washington en el continente, y su equipo de gobierno, con el fin de terminar con las poderosas manifestaciones populares del 17 y sobre todo del 18 de octubre, en la madrugada del 19 decretó el estado de excepción en su forma de estado de emergencia constitucional.
¿Qué significa?
Además de aumentar todavía más la dotación de Fuerzas Especiales de Carabineros, la seguridad nacional queda en manos del general Iturriaga del Campo durante 15 días y tropas militares se toman las calles de la Región Metropolitana.
Se prohíben las protestas, las reuniones públicas y la movilización.
Es un virtual estado de sitio y con posible toque de queda basado en la Doctrina y Ley de Seguridad Nacional Interior del Estado.
O sea, el enemigo político militar del Estado y sus administradores es el propio pueblo chileno.
Aunque el pueblo, en este caso, sólo se manifiesta pacíficamente.
Está desarmado.
Su izquierda política está diezmada.
La institucional y la otra.
Claro que el pueblo tomó la precaución hace mucho tiempo de no tener ninguna confianza con ninguna institución, desde la nomenclatura de la iglesia católica hasta el sistema de partidos políticos tradicionales.
Lo cierto es que la toma de las calles por el ejército, en vez de amedrentar al pueblo de Santiago, ha multiplicado su indignación.
Así, pese a que más de algún militar hace puntería sobre la gente, los manifestantes se les acercan, les sacan fotografías y los emplazan a volver a los cuarteles.
Pero las fuerzas de guerra en vez de marcharse, provocan a la ciudadanía realizando ejercicios bélicos en plena Plaza Italia de la capital chilena.
La consigna inmediata es *Fin al estado de emergencia*.
El miedo ya no derrota la protesta.
Por cadena nacional, Piñera informa que presentará una propuesta para *amortiguar* el alza del pasaje.
Pero además de ofrecer represión, no existen soluciones, mientras el mandatario se encuentra reunido con su equipo.
Hace un par de días nadie habría imaginado que Chile sería protagonista de un levantamiento popular pacífico no sólo contra el mal gobierno, sino que contra la totalidad del régimen profundo chileno y sus relaciones sociales.
Subterráneamente, de manera invisible, el malestar de las mayorías sociales se acumuló durante largos años, expresándose de manera parcial mediante luchas desagregadas.
Tras las protestas no hay partidos políticos ni organizaciones sociales puntuales.
De hecho, la oposición institucional llegó tarde y nadie la ha llamado, más allá de que ha opinado de manera tibia y distante sobre una medida gubernamental extraordinaria, como si viviera en otro mundo.
Los personeros de gobierno hablan de unidad nacional y de mesas de diálogo.
Pero la desigualdad social, la precarización general de la vida y los atropellos acumulados son los condimentos que explicitan la lucha de clases de manera multidimensional, más allá de reivindicaciones estrictamente económicas que motorizan parcialmente el movimiento.
Y no habrá comisiones ni mesas de diálogo que resuelvan contradicciones irreconciliables.
Como naranjos encendidos y luego de décadas, amanece el pueblo chileno.
Y no hay que olvidar jamás que este mismo pueblo hace casi medio siglo eligió con el voto al primer presidente marxista en la historia.
¿No será la consciencia popular de la sociedad mayoritaria chilena un estado de latencia que se despierta como irrumpe un relámpago en mitad de la noche?
-El gobierno de Piñera sigue dando palos de ciego y manotazos de ahogado.
Las respuestas gobernantes a las movilizaciones sociales desatadas en Santiago el viernes pasado, pero propagadas hacia todo el país como reguero de pólvora, han sido una clara evidencia de la arrogancia de los poderosos.
En el mejor de los casos, una clara muestra de que ven el país desde el interior de la burbuja de la soberbia y de la impunidad.
Luego de negarse a aceptar cualquier solución al reclamo de los estudiantes y ciudadanos de Santiago por el alza de los pasajes del Metro, desde La Moneda amenazan con aplicar la ley de seguridad del estado contra los manifestantes y al minuto siguiente el gobernante se va a celebrar el cumpleaños de un nieto.
Cuatro horas después, obligado a abandonar la celebración familiar por el desarrollo de las manifestaciones sociales por todo Santiago, el gobernante decreta la aplicación del Estado de Excepción o de Emergencia para la provincia de Santiago y algunas comunas.
Coartar libertades y derechos y hacer que los milicos hagan valer esas restricciones es un signo de pobreza política y moral enorme.
Amén de dar fe de un espíritu represivo y dictatorial para enfrentar la realidad, los problemas, el desastre que han causado en el país los mismos poderes económicos que representan y defienden los gobernantes, actuales y pasados.
Menos de 24 horas después, el gobierno implanta el toque de queda, y extienden la aplicación del Estado de Excepción a toda la Región Metropolitana y a otras cuatro regiones.
Es decir, los uniformados desplegados por todas partes para contener la furia social que se ha convertido en un desbande de proporciones múltiples.
Utilizar a las fuerzas armadas en estas funciones de orden interno es inaceptable, es impropio de una democracia, es inconcebible en un Estado que aún no se repone de los daños causados por la funesta dictadura militar que asoló el país hace unas décadas.
Sin embargo, los gobernantes recurren al uso de cuerpos militares para tareas represivas con una ligereza propia de las dictaduras y de los ineptos.
Los gobernantes y la clase política en general, tienen que entender que para la población chilena los uniformados no son signo de seguridad, ni garantía de tranquilidad, ni de respeto.
Una sociedad libre no puede aceptar ni resignarse ante la amenaza que representa para la dignidad, para las libertades y para el ejercicio de los derechos de los ciudadanos la presencia de unidades del ejército en las calles tratando de someter a la población.
Menos aún de tropas uniformadas con el historial de sangre con que cargan las fuerzas armadas chilenas, ni menos aún, con tropas cuyos jerarcas han hecho gala de un historial de robos, desfalcos y malversaciones que aún no terminan de aclararse, ni aún terminan de dimensionarse.
En suma, unas fuerzas armadas y policiales desprestigiadas por el lado que se les mire.
La movilización social no es contra el país, no es contra Chile, sino que es contra el abuso sistémico de los poderes económicos dominantes en nuestro país.
La movilización social es producto del hartazgo que ha generado la explotación sin reparos, la segregación sin vergüenza, la desigualdad extrema, que rige y somete los destinos de nuestros habitantes.
El abuso sin límites llevó a que las acciones para conseguir que no aumentaran 30 pesos el valor de un pasaje de Metro, se transformaran en una expresión de rechazo y fastidio con tanto abuso;
la población se hartó, se cabrió y dijo basta.
El sentir popular y social no se resuelve ni se responde con represión.
Menos con militares y uniformados armados para una guerra, algunos de los cuales ya han dado muestras de ligereza de gatillo y de matonaje bélico, incluidos civiles provistos de armamento de guerra que desde edificios del ejército han salido a amenazar y atacar a ciudadanos en un céntrico paseo de Santiago.
Las manifestaciones sociales van a continuar porque ya se colmó la capacidad de aguante, de tolerancia, de sumisión, que los dueños del modelo habían logrado sobre la población chilena.
Los poderosos se cebaron tanto en sus métodos de explotación y abuso que no consideraron nunca esta posibilidad de rebelión social a la que hoy día se enfrentan.
Ni los poderosos de los grupos económicos dominantes, ni los políticos de la podrida clase política, acostumbrados a manipular y negociar todo, previeron ni supusieron esta posibilidad de rebelión social.
Pero el hecho de que no hayan previsto ni anticipado estos hechos no los libera de la responsabilidad social y política en las causas profundas de esta rebelión y, en ningún caso, les da derecho a disponer de la represión policial y uniformada como única forma de respuesta.
Por el contrario, los hechos de los días y horas recientes, demuestran que =felizmente= la población no se ha dejado amedrentar por la presencia de tanto uniformado, ni se ha arredrado por los efectos de una represión policial desatada y descontrolada.
Pero sabemos del riesgo y del peligro que significan uniformados armados en medio de la población civil que no se somete ni los respeta.
El gobierno está obligado a evitar tragedias y masacres, en primerísimo lugar, más que preocuparse de satisfacer las exigencias y demandas de empresarios y políticos inescrupulosos.
Los milicos armados en las calles son un peligro de muerte.
Así como todos los abusos pudieron haberlos frenado a tiempo para evitarse la rebelión de la población, así también los gobernantes debieran frenar sus ímpetus dictatoriales y dedicarse a buscar formas de solución de los problemas del país.
Y eso, ya está dicho, no se logra ni con represión ni con matanzas.
Tuvieron que pasar varios días de movilización y luchas aisladas, pero solo uno de lucha masiva, para que el gobierno se aviniera a aceptar no aplicar el aumento de tarifas del Metro como lo anunció el presidente Piñera la noche del sábado.
¿Podían haberlo hecho antes?
Sí, podían.
Pero la arrogancia, la soberbia y la impunidad del poder les impiden resignarse a buscar una solución razonable.
Solo la fuerza de la movilización social les obligó a avenirse a lo obvio.
¿Pueden detener esta ola de manifestaciones sin recurrir a los milicos?
Igual que la anterior.
Sí, pueden, pero no quieren.
La arrogancia, la soberbia y la impunidad del poder les impiden resignarse a buscar una solución razonable.
Si pueden legislar =o tienen que hacerlo= para resolver el lío legal del aumento del pasaje del Metro, pues del mismo modo, legislen y avénganse a modificar las leyes que han hecho a medida de los poderosos para *legalizar* el abuso;
los mismos políticos que no tuvieron reparo en venderse a los intereses del empresariado, que hagan ahora el favor de corregir sus desvergüenzas o de tener la vergüenza de renunciar a sus mandatos.
En lugar de represión y de militares como amenaza, asuman el compromiso ante la población de modificar las leyes que generan el abuso en la educación, en la salud, en la previsión, en el trabajo, en los cobros de los servicios básicos =agua, luz, gas, teléfono=, del transporte, de la bencina, del uso de las carreteras y vías, de los derechos de agua, de los derechos a un ambiente saludable, de los derechos a conservar el planeta para el futuro, de las demandas y exigencias de una población que ya se hartó.
Terminen con la potestad del abuso, de la explotación, de la depredación, del atropello de las personas, de la destrucción del entorno, del medio ambiente y del planeta.
Para eso, no necesitan los milicos.
El gobierno debe poner fin, ahora ya, a los estados de excepción y mandar a los uniformados de regreso a sus unidades, y buscar soluciones con los actores sociales movilizados.
-Son tiempos convulsos para América Latina.
Apenas nos habíamos recuperado de las protestas masivas por el paquetazo de ajustes de Ecuador, cuando pocos días después el gobierno chileno anunciaba la subida del pasaje del metro.
Este hecho fue leído por amplias capas de la sociedad como el detonante del descontento social acumulado, que se vio intensificado con las políticas económicas del actual gobierno.
Las revueltas estudiantiles de inicios de siglo y la contundencia del movimiento feminista de los últimos tiempos hicieron soñar al pueblo chileno con un sueño antiguo, que se manifestó con intensidad estos días en las calles del país.
El jueves comenzó la tensión en Chile, después de que el gobierno anunciara la subida del billete de metro días antes.
El viernes comenzaron las protestas y las primeras evasiones masivas en el metro de Santiago de Chile.
Ante esto, La Moneda tachó a las primeros impagos en las estaciones de metro como *delincuencia pura y dura*.
Este discurso fue extendiéndose, de la misma manera que lo hacía el cansancio de amplios sectores del país.
La olla empezó a hervir gradualmente, hasta que las protestas, los disturbios y los saqueos se intensificaron en el territorio.
El sábado y el domingo, Chile estalló.
Las revueltas se fueron haciendo más intensas una vez que Piñera cedió el control político a los militares y decretó medidas extraordinarias nunca vistas en democracia:
el Estado de Emergencia y el toque de queda total en algunas provincias.
Estos hechos fueron leídos por la sociedad civil como una suerte de reminiscencia de la dictadura que vivió Chile durante casi veinte años.
Mientras los tanques y los soldados trataban de controlar la ciudad, el desacuerdo crecía exponencialmente por todo Chile, los manifestantes decidieron quedarse en las calles durante estos dos días a pesar del toque de queda, para exigir que los militares se replegaran.
Las protestas comenzaron con la punta del iceberg que supuso la subida del precio del pasaje del metro, una chispita que cayó sobre un bidón de gasolina.
Según el sociólogo Carlos Ruiz, *el país lleva sumido en una fuerte privatización y mercantilización de las condiciones de reproducción de la vida cotidiana desde los años 60 y que continuó intensificándose después de la llegada de la democracia*.
Como explica Carlos y denuncian más de 300 organizaciones sociales en un comunicado emitido el domingo, el aumento del pasaje es el detonante para un país que sufre la precarización generalizada de la vida y las privatizaciones de los suministros básicos como el agua, la energía, la educación y la salud.
A esto se añaden salarios y pensiones muy bajos en amplios sectores de la población.
El modelo chileno, admirado por su solvencia y estabilidad económica, *es hoy el país más desigual y con mayor concentración de riqueza de la OCDE, no sólo de América Latina*, nos cuenta Carlos en una entrevista para El Salto.
*El chileno es un individuo privatizado que no tiene ningún sistema de protección, al revés, hay subsidios estatales para la acumulación privada, para que el individuo pueda acudir a una clínica privada para curarse.
Estos niveles no se dan en ningún lugar de América Latina ni de Europa.
Por eso hay una propensión a la movilización muy alta que tiene que ver con esa privatización excesiva que asfixia la vida.
Esto podría ser una de las fuentes del descontento social que hoy se expresa en las calles*, continúa el sociólogo Carlos Ruiz.
Una de las cosas que más llama la atención en las revueltas de Chile es la ausencia de dirigencia política.
Según las fuentes consultadas y algunos vecinos y ciudadanos de diversa clase, las protestas fueron protagonizadas por amplias capas de población sin necesariamente una tutela partidaria.
Son jóvenes profesionales, estudiantes, mujeres, escolares, trabajadores, gente mayor la que está protestando en las calles del país.
*Yo estuve en el cacerolazo anoche cerca de mi casa y estaba la gente con sus niños en el cochecito, abuelos, gente en sillas de ruedas.
Es el pueblo chileno, es la generalidad de la gente, inclusive hay personas de los sectores altos que nunca antes se habían manifestado y que hoy también han estado en la calle pidiendo sobre todo la retirada de los militares en las calles*, cuenta María Emilia Tijoux que participó en la acción de su barrio durante el toque de queda de la noche del sábado.
*Nosotros teníamos una boda y de camino a la celebración vimos cómo la gente se empezaba agolpar con sus cacerolas, empezaron las hogueras y después las barricadas, una vez que el gobierno declaró el toque de queda también en Valparaíso.
La gente se fue uniendo de manera espontánea, sin ninguna dirigencia, era una suerte de revuelta popular que expresaba el cansancio que se había acumulado durante mucho tiempo* cuenta una de las vecinas de Valparaíso que fue sorprendida por el toque de queda en su ciudad.
Carlos Ruiz sugiere que una de las claves para entender estas revueltas, vendría de la mano de este divorcio entre política y sociedad que se lleva incubando en Chile.
*La política no está recogiendo los procesos sociales, y esto no es sólo un problema del gobierno actual sino también del anterior.
Los últimos dos gobiernos tienen un respaldo de un cuarto del electorado posible.
Este es un país que desde hace mucho tiempo no está con grandes mayorías políticas y tiene las tasas más bajas de participación electoral que hay en América Latina.
Hay una desindentificación con la política muy fuerte y esto no ha sido canalizada por ningún partido hasta el día de hoy, ni siquiera por el Frente Amplio =fuerza de izquierdas alternativa a los partidos mayoritarios=*.
*Ahora bien =continúa Carlos= esto no debiera ser leído por un desinterés en la política de una sociedad anestesiada, sino que desde los 2000 en adelante, las huelgas estudiantiles, las manifestaciones contra el sistema de pensiones y las marchas feministas estarían advirtiendo de un cansancio acumulado que requeriría de algún tipo de respuesta política*.
Estos reclamos sociales y este descontento que llevaban expresándose con mayor contundencia estas dos últimas semanas fueron de alguna manera dejados a un lado por el presidente chileno que leyó las protestas como *una marcha más* y según cuenta Lucía Dammert, experta en seguridad y gobernabilidad, *esta indolencia del ejecutivo pudo provocar la rapidez del estallido*.
Según sugieren las investigadoras Dammert y M. Tijoux las tensiones podrían haberse aliviado si el gobierno hubiera optado por el diálogo político, sin embargo el presidente decidió una respuesta policial y militar sin precedentes desde la venida de la democracia explica la socióloga Lucía Dammert.
¿Y CÓMO CONTINÚA LA HISTORIA?
Las protestas siguen en Chile, las cacerolas no vuelven a sus casas, las ciudades chilenas a pesar del toque de queda siguen bullendo en varios puntos del país.
Los sindicatos están evaluando un paro nacional y huelga para las próximas jornadas.
Ante esta situación, desde las organizaciones sociales han emitido una carta en la que señalan la necesidad de *un nuevo pacto social* que toque los temas que se quedaron enquistados durante la Transición.
Según las analistas consultadas, la sociedad civil está pidiendo resultados en el presente, algún tipo de señal a favor del clamor ciudadano si no será muy difícil que Chile abandone las revueltas.
Después de la virulencia de los disturbios y de las acciones represivas que han dejado muertos, baleados, calcinados, heridos y casi mil detenidos, algunos piden la renuncia del Presidente.
Con este tablero, la gran incógnita será cómo gestionará esta situación Piñera.
Chile en tan solo un mes celebrará dos eventos internacionales de gran seguimiento mediático:
la Cumbre del Clima y la Final de la Copa Libertadores.
*El presidente tiene que encontrar una estrategia si quiere sobrevivir con algo de legitimidad y yo creo que es ineludible hacerse cargo del llamado ciudadano, pero por otro lado no hay que olvidarse que en Chile también existe una derecha económica muy dura que valora el control y el orden, tampoco es tan claro que el presidente vaya a firmar un nuevo contrato social porque puede perder una base importante de su electorado*, afirma Lucía Dammert.
Lo que sí parece que se dibuja es que, como dicen los chilenos, *el país ya no es el mismo*, las protestas tocaron la sociedad chilena en profundidad, atravesaron generaciones y revivieron antiguos terrores.
Las preguntas y los debates son muchos, ¿cómo será canalizada esta revuelta popular por las instituciones? ¿será posible un diálogo entre el gobierno y la sociedad civil movilizada que asiente las bases para un entendimiento?
El Chile del crecimiento y la estabilidad económica parece hacer aguas con virulencia y con una sensación de no retorno en uno de los contextos más complicados de su historia democrática.
Los pueblos se levantan, contra el capitalismo y el empobrecimiento que este provoca para las mayorías, para la clase explotada.
A inicios de octubre, el pueblo ecuatoriano se levantó masivamente en rechazo a las imposiciones del FMI, lo mismo hizo el pueblo haitiano empobrecido por siglos de *deuda* espuria que data de la época colonial, ahora el pueblo de Chile se levanta contra el saqueo capitalista, contra la explotación y la precarización de las condiciones de vida.
Se levanta contra el saqueo que perpetran las multinacionales mineras, energéticas, del agroindustrial,etc., las que devastan ríos, bosques, montañas y glaciares, las que exterminan al pueblo Mapuche, a los demás pueblos nativos y al pequeño campesinado.
Se levanta contra el latrocinio legalizado en el capitalismo.
Se levanta contra las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y demás instituciones imperialistas, contra las deudas innecesarias e infames contraídas por los gobiernos títeres;
deudas y sus intereses usureros que, de seguir imperando el capitalismo, la clase explotadora hará pagar a los pueblos hipotecando la sanidad, la educación, los recursos naturales, etc.
Los *préstamos* que impone el FMI, son deudas totalmente innecesarias =y más para países tan ricos en recursos como Chile o Ecuador=:
el problema es que los recursos son saqueados por el capitalismo transnacional, la riqueza es robada y no revertida para el bienestar de las comunidades, la naturaleza es esquilmada en el altar de la acumulación capitalista de un puñado, la soberanía alimentaria es inexistente cuando la tierra está en manos de la propiedad privada.
El problema es el sistema, y por supuesto no se subsana el empobrecimiento causado por el saqueo capitalista con mayor saqueo.
Los *préstamos* del FMI son un mecanismo depredador:
las sumas se destinarán al pago de las necesidades en infraestructura de las multinacionales extractivas =para incrementar el saqueo que ya perpetran=, al pago de los intereses usureros de deudas precedentes, a los bolsillos de la burguesía; y será el pueblo el que tenga que pagar los préstamos y sus intereses, en esa esclavitud aberrante que muele vidas y ecosistemas.
El alza del precio del transporte ha sido la gota que ha desbordado el vaso, en un país en el que la mitad de la población malvive con un pírrico salario mínimo, del cual tiene que destinar casi un 15% al pago de transportes.
El salario no alcanza para el pago de la canasta alimentaria básica, alquiler, etc.
La educación y la sanidad son privatizadas para beneficio de un puñado de multimillonarios y para exclusión de las mayorías.
Debido a todo lo anterior, el 80% de los mayores de 18 años están endeudados.
Las AFP =Administradoras de Fondos de Pensiones= son otro robo descomunal contra el pueblo chileno:
son cajas privadas impuestas por el Estado Burgués.
Los trabajadores deben destinar el 10 % de sus ingresos a cuentas administradas por empresas privadas.
Los dueños de estas empresas usan ese dinero para sus negocios =minería, industria, telecomunicaciones, capital financiero, etc.=.
El dinero que las AFP recaudan de las cotizaciones es más del doble de lo que pagan en pensiones;
representa el 80% del PIB de Chile:
un festín para los dueños de las AFP, mientras los jubilados chilenos son arrojados a la miseria.
Este mecanismo de robo capitalista fue instaurado en el proceso de privatización impulsado en la dictadura de Pinochet.
En 1981, José Piñera =hermano del actual presidente Piñera=, ministro de Trabajo de la época, fue uno de los artífices de la implementación de un paquete de medidas económicas importadas desde Estados Unidos por los llamados Chicago Boys, adalides del saqueo capitalista.
El pueblo dice BASTA y sale a las calles en todas las ciudades y regiones de Chile.
El Estado burgués envía sus fuerzas represivas:
militares, carabineros, policías desatan una brutal represión.
Los medios de la burguesía tildan a los manifestantes de *vándalos*, de *violentistas*, y a las fuerzas represivas de *desbordadas*:
aplican el mismo guión de mentiras que aplicaron en el Ecuador, y que aplican siempre contra todo pueblo que lucha por la justicia social.
El gobierno declara el Estado de Excepción y saca los tanques a las calles.
Pero la lucha del pueblo, cansado de tanto robo, de tanta injusticia, de la cotidiana explotación capitalista, sigue.
Es la lucha de clases.
La clase explotadora perpetra continuamente una guerra contra la clase explotada:
una guerra de explotación, de saqueo, de exclusión, de hambreamiento, de manipulación, de alienación, de represión =si la clase explotada no dobla el lomo mansamente=.
La clase explotada podrá salir de la guerra continuada con la que la exprime la burguesía, mediante la lucha.
Por todo el planeta los pueblos se alzan contra el capitalismo y su barbarie;
no nos enteramos de la mayoría de estas valientes luchas, porque los medios son propiedad de la clase explotadora, y los destina a mantener a los pueblos enajenados de la realidad, a fomentar desinformación, xenofobia, racismo, machismo, individualismo, a mantener dividida y sumisa a la clase explotada.
Pero la lucha sigue, pese a las arremetidas de las fuerzas represivas y de las fuerzas de alienación masiva;
porque las ansias de Justicia Social y la dignidad de los pueblos son irreductibles, despuntan tenazmente como aquellas flores que rompen el cemento.
-La olla a presión que se había acumulado por las últimas décadas de administración del modelo neoliberal ha reventado de forma imparable.
El alza en el pasaje del transporte público, junto a las declaraciones de distintas figuras pertenecientes al gobierno de Sebastián Piñera, que han insultado la inteligencia de la gente que se rompe el lomo trabajando, como que es *un incentivo a levantarse más temprano*, desataron la furia de un país entumecido de miedo y sumisión, como una pequeña gota de agua que rebalsa un vaso de injusticias soportadas largamente.
El modo de enfrentar la movilización =que en un comienzo no era más que una inocentada de estudiantes secundarios de pasarse los torniquetes sin pagar, con cánticos= ha sido aplicación de violencia desmedida por parte de carabineros.
Cómo esto no ha funcionado y han provocado el apoyo incondicional de la mayoría de la población, que también ha tomado parte y se ha sumado muy activamente, han declarado el estado de emergencia y han sacado a los militares a las calles.
Pero la gente en vez de asustarse y meterse a sus casas se ha indignado y ha participado con más fuerza y convicción.
Ha pasado de todo.
Una gran mayoría manifestándose pacíficamente, mucha gente organizando destrozos focalizados en los enclaves de la privatización, el mercado desregulado y la usura: estaciones de metro, supermercados, farmacias, bancos, edificios estatales, compañías de servicios básicos han sido saqueados y quemados.
Rápidamente se han sumado regiones a lo que era una manifestación de Santiago, luego se ha convocado a paro nacional para el lunes, sumándose sindicatos de distintas áreas productivas.
La noche recién pasada de este sábado 19 de octubre fue intensa y muy preocupante, se declaró toque de queda en varias comunas de la región Metropolitana y de la región de Valparaíso;
en ese contexto hay imágenes de militares disparando como locos en distintas comunas de Santiago, Valparaíso, Iquique, Antofagasta, Concepción, Temuco.
Hay muertos, pero aún no hay cifras oficiales.
Además hay muchos montajes, hay videos que evidencian el modo en que carabineros ha procedido provocando incendios y robando especies.
Algunos tenemos el temor de que se esté agudizando intencionalmente para hacer un autogolpe o al menos para justificar el uso desmedido de la violencia estatal con resultado de muerte.
Además han salido civiles de extrema derecha a volcarse contra los manifestantes, haciendo uso de sus vehículos privados para arrollar a los manifestantes y a dispararles con armas de fuego, con toda impunidad.
La gente está muy cansada del abuso.
La gran mayoría de la población apoya el movimiento y se suma porque no se trata de los treinta pesos de aumento del pasaje, eso no es más que la punta del iceberg, la gota que rebalsó el vaso y todo el mundo lo sabe.
Se trata de que los sueldos han caído, ha aumentado el desempleo y el trabajo precarizado.
El costo de vida ha aumentado de forma sostenida hasta cifras exorbitantes, absurdas para un país con salarios tercermundistas y en base a la corrupción de políticos, colusión de empresarios y la instalación cada vez más descarada de políticas de privatización de todos los servicios y aspectos básicos de la vida, con un encarecimiento progresivo que nos tiene sin poder cubrir:
el agua, la electricidad, el gas, la vivienda, el transporte, la salud o la educación.
El transporte ya va en un 20% del salario mínimo.
Un arriendo de departamento =el más barato= equivale a un salario mínimo.
Fenómenos que se combinan con la aberración que es el sistema de pensiones-AFP donde, más de la mitad de las personas de la tercera edad se jubila con el equivalente a un tercio de un sueldo mínimo.
Hoy en Chile se ve cotidianamente a viejos y viejas que se van a recoger la fruta y verdura que se bota después de las ferias libres, porque con sus pensiones no les alcanza para comer.
Por otra parte, ha sido interesante que a diferencia de otras manifestaciones, en esta oportunidad se han sumado segmentos de la población que antes habrían estado en contra de cualquier movilización, o que se habían mantenido indiferentes.
Hay amplios sectores que se consideran a sí mismos de clase media, porque han podido mejorar su posición social durante la bonanza del periodo de crecimiento económico del retorno a la democracia:
algunos por ser profesionales y principalmente porque han podido comprar casa, automóvil, plasma y tener vacaciones =ese es el modelo del emprendedor o del trabajador que supera la media salarial= pero este proceso también les ha afectado, porque sus padres reciben bajas jubilaciones, sus hijos están en establecimientos escolares privados caros, la bencina y el uso de carreteras exclusivas concesionadas-tags se han extendido y encarecido, un periodo corto de cesantía los lleva rápidamente a perderlo todo y, finalmente, lo que pagan por todo llega a ser ridículamente caro.
Además, se observaron manifestaciones en sectores donde nunca se habría imaginado, como las comunas de La Dehesa, Las Condes, La Reina y Vitacura, que pertenecen al segmento más acomodado de la sociedad chilena.
Los recuentos presentados por los personeros de gobierno no dan cuenta de la cantidad de asesinados durante esta madrugada e intentan el viejo truco de sostener que se trataría de grupos violentistas minoritarios *que se portan mal* y que habría que controlar para reestablecer la normalidad.
Lo que no reconocen, no han sido capaces de diagnosticar y mucho menos asumir, es que se trata de un malestar generalizado, inorgánico, extendido y de alta intensidad que difícilmente podrán parar con la disminución de esos treinta pesos del pasaje o amenazas.
Las cacerolas no han parado por un instante de sonar en todo el país durante dos días completos y no pararán hasta que renuncie Piñera, saquen los militares de las calles y se llame a elecciones democráticas para salvar esta tremenda crisis del modelo implantado en dictadura.
Con el agravante de que, por primera vez, la furia desatada no tiene representantes, no hay con quien entablar una mesa de diálogo, ni sector político que pueda capitalizar adherencia y representatividad.
Esta vez se trata de un diálogo con la gente y en un país tan institucional, burocrático y autoritario como Chile, no hay capacidad política para abordar tal desafío.
Habrá que construirla entre todos o morir en una nueva arremetida dictatorial.
Recuerdo las últimas elecciones en Chile 2017.
Con una población total de 18.191.884 de habitantes, en Chile estaban habilitados para votar 14.347.288
Éste fué el resultado de la elección que puso a gobernar a quien hoy está en cuestionamiento;
Un ajustadísimo triunfo por apenas 636.677 votos privaron a Chile de cambiar.
En definitiva, 3.796.579 de personas decidieron por casi 19 millones.
Esos *ganadores* apenas alcanzan a ser con suerte un 25% del universo de votantes, la cuarta parte, quizás...la única que se beneficia con semejantes estropicios, del resto..casi otro 25 % de despiertos perdidosos, y el 50% restante dividido en pedacitos votando a partidos sin chance alguna, esa astuta forma de dividir con *clones* disfrazados de algo distinto.
Pero lo peor, la mitad restante no fué a votar o votó en blanco.
Gran llamado de atención...una vez más, no hay un país *separado* para quienes no quieren ir a votar, no hay un Chile *versión 2* aislado para 7 millones que creen que no votar está bien.
Sino..pregúntenle en qué Chile están viviendo hoy.., en el mismo que se incendia donde se cobijan 19 millones de hermanxs.
Que la élite se haga del poder con apenas 3.796.579 de votos...es razón suficiente como para darse cuenta lo fácil que sería el ejercicio de meter la papeleta en la urna.
Y ya dejar de dudar...sobre derechas e izquierdas y empezar a cambiar el eje cartesiano que nos habla en *vertical*, los de arriba y los de abajo.
Quizás tu mayor problema, amiga, amigo, es que sigas creyendo que sos de arriba...y estás siempre abajo, seas del país que seas.
No es solo política, es Gnosis.
Fuerte abrazo.
Gilgamesh***
Fuente;
-elmostrador
-elmostrador2
-politika
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-cecilia-zamudio
-elortiba
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Gilgamesh
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15:44
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