martes, 30 de julio de 2019

* Inmortalidad bajo cero *

***Lindísima noche para todxs.

Blanco sobre negro sobre mucha ficción y mucho engaño, el negocio prevalece y no hay garantías de absolutamente nada...

*Volveré y seré millones* dijo Túpac Katari, por el momento...nothing..
¿Y si mejor aprendemos a irnos de una vez para nunca más volver?



Se cuenta que hace poco más de tres milenios los chinos ya usaban el frío para conservar alimentos.
Aunque si de cuentos chinos se trata, uno de los más legendarios es el que afirma que, pocos minutos antes de morir, Walt Disney fue introducido en una cápsula y congelado a bajas temperaturas para que, cuando la ciencia avanzara, pudiera ser resucitado y curar su cáncer de pulmón.

Pero así como los Reyes Magos no existen, tampoco es cierto que el creador del Pato Donald esté tieso de frío aguardando la resurrección.
Por el contrario, su cuerpo fue colocado en un horno a alta temperatura e incinerado, y sus cenizas están enterradas en un cementerio.

Lo que sí es una verdad es que la refrigeración retarda o detiene la actividad de las células, y esto se aprovecha para la conservación de material biológico.
Pero una cosa es conservar y otra preservar.
Este último concepto supone que lo que se guarda en frío =se criopreserva= mantenga la posibilidad de volver a vivir.
Para ello se requieren temperaturas muy bajas =menores a los 130 grados bajo cero=, que mantienen la vida *suspendida* y que solo pueden alcanzarse en un laboratorio, habitualmente, mediante el uso de nitrógeno en estado líquido a -196°C.

Si bien la temperatura del universo es de unos -270°C, en la Tierra el registro térmico más bajo fue de -93,2°C en la Antártida, en el año 2010.
*Estamos trabajando en ámbitos todavía poco conocidos.
Son temperaturas que no existen en la Tierra, para las cuales nuestros tejidos no están adaptados*, consigna Joaquín Rodríguez, desde el Centro de Criobiología de la Universidad Nacional de Rosario.
El problema no es el frío.

Es una verdad de Perogrullo que sin agua no hay vida.
De hecho, la mayoría de los seres vivos estamos compuestos principalmente por agua:
las células tienen una alta proporción de agua y el espacio intercelular también.
Paradójicamente, el líquido que nos posibilita la existencia es el mismo que nos impide criopreservarnos para alcanzar la inmortalidad.
Porque por debajo de 0°C el agua se congela y forma cristales de hielo =algunos con formas puntiagudas= que pueden romper las células.



Por otro lado, y simultáneamente, el congelamiento del agua provoca otro fenómeno que colabora con la destrucción celular:
a medida que se forma hielo, disminuye la cantidad de agua en estado líquido y, por lo tanto, aumenta progresivamente la concentración de las sustancias disueltas en ella.
Este fenómeno se produce, inicialmente, afuera de las células =en el líquido intercelular=, que es donde el frío llega primero cuando se coloca un tejido a bajas temperaturas.
Entonces, para compensar este aumento de concentración extracelular de sustancias, empieza a salir agua del interior de las células.

Y esa deshidratación puede causarles la muerte.
De la misma manera, al descongelar se producirá el proceso inverso:
entrará violentamente agua a las células que no se rompieron durante la congelación, lo cual puede hacerlas estallar.
*En definitiva, para criopreservar, básicamente, hay que evitar que el agua forme cristales*, sintetiza Horacio Corti, especialista en el estudio de soluciones acuosas sobreenfriadas.

Muchos descubrimientos ocurren por azar.
Y fue un *accidente* de laboratorio el que permitió darle un gran empujón a las técnicas de criopreservación.
En 1949, el científico inglés Christopher Polge congeló semen de pavo y, por error, utilizó un tubo que estaba contaminado con glicerina.
Tiempo después, cuando descongeló el material, comprobó con sorpresa que gran parte de los espermatozoides seguían vivos.
Desde entonces, la glicerina es utilizada como agente crioprotector de muchos tipos celulares y, hasta el día de hoy, es la sustancia de elección para criopreservar semen de distintas especies.

En las últimas décadas, otros compuestos químicos probaron ser eficaces como criopreservantes y, dependiendo del material que se quiere congelar, se elige uno u otro.
En cualquier caso, pese al tiempo transcurrido desde que el azar hizo famoso a Polge, todavía no se conoce cabalmente el mecanismo de acción de estos agentes protectores.

En algunos casos, se postula que en presencia de un crioprotector se retarda la formación de hielo.
Este efecto sería el que posibilita llevar un material biológico a bajas temperaturas antes de que empiecen a formarse los cristales que provocan el daño celular.
En otros casos, se cree que la sustancia protectora estaría reemplazando el agua que hidrata las estructuras celulares.

De esa manera, se estaría evitando que la deshidratación =que ocurre, como se explicó anteriormente, durante el proceso de congelamiento= altere dichas estructuras.
De todos modos, los crioprotectores tienen sus limitaciones.
Fundamentalmente, debido a que las concentraciones que se requieren para que cumplan adecuadamente su función de criopreservar pueden ser tóxicas para las células.
En los últimos años, se desarrolló una técnica que revolucionó el campo de la criopreservación:
la vitrificación.



Es un proceso físico que permite que el agua líquida pase a un estado sólido amorfo similar al vidrio =de allí su nombre=, en el que la disposición de los átomos y las moléculas hace que no se formen cristales, lo cual reduce el daño celular.
*Para formar agua sólida amorfa es necesario enfriarla a una velocidad superior a los diez mil grados por segundo*, ilustra Corti.
*Es algo técnicamente dificultoso*, acota Rodríguez.

Otra manera de vitrificar el agua es aumentar su viscosidad utilizando altas concentraciones de crioprotectores.
*El problema es que son concentraciones tóxicas para la célula*, observa Rodríguez.
Para resolver estos inconvenientes se encontró una solución *intermedia*, que consiste en manejar el proceso mediante un delicado equilibrio entre la concentración de agentes crioprotectores y la velocidad de enfriamiento.

No obstante, todavía hoy persiste una importante limitación para este método:
*Solamente se pueden vitrificar volúmenes muy pequeños de solución, del orden de los cinco a diez microlitros = una gota de agua tiene un volumen de 50 microlitros=*, explica Rodríguez.
En otras palabras, con la tecnología actualmente disponible *lo más grande* que se puede vitrificar es un embrión con unos pocos días de desarrollo.

Existen cientos de bancos de semillas por todo el mundo.
Entre ellos, la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, situada en Noruega, a unos mil kilómetros del Polo Norte, sobresale por sus particularidades:
excavada en una montaña, a 130 metros de profundidad, está construida para resistir los terremotos, la actividad volcánica, la radiación y la crecida del nivel del mar.

Con capacidad para albergar 4,5 millones de variedades de semillas, actualmente guarda más de 930.000, provenientes de casi todos los países del mundo.
Las simientes están preservadas a 18 grados bajo cero y, para el caso de un corte de energía, como el lugar se mantiene por debajo de los 0°C las 24 horas del día durante todo el año, la bóveda funcionaría como un congelador natural.

Pero, dado que las semillas están naturalmente preparadas para resistir condiciones ambientales adversas, preservarlas es menos dificultoso que para el caso de las células animales.

*Lo más aventurero que queremos lograr es criopreservar fragmentos de piel de especies que están en riesgo de extinción*, confiesa Daniel Salamone, referente internacional en clonación animal.

*Esto permitiría obtener muestras de animales que están en zoológicos, en la selva o, incluso, que mueren en accidentes automovilísticos*.
Mediante la vitrificación, hoy se puede criopreservar germoplasma =espermatozoides, óvulos o embriones= de especies amenazadas.
Pero hay situaciones en las que el germoplasma no es útil.



Por ejemplo, cuando los espermatozoides son escasos o de mala calidad.
En estos casos, la preservación de células distintas a las sexuales, provenientes del resto de los tejidos del cuerpo =denominadas células somáticas=, adquiere mucha relevancia.
*Para nosotros la célula somática es también germoplasma*, considera Salamone.
*Porque ya existe la metodología para convertirlas en células sexuales, aunque todavía es una tecnología imperfecta*, aclara.

Con su mirada de *clonador*, Salamone propone:

*Por otra parte, si el frío destruyera las células somáticas que tenemos guardadas, el ADN se conservaría y podría inyectarse en un óvulo previamente enucleado y, de esa manera, sería posible generar un embrión viable*.

El Homo sapiens es la única especie del planeta que se sabe mortal.
Quizás por eso, la idea de la resurrección seduce a la humanidad desde sus orígenes.
Antiguos mitos y obras de arte de todos los tiempos dan cuenta de ello.
Y también la ciencia.

En 1954, la prestigiosa revista científica Nature publicó un artículo en el que se describe un experimento de resucitación de hamsters previamente congelados.
Los animalitos fueron revividos después de estar casi una hora con su temperatura corporal por debajo de los 0°C.

No obstante, si bien el artículo describe algunos daños sufridos por los sobrevivientes, no da cuenta acerca de qué cantidad de hamsters murieron durante las pruebas.
La temperatura corporal más baja registrada a la que un ser humano pudo sobrevivir alguna vez es 13,7°C.

Es el caso de Anna Bagenholm, una sueca que, en 1999, cayó a un río congelado mientras practicaba esquí.
Su cerebro nunca alcanzó temperaturas bajo cero y, sin embargo, todavía hoy sufre algunas secuelas neurológicas debidas al frío que debió soportar.

*Si se quiere criopreservar vida hay un costo que pagar.
Siempre hay un daño*, advierte Rodríguez.
Durante las décadas siguientes al trabajo con los hamsters, no se encuentran registros científicos de experimentos destinados a la criopreservación de mamíferos.

En cambio, desde entonces, los intentos por criopreservar animales enteros se limitaron a algunos invertebrados.
Entre ellos, larvas de insectos y algunos gusanos.
En muchos de estos casos, se logró un porcentual de éxito al intentar revivirlos.



*Se suele informar el porcentaje de individuos sobrevivientes, pero no te dicen en qué condiciones quedaron o qué daños sufrieron.
Eso es lo que hay que empezar a explorar*, propone Rodríguez.

En 2015, un artículo científico publicado en la revista Rejuvenation research informó que un procedimiento de vitrificación permitió volver a la vida a la totalidad de un grupo de individuos congelados.
El estudio se realizó con Caenorhabditis elegans, un gusano de alrededor de un milímetro de largo que, por sus características particulares, es muy utilizado para la investigación en diversas áreas de la biología, como el aprendizaje, la memoria o el envejecimiento, entre otras.
El mismo trabajo incluyó experimentos que muestran que, luego de ser descongelados, los gusanitos mantienen la memoria de largo plazo.

Según escriben en el paper los dos autores de la investigación, Natasha Vita-More y Daniel Barranco, el trabajo constituye *la primera evidencia de conservación de la memoria después de la criopreservación*.
Ambos científicos exhiben su pertenencia a la Alcor Life Extension Foundation, una organización =*sin fines de lucro*, dice en su Web= situada en Arizona, Estados Unidos.

Alcor se autodefine como *líder mundial en criónica*, es decir, en la criopreservación de cuerpos enteros después de declarada su muerte legal.
Actualmente, un puñado de compañías dispersas por el mundo ofrece este servicio para quienes guardan la esperanza de que, en algún futuro, exista una tecnología apropiada para resucitarlos.

El precio de criopreservarse dentro de grandes tanques repletos de nitrógeno líquido, colgado de los pies =así, si se evapora un poco de nitrógeno, el cerebro no corre riesgos=, varía ampliamente de U$S 28.000 a U$S 200.000, dependiendo de la compañía y de los servicios que se pagan.
En algunos casos, se ofrece conservar solamente la cabeza, lo cual abarata el costo.
Se calcula que poco más de 300 personas en todo el mundo se han sometido a este procedimiento.

Para la gran mayoría de la comunidad científica, la criónica es considerada una pseudociencia.
Se sostiene, por ejemplo, que cuando se congeló a la primera persona, en 1967, se usó un agente criopreservante que, en ese entonces no se sabía probablemente, dañó irreversiblemente su cerebro.

*Un organismo congelado puede lucir sano por fuera pero estar destruido por dentro*, ilustra Corti.
Si hay algo en lo que la ciencia parece coincidir con la criónica es en la fantasía de los viajes interestelares.
En ese camino, un artículo científico publicado hace pocos días en Proceedings of the National Academy of Sciences reveló que una muestra de espermatozoides de rata que había estado en la estación espacial a -95°C durante 9 meses mantenía una fertilidad normal.

De todos modos, lo concreto es que, al día de hoy, no es siquiera posible congelar un órgano sin dañarlo.
De hecho, cuando se transporta para un trasplante se conserva a 4°C.

*No se avanzó mucho en criopreservación.
Estamos casi como hace 30 años y discutiendo algunas mejoras*, reconoce Rodríguez.



Walt Disney soñó con prolongar su existencia más allá de la muerte y confió a los suyos que congelaran su cuerpo una vez que el cáncer de pulmón que padecía acabara con él, falleció en 1966.
Deseaba ser el primero en someterse a un proceso de criopreservación con la idea de que algún día, cuando los adelantos médicos lo permitieran, pudieran despertarle de su *letargo* para volver a ser el que fue.
Muchos creyeron entonces en aquella utopía;
todavía hoy hay quienes piensan que el dibujante permanece a 196 grados bajo cero en alguna cápsula de aluminio a la espera de que la ciencia lo devuelva a la vida.

Pero el padre de la factoría animada más célebre del mundo nunca pasó por aquel trance.
La familia consideró que era *un capricho* tan infantil como sus criaturas de ficción y acabó incinerando el cadáver, como certifican sus biografías.

Walt no fue criopreservado, aunque el imaginario popular lo tenga como pionero.
Ese lugar lo ocupa en realidad James Bedford, que murió el 12 de enero del 1967.
Minutos antes de exhalar su último aliento, este profesor de Psicología se ponía en manos de la recién constituida Cryonics Society de California, persuadido de que un avance científico lo traería de nuevo a este mundo.

51 años después no se ha obrado el milagro... *Todavía*, recalcan quienes tienen fe ciega en una técnica, tan experimental como controvertida, que dentro de unos años será totalmente viable*.

Así de rotundo lo defiende Albert Estrada, director médico de Cecryon, la empresa valenciana que será la primera en ofrecer un servicio de criopreservación de cadáveres en Europa.
*Tenemos suficientes argumentos para pensar que las personas criopreservadas podrán ser recuperadas algún día* =afirma=.
El principal, la evolución científica y tecnológica. 
En el caso de la criopreservación, las dificultades estriban en problemas técnicos derivados del gran tamaño de un cuerpo humano adulto.

Hace 30 años se empezaron a criopreservar espermatozoides de toro, luego óvulos y embriones, y hoy puede vitrificarse y recuperarse con viabilidad biológica un ovario de oveja o un riñón de conejo.
Luego vendrá el conejo entero, después un gato, un cerdo y finalmente un humano.
*Nuestro compromiso es recuperar a los pacientes cuando la viabilidad de la técnica médica sea tal que puedan reincorporarse a la vida en pleno buen estado de salud*, expone Estrada.

No lo aprecian así en el Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona.
Muy al contrario, consideran que se trata de un negocio más alrededor de la muerte, que genera *falsas expectativas* porque *no hay ningún aval científico, ni jurídico, ni ético* que lo sostenga.
Obtener el *pasaporte* para una hipotética segunda vida no resulta barato.
El cliente debe abonar en vida 200.000 euros.
Y el éxito del procedimiento, apuntan sus introductores en España, dependerá de la rapidez con que se actúe tras el deceso.

*Una vez declarado clínicamente muerto, los tejidos del individuo empiezan a dañarse por efecto de la hipoxia* explica Estrada.
Cuando el corazón deja de latir, no llega oxígeno a los órganos y el cerebro es el más sensible a este déficit.
El especialista en Bioquímica Clínica prosigue la descripción del proceso:

*Es crucial mantener la circulación sanguínea, bajar la temperatura corporal con agua y hielo y pinchar heparina al cadáver, para evitar que se formen coágulos que obstruyan el árbol vascular e impidan posteriormente administrarle unas sustancias crioprotectoras*, una especie de anticongelante destinado a evitar la formación de cristales.

Este es en síntesis el procedimiento, *extremadamente lento* para que no se produzcan fracturas =puede conllevar hasta cinco días=, que Cecryon tiene previsto llevar a cabo en las instalaciones acondicionadas en el tanatorio privado del Parque San Jaime de Ribarroja, en Valencia.
Una superficie de 1.500 metros cuadrados en la que se han invertido más de un millón de euros y donde dos clientes, según la empresa, ya tienen preparadas sus criocápsulas.

Allí permanecerán *sine die* en nitrógeno líquido, a la espera de recuperar la vida algún día.
Y si fuera así, ¿en qué estado volverían a este mundo?
¿Recordarían su vida anterior?
Estrada no alberga dudas:

*Conservarán toda su memoria*.
Lo argumenta:

*Hoy en día se vitrifican y recuperan pequeños gusanos a los que previamente se ha adiestrado para buscar comida en un determinado lugar ante un estímulo olfatorio, y siguen recordando lo aprendido después de pasar por el proceso. 
También sabemos que las personas que se han recuperado de periodos de más de dos horas con el corazón parado y sin actividad cerebral conservan sus recuerdos y la personalidad intacta*.

Para la Sociedad Española de Bioética, no parece que el ejemplo del gusano sea extrapolable al ser humano, *cuando tenemos 200 tipos diferentes de células y millones de ellas en nuestro cuerpo*, recalca Francisco José Ramiro, profesor de Bioética y miembro de esta institución.

*Lo realmente complicado es que esas células no mueran durante la congelación, y a día de hoy no hay ninguna evidencia experimental sobre los procesos de congelación y descongelación.
Desde un punto de vista médico, se antoja poco serio.
Y en el plano ético, es jugar con los deseos de pervivencia de las personas*, enfatiza.



La criopreservación, aunque esté a punto de dar sus primeros pasos en España y el resto de Europa, no es una práctica novedosa.
En Estados Unidos hay unas 350 personas criopreservadas, y en Rusia, medio centenar.
Estrada está convencido del éxito de su negocio, *porque somos la única alternativa viable una vez que la tecnología médica actual no puede hacer nada más por el paciente*.

Este médico creció escuchando hablar de vencer a la muerte.
Es un objetivo que comparte con su padre, el neurofisiólogo Luis Estrada, presidente de la Sociedad Criónica Española.
Albert es consciente de los recelos que despiertan estas técnicas *revolucionarias* en la profesión.

*Yo no tengo afán de hacer proselitismo ni de venderle el producto a nadie; quien quiera morirse, que se muera*, sentencia.
Se enfrentan a la incredulidad en la profesión y también a las reglas administrativas, *como cualquier otra actividad en España*, esgrime Estrada.

La legislación de carácter nacional no recoge ninguna norma específica sobre la criogenización de cuerpos sin vida con vistas a su recuperación en el futuro, cuando la enfermedad causante de la muerte pueda ser curada.
El artículo 6 del Decreto 2263/1974, de 20 de julio, establece que el destino final de todo cadáver ha de ser uno de los tres siguientes:
el enterramiento en lugar autorizado, la incineración o la inmersión en alta mar.

La criopreservación consiste en bajar la temperatura del cuerpo humano hasta los -130 grados, extraer la sangre y sustituirla por un líquido criogénico, *una especie de anticongelante*, para conservarlo.
Después, se introduce en una cápsula con nitrógeno líquido.
La idea es mantenerlo así hasta que la medicina halle la curación a la enfermedad que causó la muerte.

*El objetivo es que la persona pueda incorporarse a la vida en pleno estado de salud*, explica Albert Estrada.

Existen solo tres organizaciones en todo el planeta que ofrecen este servicio:
el Cryonics Institute-CI, en el Estado norteamericano de Michigan;
Alcor, en el de Arizona, y el KrioRus, en Rusia.
En total, hay unas 400 personas criopreservadas =350 en EE UU y el resto, en Rusia=.
¿Es legal en España?

El artículo 6 del Decreto 2263/1974, de 20 de julio, establece que el destino final de todo cadáver ha de ser el enterramiento en un lugar autorizado, la incineración o la inmersión en el mar.
La legislación no recoge ninguna norma específica sobre criopreservación.

200.000 euros, más IVA, es la tarifa que ha establecido la empresa Cecryon para todas aquellas personas que quieran ser sometidas a un proceso de criopreservación tras su muerte.
El pago, obviamente, es por anticipado.

Pero, según Estrada, la normativa autonómica valenciana reconoce que un cuerpo humano se puede preservar.
*Tenemos licencia como tanatorio y la Administración sólo nos exige disponer de un horno crematorio para preservar las garantías sanitarias.
Aunque nunca lo usaremos, creen que es necesario por si algún cadáver sufriera putrefacción y hubiera que incinerarlo*, detalla.
El Ayuntamiento de Ribarroja del Turia confirma la licencia de la empresa para operar como tanatorio, *pero solo eso*.

*Si quieren prestar un servicio de criopreservación, tendrán que solicitar una ampliación de la licencia de acuerdo al Reglamento de la Policía Sanitaria Mortuoria de la Consejería de Sanidad.
Con esa documentación, preguntaremos a la Administración autonómica qué requisitos técnicos debe cumplir el proyecto para darle finalmente el permiso.
En la actualidad, no lo tienen*, zanja el alcalde, Roberto Raga.

La criopreservación consiste en bajar la temperatura del cuerpo humano hasta los -130 grados, extraer la sangre y sustituirla por un líquido criogénico, *una especie de anticongelante*, para conservarlo.
Después, se introduce en una cápsula con nitrógeno líquido.
La idea es mantenerlo así hasta que la medicina halle la curación a la enfermedad que causó la muerte.
*El objetivo es que la persona pueda incorporarse a la vida en pleno estado de salud*, explica Albert Estrada.



El 12 de enero de 2018 se cumplieron 51 años desde que fue criogenizado el norteamericano James Bedford, profesor de Psicología de la Universidad de California, que falleció a los 73 años como consecuencia de un cáncer de riñón.
Fue la primera persona encapsulada en espera de avences médicos suficientes para vencer a la muerte.
Lo metieron en hielo y lo mantuvieron conectado a una máquina de respiración artificial.

Después le inyectaron dimetilsulfóxido, un líquido que se empezó a usar como crioconservante, y se le congeló con hielo seco antes de sumergirlo en nitrógeno líquido.
Hoy permanece en la Fundación Alcor Life Extension.

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Fuerte abrazo.







Gilgamesh***

Fuentes;
-nexciencia
-laverdad