miércoles, 8 de julio de 2015

* ¿Qué hay después de la muerte?-Parte 10 *

***Hermosa noche de Miércoles para todos.

Sin actividad solar, lo cual implica zona de riesgo con la radiación cósmica y los sismos, si nuestra magnetósfera se abre.
Gran corte en la entrega de datos, que nos hace presuponer que hubieron picos, dados los datos entregados por las 7 estaciones;





Varias de ellas ya están igualando registros anteriores.
Continuamos con la parte 10 de ésta enrome e interesante investigación llevada a cabo por el español Manuel Sancho Pomés.

También llama la atención que estas revisiones vitales no suelan abarcar aspectos generales de toda la vida del individuo, sino tan solo acontecimientos particulares que son puestos en tela de juicio. Al igual que ocurre en otros países asiáticos, llama mucho la atención la ausencia de túneles durante las ECM. El libro tibetano de los muertos, el Bardo Thodol, fue escrito al parecer en el siglo VIII d. C. por el fundador del budismo tibetano, Padmasambhava. Es de gran interés para los investigadores relacionados con las ECM, ya que se aprecia cómo hace más de doce siglos se conocían elementos relacionados con estos fenómenos. 

Por ejemplo, en El libro tibetano de los muertos se describen tres estados transitorios posteriores a la muerte: en el primero, cuando el alma sale fuera del cuerpo, la persona tiene visiones de una luz clara. En la segunda etapa, la persona se encuentra con una sucesión de deidades. En el tercer tramo, se juzga el alma según las acciones de la vida pasada por parte de Dharma Raja, el juez de los muertos. En esta última etapa, el alma se desplaza por la Tierra de manera instantánea y sin ningún tipo de esfuerzo. Puede ver su casa y a su familia, que se encuentra pasando por el proceso de duelo, e intentar, inútilmente, convencerles de que sigue vivo para, al final, darse cuenta de que tan solo está muerto para el resto de los humanos.



En el siguiente paso, el alma debe enfrentarse a la presencia de Yama, quien pesa las acciones buenas y malas que ha realizado el muerto durante su vida. Esta última situación recuerda sobremanera las experiencias extracorpóreas relatadas en Occidente: ver el propio cuerpo o a la familia que se encuentra sufriendo la muerte del observador. Más aún, en este libro tibetano se dice que, cuando la consciencia abandona el cuerpo, la persona puede ver y escuchar a los amigos y a la familia que se encuentran alrededor del cadáver, pero no puede comunicarse con ellos. 

Respecto a los seres de luz que muchos occidentales dicen haber visto, el Libro tibetano de los muertos los denomina luz clara o Buda Amida. Esencialmente, El libro tibetano de los muertos es una guía para que las personas en trance de muerte puedan llegar al nirvana o, por lo menos, optar a una mejor reencarnación en su próxima vida.
En la religión hindú la muerte no es otra cosa que una ruptura en los eventos continuados de la vida, un cambio en la forma en que el espíritu reside dentro de nosotros. Los hindúes creen que la vida después de la muerte es tan solo un fragmento de tiempo en el paraíso o en el infierno, dependiendo del karma construido durante las vidas pasadas.



El renacimiento del espíritu en la siguiente vida se determina por el karma adquirido en la vida anterior. En definitiva, la búsqueda de la propia inmortalidad y felicidad hace que el alma vaya renaciendo en distintos cuerpos hasta que el espíritu aprende que la felicidad y la inmortalidad no son el resultado de dejarse seducir por los deseos, sino que se obtienen cuando, justamente, todos los deseos y necesidades ya no son importantes. De acuerdo con muchos hindúes, las diversas religiones tan solo son distintos caminos para alcanzar un solo objetivo, la unión con Dios como una realidad última. 

Según Buda: *La mente toma posesión de todas las cosas, no solo de las terrenales, sino también de las celestiales, y la inmortalidad es su valor más seguro*. Otros autores, como James Mauro, relatan en sus estudios que los hindúes han llegado a ver en sus visiones extraterrenales complejos sistemas de burocracia e, irónicamente, han sido devueltos a la vida terrenal por problemas de simple papeleo. Este mismo autor relata cómo, por ejemplo, las ECM de los japoneses están plagadas de imágenes simbólicas como, por ejemplo, largos ríos oscuros y bellas flores. Mientras que los budistas suelen ver la imagen de Buda, los hindúes suelen estar en presencia de Krishna.



Las diferencias entre las experiencias de budistas e hindúes se reducen a un problema de interpretación de los personajes visualizados, proceso que tiene lugar con posterioridad a las ECM. Budistas e hindúes pueden reportar diferentes interpretaciones de sus experiencias específicas, pero siempre son consistentes tanto en su desarrollo como en la enumeración de los síntomas, que son similares a los occidentales. Algunos autores, como Carl Becker, afirman que las antiguas visiones, tanto japonesas como budistas, describen los mismos elementos que las modernas que se producen en Norteamérica. 

Quizás uno de los estudios científicos más relevantes es Experiencias cercanas a la muerte en la India, publicado en 1986, por Satwant Pasricha, del Departamento de Psicología Clínica del Instituto Nacional de Salud Mental y Neurociencias de Bangalore, e Ian Stevenson, jefe del Departamento de Estudios Perceptuales de la Universidad de Virginia. Ambos investigadores documentaron 16 casos de hindúes que habían sufrido ECM.
El resultado fue que la experiencia se asemejaba en algunas características a las occidentales, pero difería en otras.



Por ejemplo, los hindúes no llegaban a ver su propio cuerpo desde fuera, mientras que los occidentales suelen hacerlo. Asimismo, los hindúes reportaban que en ocasiones eran llevados por error al reino del más allá por seres que parecían funcionarios y que, una vez descubierta su equivocación, eran devueltos a la vida terrenal. Los occidentales, por el contrario, mencionan encuentros con miembros de la familia ya fallecidos que les ordenan volver a la vida. Una de las verdades de las ECM es que cada persona las integra en su propio sistema de creencias. 

Según los trabajos de Pasricha y Stevenson, los datos obtenidos de las personas que han sufrido una ECM en la India no parecen mostrar la visión de un túnel ni tampoco experiencias extracorpóreas. De todos modos, la muestra era realmente reducida, tratándose tan solo de 8 casos. Pasricha afirma que las personas a las que entrevistó no hablaban de túneles ni tampoco de experiencias extracorpóreas. Por el contrario, la escritora y conferenciante inglesa Susan Blackmore afirma, en uno de sus estudios, que existen personas que notan la sensación de atravesar un túnel. Sin embargo, el número de casos descrito por esta autora es de tan solo tres personas, y Allan Kellehear la critica en relación a que las personas que ella entrevista parecen aceptar la existencia del supuesto túnel tan solo después de ser inducidos a esta idea por parte de la autora.



En todo caso, la revisión vital y la llegada a otro tipo de mundos o reinos trascendentes sí que parecen corresponderse con lo que ocurre en Occidente. Resulta llamativo que en estos mundos encontrados no parecen hallarse figuras de familiares ya fallecidos, sino, por el contrario, deidades o entidades propias de la cultura circundante. Este último extremo llama la atención y podría pensarse, por comparación, que en Occidente la aparición de figuras propias de nuestra familia podría no ser otra cosa que una proyección de nuestros deseos. 

Es decir, una interpretación de aquello que ocurre en nuestra mente y que luego, al volver al mundo terrenal, necesitamos darle una interpretación adecuada. En el caso que nos ocupa, los orientales tenderían a ver a aquellas deidades que desean ver inconscientemente. Paramahansa Yogananda describe tres entidades relacionadas con el alma. La inferior es la física, a la que sigue el nivel astral, en el que las emociones encuentran su máxima expresión. La siguiente es la causal, propia de un nivel mental o intelectual que culmina la unidad cósmica con el infinito. Resulta llamativo que este último nivel se asemeje mucho a la unión con la luz que preconiza Kenneth Ring.



La muerte en la religión mormona no es considerada el fin de la existencia del individuo, sino el comienzo de una nueva vida. Los mormones creen que siempre han vivido y que siempre vivirán en el mismo individuo, nunca como otra persona o transformándose en alguna otra forma de vida. Los miembros de la conocida como Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por supuesto que se entristecen cuando algún miembro de la familia fallece, pero son reconfortados en la creencia de que después de la muerte el alma se une a Dios en un mundo espiritual, continuando con el progreso de conocimiento y a la espera de reunirse con otros miembros de la familia, tras la resurrección del cuerpo físico y el juicio final. 

Es decir, la vida después de la vida es uno de los pilares fundamentales de esta religión. Entre los mormones hay hijos perdidos, es decir, antiguos creyentes que traicionaron a la Iglesia y que por ello son destinados al castigo eterno. A todos los demás se les garantiza la entrada en algún tipo de paraíso. En el paraíso de calidad inferior no se está en contacto directo con Dios, mientras que los que han realizado una vida conforme a sus creencias pasarán el resto de su existencia en comunión con el Creador.



Más aún, los mejores de este último grupo pueden llegar a ser, ellos mismos, deidades y poblar nuevos universos con sus espíritus. De hecho, la Iglesia mormona es la única que posee una verdadera red de seguridad, ya que a cualquier persona que no haya atendido a la palabra divina le será otorgada una oportunidad en el paraíso de poder escucharla y, si el espíritu es receptivo y acepta las enseñanzas, recibirá las bendiciones de Dios. El juicio que relatan los mormones respecto a sus ECM es, esencialmente, un juicio a sí mismos. Es similar a los descritos por personas de otras religiones en relación a la visión panorámica de su vida completa y el juicio propio respecto a las acciones individuales al enfrentarse al ser de luz. 

Una vez realizado este juicio, el espíritu se agrupa con otros de las mismas características. Asimismo, los mormones, al igual que las personas pertenecientes a otras religiones, también llegan a encontrarse con miembros de su propia familia, que podrían haber muerto mucho tiempo antes. Sin embargo, quizás haya dos características que diferencian a las personas mormonas que han sufrido una ECM. La primera de ellas es que, al recuperarse de la muerte, relatan que en el más allá les pidieron realizar alguna cuestión particular al volver a la vida como, por ejemplo, cuidar de alguna persona a la que no habían prestado atención.



Continuará...
Gilgamesh***

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