domingo, 29 de diciembre de 2019

* Europa-América Latina; así estamos *

***Excelente último Domingo del año para todxs.

Cierra el año, balances y especulaciones para el nuevo que viene en materia geopolítica que no es poca cosa...porque nos afecta a todos.
Europa y América Latina en ese órden;



-El futuro Brexit es mucho más que una amputación cartográfica a la Unión Europea, es la materialización del fracaso de un modelo.
Es el final del camino al infierno planificado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y dinamitado por sus estrafalarios pupilos, Trump y Johnson.

El reciente triunfo electoral de Boris Johnson el pasado 12 de diciembre provocará la salida inmediata del Reino Unido a lo largo del año 2020.
Aunque la misma debe ejecutarse antes del 31 de enero del próximo año =no se prevé que se extienda una nueva prórroga hasta el 31 de diciembre de 2022=, ello no significa que el proceso termine para entonces.
Se abrirá un proceso de negociación en el que no se descarta que la salida británica se produzca sin un Acuerdo de Libre Comercio y, por tanto, afecte directamente al comercio y a los trabajadores.

En las anteriores líneas, en solo un aséptico párrafo, quedan esbozados con claridad los dos elementos claves de la debacle europea y del colapso del modelo liberal.
Por un lado, comprobamos que las coordenadas en las que se negocia son únicamente económicas: trabajadores y comercio =impuestos=.
Craso error, certera revelación.
Europa es poco más que los cimientos sobre los que se levantó:
el carbón y el acero =CECA, Comunidad Europea para el Carbón y el Acero, 1951=.

Por otro lado, el triunfo de otro político extravagante =por emplear un eufemismo= y la normalidad con la que se ha recibido no deja de resultar desalentador por la categoría de pandemia que empieza a adquirir la expansión de la derecha más reaccionaria, ignorante y obscena:
Estados Unidos, Italia, Brasil, Polonia, Hungría.
Este otoño ideológico parece cada día más inhóspito.

El fracaso de Europa:
del carbón y el acero a Boris Johnson

El proyecto europeo se edificó sobre el carbón, el acero y la energía atómica.
Sobre el business liberal, sobre el libre comercio.
La Unión Europa, con estos planos, se construyó como un gran mercado con libre circulación de mercancías, capitales, servicios, bienes y trabajadores.
Ese es su mayor éxito y, a la vez, su mayor fracaso.

Un edificio en el que todos contemplan ensimismados los deslumbrantes resultados macroeconómicos, pero ignoran los inquietantes datos de la economía humana que está horadando los cimientos.
El Brexit y Boris Johnson solo son dos de las múltiples grietas que aparecieron en los últimos años:

el ala este del edificio amenaza derrumbe =Europa del Este cada día más entregada a la ultraderecha= y la cara sur no soportará mucho más tiempo las diferencias con la cara norte =el *no Grexit*, Salvini en Italia o Vox en España=.
Perder Reino Unido solo es el principio.
O, mejor dicho, el final.

Porque, salvo giro imprevisto de último momento, el Brexit se resolverá en la selva capitalista =de ahí el buen recibimiento de los mercados bursátiles al triunfo de Johnson=, lo que poco o nada afectará a lo esencial de Europa:
el negocio.
Antes o después habrá acuerdo.
Es cuestión de beneficios, de ajustes contables, de batallas comerciales.

Indigestión en el Este, PIGS en el Sur y metástasis ultraderechista

Sin embargo, las consecuencias de edificar en la ciénaga de la macroeconomía son evidentes más allá del Brexit:
los países de Europa del Este se ha indigestado, los llamados PIGS =Portugal, Italia, Grecia y España= empeoraron con la llegada de los contables europeos y la ultraderecha está completamente desbocada.

Con la premisa económica como prioridad, la incorporación a la Unión Europea de la antigua Europa Oriental resultó inevitable:
demasiados millones de ávidos consumidores a los que vender y demasiados millones de cualificados trabajadores a los que explotar.
Pero el negocio, hoy, no parece más indigesto:
países entregados a una extrema derecha eurófoba, homófoba y racista.

La Hungría de Viktor Orbán y la Polonia de Andrzej Duda están provocando una enorme tensión entre Occidente y Oriente, con múltiples batallas jurídicas, reconstruyendo un muro imaginario tan sólido como *imaginario* le parece al presidente polaco la Unión Europea.
Los PIGS, los *cerdos* países meridionales, recibieron la visita de los sabios y tecnócratas contables europeos hace una década para reconstruir el desastre causado por la crisis.

Eran expertos económicos que, se suponía, solucionarían todos los problemas con políticas austeras.
Porque el problema era que estos países gastaban demasiado.

Sin embargo, el austericidio no ha solucionado gran cosa a nivel económico mientras ha provocado que Italia esté gobernada por la extrema derecha, la cual se ha convertido en la tercera fuerza política tanto en España como en Grecia y el fascismo mediterráneo haya resurgiendo con virulencia.
Solo resiste Portugal.
Y lo hace, curiosamente, con las políticas contrarias a las que pretendía imponer los mencionados e ilustrados contables.

Pero el escenario político europeo no solo es inquietante en el sur y el este de Europa:
la extrema derecha gobierna en Polonia, Hungría e Italia =aunque fueron el segundo partido más votado= y cogobierna en Austria;
son la segunda fuerza política en Francia, Dinamarca, Países Bajos y Finlandia;
son la tercera fuerza en Alemania, Suecia, Grecia y España;
y un extravagante Boris Johnson ha vencido en Reino Unido.

La Unión Europea, ante su propio colapso

La Unión Europea se encuentra ante su propio colapso, ante una apocalipsis ultraderechista, pues probablemente haya rebasado el punto de no retorno:
el momento en el que el derrumbe del proyecto es ya inevitable independientemente de las medidas que se tomen.
Es por ello que ha llegado el momento de reflexionar, de proponer, de construir.

Explicaba recientemente Thomas Piketty que una solución podría pasar por la demolición de Europa =considera el Tratado de Maastricht firmado en 1992 como un error= y la reconstrucción de un pequeño núcleo =Italia, Alemania, Francia o Bélgica= que no solo apueste por la libre circulación de bienes, trabajadores y capitales, sino que implemente un sistema fiscal y un proyecto social justo.
Acierta.

El salario mínimo en Europa oscila entre los 286 euros en Bulgaria y los 2.071 euros en Luxemburgo, todo un abismo.
Pero el análisis demuestra algo peor:
los 15 países con el salario mínimo más bajo se encuentran en el sur y el este, mientras que las 7 naciones con un salario más alto se localizan en el centro y el norte de Europa =Reino Unido, Irlanda, Francia, Países Bajos, Alemania, Bélgica y Luxemburgo=.

Traducido en una sola palabra:
desigualdad continental, que esconde a su vez una todavía más terrible desigualdad local en cada país.

La solución pasa por una construcción comunitaria:
salario mínimo, sanidad, educación, cultura, fiscalidad, hacienda, justicia, ejecutivo, legislativo, defensa o ejército comunitarios.
Una construcción que no se base en lo económico, sino en lo estatal, social y cultural.
Un modelo supranacional, federado y democrático, que termine de una vez por todas con los estados nacionales y la fragmentación europea que tan dañina ha resultado a lo largo de la historia en términos humanos, económicos, sociales y personales.

Una Europa fuerte e independiente de Estados Unidos, que pueda convertirse en un actor geopolítico mundial.
El colapso ya es inevitable, lo que ahora se negocia es el día después:
una Europa nueva o una Europa ultraderechista.



-Lo más sobresaliente del 2019 han sido los triunfos electorales de fuerzas progresistas en México y Argentina y las grandes protestas populares en Colombia, Chile, Ecuador y Haití contra gobiernos neoliberales, que contrastan con la estabilidad en Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, Argentina e incluso Uruguay, pese a la derrota electoral del Frente Amplio.

De enorme valor han sido este año las masivas manifestaciones populares contra las imposiciones neoliberales en varios países sudamericanos y también del Caribe.
En todos los casos, las políticas de ajuste y sumisión a los dictados del Fondo Monetario Internacional han quedado jaqueadas y los gobiernos desacreditados y cuestionados por las violaciones a los derechos humanos debido a la represión desatada.

El año que pasó, América Latina y el Caribe perdió su lugar de territorio de paz, pero los estallidos sociales también fueron marcando la agonía del neoliberalismo en medio de la disputa entre los intereses del capital trasnacionalizado y los de los pueblos, que parecen haber comprendido la necesidad de construir democracias que no abandonen las calles.

En la región, y particularmente en Chile, Ecuador, Colombia y Haití, nada será como antes.
No hay una sola fórmula ni tiempos preestablecidos para las transformaciones, pero seguramente, estas insurrecciones populares de 2019 darán como resultados procesos de cambios progresistas de sus sociedades.
Los triunfos progresistas en Argentina y México abren, pese al convulsionado contexto, esperanzas sobre el relanzamiento de los organismos de articulación e integración latinoamericano-caribeña.

Mientras, en Panamá el socialdemócrata Laurentino Cortizo declaró por primera vez duelo nacional el 20 de diciembre, a 30 años de la sangrienta invasión estadounidense al istmo.
Significa oficializar la memoria histórica del pueblo.

Surgen nuevas temáticas, nuevas agendas:
el fortalecimiento de la unidad desde abajo, el feminismo como herramienta de emancipación, el desarrollo científico-tecnológico para la soberanía, la justicia social y las dinámicas de la guerra híbrida en el continente, junto a la lucha por el cambio climático, el tema de las migraciones o el de los cambios tecnológicos y el futuro del trabajo.

Se afirma el feminismo como movimiento clave y protagónico en la disputa por los territorios pero también en el movimiento internacional, plagado de onegeísmos e intereses que poco tienen que ver con los de nuestros pueblos.
Es desde la calle que se construye un feminismo popular.
La teoría de los ciclos no deja de ser más que una falacia desmovilizadora y paralizante de la lucha de los pueblos.

Es como si los pueblos estuvieran condenados, hagan lo que hagan, a volver a sufrir gobiernos militares o fascistas, represores, entregados a los intereses de las empresas trasnacionales y a los dictados de Washington.
No es el fin de la historia de Francis Fukuyama, es una variación más inmovilizadora y pervertida:

el ritornello permanente de la historia, impulsado desde think tanks de Europa, que obliga a la pregunta obvia de si se trata solo de derrotas electorales o de derrotas culturales.

El *ciclo progresista* se dio cuando la correlación de fuerzas lo permitió y cuando los liderazgos se pusieron en concordancia con los pueblos.
Es cierto que estos factores no siempre se presentan al mismo tiempo, pero también es cierto que desde el inicio del milenio se produjeron en nuestra región nuevas formas de la lucha de clases.

Pero desde la izquierda, los viejos pensadores críticos insisten en manejar la teoría como dogma, tratando de amoldar metodologías del siglo 19 a un mundo totalmente diferente, donde las herramientas de lucha debieran ser, también, diversas, ante los violentos y permanentes cambios tecnológicos y las diferentes luchas geoestratégicas.

¿En cuál ciclo vivimos?
¿En el *progresista* que marca la llegada al gobierno de Alberto Fernández en Argentina y antes, de Andrés Manuel López Obrador en México, en el reaccionario que establece la derrota del Frente Amplio en Uruguay, en el neofascista de Bolsonaro y del golpe de Estado en Bolivia?, se pregunta Sergio Rodríguez.

Quizá el ciclo que vivimos en este final del 2019, es el de la lucha creciente de los pueblos que se levantan contra el neoliberalismo como en Haití, Honduras, Ecuador, Chile y Colombia y en el de la resistencia anti imperialista de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Dominica, añade.
Es la lucha permanente entre lo viejo que trata de perpetuarse y lo nuevo que se abre paso.
Hoy los estallidos muestran una apuesta por la redistribución de la riqueza.

El gobierno siempre está en disputa, incluso en los procesos progresistas =¿nacional-populares?= con coaliciones que logran gran apoyo en las urnas.
Y el Estado no se logra desmontar del todo, ya que, en general, la policía y el ejército, el poder fáctico =las elites económicas y mediáticas=, no siempre responden a la conducción.
El imperialismo utiliza distintas tácticas, dependiendo del lugar donde actúa estratégicamente.
Desde sus tanques de pensamiento, estudian las distintas organizaciones populares para poder manejar una guerra híbrida y multidimensional, donde cada territorio está en disputa.

Surgen nuevos actores sociales, nuevas consignas, nuevas luchas… y la necesidad de aggiornarse en el uso de las herramientas de dominación que usa el mismo enemigo. Pero no terminan de surgir nuevos liderazgos, porque una de las fallas mayores de los gobiernos progresistas e la de no haber formado cuadros que garantizaran la continuidad de los cambios, las revoluciones, en buena parte por el egocentrismo de los dirigentes, acicalados por asesores europeos que poco saben de la idiosincrasia regional.
El modelo de economía neoliberal ya no sirve.

El sistema de democracia republicana, representativa, tampoco.
Y por eso la necesidad de democracias participativas =no de partidos sino de pueblo=, que ayuden al aislamiento del enemigo principal que es el imperialismo y las dependientes y cómplices oligarquías locales.
Quizá esa izquierda derrotada a finales del siglo 20, no fue capaz de asumir tal derrota en términos políticos, careció de capacidad de reflexión y análisis.

Pero creó el imaginario de que es posible un mundo diferente, más equitativo, donde la salud, la educación y el trabajo para todas y todos sea la prioritario:
un cambio cultural.
¿Nos quedamos sin líderes cuando las masas vuelven a tomar las calles?
Hoy =y por ahora= el liderazgo lo ejercen los pueblos, la masa trabajadora, desempleada, de la economía popular, la clase media pauperizada.

Y desde el viejo pensamiento crítico se critica a los chilenos, haitianos, ecuatorianos y colombianos porque se lanzan a la lucha sin conducción política;
al nuevo gobierno argentino por ser peronista y no *revolucionario*, a Evo por su inocencia, a Lula por haber salido en libertad por decisión política y no por la lucha del pueblo…
Desde los escritorios, criticar todo resulta más fácil.

Nuestro pensamiento crítico, valioso pero anclado en el siglo pasado, no ofrece armas para pelear en este mundo nuevo y esta América Latina actual, que son diferentes y que cambian a pasos vertiginosos de la mano del bigdata, la inteligencia artificial, los algoritmos.
Se necesita un pensamiento crítico joven para acompañar estas luchas.
La lucha no es solo política y electoral.

Muchas veces no se le da importancia a la disputa cultural, que significa entre otras cosas construir alternativas para los millones de pobres, pero también los millones que logran zafar de la miseria =lo que llaman las clases medias posneoliberales=.
Y para eso es necesario contar con proyectos mediáticos:
saber qué se quiere comunicar, a quién se debe comunicar para asegurar imaginarios colectivos que acompañen los cambios.

Pese a lo que piensan los aliados-cómplices de Grupo de Lima, Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses, y muy especialmente sobre los recursos naturales de los países de la región y para lograr sus objetivos alientan golpes de Estado, desestabilización, bloqueos, saqueos, invasiones, usando sus armas propias =DEA, Departamento de Estado, Comando Sur, Usaid= o *ministerio de las colonias*, la Organización de Estados Americanos-OEA, bajo la batuta del injerencista y falseador Luis Almagro..

Mientras, Venezuela sigue estable, pese a todos los intentos de Washington por terminar con el virus del bolivarianismo, inventando la figura del *presidente interino* y autoproclamado, financiado a la oposición =con apropiación de empresas y recursos venezolanos= incluyendo un show *humanitario* desde Cúcuta, un frustrado y frustrante golpe de estado, un superbloqueo económico y financiero y amenzas continuas de invasión.

Al mismo tiempo, Bolivia, el país latinoamericano con mayor estabilidad política, económica y social fue quebrado por un golpe de Estado con una dura represión y una presidenta autoproclamada =Jeanine Añez=, y con Evo Morales refugiado en Argentina.
Parafraseando a Mario Benedetti en Cielito del 69:

*Un arriba nervioso y un abajo que se mueve, del norte al sur y del sur al norte de esta América Lapobre*.

Ya llega el 2020, pero será solo un cambio de fecha, porque la realidad seguirá siendo la misma y también la lucha por la dignidad de los pueblos.

Tanto en Europa como en América Latina =y porqué no en el mundo todo= creo que los viejos paradigmas ya no sirven, todo debe ser suplantado por algo llamado *batalla cultural* que en definitiva pasa por la *Comunicación*, y ésta, ha devenido en herramientas completamente diferentes a la Radio, la TV, los Periódicos.

Guste o no, hoy la política, las ideas, las propuestas y los *logros* tendrán más que ver con el hábil uso de lo virtual, las redes, los big data, y demás cuestiones que ya no pasarán por una convicción o por desmenuzar los conocimientos, sino que, lamentablemente, todo será...ingeniería social y quienes mejor la utilicen serán quienes impongan el modelo de gobernanza que pretendan.

Triste pero real, a eso ha apuntado ésta invasión zoombie-tecnológica, a crear seres que deciden de acuerdo a lo que el móvil les ofrece.

Si algo de positivo puedo encontrar en un evento Carrington...es que toda ésta inmundicia orweliana que nos va quitando *humanidad* fracase, porque así como estamos...seremos inferiores a Domi..., tal vez...sus neo-esclavos.

Fuerte abrazo.

Gilgamesh***

Fuentes;
-elortiba
-estrategia

4 comentarios :

Unknown dijo...

Fernando Fernandez Colilla ++1.

לחיים dijo...

Plus One.

Gilgamesh dijo...


Fernando Fernandez Colilla-LEHAIM;
muchas gracias por valorar muchachos.

Alquimista dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.