viernes, 20 de diciembre de 2019

* Contrafáctico *

***Muy feliz alfinViernes para todxs.

Seguramente alguna vez se habrá leído o escuchado la palabra *contrafáctico*.
A muchas y muchos les ha pasado de largo, poco interés o quizás el prejuicio de que se trata de algo demasiado complicado como para perder el tiempo.
El *razonamiento contrafáctico significa, literalmente, razonamiento contrario a los hechos y consiste en comparar una o varias alternativas imaginadas con unos
acontecimientos reales.

Por lo general, esta comparación se lleva a cabo mediante la simulación de escenarios o representaciones mentales de situaciones que son contrarias
o diferentes a hechos pasados, por lo que el razonamiento contrafáctico ha sido denominado como el pensamiento sobre *lo que podría haber sido*.
¿Sirve para algo imaginar escenarios alternativos sobre algo que ya ocurrió?.
Por ahí pasa la cuestión.

El pensamiento contrafáctico =dependiendo de su foco= puede generar tanto subidas como bajadas en nuestros estados de ánimo actuales.
Pero también existe un razonamiento contrafáctico hacia adelante, hacia el futuro, cuando imaginamos posibles y diversos escenarios sobre algo que debemos hacer hoy.
Especular entonces con lo que podría devenir a futuro de una decisión que debo tomar hoy.
El sociólogo Niklaus Luhmann decía al respecto;

*La materialidad que asume el presente se basa en las expectativas que sus integrantes se construyen sobre lo que ocurrirá en lo inmediato*.

Algunos creen que regresar al pasado sobre un hecho ya finiquitado resulta inútil y hasta a veces puede generar mas cosas negativas que positivas, porque se crearán distintas emociones a medida que recorremos los distintos escenarios.

Personalmente creo que el análisis o razonamiento contrafáctico será positivo siempre y cuando tengamos en cuenta para qué, y a partir del para qué elaboremos un manual de correcciones que nos permitan reconstruir *soluciones* de aquellos errores pasados que nos hicieron mal para que, cuando en algún momento se pudiera repetir un escenario similar al que hemos deconstruído, no volvamos a cometer el mismo error.

Sé de personas que hacen de lo contrafáctico una especie de tortura o autoflagelo, eso no sirve.
Sé de otras personas que utilizan lo contrafáctico para ganar una discusión o justificar algo ya ocurrido y así evitar aceptar que lo ocurrido no les da la razón a su argumento, ésto es pésimo también y es muy utilizado en el mundo de la política.
Lo contrafáctico se opone, por su naturaleza al hecho social o político.

No existe más que en la imaginación de cada uno de nosotros, en un juego que nos puede entretener un tiempo tal vez prudencial pero no más allá de ciertos límites tolerables.
Resulta una construcción mental, una abstracción que se moldea y se construye y deconstruye una y otra vez desde mentes entretenidas con lo anecdótico.
A su diferencia, el hecho social o político ES.
Existe.
Moldea destinos, configura proyectos, delimita situaciones y se extiende, como no, en el tiempo.

Por eso..cuidado a la hora de analizar algo contrafácticamente, en lo personal o individual, en nuestra mente es una cosa, pero utilizar éste recurso en un diálogo, una discusión, un debate con *el o los otros* resulta en la necedad de justificar un error no asumido como tal, imaginando escenarios que no son reales sino imaginados.

Como para que se comprenda lo que intento decir, en lo personal-individual-mental, puedo hacer una introspección regresando a algún hecho de mi pasado que necesariamente merece un análisis contrafáctico para que, de presentarse una situación similar a futuro yo pueda reconocer mi error pasado para no repetirlo.

Ejemplo;

*Quería tanto a aquél amigo que perdí por guiarme de un chisme, algo que era falso, y que no corroboré, me dejé influenciar por el chimento malicioso de otra persona y al final lo acusé por boca de otro, y aquella amistad se perdió para sieimpre.

¿Qué hubiera pasado si en lugar de eso hubiera hecho oído sordo a las habladurías y habría dejado correr el tiempo para ver si en verdad ese amigo era como me decían que era?*.

Por ahí pasa la cuestión de utilizar lo contrafáctico para disolver errores futuros.
Seguramente, de presentarse una situación similar a futuro, escucharía el chisme pero lo guardaría celosamente para que sea el tiempo quien lo corrobore o no antes de cuestionar personalmente a alguien pudiendo transformarme en un acusador sin pruebas y sin argumentos.

Y en lo político o discursivo, lo contrafáctico como justificación de una medida tomada que ha resultado muy mala, tenemos el siguiente ejemplo.
Dice el gobernante;

*Tuvimos que tomar ésta medida =endeudamiento externo= que no es grata, pero que, de no haberla tomado, estaríamos como Venezuela*.

Otro ejemplo más relacional.
Una pareja discute y él le dice a ella;

*¿¡¡¡Ves que tenía razón cuando decidí que no tuviéramos hijos!!!? vos estás sin empleo y yo postrado en la cama por mi enfermedad, ¿qué hubiera sido del hipotético niño con ésta tremenda situación económica? sería un pobre infeliz*.

Por eso como verán, lo contrafáctico puede resultar negativo o positivo de acuerdo a como lo utilicemos o como lo utilizan los demás cuando se intenta justificar un error.
Y si se hace éste ejercicio individualmente o interiormente regresando a una situación de nuestro pasado, mazoquistas...abstenerse, no va a servir para nada más que sufrir.

El pasado ya fué, no se puede modificar, pero el presente y el futuro sí, entonces, por ahí pasa lo positivo de ejercer el análisis o razonamiento contrafáctico.

Cierro con otros dos abordajes como para diversificar la opinión;



-¿Y si me hubiese atrevido?
¿Y si hubiese dicho que sí?
Estas y otras mil preguntas más son propias del razonamiento contrafáctico.
Consiste en imaginar realidades alternativas a nuestra realidad actual, con todas las implicaciones emocionales que esto conlleva.

Voy a poner un ejemplo.
Imagina la típica película en la que una chica o un chico está conociendo a dos chicos a la vez.
Llega un punto, en que la situación es insostenible y tiene que escoger y apostar por uno de los dos.
Piensa, habla con sus amigas, valora y después de mucho reflexionar, al final escoge.

Meses más tarde, a pesar de que le vaya muy bien con ese chico, se le pasan por la cabeza pensamientos tipo:
*¿y si hubiera escogido al otro, cómo sería mi vida ahora?*.

Eso es el pensamiento o razonamiento contrafáctico:
pensar sobre lo que podría haber sido y no fue.
Pero… ¿y qué función tiene este pensamiento?
Porque, a simple vista, no parece ser muy útil.
Rumiar sobre un pasado que ya no está o darle vueltas a decisiones ya tomadas, no parece tener mucho sentido…
Sin embargo, hoy sabemos que el razonamiento contrafáctico sí puede resultar útil en ciertas situaciones.

¿Por qué el razonamiento contrafáctico es útil?

La ciencia ha demostrado que en ciertas situaciones este razonamiento nos puede ayudar a dar sentido a nuestra vida.
A continuación resumo en 4 puntos por qué puede resultar útil este pensamiento:

1. Ayuda a aprender de los errores y a preparar un futuro mejor

Este es uno de los más frecuentes, y es que cuántas veces nos habremos lamentado por nuestros errores… *Si no hubiese salido, hubiera aprobado y ahora no tendría que estudiar para la recuperación*, *Si no hubiese sido tan orgulloso, no llevaríamos tres días sin hablarnos*, *¿Y si hubiese aceptado la oferta? Quizás ahora tendría el doble de sueldo…*.

Aquí no se trata de machacarnos, sino de aprender.
No podemos volver atrás, pero sí podemos quedarnos en casa en víspera del próximo examen, tragar el orgullo en la próxima discusión y considerar mejor la próxima oferta que venga.

2. Consuela y alivia

Esta función la realiza frente a situaciones vividas que han sido incómodas, dolorosas, vergonzosas o injustas.
Sería el:
*bueno, podría haber sido peor*.
Por ejemplo, *Los de la aerolínea han tardado dos días en devolvernos el equipaje, pero al menos no han perdido nada* o *La cita ha sido un desastre, aunque menos mal que el que se ha tropezado con el escalón ha sido él y no yo…*.

Nos alivia pensar que dentro de lo malo, no ha sido todo lo horrible que podría haber sido.

3. Produce bienestar y satisfacción

¿Cuándo?
En situaciones en las que se ha obtenido algún éxito.
¿Cómo?
Imaginando lo mal que podría haber ido.
Parece un poco masoquista, cierto, pero tiene una explicación detrás.

Y es que pensando en lo mal que podría haber salido algo y comparándolo con lo genial que ha ido, sentimos una tremenda satisfacción, placer y gozo.
¿Por qué?
Porque al compararlo, nos sentimos aún más orgullosos de nosotros mismos por haber conseguido ese éxito o logro.

4. Le da una emoción y un significado al pasado

Concretamente, a los recuerdos.
Y aquí entran en juego frases como *tenía que ocurrir*, *era el destino* o *las cosas pasan por algo*.
Con pensamientos como:

*fue el destino… tuve que escoger y si no llego a ir, no hubiese conocido a la que hoy es mi autora favorita*, reforzamos la emoción de ese recuerdo y le damos un sentido: 
*la conocí porque el destino lo quiso*.

A todos nos gusta guardar en la memoria situaciones emocionantes que experimentamos para así, poderlas recordar.
Ah, eso sí, no pongas la mano en el fuego cuando hablas con alguien sobre un hecho pasado y cada uno asegura que fue como lo cuenta él.

Está más que demostrado que muchas veces, sin ser conscientes, *editamos* y *distorsionamos* nuestros recuerdos, de modo que creamos una *nueva versión*.

Vistos estos 4 puntos, hemos aprendido que el razonamiento contrafáctico es útil si lo usamos para estos 4 fines.

Para todo lo demás, mejor no hacerle caso, ya que nos traerá sufrimiento, lamentación y malestar.
Como dice la canción, pasado pisado.



-Cavilamos de manera automática y rutinaria sobre nuestras experiencias.
Con frecuencia imaginamos sucesos que pudieron haber ocurrido de forma distinta.
Se trata del pensamiento contrafáctico.
Estos pensamientos nos permiten aprender de nuestros errores y aciertos y nos preparan para el porvenir.

Otras veces nos ayudan a aceptar el pasado.
Al imaginar variantes de un recuerdo es posible que su intensidad emotiva y los juicios que nos hemos formado de él queden alterados.
A mi amigo Bertrand no le supone un gran esfuerzo imaginarse que nunca conoció a Laura, su esposa.
Su encuentro aconteció en curiosas circunstancias.
Por motivos laborales, Bertrand se hallaba en una ciudad extraña para él, aunque cercana a su lugar de residencia.

Un conocido que casualmente visitaba en esas fechas la misma urbe le propuso ir a una discoteca situada en un barrio que, de otra manera, no habría pisado nunca.
Llegó tarde a la cita, por lo que Bertrand tuvo que guardar cola en el exterior.
Era invierno y hacía frío.
Junto a él, varias personas esperaban un taxi;
entre ellas, Laura.

Ambos ahuecaron las manos al mismo tiempo para calentárselas con el aliento.
*¡Qué frío hace!*, comentaron casi al unísono;
casualidad que les produjo unas risas también a dúo.
Se dijeron algunas frases triviales.

No dio tiempo para más, pues el taxi no tardó en llegar.
Laura se subió al coche y desapareció con el resto del grupo.
Pero Bertrand no podía sacarse a aquella mujer de la cabeza.

A primera hora de la mañana siguiente, mi amigo esperaba, sentado en un banco, el autocar que debía llevarle a casa;
se estaba retrasando.
Justo delante de él, una bicicleta frenó con brusquedad al cambiar el disco del semáforo a rojo.
Era Laura.

Bertrand corrió hasta ella.
La chica lo reconoció inmediatamente.
Él la convenció para que se intercambiaran los números de teléfono.

Se casaron al cabo de dos años.
Ya hace nueve que conviven, y desde hace unas semanas han empezado a cambiar pañales.

Cuando cuenta esta historia, a Bertrand le resulta imposible no preguntarse qué hubiera ocurrido si su vecino no hubiese estado en la misma ciudad justo aquel día, o si él hubiera acudido unos minutos antes a la discoteca, o si el autocar de vuelta hubiera llegado a su hora, o si el semáforo no hubiera cambiado de luz y Laura hubiese seguido pedaleando y no se hubiese detenido junto a la parada de autobuses.
¿Se habrían conocido igualmente?
¿Estarían casados?

La propensión humana a recordar acontecimientos pasados variando uno o dos detalles cruciales y dejando que el nuevo guion se desarrolle durante unos segundos en el misterioso reino de los *¿y si...?* se conoce como pensamiento contrafáctico.
Reflexionamos sobre un acontecimiento que no es verdadero o que es contrario a los hechos.

Éste último caso yo lo considero como una pérdida de tiempo mental ya que lo contrafáctico realmente no suma en absoluto más que divagar sobre algo que no deja conclusión alguna para aprender, aunque quizás vendría a justificar que hay un *destino* que no podemos torcer y que desconocemos hagamos lo que hagamos.

Digo *pérdida de tiempo* porque si justificamos cualquier cosa acudiendo al *destino* es muy probable que con él...justifiquemos cualquier cosa cómodamente en lugar de encontrar las razones reales de un suceso.

Éste ejemplo final sirve también para entender que el ejercicio de lo contrafáctico no es aplicable a cualquier cosa si en verdad queremos usarlo como algo útil y reparador, que sirva para el presente o para acciones futuras.

Espero que quienes desconocían el término o que lo conocían pero no les interesó saber, éste post de Viernes les haya sido útil.

Fuerte abrazo.

Gilgamesh***

Fuentes;
-psicologiaymente
-investigacionyciencia