lunes, 23 de noviembre de 2015

* ¿Apócrifos?...la manipulación de los evangelios *

***Bella noche de Lunes para todos.

Les voy a presentar el estudio-tesis que hiciera 
F. J. Fuertes, Becario FPU de la Universidad de Cantabria-España en el año 2011, intentando explicar desde lo gnóstico, los extraños relatos de Atanasio de Alejandría, específicamente en el pasaje de la *Vita Antonii*.
Es sorprendente como Atanasio, considerado uno de los más brillantes pioneros de la Iglesia del siglo IV llamado Padre de la Ortodoxia, toma la Gnosis pero.. la *modifica* a su antojo para no contradecir a la corriente del Concilio de Nicea. 

Ésto, nos afirma mucho más sobre como la llamada Iglesia, que posteriormente emprendiera la inquisición contra los llamados *herejes Gnósticos*, tomaba la Gnosis como algo real pero la trastocaron, vaya uno a saber si por la tosudez de los intérpretes o por cuestiones mucho más profundas y tenebrosas...
El Estudio de Fuertes lo expresa especialmente en la parte final con su conclusión;

Los Demonios del capítulo 65 de la *Vita AntonII* de Atanasio de Alejandría
F. J. Fuertes



Buscando profundizar en la demonología cristiana tardo-antigua, el trabajo analiza un ambiguo pasaje de la Vita Antonii de Atanasio de Alejandría donde se narra la ascensión del alma de Antonio a los cielos y su encuentro con unos seres *terribles*. El autor parte de los trabajos de J. Daniélou sobre las potencias aéreas y su papel en las distintas variantes del mito gnóstico del ascenso del alma a través de los diferentes cielos. A partir de ahí, el autor profundiza en el análisis del pasaje, aportando diversos paralelos textuales. 

Termina adhiriéndose a las perspectivas de D. Brakke sobre las teorías ascéticas de Atanasio para defender finalmente que dichos *seres* podrían identificarse con los *arcontes*, término de connotaciones heterodoxas que el obispo habría silenciado en sus esfuerzos para inculcar en los fieles la idea de que lo realmente necesario para alcanzar la salvación era un comportamiento moral virtuoso.
La Vida de Antonio =Vita Antonii= es uno de los textos cristianos más populares de todos los tiempos. Desde su composición por el obispo Atanasio de Alejandría en el 357 d. C., la obra ejerció una influencia enorme y se convirtió en texto indispensable para la formación de todo monje que se preciara durante la Antigüedad Tardía y la Edad Media.

Su legado alcanzó incluso la Edad Moderna, donde sus párrafos inspiraron numerosas pinturas renacentistas y el propio Erasmo de Rotterdam la utilizó en el s. XVI para la construcción de la imagen mítica del caballero cristiano de la Devotio moderna, como puede verse en su Enchiridion.
La VA también contiene numerosas anécdotas y varias visiones de Antonio que complementan los discursos doctrinales y sirven a Atanasio para ilustrar lo afirmado en ellos. 

El capítulo 65 incluye una de estas visiones, cuya narración constituye uno de los pasajes más ambiguos de toda la obra, en el que el obispo parece estar describiendo una suerte de ascensión del alma del monje a los cielos:

*En cierta ocasión, cuando iba a comer, =Antonio= se levantó para orar y sintió que su mente era arrebatada. Y lo que era más admirable, estando de pie, se veía a sí mismo fuera de sí y como llevado a través del aire por algunos seres. Y veía en el aire a otros seres amargos y terribles que querían impedirle pasar. Los que lo conducían se oponían a éstos, que preguntaban si no era culpable. Como querían hacerle rendir cuentas desde su nacimiento, los que lo conducían se opusieron diciéndoles: *El Señor le ha perdonado todo lo cometido desde su nacimiento. Sólo es lícito pedirle cuentas por todo lo cometido desde que se hizo monje y se consagró a Dios*. Entonces, ya que aquellos acusaban sin pruebas, el camino quedó para él libre y sin obstáculo. Entonces se vio de repente en pie y volviendo a sí mismo, y de nuevo era un Antonio completo* =VA 65: 2-5=.

Por otra parte, el texto tampoco identifica a ninguno de los seres que intervienen en el episodio. En el capítulo siguiente de la obra, Antonio tiene otra visión en la que contempla un solitario gigante deforme que trata de impedir el ascenso de las almas al cielo, pero allí sí se le identifica específicamente como Satán. Pero entonces, qué está ocurriendo realmente en este relato, quiénes son esos *seres terribles* de los que habla el texto y por qué Atanasio emplea un lenguaje tan resbaladizo. Para entender el pasaje e intentar responder a estas preguntas hay que analizar el trasfondo mítico del mismo, en el que se aglutinan =en clave gnóstica= una serie de creencias míticas helenísticas, judías y cristianas, así como la intención del autor al escribir el texto, como vamos a hacer a continuación.

El mito gnóstico sobre la ascensión del alma y sus peligros.

Fue J. Daniélou el primero en ocuparse de estos *demonios del aire* de la VA en un interesante artículo en el que concluía que, en la teología de Atanasio, el tema del combate espiritual contra los demonios del aire que se oponen a la ascensión del alma era resultado de una convergencia en su espiritualidad de distintas tradiciones religiosas. Por un lado habría concepciones greco-semíticas acerca del aire como lugar de habitación de potencias espirituales y, por otro, la noción específicamente cristiana de los ángeles caídos, precipitados al aire desde el Paraíso a causa de su rebelión contra Dios. 

Aunque Daniélou no llegaba a una identificación precisa de esas potencias malignas del aire y abogaba por considerarlas una *turba*, su sólida argumentación puso de manifiesto que la descripción de la ascensión del alma contenida en la visión de Antonio había de explicarse dentro de la tradición del gnosticismo cristiano.
En el Gnosticismo la salvación estaba reservada a una minoría poseedora de un conocimiento superior o Gnosis. Se la concebía como un regreso del alma a la esfera de lo divino, a la que realmente pertenecía.



Esta era una creencia común a casi todas las corrientes gnósticas. Un elemento cardinal de esta doctrina es precisamente la idea del ascenso del alma o psicanodia =del griego psyché=alma y hódos=camino=. Ese retorno había sido posibilitado por la intervención de un Salvador mítico =identificado con Cristo en la gnosis cristiana= quien, tras descender al mundo bajo revestimiento humano, volvía a ascender junto a Dios, abriendo el camino para otras almas. Una vez desprendido de su prisión material =el cuerpo=, el complejo alma-espíritu abandonaría el mundo sublunar, ascendiendo a través de las siete esferas planetarias hasta llegar a la Ogdóada =círculo de las estrellas fijas=, donde se despojaría del alma y su espíritu se uniría con Dios.

Sin embargo, cada una de estas esferas o cielos planetarios que el alma tenía que atravesar estaba custodiada por un arconte. Éstos, también denominados principados o potestades, eran demonios intratables que actuaban como telones o aduaneros encargados de comprobar los méritos de cada alma ascendente y verificar si estaba autorizada a continuar su viaje hasta el último cielo.

La mitología gnóstica disentía acerca del origen y condición de estas potencias, pero tendía a verlas en general, si no malignas, sí como hostiles al hombre. Había dos modelos: el planetario que reconocía siete arcontes, y el zodiacal, que reconocía doce. El modelo planetario defendía la existencia de siete esferas planetarias, gobernadas por el Demiurgo maligno, Yaldabaot, y otros seis ángeles o arcontes engendrados por él. Habían ayudado al Demiurgo a crear el mundo y por ello la humanidad les estaba sometida. 

Cada vez que un gnóstico lograba completar su ascensión hasta Dios, su alma escapaba al control de estas potencias, por lo que trataban de hacer todo lo posible para impedir que aquello sucediera. Orígenes, refutando a Celso, aporta la lista de los siete arcontes demonios que reconocían los Ofitas, cristianos gnósticos egipcios, que parecían concebirlos con apariencia animal: Yaldabaot, con forma de león; Ia, de toro; Sabaot, de dragón; Adoneo, de águila; Astafeo, de oso; Eloeo, de perro; y Horeo, de asno. Aseguraba el maestro alejandrino que para esta secta, estos ángeles arcónticos se situaban junto al cuerpo del moribundo, colocándose al otro lado siete ángeles de luz.

Listas similares de arcontes aparecen en otros textos egipcios como el Apócrifo de Juan o el tratado Sobre el Origen del Mundo. Algunos grupos los veían de forma totalmente siniestra, como los Arcónticos, secta judeocristiana del s. IV d. C. presente en Palestina y Armenia, aunque con vínculos con Egipto, que creía que devoraban las almas gnósticas que podían capturar durante el ascenso.
No obstante, muchas sectas gnósticas enseñaban a sus miembros determinadas palabras, frases o contraseñas, o les administraban ciertas unciones, bautismos o purificaciones, que permitían escapar de los arcontes y atravesar sus barreras. 
Los discípulos de Marcos el Mago, por ejemplo, administraban a sus adeptos una unción especial de agua y aceite en el momento de su muerte, que hacía al alma invisible ante los arcontes, y además les enseñaban frases que confundían a estos principados y permitían evitarlos. Epifanio de Salamina citaba el perdido Evangelio de Felipe =distinto al hallado en Nag Hammadi= en el que Dios habría revelado a algunos gnósticos egipcios lo que tenían que responder a los poderes del aire para ascender hasta el Paraíso.

Orígenes también aportaba la lista de contraseñas ofitas para atravesar cada una de las puertas de los arcontes. Los bautismos los encontramos en otros textos también procedentes de Egipto, como en El Pensamiento Trimorfo y sobre todo en Zostriano, cuyo protagonista homónimo abandona su figura =plásma= y asciende a las regiones celestes acompañado de un ángel, como Antonio, pero permaneciendo invisible a los arcontes. Allí recibe diversos bautismos purificadores y revelaciones místicas por parte de distintos seres celestes. 

En resumen, existe en el gnosticismo cristiano toda una tradición acerca de la ascensión del alma a los cielos, particularmente presente en la documentación de origen egipcio. Esta tradición puede relacionarse con la descripción que hace Atanasio de la ascensión del alma de Antonio en el capítulo 65 de la VA, y ayudar así a interpretar el ambiguo pasaje del obispo alejandrino. Manteniendo aparte el asunto de cómo se produce la experiencia mística de Antonio, parece evidente que el obispo está describiendo una psicanodia en su relato. Los tres aspectos fundamentales de la narración a dilucidar son:

1- la identidad de las potencias que intervienen, 2- la idea del juicio póstumo al alma humana, y 3- la concepción liminal de la conversión ascética, que establece un nuevo estatus en la persona que abraza la vida monástica.

En lo que se refiere a las potencias espirituales, lo lógico sería pensar que se trate de ángeles y demonios que desempeñan distintos papeles con respecto al alma y protagonizan en el pasaje una disputa por el control de la de Antonio, que al final resulta un juicio sobre la condición del asceta. Poco se puede decir de los ángeles, aparte de que éste es el único episodio de la VA en el que ayudan al asceta en sus combates con los demonios. 

Sin embargo, no se puede precisar si su presencia se debe a la singularidad del caso o existe una categoría angélica destinada a escoltar a las almas para evitar posibles excesos por parte de las potencias malignas. Con respecto a los demonios, las luchas de Antonio contra ellos son un tema central en la obra. Desde las primeras tentaciones que sufre en su juventud, hasta los asaltos en su ancianidad, el asceta tendrá que hacerlos frente a lo largo de toda su vida monástica. 

Antonio siempre sale victorioso, rechazando a sus malignos oponentes mediante la oración, el ayuno, los salmos, la Señal de la Cruz y la invocación del nombre de Cristo. Por eso sorprende especialmente su papel tan pasivo en el pasaje y es de suponer que Atanasio no esté haciendo referencia allí a un enfrentamiento convencional del asceta ni a los demonios habituales a los que aquél solía derrotar constantemente.

A tenor de lo anteriormente explicado acerca de la psicanodia, es muy posible que tras la ambigüedad del obispo acerca de esos seres terribles se encuentren los arcontes gnósticos. Atanasio no dice nada de su aspecto, aparte de que son *amargos y terribles*, pero en otros textos sí describirá con más detalle a los malignos demonios del aire. J. Daniélou apuntó que en sus comentarios al Salmo 67, el obispo afirmaba que: 

*la Caña =???aµ??= es un lugar de Palestina que atraviesan los que suben a Jerusalén. Este lugar está lleno de leones agazapados en los pantanos que atacan a los que suben a Jerusalén. De la misma forma que estos leones asaltan a los que suben a Jerusalén, los leones espirituales =???t?? ????te?= atacan a los que suben a la Jerusalén Celestial*. 

El gnosticismo herético egipcio también utilizaba esta imagen, describiendo a menudo al Demiurgo maligno y sus arcontes como leones que pretenden devorar al alma en su camino al cielo. En el Segundo Tratado del Gran Set, el Salvador gnóstico asegura estar *en las fauces de los leones* al saberse objetivo de los esfuerzos de los arcontes por acabar con él. Esta apariencia leónica es especialmente característica de Yaldabaoth.

Algunos textos lo describen como una serpiente con cabeza de león, otros, como un ser *andrógino* y parecido a un león*. Con forma de león también le concebían los Ofitas, considerándole en simpatía cósmica con el planeta Saturno, de ahí tal vez el que en algunos casos se asemejase por sincretismo a las divinidades leontocéfalas del Mitraísmo.En segundo lugar, la noción de un juicio póstumo al alma humana =psicostasia=, en el que se hace balance de su vida terrenal para ver si es digna de la eterna, es una idea presente en muchísimas religiones antiguas, comenzando por ejemplo el juicio de Osiris de la religión faraónica o el de Rashn en el Zoroastrismo; aunque en el pasaje de Atanasio derivaría directamente de la función de aduaneros de los arcontes, que comprueban si el alma está autorizada a seguir su ascensión.

Atanasio está describiendo en la visión del capítulo 65 de la VA una psicanodia del alma de Antonio hacia los cielos, guiada por ángeles, así como un juicio frustrado de ésta a manos de los arcontes, que tratan de impedir su trayecto, pero tienen que retirarse impotentes al comprobar que no hay pecado que reprocharle. El obispo prefiere reducir a estas potencias malignas a meras figuras anónimas, probablemente para, por un lado, distanciarse de las tradiciones heréticas en las que tenían tanto protagonismo y, por otro, evitar tal vez que con su preponderancia hicieran sombra al papel de Satán como antagonista central del alma cristiana durante su ascenso a los cielos.

A modo de conclusión

La descripción que hace Atanasio de la visión de Antonio que aquí se ha analizado constituye una clara adaptación por su parte de un mito gnóstico, reelaborado por el obispo para adecuarlo a su espiritualidad personal y a una formulación ortodoxa. Sin embargo, su objetivo no se reduciría a dotar de viabilidad discursiva a sus concepciones soteriológicas. 
Su intención en el pasaje también es refutar de forma implícita la postura gnóstica de utilizar contraseñas o frases para evitar a los *demonios del aire*. Como ha señalado D. Brakke, frente a ese recurso mágico que garantiza la salvación, independientemente de la responsabilidad moral de la persona, Atanasio plantea que la manera de inmunizarse frente a los peligros del *???d??* es comportarse de forma moralmente diligente. 

Si una persona no peca y se comporta correctamente, viviendo según los valores cristianos, preferiblemente los ascéticos, Satán y los demonios del aire no tendrán prueba alguna contra su alma. De nada sirven las tretas gnósticas; ni siquiera un taumaturgo sin parangón como Antonio puede hacer nada contra ellos en este punto. Pero se podría decir todavía más. Con su postura, Atanasio extendía la salvación a todos los cristianos, alejándose del elitismo gnóstico que la restringía a una minoría poseedora de conocimientos especiales.

De esta forma, en la VA, planteada nominalmente para los ascetas occidentales, pero dirigida en realidad al conjunto de los fieles, Atanasio enseñaba a los cristianos corrientes que Cristo reabrió el camino para que las almas llegasen hasta Dios, pero recordándoles a la vez que si querían alcanzar ese destino dichoso, debían ganárselo con el esfuerzo de vivir rectamente su vida.

¿Que tal eh?...si éstos padres de la iglesia interpretaban las enseñanzas Gnósticas a su manera, que hipócritamente después usaron para perseguir y exterminar a los mismos Gnósticos..., qué difícil es creer en los libros *no apócrifos*...¿verdad?, porque al final un día...va a resultar que los apócrifos eran los originales y los originales apócrifos...
No sería de extrañar mis amigos...así funciona el combo...

Gilgamesh***

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