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martes, 31 de enero de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 8 *

***Hermosa última noche de Enero 2017.

Continuamos con el gran trabajo del Cura Spong, realmente una cátedra de teología que... créanme... jamás conoceríamos sin antes entrar a un seminario.
Y ojo al Cristo...porque si alguien al leer éste material comienza a intuir que Spong desde su cristianismo intenta desprestigiar al judaísmo..., se equivoca.
Les recuerdo que Spong, muuuucho más adelante se ocupa del Nuevo Testamento y en realidad entenderán =si llegamos= que sus demoledoras conclusiones apuntan a lo que llamamos *religión*.

En éste capítulo hay una parte donde nos revela historias de personajes bíblicos que se mantienen muy bien silenciadas en las escrituras, o mejor dicho, de las cuales ni se mencionan en las homilías o lecturas públicas de esas que tantas veces solíamos escuchar en las misas.
En esa parte Spong enfatiza entonces sobre aquello de *es palabra de dios*..
Y a partir de esos detalles entenderán porqué sólo a través del coraje que nos permitió dudar, un día muchos decidimos dejar de adorar a un personaje más parecido a un humano que a un dios..

Amigas amigos, el material es tanto...que Spong se ha superpuesto a lo que estábamos disfrutando de David Hawkins e incluso de Liaño..., y es que el tiempo no alcanza.

No sé..., el hecho de ser yo quien elija prioridades me hace pensar en que deberían ser ustedes quienes eligieran con qué continuar, pero el hecho de ser yo el editor y guía de éste sitio me hace presuponer que ustedes habrán de confiar en mi elección.

Por favor, si consideran que regresemos a Hawkins o a Liaño, háganmelo saber, yo considero que priorizar a Spong es ideal para éste tiempo, pero igualmente a Hawkins y a Liaño no los olvidé y estarán listos para salir de boxes cuando sea el momento.

Josué y Jueces-Trancisión entre la ley y los profetas




En esta historia de la Biblia y sus orígenes, inevitablemente habrá momentos de transición. No son la parte más excitante de la historia pero son esenciales cuando se quiere conocer el tema por completo. Es lo que nos ocurrirá en este capítulo. Esta semana haremos la transición desde la Torah hacia los Profetas. Pero recordemos antes la situación. Hasta aquí hemos examinado el desarrollo de la Torah o Pentateuco =cinco libros=. Aunque este conjunto se conozca como *el libro de Moisés*, los estudiosos niegan hoy esta autoría por tres razones bastante obvias:

1- Moisés murió unos 300 años antes de que se escribiera el versículo más antiguo de la Torah, de modo que no pudo escribirlo.

2- La Torah habla de la muerte de Moisés y sus exequias =Deut. cap. 34=, cosa que es difícil que él mismo pudiera contar.

3-El análisis de la Torah indica, además, que su texto es la combinación de al menos 4 documentos distintos que, como ya vimos, se escribieron durante unos 500 años, entre 950 y 450 aC. Estudios recientes han desestimado por tanto, definitivamente, una de las creencias todavía emblemáticas del literalismo bíblico, cuya crítica costó cara a algunos investigadores a comienzos del siglo XX. La tradición judía se edificó sobre dos torres: la Ley y los Profetas. Moisés es el rostro que simboliza la Ley y su nombre es sinónimo de ella.

Los profetas, en cambio, no se identifican con ningún nombre, aunque se designe a Elías, a mi juicio erróneamente, como el iniciador del movimiento profético. Elías vivió en el siglo IX aC., cuando el pueblo judío estaba ya dividido en dos reinos rivales: el del norte, con su capital en Samaría, y el de Judá con su capital en Jerusalén.
Elías fue del reino del norte.
La Torah cubre el tiempo que va desde la Creación hasta la víspera de entrar los israelitas en *la tierra prometida*.

El Éxodo y la conquista de Canaán se ubican entre 1250 y 1200 aC. En cambio, el movimiento profético aparece en tiempos del rey David pero su apogeo no llega hasta el siglo VIII aC. De modo que hay unos vacíos considerables entre la Torah y los Profetas. Durante estos huecos, hubo además una guerra civil que partió el país. Luego, el reino del Norte duró hasta el año 721 aC, cuando los asirios lo destruyeron, y el reino de Judá, hasta el 586 aC, cuando los babilonios arrasaron Jerusalén y deportaron a la gente al exilio.

Estas historias están en los libros que van desde Jueces hasta Reyes II, que son en los que ahora nos centraremos y a los que algunos llaman *profetas anteriores*, antes de llegar a los cuatro grandes y a los doce menores. Son libros que no nos relatan una historia real, tal como entendemos nosotros la historia; son, más bien, colecciones de relatos populares, historias de héroes y de propaganda nacional, pero nos proveerán de información acerca del carácter y del temperamento peculiar del judaísmo.
Examinaremos primero los libros de Josué y de los Jueces.

Todavía se debate mucho acerca de la historicidad de Josué. Los historiadores se preguntan si la conquista de Canaán se realizó en un sólo enfrentamiento militar que se saldó con victoria de los judíos, como sugiere la Biblia, o si la conquista ocurrió a lo largo de varios siglos, en forma de sucesivas bandas semíticas que a modo de saqueo se fueron instalando en aquellas tierras y sólo posteriormente se fusionaron las historias en una versión aparentemente consistente. Lo que se cuenta en el libro es que Josué fue el sucesor de Moisés y que perteneció a la tribu de Efraím, es decir, una de las dos tribus descendientes de José y que formarían el reino de Norte.

Historias claves de Josué son repetición de otras anteriores de Moisés, como la separación ahora de las aguas del Jordán para que el pueblo pudiera atravesarlo a pie enjuto camino de conquistar Jericó.
Por otra parte, aunque la conquista de Canaán parece total, luego los relatos no lo confirman pues muestran a judíos y cananitas viviendo juntos y celebrando matrimonios entre sí mucho tiempo después de Josué.

El libro de Josué sólo contiene tres campañas de importancia: la batalla de Jericó, narrada con gran detalle, la batalla contra los reyes del sur y la batalla contra los reyes del norte, ambas menos detalladas. Nos haríamos una idea más real de estas batallas, si leyésemos el término de *reyes* como si fueran algo así como alcaldes de sus respectivas villas. Tras estas campañas, el texto viene a decir que el pueblo se organizó en forma de algo así como una
confederación liderada por los jueces locales.

El período de los jueces produjo cuentos populares, relatos de héroes y mitos muy destacables. La gente sólo está familiarizada con la narración de Sansón, el hombre fuerte por antonomasia y su dramática derrota a manos de su amante, Dalila. Hay otras historias parecidas en el libro de los Jueces. Está la historia de Yael, por ejemplo =Ju. 4, 17 y ss.=, a quien acude por azar el enemigo número uno de su pueblo, un general cananita llamado Sísara que huye y quiere esconderse y cree
que la mujer no le hará nada.

Luego de darle Yael un vaso de leche, Sísara queda dormido y escondido bajo una tela, pero ella le clava una estaca por la sien con un mazo, y lo sujeta así al suelo, antes de entregarlo =¡!=. Está la historia de Jefté que, con tal de conseguir la victoria, se apresura a jurar sacrificar lo primero que venga a felicitarlo al regreso de su campaña y resulta ser que no es su perro sino su propia hija. También está la historia de Ehúd, el juez zurdo que clavó su espada tan profundamente en el estómago de Eglón, el rey gordísimo de Moab, que su mano se hundió entre las vísceras y la grasa.

Quizás la historia más tremenda de toda la Biblia sea la de Jueces 19 =que recuerda la de Lot en Génesis 19, 1-11=; es la del levita que viaja a Jerusalén con su concubina y hace noche en Guibeá donde, para salvarse a sí mismo del abuso de los vecinos que le quieren abordar en casa de un anciano que le ha acogido, y que quiere entregar a su propia hija por respeto a la ley de hospitalidad, entrega él a su concubina para que abusen de ella y, cuando éstos arrojan su cuerpo inconsciente en el pórtico de la casa, él, al verla muerta, la lleva a su pueblo y procede a descuartizarla en doce partes que envía a cada una de las tribus de Israel para llamar a la venganza y a las armas.

En fin, no son precisamente estas historias del libro de los Jueces las que se leen en las iglesias, donde luego se proclama, sin saber lo que se dice muchas veces:
*¡Esto es palabra de Dios!*.
Este período de la historia judía, en el que los jueces locales eran los verdaderos gobernantes, puede entenderse si se compara con un período análogo de nuestra historia, cuando nuestra nación vivía bajo la forma de una confederación no muy bien estructurada, de estados con poco o nulo poder central. Habiendo sobrevivido como colonias sometidas a un poder foráneo, los primeros norteamericanos no deseaban cederle a nadie la autoridad local.

Los israelitas también tenían recuerdos tremendos de su opresión por los egipcios y por eso, habiendo logrado la libertad, no tenían ganas de volver a someterse a una autoridad lejana. Reacción natural pero difícil solución permanente. Las colonias nunca habrían mantenido su vida independiente si no se hubieran unido. La unión fue muy frágil y la Secesión la puso a prueba. Ochenta años después del acceso de David a la corona, las diez tribus del norte se separaron de la tribu de Judá. Setenta y tres años después de tener un gobierno central bajo George Washington, hubo un proceso secesionista que involucró a once estados.

Construir un país pasa por una sucesión de inevitables etapas. El período de los jueces llegó a su fin con el liderazgo de Samuel, el último juez y asimismo profeta. Él es la figura de transición entre el período del desierto y la nación ya establecida. Como suele suceder con estas figuras, Samuel es un modelo mesiánico. La historia de Jesús tiene influencias de la de Samuel, empezando por su nacimiento milagroso: su madre, Ana, era estéril hasta que Dios escuchó sus oraciones. Ana cantó una canción, cuando Samuel nació, que fue similar al Magníficat de María.

La historia de Lucas, acerca de Jesús en el Templo con 12 años, es similar a la del joven Samuel a quien Ana lleva al santuario para que viva junto a Elí.
Samuel fue clave en el paso a la monarquía. Al principio se opuso a la presión del pueblo para tener un rey como los demás pueblos. Les advirtió que los reyes suelen acabar en tiranos pero, al fin, ungió a Saúl. Luego ungió a David cuando se vio que Saúl había sido una mala opción. David, joven pastor, hijo de Jessé, segundo rey de Israel, comenzó una dinastía duradera y de referencia.

Samuel, además, sólo armado con el sentido de la ley moral, desafió al rey públicamente por su comportamiento. Mediante esta acción, Samuel estableció el principio profético, inusual entre las naciones antiguas, según el cual incluso el rey debía vivir bajo la ley de Dios y poder ser juzgado.
Posteriormente, este principio haría a Israel una nación muy diferente de las demás.
En la continuación de esta serie volveremos sobre Samuel y su papel en el movimiento profético.

John Shelby Spong

Gilgamesh***

martes, 24 de enero de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 7 *

***Hermosa noche de Martes para todos.

Mañana no andaré por aquí escribiendo, así que aprovechando el tiempo que dispondrán para leer, voy a compartirles dos capítulos de John Shelby Spong.
Sé que es mucho...pero bueno...les doy franco mañana a ver si les da ganas de leer, jeje.

Después de conocer éste trabajo de Spong sigo preguntándome que cómo es posible...que medio planeta viva de acuerdo al dios de una tribu..
Pero ni hay que enojarse con el pueblo judío ni hay que culparlos de nada, en todo caso hay que felicitarlos.

Pensemos que se destacaron por su inteligencia ya que bien podríamos estar hoy adorando a dioses babilonios, asirios o de cualquier otra gran cultura que convivió con los hebreos, daría lo mismo, pero ellos lo lograron.
Son otros...los responsables de haber permitido *inocularnos* algo que no nos era propio...
Verán..en mi medio siglo de vida he tenido compañeros o amigos judíos y se sorprenderían ustedes si les digo que muchos...son ateos.

Ellos no reniegan de su descendencia, por el contrario, se sienten orgullosos ¿y cómo no? si son una cultura antigua y famosa que logró hacerle creer al mundo que su dios era Dios...jeje.
Y son ateos, generalmente intelectuales que tal vez gracias a su intelectualidad llegaron a las mismas conclusiones del cura Spong...
Ante ésto...otras reflexiones...

¿Creen ustedes que el Papa y sus antecesores no podían llegar a las mismas conclusiones que Spong?
Todos y absolutamente todos cuando decidieron ser *sacerdotes* hicieron sus estudios en los seminarios donde se enseña *teología* entre otras cosas..
Es decir que lo que Spong sabe lo saben todos quienes hicieron la *carrera* de Cura.
Entonces...¿porqué su silencio?...

Cuánta hipocrecía...
Desde los 80/90 jamás...en las omilías o en las misas se escucha a algún Cura pronunciar la palabra ..Yahvé...
¿porqué será?..la hicieron muy fácil..., para no sentir la culpa que implica saberse unos mentirosos...confundieron el concepto de Cristo como dios, a punto tal que cuando hablan de Cristo hablan de dios...

Sin embargo a nuestros niños como a mí también...nos han vendido en la enseñanza de la *religión* en las escuelas católicas....que la palabra sagrada consta de *dos libros unidos* al que llamaron *la Santa Biblia*, o sea el AT unido al NT...ese gordo libro de tapa verde que casi todos los creyentes tenemos en la mesita de luz...
Cuánta hipocresía...
¿Porqué será que si ni siquiera ellos se creen el cuento nos lo han metido a todos nosotros?

Muy triste la conclusión...¿no?
Si no hubieran suprimido la Gnosis, tal como hicieron y se esmeraron asesinando a millones de hermanos so pretexto de *herejía*, ¿cómo habrían construído tanto poder hasta el día de hoy?
Mezquindades...miserias...

Al mismo tiempo que existían seres humanos en Medio Oriente también existían en el resto del planeta, y algunos extraviados siguen pretendiendo que aquí, los latinoamericanos debemos *dar las gracias* a Colón y a la Corona española por habernos *traído*...la palabra de Jesús...como excusa para...robar..
Al igual que en cada rincón del planeta, aquí nuestros llamados pueblos originarios tendrían también sus dioses arcontes, y a qué punto que sacrificaban a semejantes en pos...de algún dios...

¿Se dan cuenta? la matriz fué y es global.
Sin embargo así como en Medio Oriente llegó un Cristo, sería idiota pensar que ese Cristo sólo dejaría su mensaje a unas pocas tribus privilegiadas de una pequeña porción de éste vasto mundo.
Nuestros pueblos originarios también tuvieron su Cristo..como también lo tuvieron en Asia y en África y en Oceanía.

Por eso...¿cómo no creer en la Gnosis?, la que entorpecía los planes de quienes vilmente se erigieron en *voceros de dios*..
Cómo no pensar que ¿para qué necesitaríamos religiones, iglesias, Papas, sacerdotes, limosnas, dinero, oro? si el mensaje del Nag Hammadi hubiera sido difundido a todo el mundo?
Si Cristo dijo que lo buscáramos dentro nuestro...¿para qué la religión, los templos, la opulencia?

Cuánta hipocrecía...
Por eso, éste Papa actual que además es argentino, y que con su dialéctica en cierta forma le sirve a mi causa, jamás será para mí representante de algún dios, no al menos hasta que algún día pida perdón públicamente por la matanza y el genocidio de los Gnósticos.
Mientras no lo haga, seguirá siendo un gran pintor para dar blancas manos a la fachada de la putrefacta institución que representa.

Mientras no se rasgue las vestiduras públicamente sintiendo el arrepentimiento de las atrocidades cometidas contra aquellos hermanos Cristianos de la primera hora...quemados vivos y de ocultar las enseñanzas de Cristo para *armarlas* en un compilado lleno de mentiras mezcladas con verdades llamada Santa Biblia..., sé muy bien quienes son los responsables de que el mundo esté como esté, y no son los judíos precisamente.
Si Spong llega a éstas conclusiones...cuánto mas la curia que lo educó...

Vamos entonces a lo prometido, les dejo un abrazo grande y por favor...en mis palabras entiendan que debemos perdonar, yo ya los perdoné hace tiempo, lo cual no implica que los avale con silencio, y es por eso que escribo.
Cristo no se equivoca ni fué un tonto..., por más que sus revelaciones fueran tronchadas de nuestra historia, aquella vasija...supo muy bien sobrevivir a todo..para ser descubierta en 1945 y dentro de ella el libro..., ese que hoy a 2016 años de ser redactado, ve la luz en éste humilde espacio llamado blog.




El último material de la Toráh, la revisión sacerdotal-parte1

Las Columnas anteriores nos han ido mostrando cómo influyeron los acontecimientos externos, más que otra cosa, en el contenido de los escritos que un día serían las Sagradas Escrituras de los hebreos. Esto no debería sorprendernos, puesto que todos los libros los escriben personas que viven en un contexto espacio-temporal determinado. Esta idea sólo puede perturbar a quienes les atribuyen un origen o una fuente directamente sobrenatural, como si Dios fuera un autor más en la literatura universal. Pero no hay ningún argumento empírico y racional que establezca el origen divino inmediato de libros como la Biblia o como el Corán.

Como ya hemos seguido el rastro de la conexión entre contexto y texto en las tres primeras etapas del desarrollo de la Toráh, iniciaremos ahora el estudio de la cuarta y última etapa. Sin embargo, antes haremos un repaso. Ya vimos que el documento más antiguo de la Biblia procedía del siglo X antes de nuestra era, de la entonces dominante tribu de Judá, y que dicho documento dependía de los símbolos de poder de aquella porción del mundo judío: de la ciudad de Jerusalén, sede del linaje real de David, del templo y del sumo sacerdote.

Escrito probablemente durante el reinado de Salomón, su personaje principal es sin duda el rey David. Lo llamamos documento *J* porque él siempre llama a Dios: JHWH. El segundo conjunto de la Toráh se escribió en el siglo IX, en el reino del norte, tras su exitosa revolución secesionista que lo separó de Judá y le permitió fundar un nuevo estado. El reino del norte, que se llamó a sí mismo Israel, fue más democrático, lo cual no es ninguna sorpresa. El poder residía en el pueblo, que podía elegir y derrocar a sus gobernantes. Esta versión llama a Dios Elohim y por eso se conoce como Documento *E*.

En él, el personaje central es José, el hijo predilecto del patriarca Jacob. En el año 721, a.C, los asirios derrotaron a este reino del norte, y la política de dominio asiria hizo dispersar a los habitantes de Israel por toda la extensión de su imperio, de forma que el ADN israelita se diluyó por todo el Oriente Medio. Por eso se habla de *las 10 tribus perdidas de Israel*. Algunos supervivientes, sin embargo, consiguieron huir a Jerusalén y llevaron consigo copia del documento *E*. Con el tiempo, este material se fundió con el documento *J* y se formó la versión *J-E*, que fue, durante un siglo, la escritura sagrada de los judíos.

En el 621, a.C. un *nuevo libro de Moisés* se *descubrió* escondido entre las murallas del templo. Se le llamó *Deuteronomio* =o segunda Ley= y, bajo su influencia, se desarrolló una masiva reforma de la liturgia del templo. Cabe sospechar que el profeta Jeremías fue parte del grupo reformador que escribió, escondió y descubrió el Deuteronomio. Cuando éste se incorporó a la versión *J-E*, los escritores deuteronomistas modificaron también el conjunto y dejaron su huella en toda la historia de Israel. El conjunto *J-E-D* pasó a ser la nueva versión de las sagradas escrituras hebreas.

Pero sólo por un breve período, hasta que estalló la peor tragedia para Judá. Esta tragedia comenzó en el 609 a.C, cuando el Faraón Necko atacó a sus enemigos, los asirios, en las llanuras de Meggido. Josías, rey de Judá y cabeza de las reformas deuteronomistas era aliado de los Asirios y por eso salió al paso del egipcio invasor pero fue mortalmente herido en la batalla. La muerte de Josías, el rey más popular después de David, sembró la desesperación y el miedo porque los Babilonios, al mando de Nabucodonosor, derrotaron al ejército asirio, destruyeron Nínive, su capital, y pasaron a ser el poder dominante en la región.

En efecto, Nabucodonosor consolidó su poder y se lanzó a una campaña de conquista y expansión durante los primeros años del siglo VI a.C. En el 589, de camino hacia el norte, conquistó todo lo que encontraba a su paso y llegó ante los muros de Jerusalén. Jerusalén era fácil de defender dada su posición sobre un monte con rasgos de fortaleza y dado que poseía una fuente interna de agua limpia. Ningún ejército extranjero la había conquistado desde hacía 400 años. La estrategia judía habitual era guarecerse dentro de la fortaleza, donde siempre había provisiones suficientes para hacer frente a un eventual asedio prolongado.

Normalmente, el enemigo se desalentaba y negociaba y Judá quedaba libre aunque más pobre. Jerusalén contaba, pues, con el aura de ser invencible, y los judíos afirmaban que Dios nunca permitiría que fuera conquistada o destruida su residencia en la tierra. Sin embargo, los babilonios fueron más persistentes que todos los demás, mantuvieron el sitio por dos años y, durante ese tiempo, las armas y los alimentos de los defensores se agotaron. Las rocas y las lanzas eran irrecuperables. Al final, las murallas se quebraron y el ejército babilonio entró en la ciudad y destruyó todo a su paso, incluso arrasó el templo, la casa de Dios.

Los vencedores prepararon la deportación a Babilonia o a otros lugares del imperio. Empezaba para los judíos el período del *cautiverio*. Sólo los más viejos y los más débiles se quedarían, bajo Zedequías, rey de la casa de David pero títere del nuevo poder. Fue el tiempo más oscuro del pueblo judío hasta el holocausto del siglo XX. Los exilados dejaron atrás todo lo que conocían. Jamás volverían a ver la tierra sagrada de Judá. Expulsados de su templo, con sus fiestas y liturgias sagradas, que habían dado un sentido y un orden y propósito a sus vidas, asumieron que esta expulsión era también una expulsión lejos de Dios.

Según el salmo 137, los cautivos fueron objeto de burla por parte de sus captores tal como reflejan estas palabras lastimeras: *Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos, acordándonos de Sión. De los álamos de la orilla colgaban nuestras cítaras. Nuestros captores nos pedían cánticos, nuestros raptores, alegría:
Cantadnos un canto de Sión, nos decían pero, ¿cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?* Su destino era vivir como esclavos o como perpetuos desarraigados en tierras donde el nombre de Yahvé nunca más podría pronunciarse en público.

Y él no escucharía sus súplicas. Sin embargo, su crisis espiritual era todavía más profunda. En aquellos tiempos antiguos, la derrota de una nación era también la derrota de su Dios. Su Dios había sido impotente ante los dioses babilonios. Su Dios había sido destruido. Si iban a continuar siendo creyentes, tendrían que ser =según una expresión que yo he utilizado, 2600 años después, para describir la situación actual de muchos cristianos respecto de sus iglesias= *creyentes en el exilio*. En aquel entonces, los judíos deportados estaban separados de todo aquello en lo que habían basado su comprensión de Dios.

Fue una crisis de terribles proporciones en la que o bien su Dios desaparecería o bien se fortalecería. No había otra alternativa. La mayoría de los más ancianos no sobreviviría a semejante prueba. Tal había sido ya el destino de las gentes del reino del norte. En sólo dos o tresgeneraciones habían perdido su identidad y la población circundante lo había absorbido, de manera que se habían convertido en lo que hoy llamamos *las diez tribus perdidas de Israel*. Por consiguiente, su única esperanza de supervivencia residía en su habilidad para permanecer distintos y separados de sus vecinos, e impedir así el proceso de asimilación.

Los judíos del reino del Sur vivían ahora con una última esperanza: que algún día, en un futuro indescifrable, sus descendientes, si es que aún permanecían cohesionados y se reconocían a sí mismos como judíos, pudieran regresar a su patria y reconstruir Jerusalén y su sociedad. Esta esperanza se convirtió en su sueño y en un último reducto de valor en torno al cual vivieron en el cautiverio. Entre quienes partieron hacia el exilio había un hombre al que conocemos como Ezequiel, que era sacerdote junto con otros.

Casi inevitablemente, Ezequiel y sus compañeros fueron los líderes de todos los exiliados, y su objetivo fue levantar y mantener vivas, en las conciencias, las virtudes idóneas para permanecer separados de los babilonios y conseguir que sus descendientes se adhirieran al sueño y al empeño tribal de regresar un día a su tierra de origen. Al servicio de este sueño, estos líderes sacerdotales seleccionaron tres puntos de referencia esenciales del judaísmo e intentaron grabarlos profundamente en el espíritu de su pueblo para mantenerlo cohesionado en medio de todos los habitantes de Babilonia.

En primer lugar, reintrodujeron el Sabbath y lo convirtieron en signo de identidad. A partir de entonces, los judíos fueron esa gente extraña que se niega a trabajar el séptimo día. Esta práctica, que se hizo costumbre, desbarataba los equipos de trabajo y causaba frustración y enojo entre los babilonios, pero sirvió para identificar a los judíos como *diferentes*. En segundo lugar, estos sacerdotes y líderes presionaron para que su gente adoptara las leyes de la alimentación *kosher*. Esto implicó la clausura de toda comunicación social mediada por la alimentación, con quienes no eran judíos.

Como los judíos no podían comer con los no-judíos, había poca posibilidad de desarrollar relaciones cercanas con ellos dado que estas relaciones se desarrollan básicamente en los actos de comida en común. En tercer lugar, los líderes sacerdotales recuperaron la práctica de la circuncisión como rasgo distintivo del judaísmo, de esta suerte marcaron el cuerpo de todo varón judío durante la pubertad. Esto imposibilitaba esconder el propio ser judío, lo cual servía, además, para entorpecer el matrimonio con otras etnias.

En conjunto, el plan funcionó y los judíos fueron un pueblo separado del resto. Todas aquellas prácticas pasaron a considerarse mandatos divinos y signos de la elección. Como consecuencia, Ezequiel y los otros líderes sacerdotales decidieron que la historia sagrada de su pueblo debía revisarse para incluir estos mandamientos, que eran parte de la vida y de práctica judía de entonces, en el mismo comienzo de la historia tal como ellos la contaban, es decir, desde un punto de vista judío.

Con este fin emprendieron entonces una revisión editorial todavía mayor que la que había supuesto unir las tres versiones anteriores en una sola:
la historia J+E+D.
El cuarto conjunto se llamó el documento sacerdotal o documento *P* =1=.
Dedicaremos la próxima entrega a su contenido


El último material de la Toráh, la revisión sacerdotal-parte 2

Tras la primera ola de judíos que, en el 596 aC., partieron hacia el exilio y Babilonia, hubo una segunda partida en el año 586, después de que los babilonios sofocaran un alzamiento en el que exterminaron a toda la estirpe regia descendiente de David. Ambos grupos de cautivos llevaron consigo su historia sagrada, es decir, la fusión del documento Yahvista, procedente de Judá, con el Elohísta, procedente del reino separado del norte, y con el Deuteronomio y las revisiones deuteronómicas de todo el conjunto, realizadas probablemente por Jeremías y los escritores deuteronomistas, con el apoyo del rey Josías.

Cuando los judíos terminaron el cautiverio babilónico y regresaron, cosa que hicieron también por oleadas entre 50 y 150 años más tarde, un conjunto de sacerdotes escritores, uno de los cuales probablemente fue el profeta Ezequiel, había reescrito el texto de la historia sagrada judía por completo y lo había ampliado enormemente. Entonces, dicha historia reflejaba dos cosas más: primero, la lucha de los judíos por su supervivencia como pueblo, cosa que lograron radicalizando el aislamiento respecto de sus captores, y, segundo, una comprensión más profunda de su misión en la tierra, como pueblo: su misión era restaurar su país, reconstruir su capital,
Jerusalén, y reinstaurar una vida ordenada por la oración y centrada, como antes, en el Templo.

Conforme a esta misión, el propósito declarado de los escritores sacerdotales fue crear un sentido profundo del ser judío, de modo que su identidad nunca volviera a peligrar otra vez ni individual ni colectivamente. Esto implicaba afirmar que sus Escrituras eran sagradas, que eran de hecho la Ley absoluta de Dios, que contenían la voluntad de Dios y que su obediencia a la Toráh debía ser completa y total. Los escritores sacerdotales, en consecuencia, modificaron los textos judíos para mostrar que la historia de los antepasados ya incluía los mandamientos acerca de la observancia del Sabbath, de la alimentación kosher y de de la circuncisión para todos los varones.

Además, estos escritores incorporaron a la Toráh toda clase de reglas para todos los aspectos de la vida común. Fue una obra literaria monumental, pero la hicieron.
El segmento inicial de la Toráh se reescribió de forma que reflejara el mandato divino de que todos los judíos respetaran el Sabbath. Tal fue el objetivo de una nueva historia de la creación en Génesis 1, basada en la redacción babilónica en la que Dios creaba el mundo en un número fijo de días: 6 días en concreto; de modo que Dios mismo descansó el séptimo día, y así estableció el patrón a seguir por todos.

La narración partía de la idea de que el espíritu de Dios había sobrevolado el caos y la oscuridad, y su luz había arrinconado a las tinieblas ya en el primer día.
En el segundo, Dios hizo el firmamento, llamado *cielo*, para separar las aguas de sobre la tierra, respecto de las que caen en forma de lluvia. Al tercer día, Dios juntó las aguas de la tierra en un solo sitio al que llamó *mar*, y la separó de la parte seca a la que llamó *tierra*. Esto posibilitó que la tierra produjera pastos, hierbas, árboles frutales y vegetales que serían alimento de los seres vivos tan pronto como éstos aparecieran.

El cuarto día, Dios creó el sol para iluminar la tierra durante día, y la luna para iluminarla durante la noche, y dividió el día de la noche y creó además las estaciones y los años. También hizo las estrellas ese mismo día. En el quinto día, creó los peces y las aves, a los que ordenó llenar los mares y los aires. En el sexto día, Dios hizo las bestias de los campos y todo lo que *se arrastra sobre la tierra* hasta, por último, ese mismo día, hizo al hombre y a la mujer, juntos, a la vez, siendo ambos imagen y semejanza suya. Luego, les ordenó crecer, multiplicarse y llenar la tierra.

Aquello concluyó la obra de la creación, que Dios declaró terminada y buena de suerte que, el séptimo día, Dios descansó e instituyó el Sabbath como el día del reposo; y lo bendijo, lo declaró santo y ordenó observarlo a todas las generaciones del pueblo como un deber sagrado. El propósito, pues, de los escritores sacerdotales, al escribir esta historia durante el exilio, no fue informar y enseñar cómo había sido la creación sino convertir la
observancia del Sabbath en la marca divina, distintiva del pueblo.

Fue el primer acto de su campaña para remodelar la historia de los judíos y contribuir así a su meta principal: lograr la supervivencia del grupo humano que aún formaban. Cuando entendemos el fin principal de esta historia segunda de la creación =puesta, sin embargo, al comienzo=, comprendemos mejor los otros cambios de los escritores sacerdotales. También insertaron nuevos detalles para reforzar el Sabbath en otras historias. Por ejemplo, en la historia del maná enviado por Dios a los israelitas que caminaban hambrientos por el desierto durante su viaje, desde la esclavitud en Egipto, a lo que ellos creían era su Tierra Prometida.

El maná del cielo descendía sólo 6 días a la semana, de modo que ni Dios trabajaba el día del descanso, ni siquiera para evitar que muriera su pueblo; y lo mismo debía hacer la gente durante la recolección. Los escritores sacerdotales también añadieron, por ejemplo, un mandamiento específico de observancia del Sabbath dentro de los diez dados por Dios a Moisés en el monte Sinaí. La razón más antigua del Sabbath era que los judíos recordaban que, cuando aún eran esclavos en Egipto, tenían derecho a un día de reposo =ver: Deut. 5=.

Este derecho no tenía nada que ver con la historia de la creación, que entonces aún no se había escrito y que por tanto no sabían los antiguos. Sin embargo, en adelante, el mandamiento añadido justificaría la estricta observancia del Sabbath. El objetivo de los escritores sacerdotales y de su revisión editorial fue insertar cada una de las marcas distintivas del judaísmo en las narraciones más antiguas del pueblo, así podrían atribuirse todas a Moisés. Las leyes de alimentación kosher se incorporaron al Levítico como mandato de Dios dado a Moisés.

La circuncisión se incorporó a las historias de Abraham y de Moisés como una orden de Dios. Los ritos de la liturgia judía se consignaron con gran profusión de detalles adaptados al estatuto de los exiliados, que así pudieron observarlos durante el cautiverio. Las sinagogas, como centros locales de adoctrinamiento, se instituyeron como compensación del templo destruido. Incluso la historia de Noé se adaptó a los fines sacerdotales pues Noé pudo reunir un número suficiente de animales para los sacrificios rituales a los que estaba obligado, de este modo no hubo riesgo de que las especies continuaran dado que sólo había una pareja en el Arca.

El proceso de revisión sacerdotal duró unos 200 años y no fue obra de un solo autor ni de unos pocos de una sola generación. Al final marcó la identidad del pueblo judío de forma indeleble. La Toráh fue, a partir de entonces, la mezcla de cuatro tradiciones: fue Yahwista-ElohistaDeuteronomista-Sacerdotal y su extensión se duplicó. Grandes fragmentos nuevos se añadieron, fundamentalmente para dirigir la liturgia y la conducta. Las adiciones sacerdotales incluyen casitoda la segunda parte del libro del Éxodo, a partir de la historia del Sinaí en el capítulo 20; todo el Levítico y partes muy significativas de los Números; así como innumerables modificaciones a lo largo de todo el conjunto.

Probablemente, la forma final se logró en el siglo IV aC. Una narración del libro de Nehemías =cap. 8= cuenta que un grupo de judíos, ya de vuelta del exilio y una vez reconstruido el templo de Jerusalén, se reunieron ante *la Puerta del Agua* cuando mandaba Nehemías como gobernador, y entonces Esdras, en calidad de sacerdote, presentó a Nehemías *el libro de la Ley de Moisés* y procedió a leerlo entero ante todos ellos. La lectura fue el primer día del séptimo mes del año judío, es decir, justo el día del Año nuevo o Rosh Hashanah, y el pueblo quedó obligado así por la Ley.

Esdras leyó ese día, con toda probabilidad, la sustancia de la Toráh, es decir, los cinco primeros libros de la Biblia.
Pronto, dos consecuencias resultaron de este nuevo texto de la Ley. Primero, la antigua gran pasión, con la que los judíos se habían mantenido separados de los gentiles a fin de sobrevivir como pueblo durante el exilio, se tradujo, tras su retorno a su tierra, en una pasión igual de grande por preservar su pureza étnica. Las genealogías se atesoraron y recordaron pues así la gente podía demostrar su linaje de sangre pura y probar su impecable herencia.

Esto provocó purgas en contra de esposos, mujeres e hijos que no podían demostrar su pureza judía; y también afianzó el prejuicio y la idea, vigente aún en tiempos del Nuevo Testamento, de que los gentiles eran todos impuros por definición y que ellos, los judíos, debían evitarlos por esta razón.
Esta consecuencia fue, por ejemplo, el origen de los violentos prejuicios de los judíos contra los samaritanos pues éstos eran descendientes de los que, deportados a su vez de otros sitios, habían repoblado a la fuerza el reino del norte, tras el exilio de los judíos del norte a Babilonia, y se habían casado y mezclado con los pocos judíos dejados atrás por el invasor.

No sólo el judaísmo de los samaritanos estaba contaminado sino también su religión, que estaba corrompida por aquellos elementos foráneos y paganos. Estos prejuicios tan profundos, justificados, además, por muchas citas de la *palabra de Dios* contenida en la ley de Moisés, los judíos los tenían contra los gentiles impuros y contra los samaritanos herejes, y alcanzaban tal nivel de intensidad que dieron lugar a la aparición de algunos textos críticos y de protesta ante semejantes prejuicios. Tal fue el
caso de libros como el de Jonás y como el de Rut, que, de algún modo, terminaron por sumarse a las Escrituras judías.

El libro de Jonás supo presentar y argumentar la preocupación de Dios por los gentiles; y el libro de Rut venía a afirmar que ni el mismo rey David hubiera pasado el examen
de pureza racial si se lo hubieran hecho.
El segundo resultado del período sacerdotal fue la elevación de la Toráh al estatuto de *sancta sanctorum* del conjunto de las Escrituras.
Y esto condujo a la rigurosa lectura completa de la Ley, durante los Sabbath de cada año, en las comunidades más estrictas, así como a la lectura repartida en tres años, en las comunidades menos exigentes.

Sin embargo, decimos que la esencia del judaísmo está en *La Ley y los Profetas*.
La Toráh es la Ley.
Continuaremos esta serie examinando quiénes fueron los Profetas.

John Shelby Spong

Gilgamesh***

lunes, 23 de enero de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 6 *

***Bella noche de Lunes para todos.

Vamos a continuar con la zaga del cura Spong, y les adelanto que sus documentos son muchos y sorprendentes, incluso así como analiza el AT se dedica también al NT, y en el punto cúlmine llegan sus conclusones que a más de uno dejarán con la boca abierta..

Pero reitero, son muchos documentos que no sé... hasta que punto a ustedes les interesaría seguir conociendo, es decir que de acuerdo a los números que vea en mi panel de seguimiento de entradas, determinaré si continúo o no, puesto que son ustedes quienes deciden qué es interesante o no, más allá de mi invitación a tal o cual tema.

Pero antes de Spong quisiera compartirles una reflexión de esas que uno encuentra por ahí cuando otros como nosotros se dedican a reflexionar sobre la religión.
Me parecieron unas nociones sumamente válidas que seguramente muchos compartimos y que ayudan desde la rica variedad de la expresión;

Gustavo Guardiola, Pupilo y asistente de Ikram Antaki, hace ya muchos años.

-No llegamos a donde estamos así, nada más. Los humanos pasamos por un proceso de varios miles de años antes de que pudiéramos hablar de ciencia y que hubiera alguien que pudiera proclamarse agnóstico o ateo.
La idea de humanidad no es evidente. Para un pueblo politeista es muy difícil entender que la humanidad es una sola. Los pueblos de la antigüedad no reconocían la humanidad de las tribus vecinas, es decir, no reconocían que los pueblos vecinos eran seres humanos.

Eso se ha podido ver en las crónicas de muchas guerras de conquista. Al tener muchos dioses, en el imaginario antiguo existía la idea que la tribu vecina hubiera sido creada por un dios inferior, o que fuera una especie de hija bastarda de algún dios con un humano, o bien que el extranjero tuviera poderes divinos, cuando tenía una superioridad técnica importante. Eso pasó en la conquista de América y en las guerras de colonización en África.
Pero con la llegada del monoteísmo, el concepto de humanidad se extendió: si todos somos hijos del mismo dios, eso nos hermana de alguna manera.

Esta misma idea apareció también por otra ruta: la del escepticismo. Los griegos se cuestionaban: Si nosotros tenemos unos dioses y los egipcios tienen otros,
¿no será que en realidad sean los mismos, o quizás que ambos sean sólo invenciones?
Luego tenemos que la moral tampoco es evidente. Los dioses de la antigüedad no eran buenos: eran poderosos.

El mismo Jehová, no era un dios de amor. Basta con leer las primeras partes de la Biblia para ver lo malgeniudo y caprichoso que era. Jehová destruye pueblos, pide sacrificios más allá de lo que un hombre puede dar: *mata a tu hijo*. Bueno, yo diría: ¿pues qué, ese dios está loco?
Pero, conforme avanza la Biblia y van cambiando quienes la escribieron, Jehová también va cambiando y pasa de ser este dios iracundo y se convierte en un dios moral. Empieza por poner reglas: ya no va a destruir pueblos ni enviar catástrofes, pero nos pide obedecer algunos preceptos y adorarlo sólo a él.

La frase: Yo soy el que es, es clave para entender cómo ha evolucionado nuestra idea sobre la divinidad y también sobre nuestra humanidad. Bueno, también nos pide que lo amemos, pero hay un problema en eso. Después del diluvio y de la destrucción de Sodoma y Gomorra, pedirnos nuestro amor está un poco fuera de lugar, ya sabemos cómo se ponen las cosas cuando uno no hace caso.
Para la época en que nació Cristo, el judaismo había evolucionado muchísimo.

Los dioses romanos eran dioses poderosos. Pero el dios de los cristianos se convierte en hombre, pero además viene en su forma más vulnerable: la de un niño, pobre, indefenso y perseguido. Y ese Jehová terrible que barría con poblaciones enteras, se convierte en un bebé completamente vulnerable.
Miren, yo soy agnóstico, pero para mi este mito es la cosa más conmovedora que hay. No porque sea divino, sino porque lo escribimos nosotros. Habla de cómo pensamos, de como nos vemos a nosotros mismos, de qué es lo que consideramos un valor.

Bueno, pues esta nueva versión de dios, sí añade un elemento que no existía en los politeismos: el amor.
Y con esto vienen muchos otros valores: la compasión es uno de ellos. Compasión significa *sufrir con*, tiene la misma raiz que la palabra simpatía: pathos.
Es decir, la compasión es ponernos en los zapatos del otro y compartir un poquito de su tristeza.
Y ponernos en los zapatos del otro está en la escencia de todos los valores morales.

A partir de ahí se puede construir una moral laica. Se podría decir que podríamos haber llegado a lo mismo por el lado del escepticismo. Seguramente sí, los griegos llegaron ahí, pero los mitos son importantes para la transmisión de muchas ideas, o al menos así sucedió en occidente. A nosotros nos llegaron por el lado de los mitos judeo-cristianos. A los budistas, estas mismas ideas les llegaron por otros lados.
Se puede hablar de todas las barbaridades que ha producido la iglesia, de cómo se hicieron un imperio administrando la pobreza de Cristo y de las numerosas ocasiones en que pusieron a occidente al borde de la extinción.

Pero nosotros somos herederos de esta cultura judeo-cristiana.
La idea de un gran relojero, de un maestro constructor creador del universo, estuvo en el origen de la ciencia: Si existe este gran relojero y existe una lógica detrás de su obra, quizás nosotros podamos descubrir algunos de sus secretos. Muchos científicos son creyentes y la explicación podría ser ésta.
El problema no está en creer en Dios o no.

El problema está en confundir los niveles: la fe no puede explicar el cómo y la ciencia no puede explicar el por qué. No podemos explicar la evolución, la genética o el big bang, a partir del mito del génesis. Pero la mitología religiosa nos habla de cómo somos, de nuestros miedos más profundos, de nuestras pasiones, de cómo nos vemos a nosotros mismos.
La música, la pintura, la arquitectura, todo el arte occidental, se desarrolló a partir de ideas que aparecieron en la iglesia.

No se puede entender la música desde un punto de vista profundo si no se sabe de contrapunto, y el contrapunto nació adentro de la iglesia.
Desde mi punto de vista, algunas de las ideas de Nieztche hacen agua: ¿en razón de qué habríamos de atropellar todos los valores culturales que hemos construido al cabo de 3,000 años? Para mi ese super hombre, está hecho a mala idea, está algo cojo, es hijo de nadie.
En fin, pienso que un estado laico con una educación laica permite que las capacidades y los valores humanos se desarrollen de una manera mucho más sana y mucho más plena, y a ese estado laico hay que protegerlo.

Pero, sí pienso que desde el punto de vista antropológico, la historia de las religiones y la reflexión sobre los mitos religiosos permite que nos entendamos mejor a nosotros mismos. Finalmente, mientras haya un ser humano sobre la tierra, la pregunta;
¿por qué hay algo en lugar de nada?...
seguirá siendo el mayor de los misterios.

Excelente y bella reflexión de éste amigo desconocido, uno de los millones que somos en el planeta pero que ni sabemos que existimos, gran razón para sentirnos acompañados.
Ahora sí, cierro con Spong;



El tercer documento de la Toráh

Por John Shelby Spong

El quinto y último libro de la Toráh es el Deuteronomio. Su nombre resulta de la combinación de dos palabras griegas: *deutero-nomos*, que significa *segunda ley*. Así pues, este libro recoge la segunda donación de la ley y este nombre indica el origen del libro.
Pero empezaré con un rápido resumen de lo visto hasta ahora. Identificamos primero el conjunto narrativo más antiguo de la Biblia, la parte de la Toráh llamada *Yahvista*, o documento *J*, escrito a mediados del siglo X a.C y que cuenta la versión que prevalece en la tradición de los judíos.

Se centra en el reino de Judá, en el Sur. Exalta los centros de poder ubicados en dicha parte del mundo judío: la casa real de David, que gobernaba por derecho divino; la capital, Jerusalén, considerada como el lugar donde cielo y tierra se unen; el templo, que es la verdadera morada de Dios; y el sumo sacerdote, es decir, la voz autorizada de Dios en la tierra. Fue la única historia sagrada conocida por los judíos hasta que una guerra civil, tras la muerte de Salomón, conllevó la separación de las diez tribus del norte, respecto del reino del sur, formado por la tribu de Judá y su satélite, la pequeña tribu de Benjamín.

Esta secesión exitosa separó a los israelitas del norte de los centros de poder del judaísmo del sur. Por eso, los judíos del norte difícilmente podían seguir usando el texto Yahvista como su historia sagrada. Las palabras del texto los juzgaban como rebeldes contra Dios, contra el templo y la ciudad de Dios y contra los elegidos y ungidos por Dios para representarle: el rey y el sumo sacerdote. Con el tiempo, el nuevo país estableció su propia monarquía pero sobre una base diferente y más democrática. El rey, lo elegía el pueblo y, por tanto, era el puebloquien podía retirarlo.

Una nueva ciudad, Samaría, pasó a ser la capital, y los antiguos santuarios de Hebrón, Beersheba y Bethel tornaron a ser lugares de adoración y a competir con el templo de Jerusalén.
Con el tiempo, las tribus del norte necesitaron escribir su propia versión de la historia sagrada y para ello designaron a un nuevo historiador, proveniente también de la corte. Como esta nueva historia nombraba Elohim a Dios, el nuevo documento se llamó Elohísta o versión *E* de la historia sagrada de los hebreos.

Los dos reinos vivieron como vecinos pero no siempre en paz. Hasta que los Asirios, en 721 a.C., derrotaron al reino del norte. Los asirios, entonces, desterraron a los habitantes del reino del norte a otras tierras y éstos desaparecieron sumidos en el ADN del Medio Oriente. Después de este desastre, alguien desconocido llevó una copia del documento Elohísta a Jerusalén y, con el tiempo, las dos versiones se fundieron en un solo documento en el que, sin embargo, la tradición Yahvista, o documento *J*, siguió prevaleciendo sobre la versión Elohísta o documento *E*.

Esta versión combinada de J y E fue la escritura sagrada común del pueblo hebreo durante cerca de un siglo y hasta aquí llega lo que ya habíamos contado. En 621 a.C, en el reino del sur, se produjo un creciente fervor por reformas religiosas, animado y modelado por un grupo de profetas entre los que seguramente estaba Jeremías. Estos profetas concentraban sus esperanzas en el joven rey Josías, que había heredado, con 8 años, el trono de su padre Amón, asesinado por sus siervos. A los ojos de los profetas, Josías fue un rey que *hizo lo justo ante el Señor y siguió los pasos de su antepasado, el rey David; no se desvió ni a izquierda ni a derecha* =2Reyes, 22:1-2=.


Quizás merecía este elogio por atender y apoyar la liturgia del templo. El caso es que, cuando llegó a cumplir 26 años, ordenó efectuar reformas y ampliaciones en el templo que seguro que había sufrido paulatinos deterioros y abandonos de parte de los reyes anteriores del linaje de David; los cuales es probable que, además, hubieran permitido muchas prácticas paganas en él. Esta restauración del templo de Josías fue jubilosamente acogida por las autoridades religiosas y por los profetas.
Durante esta restauración, sin embargo, ocurrió un hecho misterioso que iba a modelar, en adelante, la forma litúrgica del país.

El libro de los Reyes nos dice, primero, que las reparaciones debían haberse hecho antes, con el dinero recolectado entre la gente a lo largo de los años, pero que este dinero, los predecesores de Josías no lo habían empleado en ello. Segundo, también se nos dice que se ordenó que no era necesario rendir cuentas de los gastos porque: *se habían realizado con honestidad* =2 Reyes, 22:7=. Luego, sucedió algo electrizante. 

Durante las obras, escondido quizá detrás de algún estuco que habían removido, los trabajadores encontraron un libro, es decir, un rollo de pergamino que pretendía ser *un libro de la Ley* o de la Toráh desconocido hasta entonces.

El libro aseguraba, además, haber sido escrito por el propio Moisés, fallecido 600 años antes. Descubierto por Hilkia, el sumo sacerdote, fue enviado al rey por mediación de un hombre llamado Shaphan, *el secretario de la casa del Señor*, y se leyó el libro al rey. Al oír lo que contaba el libro, el relato dice que el rey Josías rasgó sus vestiduras en un acto de pública penitencia porque era obvio que sus antecesores no habían obedecido la *palabra de Dios* que había en el libro.

Luego, una profetisa llamada Hulda declaró =con el más solemne de los tonos, estoy seguro= que a menos que los mandamientos de aquel libro fueran obedecidos, Dios enviaría *un desastre sobre esta tierra y sus habitantes*, y añadió que, puesto que el rey Josías había respondido con penitencia y *se había humillado delante de Señor* rasgando sus vestiduras y llorado públicamente, mientras él fuera rey estos terribles castigos no se producirían. Entonces, Josías, potenciado por la palabra de Dios contenida en el libro recientemente descubierto, que pretendía contener las palabras de Moisés, y de acuerdo con las palabras de la profetisa Hulda, que aseguraba la promesa de Dios de contener éste su ira mientras él viviera, consideró que tenía autoridad para actuar.

Las palabras del nuevo libro se leyeron entonces a todo el pueblo y se selló un nuevo pacto acorde con los valores del libro, el cual, en adelante, sería el que gobernaría la vida de la colectividad. A raíz de esto, hubo una gran reforma en las prácticas litúrgicas del templo y en Judá. Los reformadores retiraron los pedestales de otras deidades que no fueran Yahvéh. Se destituyó a todos los sacerdotes idólatras y se cerraron y se demolieron todas las casas de los prostitutos masculinos del templo, asociados a los ritos de fertilidad del dios conocido como Baal.

Se destruyeron asimismo todos los santuarios religiosos sospechosos de celebrar liturgias paganas y se suprimieron todos los médiums, videntes y lectores de fortuna. Josías incluso se aventuró a entrar en los territorios del que fuera reino del norte y destruyó los santuarios rivales de Samaría y de Bethel. La reforma impuso que la Pascua se celebrara sólo en Jerusalén, donde la pureza formal de la fiesta se pudiera garantizar.

Y los profetas de Yahvéh dijeron del rey Josías que *no había habido otro rey, antes de él, que se convirtiera al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, conforme a la Ley de Moisés; ni que después de él nacería otro igual* =2 Reyes, 23:25=
El propósito de la liturgia es siempre agradar a la divinidad y así ganar divina bendición y protección. Tal fue sin duda la esperanza de quienes orquestaron toda esta reforma entusiasta.

Con toda probabilidad fueron ellos mismos quienes escribieron, escondieron y *descubrieron* el nuevo libro cuyo texto decía de sí mismo tener a Moisés por autor. Y también fueron ellos quienes después organizaron y pusieron en marcha la campaña que consiguió la adopción y el reconocimiento del nuevo texto por todos. Se desconoce el nombre de estos reformadores aunque parece bastante claro que Jeremías fue uno de ellos.
Simplemente los conocemos como los *redactores deuteronomistas*.

Bajo su liderazgo, se incorporó el libro del Deuteronomio, o de *la segunda entrega de la Ley*, a la historia sagrada existente, es decir, la versión Yahvista-Elohísta. Sólo después se editó toda la historia sagrada en una nueva narración que pasó a conocerse como versión Yahvista-Elohísta-Deuteronomista de las Escrituras. Ya estaba pues en su sitio el tercer grupo de materiales de lo que un día sería la Toráh final. Sin embargo, si volvemos a los hechos, no se cumplió la gran esperanza de que Dios los protegería si lo adoraban apropiadamente.

Las tensiones y tiempos recios que padecía la tierra de Judá no sólo continuaron sino que se intensificaron. El libro de los Reyes =ver: 2 Reyes, 23:26= dice que, a pesar de
aquellas grandes reformas, *Yahvéh no desistió en el ardor de su ira contra Judá*. Persistió la advertencia divina de que así como Israel =el reino del norte= fue expulsado de la faz de la tierra, así también Judá =el reino del sur= sería expulsado, aunque no en vida de Josías. Unos pocos y fugaces años después, Josías murió en el campo de batalla de Meggido frente al Faraón Necko, que se enfrentaba a los asirios, aliados de Josías.

Su muerte fue tan devastadora para los judíos, que Meggido pasó a ser el lugar de la última batalla antes del fin del mundo. Armagedón es el nombre moderno de Meggido. El diluvio anunciado por los profetas para después de la muerte del rey Josías empezó a caer a partir de entonces sobre el pueblo judío. Su forma fue la derrota, la devastación y el exilio en Babilonia durante tres generaciones aproximadamente. En este período de desesperación fue cuando se comenzó a escribir el cuarto y último conjunto de materiales de la Toráh definitiva.

Otra vez los antiguos argumentos se escribieron a la luz de las nuevas circunstancias de Judá. Volveremos a hablar de esto en la continuación de la serie.

John Shelby Spong

Gilgamesh***

Fuente;
-es.quora

viernes, 20 de enero de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 5 *

***Con frío o con calor, feliz noche de Viernes per tutti.

Difícilmente un Viernes a alguien se le ocurra leer un blog y mucho menos cuestiones religiosas, pero bueno...esa es la ventaja de estar los 365 días del año y sea el lector quien elija cuando leer.
Seguimos con John Shelby Spong, y una explicación muy pero muy interesante...yahvistas...elohistas...mmm 
¿dos dioses?..jeje...no.., dos poderes..



El documento Elohísta

La mayor parte de la gente parece no percatarse de que los eventos del mundo entorno influyeron fuertemente en la formación de la Escritura bíblica. Cundo lleguemos a la formación de los evangelios, resultará obvio que la guerra judía contra Roma, iniciada en Galilea el 66 d.C. y concluida en Masada el 73 d.C., modeló dramáticamente el contenido de los 4 evangelios. En el año 70 d.C, en medio de dicha guerra, Jerusalén cayó y la demarcación territorial propia de los judíos desapareció de los mapas hasta 1948 al aplicarse el plan de la Declaración Balfour de 1917.

Leer los evangelios sin entender el contexto sociopolítico en el que se escribieron conduce a interpretaciones seriamente erróneas. Los catastróficos efectos de esta guerra con Roma modelaron no sólo los capítulos apocalípticos sobre el *fin del mundo* en Marcos, Mateo y Lucas, sino también el relato de la transfiguración de Jesús pues su sentido tiene que ver con la destrucción del templo de Jerusalén, ya consumada. Esta relación es un elemento entre los que nos permiten datar con tanta precisión la composición final de los evangelios.

Del mismo modo, una escisión a la fuerza del conjunto del pueblo judío, ocurrida en fecha conocida, determinó el desarrollo del segundo conjunto de material escrito que luego llegaría a ser parte de la Toráh tal como la conocemos. Esta secesión se produjo básicamente entre las tribus de José, instaladas en el norte del territorio, que pasaría a llamarse el Reino del Norte o de Israel, y la poderosa tribu sureña de Judá, de la que el Norte eligió separarse alrededor del año 920 a.C. Esta secesión, sin embargo, tenía sus raíces en un momento histórico muy anterior.

Algunos eruditos llegan a sugerir que el pueblo judío que huía de la esclavitud en Egipto, cosa que el libro del Éxodo describe profusamente, probablemente ya no era todo el pueblo judío sino sólo aquellos que más tarde se llamarían *las tribus de José*. No se olvide que José fue la figura central del asentamiento de los judíos en Egipto, de acuerdo con el relato conocido. En el momento de su huída, dice el relato, la vida en Egipto había decaído porque había llegado al poder un faraón *que no conocía a José*. Hacía 4 siglos que José había llegado a una posición de poder que sólo el Faraón superaba, según la memoria del pueblo.

La Toráh dice que José había logrado el poder gracias a su capacidad de interpretar sueños y de predecir el futuro.
Un sueño le habría advertido de un período de malas cosechas inminente, por lo que, durante los tiempos de bonanza, se abocó a la construcción de grandes silos para almacenar grano y alimentos y luego usarlos en los tiempos de carestía. Esto permitió la supervivencia del pueblo egipcio y su dominio de otros pueblos que pasaron a depender de ellos en los tiempos difíciles.

Cuando los judíos se fueron de Egipto, según el libro de Éxodo, se llevaron consigo los huesos de José, para darles sepultura en el suelo de su hogar paterno. José es una figura que simboliza el pueblo esclavo que salió de Egipto. Posteriormente, otros pueblos semíticos se juntaron a los que habían huido de Egipto y de la esclavitud, y engrosaron el ejército conquistador que derrotó a los cananeos. En defensa de esta reconstrucción de la conquista de Canaán bajo el mando unificador de Josué, los mismos eruditos ven evidencias en la Toráh misma.

Según ésta, durante los años de travesía del desierto, se unieron, a los esclavos fugitivos, otros semitas nómadas. Ambos grupos hicieron causa común en un oasis llamado Kadesh y, desde entonces hubo comunidad étnica así como una herencia común, que se reflejó es sus tradiciones orales. Formaron una alianza política y empezaron a considerarse a sí mismos como un solo pueblo, unido pero organizado en una no muy estricta confederación. Su folklore mismo dejaba ver que, al tiempo que eran una
comunidad étnica, siempre había entre ellos una diferencia entre dos grupos.

Esta diferencia se explica, en el relato bíblico, mediante la idea de que el padre común, Jacob, había tenido dos esposas. Lía, la primera, la madre de Judá, el padre de quienes formaron la tribu que se asentó en el sur. Y Raquel, la segunda y la favorita, la madre de José, padre de quienes se instalaron en el norte. Por supuesto había también otras tribus. De hecho se habla de 12, pero el resto tendía a ser satélite de una de las dos principales. El reino del norte recibió el nombre de Reino de las *10 tribus*, en tanto que la pequeña tribu de Benjamín tendió a quedar asociada con Judá.

Cada grupo era más una alianza que un pueblo unido. El libro de los Jueces cuenta esta fase de la historia. Sin embargo, la supervivencia les demandó posteriormente convertirse en una nación unida y poderosa y la forma de alcanzar esta meta fue tener un rey. El primer rey de la unificación fue Saúl, miembro de la tribu de Benjamín. Sin embargo, no fue capaz de consolidar la necesaria unidad ni de pasar el trono a su descendencia. El segundo rey fue un oficial suyo, David, miembro de la tribu dominante de Judá.

Sin embargo, los norteños descendientes de José recelaban del poder de Judá. David, dotado militar y políticamente, unificó el país y lo rigió durante 40 años, tras los cuales cedió el trono a su hijo Salomón quien, a su vez, reinó otros 40 años. Como ya dijimos, durante el reinado de Salomón se escribió el primer conjunto de material bíblico, el *Yahwista* que tenía una clara idea política detrás: exaltaba la casa real de David, la capital en Jerusalén y el Templo, que unificaba la vida
religiosa de toda la nación, en la misma ciudad.

La tesis del Yahwista era que estos centros de poder eran expresión de la voluntad de Dios y que rebelarse contra el rey, el sumo sacerdote o la ciudad de Jerusalén era rebelarse contra Dios. No obstante, las tensiones entre los dos antiguos grupos crecieron durante el reino de Salomón, cuando los pueblos del norte sentían que los impuestos aumentaban sólo para proveer de riqueza a la gente de Jerusalén. A la muerte de Salomón, alrededor del 920 a.C., el trono pasó, según la usanza, a su hijo mayor, Roboham.

Pero el pueblo del norte no estaba dispuesto a obedecer a Roboham si no se hacían algunos cambios y, bajo el liderazgo de uno de sus oficiales, Jeroboham, presentó una delegación en Jerusalén para negociar las diferencias con el nuevo rey. Las negociaciones no tuvieron éxito y, cuando se colapsaron, Roboham, el nuevo y presumiblemente impetuoso rey del sur, quiso sofocar la rebelión mediante la fuerza. Entonces, el pueblo del norte, liderado por Jeroboham, se organizó para la resistencia durante una guerra civil en la que, al final, ganaron su independencia.

Hubo, pues dos estados judíos: el reino del norte, y su capital, Samaría, y el reino del sur con su capital de antes, Jerusalén.
La única narración por escrito con la que ambos grupos contaban era el documento Yahvista, que era tan favorable a las instituciones del sur que resultaba difícil de aceptar para las tribus del norte. Según dicha versión, los judíos del norte habían violado el poder de la casa de David, la residencia de Dios en la ciudad santa de Jerusalén, y la autoridad del sumo sacerdote; y todo ello lo habían hecho en contra de la voluntad Dios.

El documento Yahvista condenaba todo lo que ellos defendían y lo hacía en el nombre de Dios, de modo que los judíos del norte pronto empezaron a sentir la necesidad de escribir una nueva versión de la *historia sagrada* del conjunto del pueblo judío. Nuevamente, el rey del reino del norte designó un historiador de su corte para escribir la historia y el resultado fue una segunda versión de la historia sagrada de los judíos. Muchas diferencias hubo entre ambos documentos. En primer lugar, el nuevo redactor se refirió a Dios mediante un antiguo nombre cananeo, *El* o *Elohim*, por lo que su trabajo se conoce como el *Documento Elohista*.

En segundo lugar, para este autor, fue José y no David el héroe. Esta idea subyace en la historia que presenta a José como el hijo favorito de Jacob, su padre. Es la razón por la cual aparece recibiendo de Jacob un manto multicolor. Raquel, la madre de José, se presenta como la esposa favorita de Jacob, en tanto Lía, la hermana mayor y madre de Judá, tiene *ojos como de vaca* y se casó mediante un engaño tendido por su padre Labán a Jacob. El *Elohísta* =o documento E= presenta a Judá como el
hermano malo que había vendido a José como esclavo.

Quita importancia a Jerusalén, relativiza el templo y reabre y resantifica los antiguos santuarios del norte. Por último, rechaza el derecho divino de los reyes argumentando que el rey no fue elegido por Dios para gobernar al pueblo sino por el pueblo mismo que, por eso mismo puede revocarlo si no cumple su voluntad. Si el rey viola su confianza, el pueblo puede apartarlo de su cargo. Esta fue la argumentación que materializó su derecho a la rebelión contra el rey Roboham. Sin embargo, a pesar de diferencias tan importantes como éstas, ambos textos comparten muchas narraciones.

Alrededor de 850 a.C, la narración Elohísta ya estaba sustancialmente completa. Ahora había dos naciones, dos reyes, dos centros litúrgicos y dos historias sagradas que se leían en las ceremonias religiosas, y ambas eran *palabra de Dios*. Las dos naciones combatieron entre sí en numerosas ocasiones sin llegar a vencer definitivamente una a la otra, y también se involucraron en diferentes alianzas con otros pueblos, a menudo enemigos entre sí. Cuando Asiría se convirtió en el mayor poder de Oriente Medio, el reino del norte se alió con Siria, en tanto que Judá se unió con Asiría acepando ser un estado vasallo.

Como consecuencia, en 721 a.C., los asirios conquistaron el reino del norte, exiliaron a la mayoría de sus habitantes hacia otros lugares y trajeron otras gentes para repoblar el territorio. Con el tiempo, estos extranjeros se casaron con los judíos que quedaron allí y su descendencia resultaron ser los *mestizos* samaritanos cuyo rechazo aún se refleja en los evangelios. Tras de la derrota a manos de los asirios, algunos judíos del norte huyeron a refugiarse en el reino del sur y alguien llevó consigo una copia del documento Elohísta.

Con los años, ambos relatos comenzaron a fusionarse en Jerusalén. La versión Yahvista tuvo prioridad pero la versión Elohísta y el punto de vista del derrotado reino del norte encontró la forma de combinarse con la dominante. Cerca del final del siglo octavo, ciertamente antes del año 690 a.C, la *historia sagrada* de los judíos era ya un documento mixto, Yahvista-Elohísta. Las Escrituras de los judíos había crecido. Después vendrían más adiciones y cambios, pero ésta que les he contado fue la segunda etapa de la formación de la Toráh tal como hoy todavía la conocemos. 
La etapa tres vendrá en la próxima entrega.

John Shelby Spong

Gilgamesh***