***Preciosa jornada de Domingo para todxs.
*Como es arriba es abajo*, sentencia que solemos utilizar para todo, el problema radica en que, de ser ésto así, aplicamos a las cuestiones mundanas conceptos celestiales, que lamentablemente y pese a nuestra pretendida sapiencia...desconocemos.
Entonces *imaginamos*, elucubramos desde lo único que medianamente conocemos y es nuestra existencia.
A partir de ello decimos que si el hombre muere también muere una estrella, algo muy cierto, decimos que en realidad el humano no muere sino que se transforma ya que una estrella al *aparentemente morir* o dejar de ser estrella en realidad se transforma en un agujero negro o en una estrella de neutrones.
Ejemplos como éstos hay muchos, entonces afirmamos que como es arriba es abajo, pero claro...ésto dependerá de quien esgrime el argumento y de acuerdo a su conveniencia.
Por ejemplo a la religión le incomoda cuando le decimos que, si aplicamos ésto a la conducta humana...caray..cómo será entonces dios.., y como distintas razas y variopintos genes tenemos.. caray..cuántos dioses habrá allá arriba..Ahí...el *Como es arriba es abajo*..no parece seguir siendo útil para el argumento de la religión.
Lamentablemente, si dios o el dios o los eones o como más les guste llamarles, son inmortales, nosotros...no gozamos de esa equivalencia, pero bueno, nos dirán entonces que somos inmortales porque cuando morimos y la materia se transforma en vaya uno a saber qué cosa más que gusanos y humus, algo llamado alma y espíritu *existen* o siguen existiendo aunque ya no los veamos, y también aunque no sepamos o tomemos consciencia de ello, porque hasta ahora, nadie ha regresado desde esa otra existencia para dedicarnos aunque sea un mes de conferencias para darnos las pruebas irrefutables.
Nos queda la Fé..., cosa que alguna vez se definió como *el arte de ponerle una respuesta a lo que no la tiene*.
Y por eso entonces..filosofamos, total...no cuesta nada, aunque después de un rato seguramente terminamos con más preguntas que respuestas....jeje...
Por ejemplo en eso de la equivalencia de arriba y abajo, los cometas...¿para qué están? ¿para qué sirven?, pues si lo aplicamos a los humanos..tampoco sabemos demasiado para qué estamos o servimos =jeje= pero entonces, nos conformamos con darle validez al *arriba y abajo* tratando de que en algo, lo de arriba se parezca a lo de abajo y viceversa.
Un cometa es como esa persona curiosa, que le gusta viajar y conocer, atrevida, porque en su andar se somete a placeres como ver al Sol muy de cerca, pero también riesgos tales como por ejemplo, pasar cerca del Sol y evaporarse, quizás los cometas eligen eso porque son como algunos que dicen que, si van a morir de todos modos al menos que sea con elegancia..
¿Suicidas? así les llaman algunos astrónomos a éstos cometas, pero claro...quienes no admitimos abandonar la vida sino dejar que ella tenga el enorme trabajo, al menos, de asociarse con la muerte y nos consuma como más le plazca y no darle el gusto en bandeja, el cometa bien podría ser visto también como alguien que ya está viejo y cansado de vagar por la vida, no busca la muerte pero tampoco le teme, y quiere desafiar al Sol aunque sabe que la aventura puede ser la última.
¿Cómo no entender a un viejo entonces?, que generalmente ya no se cuida demasiado.
Pero si volvemos al inicio del como es arriba es abajo, y si nada muere y todo se transforma, se transforma el que *se come a algo* así como el *comido*, el rico tomate que va a parar a nuestro estómago se transforma en muchas otras cosas y a su vez nos transforma a nosotros.
Incluso, quien aniquila a otro se transforma en muchas cosas así como el aniquilado también aunque ya no lo veamos nunca más, si interpretamos que el Sol aniquila a un cometa pues será entonces que en la *imaginada* aniquilación no hay más que una simbiosis mutua, algo del cometa va a formar parte del Sol y algo del Sol al cometa.
Con Alejandro jugamos a que el cometa que se dirige al Sol es un amigo o amiga, que como en el arriba y abajo tiene un nombre, y que como en el arriba y abajo sabe muy bien porqué se mueve, porqué va, y para qué, y ficticiamente es una excusa para valorar al otro sin lucro mediante y sin pedir nada a cambio, apenas un reconocimiento a quienes pese a las diferencias en algún momento de idílica relación, posan sus ojos sobre nosotros y nos regalan su tiempo y algún que otro afecto.
Toda ésta introducción galimatíaca para pensar, filosofar, y valorarnos en un *como es arriba es abajo*..
Cometa LOURDES TEBE a la vista;
Y como es de esperar, no vaya a ser cosa que se piense que uno está loco o que ha ingerido algún tipo de substancia, qué mejor que justificar la pretendida locura con la de otros, que son llamados Filósofos, algo que distingue a la locura de un ignoto desconocido con la de dos locos con Certificado de locos, jeje...
Todos locos alfin con o sin carnet, la Filosofía viene a ser algo así como quemar pensamientos en algo que ayude a otros también a quemar sus propias ideas antes que terminen enmohecidas con la pantalla de un celular.
Dos notas tomadas al azar donde se intenta analizar desde la Filosofía, qué son la Felicidad y la Vida.
Conceptos tan amplios como discutidos desde los inicios del tiempo humano.
En definitiva, Felicidad y Vida, serán lo que el individuo determine de acuerdo a su propia mirada y experiencia, condicionada ciertamente, por el aporte de los demás, de lo que ha leído, del entorno, de la suerte o no de dónde le tocó nacer, y muchos factores largos de citar.
Qué mejor entonces que conceder la palabra a quienes ya han analizado, aunque finalmente...no habrán respuestas, como siempre, más bien...más preguntas..
Podemos pensarlo por un momento: todas nuestras acciones parecen dirigirse a algún fin. Tomamos agua para saciar la sed, comemos para saciar el hambre, estudiamos para aprender, trabajamos para obtener ingresos para vivir… Nuestras acciones son medios para obtener algo a cambio. Adicionalmente, los fines parecen estructurarse de manera jerárquica. No todos los fines son iguales, algunos fungen también como medios para otro fin subsecuente. Los griegos llamaron al fin último de la estructura, al fin que no es medio para ningún otro fin, al fin por sí mismo de todos nuestros actos;
El fin último de la vida humana es lo que nosotros conocemos en castellano como *felicidad*.
No obstante, el término con el que llamamos al fin último sólo indica el inicio de la investigación.
Pues, ¿qué es la felicidad?
Los propios griegos debatieron durante siglos por el mejor candidato para figurar como el fin más importante de nuestra existencia.
Algunos pensaron en el placer: otros lo descartaron porque una vida dedicada a la búsqueda del placer es propia de las bestias y no de seres racionales como los animales humanos, o bien porque la ausencia de lo placentero causa dolor y desesperación.
Otros optaron por el honor: pero la fama no depende del famoso, depende de quienes le rinden pleitesía.
Otros más pensaron en el dinero: pero la riqueza suele pensarse de manera paradigmática no como un fin, sino como un medio para obtener otras cosas mucho más importantes.
Aristóteles pensaba que el dinero era necesario para la vida humana, pero sólo el suficiente para no preocuparse por él. Algunos más pensaron que una vida práctica y política era lo más propio de los humanos.
Pero si lo que nos caracteriza es la razón, quizá una vida dedicada al conocimiento es lo más cercano a lo que nos daría realce y plenitud.
Fueron los griegos -por fortuna paganos- suficientemente realistas. Aristóteles negó la posibilidad de ser feliz a quien fuera muy feo, careciera de salud, del dinero suficiente y de amigos. Además, no todos tienen la inteligencia suficiente para dedicar su vida al conocimiento. Para los griegos, en general, la felicidad no está al alcance de todas las personas. El cristianismo introdujo una variable adicional que permitió la democratización de la felicidad: otra vida después de ésta, en la que algunos serán felices eternamente y otros infelices y desgraciados hasta la médula.
Sólo bajo esta óptica es comprensible aquél verso descomunal, por contraintuitivo, de Teresa de Jesús: *Vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero, que muero porque no muero*. La monja carmelita de Ávila sufre porque esta vida, para los cristianos =de la única que estamos seguros=, es un pálido reflejo de la vida eterna. La otra vida es una creación ad hoc: quien sufre en esta vida, puede alcanzar la felicidad en la otra.
Gracias al paraíso eterno, la felicidad está al alcance de cualquier mano.
La felicidad fue rechazada como fin último de la vida humana durante la Ilustración. Kant negó que una vida que busque la felicidad sea una vida ética.
Para el filósofo de Königsberg, una persona que busque ser feliz no es autónoma.
Además, la vida pública sería anárquica si todas y todos buscáramos ser felices: tarde o temprano más de una persona buscaría algo para ser feliz que no pueda ser compartido por otra.
El candidato ilustrado como fin último fue el deber: actuar por el deber mismo que ciertas acciones implican.
Durante la posmodernidad se pensó nuevamente en la felicidad, pero se le llamó así al placer momentáneo.
*Ser feliz*, que para los griegos ante todo indicaba una vida llevada a la plenitud de sus posibilidades, se transformó en *sentirse feliz*, una manera de indicar que, en ciertos momentos, incluso respecto a nuestra vida en su conjunto, podemos tener una sensación de placer o alegría.
Para los posmodernos, *sentirse feliz* fue condición necesaria y suficiente para la felicidad.
Esta concepción posmoderna ha influido en una creciente industria.
En *La industria de la felicidad*, William Davies se pregunta: ¿estamos obligados a ser felices?
Parece que nuestra época responde afirmativamente. Para Davies, nuestras emociones se volvieron, para bien para mal, la religión de esta era.
En empresas, laboratorios y oficinas gubernamentales se construye la noción dominante de felicidad, se le mide y se le vende.
En la era del capitalismo salvaje, la felicidad es otro objeto sujeto a la oferta y la demanda.
Joshua Knobe =filósofo experimental de la Universidad de Yale= realizó un simpático experimento hace algunos años.
En él demostraba que *sentirse feliz* no es condición suficiente para *ser feliz*.
En otras palabras: no basta sentirse feliz para serlo.
Muy en la raíz de nuestro concepto cotidiano de felicidad se aloja la necesidad de que una vida cumpla con estándares y criterios objetivos que no agota el sólo sentirse feliz.
La industria de la felicidad es perecedera.
Comercia bajo el supuesto que sentirse feliz hace a una vida plena.
Y esto es falso.
La vida plena es sinónimo de la vida feliz, como pensaron los griegos.
En cuanto al más allá, la teología es una ciencia cerrada y xenófoba, mientras que la poesía es una ciencia abierta y generosa, una gaya ciencia o un alegre saber, que no desprecia el breve paso por este valle, que no tiene por qué ser de lágrimas.
En cuanto al futuro, Dios o sus emanaciones, dispondrán.
Pero ocurre que la calidad de vida es un concepto relativo, no hay consenso, cada cual es hijo de su padre y de su madre, dotado de su azaroso paquete genético =el que le tocó en suerte=, aterrizado sobre unas circunstancias concretas, aunque cambiantes, y con todo ello tiene luego que administrar su libertad.
Y está también la cuestión del *gusto*, que es igualmente libre, y que se concreta en una sensibilidad indescifrable, y casi diría intransferible.
Una impredecible alquimia entre el tiempo, el espacio, y la persona.
¡Libertad! ¡Qué bella palabra! =Y que prostituida=.
Y que bien casa con la palabra *singularidad*, tan extraña y perseguida en estos tiempos de granjas monoliberales y antropófagas.
Acabo de leer hace unos días una obra de Michel Onfray, cuya lectura recomiendo y que se titula *Cinismos*.
En ella se hace una apología de la singularidad, heroica y radical, de la persona, a través de la reivindicación de la secta cínica.
Después de todo, Diógenes y sus filósofos cínicos, también lo eran: héroes y radicales, aunque con esa radicalidad centrada y sabía de los griegos, muy alejada de la radicalidad escorada del centro político que hoy nos quieren vender =se quieren cargar hasta las pensiones=. Llámese, si se quiere, posmodernidad, pero huele a rancio.
Los griegos pensaban que en el medio está la virtud.
Los neoliberales piensan que en el centro político está el disfraz.
Lo cierto es que la genealogía de estos disfraces de la posmodernidad, de estas máscaras de la virtud, puede rastrearse hasta casi el mismo origen de los tiempos.
O por lo menos hasta Cicerón.
Vamos al grano.
En cuanto a la calidad de la vida, cada maestrillo tiene su librillo, y hay tantas *artes de vivir* como filósofos han vivido.
Antes de morir, necesariamente.
Los clásicos decían *mens sana in corpore sano*, de donde viene el anagrama de las zapatillas que hoy uso para correr por esos campos y valles de Dios.
No llevo comisión, pero considero este un ejemplo curioso de la pervivencia azarosa y no siempre académica de los clásicos.
Schopenhauer recomendaba hacer ejercicio físico con frecuencia =dos o tres veces por semana, por ejemplo=, mientras que Sócrates recomendaba y practicaba un paseo por la mañana y otro por la tarde, no sólo para orearse y tomar el sol, sino porque quien mueve las piernas mueve la cabeza, y de paso empalmas una especulación con otra, confiando en el interés o la paciencia de los colegas de ocio y caminata.
Aunque a Sócrates también le movía a esas excursiones lúdicas y dialécticas la justificada necesidad de salir de casa y alejarse de Jantipa, su imperiosa y desabrida mujer.
En cuanto a la soledad o la sociedad, hay quien recomienda *vive oculto*, como Epicuro en su recóndito jardín.
Otros prefieren enredarse en la política, como Platón o Cicerón.
Hay quien defiende el matrimonio y su utilidad, y quien reniega de él y sus cargas, aunque estos, a veces, hacen de la necesidad virtud, porque no tienen mucho =ni poco= éxito con las mujeres, como le ocurría a Schopenhauer.
Otros, con sinceridad, de forma empírica o por deducción casi científica, llegan a la misma conclusión que el sabio alemán, y encuentran más calidad de vida y sosiego en la soltería que en la vida familiar, o escarmientan con el ejemplo =a veces tremendo= del matrimonio ajeno.
Hay quien en esta elección tiene suerte, y quién no. Y quien sobre esta materia, suspende el juicio y hasta la acción, abandonándose a una cómoda posición de espectador imparcial.
Hay quien esa elección entre la soledad y la vida gregaria la supedita a un concepto y valor superior: el de la independencia o *autarquía*, que para cínicos y epicúreos era un valor casi sagrado, y que según Ferrater Mora explica en su Diccionario de Filosofía, tiene que ver con la autosuficiencia o gobierno de si mismo.
Es este un ideal cuya raíz puede rastrearse en algunas propuestas de Sócrates, y que fue propugnado y elaborado por cínicos, epicúreos, y estoicos, aunque con enfoques y practicas diferentes.
Opino yo que los que hoy abogan por el *decrecimiento*, buscan no solo salvar el planeta del desequilibrio irreversible y la extenuación letal, sino también salvar su autarquía de las imposiciones alienantes, repetitivas, y machaconas del mercado como único dios.
Una forma de proteger su libertad y alumbrar su propio ritmo.
Hay quienes encuentran calidad de vida en viajar a destajo y sin sosiego, incrustando esos viajes como desesperadas cuñas en su asfixiante agenda laboral =lo que ha dado en llamarse *vida útil*=, y hay quien encuentra esa calidad en tomárselo con calma, no moverse tanto, y meditar aunque sea un poco.
El ejercicio del recuerdo y la ensoñación, libre y dispersa, tampoco está mal, y contamina poco.
Hay quien esto de vivir y la condición de nuestro mundo, se lo toma con tranquilidad y con la distancia que proporciona la lucidez y una buena dosis de ironía, como Voltaire, que decía muy serio: *Voy a ser feliz, porque es bueno para la salud*, todo un alegato contra los objetivos trascendentes y la seriedad profunda.
Una disyuntiva fundamental en la elección del arte de vivir =y aquí tocamos un punto clave= es el modelo que tomamos como referencia.
Y más allá de las personas que nos puedan inspirar con su propio ejemplo, me estoy refiriendo a la cuestión fundamental de sí vivimos acordes y atentos a la Naturaleza de la que formamos parte, y a sus contrastadas lecciones, o impulsados de impulso prometeico, nos creemos capaces de innovar radicalmente, enmendarle la plana a las leyes naturales, y crear una segunda Naturaleza artificial y artificiosa, independiente de la primera.
Lo primero que habría que afirmar, sin embargo, es que esa independencia es imposible, mientras nuestra naturaleza siga siendo la que es, *doble* y escindida, es cierto, pero *natural* al fin y al cabo.
Opinión contraria y rotunda sostiene Alberto Savinio en su ensayito *El Estado*, dentro del libro *El destino de Europa*, como podemos comprobar en las siguientes líneas:
*El hombre está en la vida como en un elemento extraño. Como un sumergible en el mar.
Cada contacto aviva esta incurable incompatibilidad entre nosotros y la vida.
Por ello el hombre procura eliminar todo contacto entre sí y la vida, trata de aislarse; y al igual que el sumergible para andar dentro del mar se reviste de una impermeable envoltura de acero, así el hombre para navegar por la vida se reviste de envolturas materiales y espirituales, que tienen un nombre: civilización.
Cuanto más gruesa es la envoltura, tanto más avanzada es la civilización. Una envoltura perfectamente impermeable propiciará una civilización perfecta, capaz de acallar las voces de los asnos que desde abajo seguirán amonestando:
¡Abandonad todo artificio! ¡Sed simples! ¡Sed naturales!*.
Descontada la porción de ironía, tan característica de Savinio, está tan bien escrito que puede llegar a convencernos. Sin duda tiene parte de razón.
Sin duda en el medio, ese punto de equilibrio que buscaban los griegos, está la virtud.
Si sois de estos últimos, partidarios acérrimos y sin complejos de la *nueva Atlántida*, probablemente consideraréis un signo de estatus y de calidad de vida, esquiar en pistas cuya nieve ha sido arrastrada desde las más altas cumbres hasta esas pistas trucadas y felices, por toda una flotilla de camiones y helicópteros potentes, que contribuyen, un poco más, al cambio climático.
O si leéis en la prensa que en una autopista china de *50 carriles* se ha producido un atasco de coches que ha durado tres horas =ni un sólo hueco en 50 carriles=, hecho fehaciente que ha grabado un dron sobrevolando la contaminación anexa, orgullosos del poder de nuestros artificios, pensaréis que nos aguarda un futuro brillante, aunque con niebla tóxica y mascarilla incorporadas.
Abrazo.
Gilgamesh***
Fuentes;
-lacronicadesalamanca
-lja
domingo, 14 de octubre de 2018
* Filomediodía de Domingo *
Publicado por
Gilgamesh
en
14:40
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3 comentarios :
Abrazos y seamos felices a nuestra manera y como podamos, entre tanto materialismo, desigualdad mental y espiritual.
Plus One.
Gracias por la sana complicidad.
En mi opinion, la felicidad es un estado de animo temporal de a ratos mas cortos que largos.....
Un estado condicionado por la misma dualidad.....
Gracias y abrazos BrO.
Vandinha-Alejandro Arrabal Díaz-eleritzo-Mario; muchas gracias.
evee; así es amiga, tomemos lo que hay y hagamos magia jeje, abrazo, gracias.
Alejandro; gracias Bro, efectivamente esa definición tuya es muy aceptada entre tantísima gente, y tb es todo un tema Ale. Ocurre que se suele entremezclar alegria con felicidad y son dos cosas muy distintas, estados alegres o no alegres haylos y de a miles, felicidad hay una sola, y debería pasar por allí poder determinar si uno puede ser feliz con o sin alegría, y para eso, antes hay que tener un análisis muy completo de lo que en verdad significa *existir* aquí en este estado, en una existencia material que es un bombardeo de sensaciones, de entre las cuales hay que separar alegría de felicidad. Se puede ser feliz Bro, aunque estar tristes también, que es otra cosa. Fuerte abrazo.
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